Divisão dos Arquivos

O Blog Pablo Neruda Brasil está apresentado em quatro seções obedecendo à data de publicação da matéria:

Arquivo Cecilia Zokner

Os breves textos sobre a poesia de Pablo Neruda foram publicados sob a rubrica Literatura do Continente no jornal O Estado do Paraná, Curitiba e fazem parte, juntamente com outros textos versando sobre Literatura Latino-americana, do Blog http:\\www.literaturadocontinente.blogspot.com.br. Os demais, em outras publicações.

Arquivo Adriana

Chilena de Concepción, amiga desde 1964, quando convivemos em Bordeaux, ao longo dos anos me enviou livros e recortes de jornal sobre Pablo Neruda. Talvez tais recortes sejam hoje, apenas curiosos. Talvez esclareçam algo sobre o Poeta ou abram caminhos para estudos sobre a sua obra o que poderá, eventualmente, se constituir uma razão para divulgá-los.

Arquivo Delson Biondo

Doutor em Literatura na Universidade Federal do Paraná. No ano do centenário de nascimento de Pablo Neruda, convidei Delson Biondo, meu ex-aluno do curso de Letras para trabalharmos sobre “Las vidas del Poeta, as memórias de Pablo Neruda”, constituídas de dez capítulos, publicados, em espanhol, na revista O Cruzeiro Internacional, no ano de 1962. Iniciamos o nosso trabalho com a sua tradução, visando divulgar, no Brasil, esse texto do Poeta que somente anos mais tarde iria fazer parte de seu livro de memórias Confieso que he vivido. Todavia, várias razões impediram que a tradução fosse publicada no Brasil, mas continuamos a trabalhar sobre “Las vidas de Poeta” no que se referia aos aspectos formais comparativamente a esses mesmos textos que passaram a fazer parte de Confieso que he vivido. Além desse estudo comparativo, pretendíamos nos aproximar, minuciosamente de cada um dos capítulos de “Las vidas del Poeta”. A comparação foi realizada e o estudo do primeiro capítulo concluído. Estávamos já, terminando a redação do estudo do segundo capítulo quando Delson Biondo veio a falecer em maio de 2014. Assim, as notas comparativas dos textos nerudianos e o estudo do segundo capítulo de “Las vidas del Poeta” não foram concluídos. Penso que a eles nada devo acrescentar.

Arquivo Aberto

Arquivo Aberto à recepção de trabalhos escritos em português ou espanhol que tratem da obra de Pablo Neruda, obedeçam às normas da ABNT e sejam acompanhados de um breve curriculum do autor. Os trabalhos poderão ser enviados para publicação neste Blog pelo e-mail pablonerudabrasil@gmail.com.

9 de junho de 2016

Las vidas del poeta, memorias y recuerdos de Pablo Neruda Lucha y destierro capítulo noveno

Arquivo Delson


A fines de 1943 llegaba de nuevo a Santiago.
            Me instalé en mi propia casa, adquirida a largo plazo por el sistema de previsión. En esta casa de grandes árboles junté mis libros y comencé otra vez la difícil vida.
            El país no había cambiado. Campos y aldeas dormidas, pobreza terrible de las regiones mineras y la gente elegante llenando sus Country Club. Había que decidirse.
            Mi decisión me causó persecuciones y minutos estelares.
¿Qué poeta podría arrepentirse?
            Curzio Malaparte, que me entrevistó años después de lo que voy a relatar, lo dijo bien en su artículo: “No soy comunista, pero si fuera poeta chileno, lo sería, como Pablo Neruda. Hay que tomar partido aquí, por los Cadillac, o por la gente sin escuela y sin zapatos.”
            Esta gente sin escuela y sin zapaos me eligió Senador de la República el 4 de marzo de 1945.
            Llevaré siempre con orgullo el hecho de que votaron para elegirme millares de chilenos de la región más dura de Chile, región de gran minería, sobre y salitre.
            Era difícil y áspero caminar por la Pampa. Por medio siglo no llueve en estas regiones y el desierto ha dado fisionomía a los mineros. Son hombre de rostros quemados en que toda la expresión de soledad y de abandono se deposita en los ojos de oscura intensidad. Subir del desierto a la cordillera, entrar en cada casa pobre, conocer las inhumanas faenas, y sentirse depositario de las esperanzas del hombre aislado y sumergido, no es una responsabilidad cualquiera. Sin embargo, mi poesía abrió el camino de comunicación y pude andar y circular y ser recibido como hermano, hasta ahora, por mis compatriotas de vida dura.
            Hasta el Senado llegaban difícilmente las amarguras que yo y mis compañeros representábamos. Aquella cómoda Sala parlamentaria estaba como acolchada para que no repercutiera en ella el vocerío de las multitudes descontentas. Mis colegas de bando contrario eran expertos en el arte de las grandes alocuciones patrióticas y bajo todo ese tapiz de seda falsa que desplegaban, me sentía ahogado.
            Pronto se renovó la esperanza, porque uno de los candidatos a la presidencia juró hacer justicia, y su elocuencia activa le atrajo gran simpatía. Yo fui nombrado Jefe de Propaganda de su campaña y llevé a todas partes del territorio la buena nueva.
            Por arrolladora mayoría de votos el pueblo lo eligió Presidente.
            Pero los Presidentes en nuestra América criolla sufren muchas veces una metamorfosis extraordinaria. En el caso que relato, rápidamente cambió de amigos el nuevo Mandatario, entroncó su familia con la aristocracia y poco a poco se convirtió en magnate. Ahora es Presidente de un Banco internacional.
            Todo el mundo puede aspirar a ser banquero. Es un derecho también y un sistema de vida para muchos, el mundo elegante de los clubs de élite. Pero, en este caso, la conversión fue demasiado rápida y descalabrante.
            Muchos de los amigos del Mandatario, gente que lo acompaño hasta el fin en sus trabajos electorales, fueron llevados a prisiones en la alta cordillera o en el desierto, por disentir de su metamorfosis.
            La verdad es que la envolvente clase alta, con su poderío económico, se había tragado, una vez más, el Gobierno de nuestra Nación, como tantas veces había ocurrido. Pero en esta oportunidad la digestión fue incómoda y mi país pasó por una enfermedad que oscilaba entre la estupefacción y la agonía.
            Mis discursos se tornaron violentos y la Sala del Senado estaba siempre llena para escucharme. Pronto se pidió y se obtuvo mi desafuero y se ordenó a la policía mi detención.
            Pero los poetas tenemos entre nuestras sustancias originales, ser hechos en gran parte de fuego y humo.
            El humo estaba dedicado a escribir. La relación histórica de cuanto me pasaba se acercó dramáticamente a los antiguos temas americanos y en aquel año de peligro y de escondite terminé mi libro más importante, el “Canto General”.
            Cambiaba de casa casi diariamente. En todas partes se abría la puerta para resguardarme. Siempre era gente desconocida que de alguna manera había expresado su deseo de cobijarme por algunos días. Me pedían aunque fuera por algunas horas o algunas semanas. Pasé por campos, puertos, ciudades, campamentos, como también por casas de campesinos de ingenieros, de abogados, de marineros, de médicos, de mineros.
            Hay un viejo tema de la poesía popular que se repite en nuestros países. Se trata de “El cuerpo repartido”. El cantor popular supone que tiene sus pies en una parte, sus riñones en otra, y describe todo su organismo que, según él, ha dejado repartido por campos y ciudades.
            Así me sentía yo en aquellos días, que de no haber mediado las crueles noticias que me llegaban de todas partes del país, hubieran sido para mí de fiesta, la que sólo puede lograrse en la compenetración absoluta de un poeta con su pueblo. Estoy consciente de haber alcanzado esta subterránea distinción, título raro, laurel que muchos desdeñan, pero que no conocen.
            Entre los sitios conmovedores que me albergaron, recuerdo una casa de dos habitaciones, perdida entre los cerros pobres de Valparaíso.
            Yo estaba circunscrito a un pedazo de habitación y a un rinconcito de ventana de donde observaba la vida del puerto. Desde aquel ínfimo punto de vista mi mirada abarcaba un fragmento de calle, en la que, en la noche, veía circular gente apresurada. Era un barrio pobre y aquella pequeña calle a cien metros bajo mi ventana, tenía toda la iluminación del barrio. Pequeños tiendas la llenaban.
            Como nunca pude salir de mi rincón, mi curiosidad era infinita, pues observaba que toda la gente que pasaba indiferente y apurada se detenía siempre en un mismo sitio. Mis cavilaciones solitarias eran muchas. ¿Qué mercaderías mágicas se exhibían en esa vitrina? A veces contemplaba como familias enteras se detenían allí largamente con sus niños en los hombros. Yo no veía las caras de arrobamiento que seguramente ponían al mirar la mágica vitrina, pero lo imaginaba.
            Sólo meses después supe que aquél era el escaparate de una sencilla tienda de calzado, por lo que hice la observación de que es el zapato lo que más interesa al hombre. Me prometí estudiar este punto, investigarlo y expresarlo. Nunca he tenido tiempo para darme a ese propósito incubado en tan extrañas circunstancias, pero, no hay poco zapatos en mi poesía. Ellos circulan   taconeando en muchas de mis estrofas sin haberme propuesto ser un poeta zapateril.
            De pronto llegaban a la casa visitas que prolongaban sus conversaciones. Estas no podían saber que allí, separado por un tabique hecho con cartones y periódicos viejos, estaba el poeta perseguido por tantos profesionales de la cacería humana.
            El sábado en la tarde y también el domingo en la mañana, llegaba el novio de una de las muchachas de la casa. Este tampoco podía saber nada. Era un elemento amado, disponía del corazón de la chica, pero, ay, aún no le daban confianza. Yo lo veía desde mi rincón de la ventana bajarse de su bicicleta, en la que repartía huevos por todo el extenso barrio popular, y de pronto sentía que entraba canturreando este enemigo de mi tranquilidad. Digo enemigo, porque se empeñaba en quedarse arrullando a la muchacha a pocos centímetros de mi   cabeza, resistiéndose heroicamente a las invitaciones que se le hacían de practicar amor platónico en algún parque o en el cine. Hasta ahora no sabe cuánto me molestó aquel inocente repartidor de huevos.
            El resto de las personas de la casa estaban en el secreto y eran la mamá viuda, las dos muchachas encantadoras y los dos hijos marineros. Estos descargaban plátanos en la bahía y a veces andaban furiosos porque ningún barco los contrataba. Por ellos me enteré del desguazamiento de una vieja embarcación y con su ayuda, dirigiendo desde mi rincón secreto las operaciones, se desprendió la bella estatua de proa del navío que luego quedó escondida en una bodega del puerto, hasta que después de mi evasión y destierro pude conocerla. La bella mujer de madera, de rostro griego como todos los mascarones antiguos veleros, me mira ahora con su melancólica belleza, mientras junto al mar escribo estas Memorias.
            Por cierto que se trataba de que yo me embarcara clandestinamente en la cabina de uno de los muchachos y desembarcara en medio de los plátanos de Guayaquil. El marinero me explicaba que yo debía aparecer de pronto en la cubierta como un pasajero elegante, fumándome un cigarro puro, que nunca he podido fumar, y vestido a la usanza tropical. Se decidió en la familia, ya que era eminente la partida, que se me confeccionara el traje apropiado para lo cual se me tomaron oportunamente las medidas.
            Poco antes de partir estaba listo mi traje. Nunca me he divertido tanto. La idea de la moda que ellos tenían estaba influenciada por la película de aquel tiempo “Lo que el viento se llevó”. Por su parte, los muchachos tenían una idea de la elegancia recogida en los salones de baile de Harlen y en los bares y bailongos del Caribe. El vestón me llegaba casi hasta las rodillas, era cruzado y acinturado. Los pantalones me apretaban los tobillos.
            De todas maneras me guardé mi pintoresco traje, elaborado por tan bondadosas personas, y nunca tuve oportunidad de usarlo porque por fin no salí nunca de mi escondite en un barco, ni nunca desembarqué entre los plátanos de Guayaquil, como un desaprensivo turista vestido como un falso Clark Gable. Escogí, por el contrario, el camino del frío y partí al extremo sur de Chile, que es el extremo sur de América y allí, a caballo, atravesé la Gran Cordillera.
            La montaña andina tiene pasos desconocidos, utilizados tal vez antiguamente por contrabandistas, tan hostiles y difíciles que ya ni siquiera son custodiados por los guardias rurales. Ríos y precipicios se encargan de atajar al caminante.
            Mi amigo Jorge Bellet era el jefe de la expedición. Antiguo piloto, hombre de acción, ahora montaba un gran aserradero junto al lago Maihue. De allí salimos un día al amanecer. Ya estaban cayendo las primeras lluvias. La selva virgen estaba envuelta en su niebla o lluvia matutina. A nuestra escolta de cinco hombres, buenos jinetes y baqueanos se agregó mi viejo amigo Victor Bianchi, que había llegado por esos parajes como agrimensor en unos litigios de tierra. No me reconoció. Yo llevaba la barba crecida de año y medio de vida oculta, pero apenas supo mi proyecto de cruzar la selva nos ofreció sus grandes servicios de avezado explorador. Antes ya había ascendido el Aconcagua en una trágica expedición de la que fue casi el único sobreviviente.
            Marchábamos en fila en la solemnidad del alba. Hacía muchos años, desde mi infancia que no montaba a caballo, pero aquí íbamos al paso.
            La selva andina austral está poblada por grandes árboles apartados entre sí. Son gigantescos alerces y maitenes, luego tepas y coníferas. Los raulíes asombran por su espesura. Los medí. Eran del diámetro de un caballo. Por arriba no se ve el cielo, por abajo las hojas han caído por siglos formando una capa de humus en que se hunden los cascos de las cabalgaduras. En una marcha silenciosa cruzábamos aquella gran catedral de la salvaje naturaleza.
            Los baqueanos iban adelante y atrás de nosotros, resguardándonos y escuchando los infinitos pequeños ruidos de la tierra virgen. De cuando en cuando golpeaban con sus machetes un árbol del camino que dejaba de inmediato, a la altura de nuestras cabezas, una húmeda cicatriz amarilla. Eran las señales para hallar el camino de regreso.
            Subiendo ya la Cordillera, los árboles se achaparraron y semejaron de las cumbres una multitud de paraguas. La nieve no los dejaba crecer. No había camino. ¿Cómo se orientaban los baqueanos? No lo supe. Pero de cando en cuando se sabía que por ahí había pasado alguien antes. Se sabía por un túmulo hecho por otros caminantes. Eran pirámides de ramas y leños a uno y otro lado de la dirección que llevábamos. Bajo aquellos túmulos yacían otros viajeros infortunados. La nieve los había detenido para siempre. Religiosamente, al aproximarnos a uno de los túmulos anónimos, cortábamos una rama que cada uno tiraba sobre el montón de palos como un póstumo homenaje al caído.
            A plena noche encontramos un paraje habitado. Eran los baños de Chiuhío. Ya estábamos cerca de la frontera con la Argentina. Nunca olvidaré a llegada a ese alto punto de la Cordillera.
            Era un hangar destartalado en que se veían montañas de queso, ardía un árbol entero en el fogón, en el suelo. Allí estaban agrupados algunas sombras imposible de reconocer como seres humanos, porque no había más luz que la de las brasas. Parecían cantar y el rasgueo de una guitarra emergía de la oscuridad con un sonido melancólico de agua de lluvia.
            Encontramos el refugio que no se niega a nadie a esas alturas de la tierra y antes de dormir todos nos metimos en las candentes aguas termales casi hirvientes y que nos levantaba en vilo con su saturación mineral.
            Al alba siguiente, frescos y revividos, continuamos la marcha.
            El camino se hizo abrupto. Era difícil avanzar. Parecía que los mismos muros arrugados y eternos de los Andes se estrechaban para impedirnos el paso. Los caballos, al entrar en estos túneles de la roca, resbalaban, y un chisporroteo de chispas saltaba de las herraduras.
            Más tarde fue un río y otro río. La inviolada magnitud de la naturaleza no quería dejarnos pasar. En fila entramos por el río que rodaba con rugido y canto de bestia terrible, coronado de espumas. Yo apenas me sostenía porque había levantado los pies hasta colocarlos sobre el cuello de la cabalgadura. El río me parecía cada vez más ancho, mientras mi caballo ondulaba y luchaba por mantenerse en línea detrás de los otros que ya llegaban a la orilla.
            Al tocar tierra firme me sentí vivo de nuevo y miré al baqueano que me seguía y le dije: - Bueno, ¿y si me caigo y me lleva el río? Siempre sonriendo me contestó: - No, pue, don Pablito, no ve que aquí mesmo cayó mi padre y se lo llevó el agua. Así es que yo venía con el lazo en la mano, listo p´a laciarlo.
            Después de los ríos y los vados ocurrió algo extraño en el paisaje y también en los hombres.
            Como si de pronto en una gran sinfonía el director detiene la turbulencia de las grandes masas de sonido para producir in hilo finísimo, una cadencia pastoril que se eleva y nos refresca el alma acongojada, así sucedió con las violentas cordilleras.
            Habíamos llegado a otra altura y al traspasarla encontramos un extenso paisaje verde, de infinita suavidad serena. Prados y prados como hechos por la mano del hombre, de yerba mullida como el césped inglés, se extendían en las infinitas soledades y un jugueteo de arroyos cristalinos que se entrecruzaban serpenteando, parecían allí dispuestos como en una página de Garcilaso. Me quedé asombrado. Faltaban allí sólo las náyades desnudas que sumergieran sus pies plateados en el agua de cristal.
            Llegados al centro de aquel esplendor verde bajamos y desensillamos las cabalgaduras. Apenas podía mover las piernas, y a punto de tenderme en el pasto que me invitaba brillando al sol frío, noté que los baqueanos se preparaban para un nuevo rito.
            Una gran calavera de res relucía al sol en medio de un círculo casi perfecto que habían hecho muchas pisadas. Los baqueanos y luego todos nosotros echamos monedas en la calavera del buey mientras dábamos vueltas a su alrededor saltando en un solo pie.
            Las monedas eran para los viajeros perdidos. ¿Y aquel rito de baile? Hasta ahora no lo sé. Misterio de cordilleras, rito de los hombres errantes.
            Una choza abandonada nos indicó la frontera.
            Ya era libre. Ya había dejado atrás la persecución. Escribí en la pared de la cabaña: “Hasta luego, Patria mía. Me voy, pero te llevo conmigo”.
            En San Martin de los Andes esperábamos hallar un amigo de Chile que debía aguardarnos. Como es tan pequeño ese pueblito cordillerano argentino, me habían dicho: “Andate al mejor hotel que allí llegará a buscarte Pedrito Ramirez”.
            Pero así son las cosas humanas. En San Martin de los Andes no había un mejor hotel: había dos. ¿Cuál elegir?
            Nos fuimos al más carao ubicado en un barrio alejado, desestimando el otro primer hotel que supongo seguirá allí frente a la hermosa plaza de la ciudad.
            Sucedió que el hotel que escogimos era tan de primer orden, que no nos quisieron aceptar. Con varios días de viaje a caballo, con nuestro sacos al hombro, las caras barbudas y polvorientas, dábamos miedo a cualquiera y mucho más a un director de Hotel exclusivo.
            Supimos que en ese hotel se hospedaban nobles ingleses que venían de Escocia a pescar salmones a Argentina. Nosotros no teníamos nada de lores y el director nos dio el “vade retro” explicándonos con muchos ademanes y gestos que la última habitación hacía diez minutos que había sido comprometida. En eso se asomó a la puerta un elegante muchachón de inconfundible tipo militar, acompañado de una rubia cinematográfica. Desde su estatura, con voz tonante, nos gritó: - !Alto! A los chilenos no se les hecha de ninguna parte. ¡Aquí se quedan! Y allí nos quedamos.
            Se parecía tanto a Perón y ella a Evita, que pensamos todos: Son ellos. Pero ya lavados y vestidos, sentados en la misma mesa con una botella      de dudosa champaña, supimos que el hombre era Comandante de la Guarnición y ella un actriz de Buenos Aires que venía a visitarle.
            Por supuesto que nadie conocía mi identidad y pasamos por madereros chilenos dispuestos a hacer buenos negocios. El comandante me llamaba el “Hombre Montaña”. Fue amable con nosotros extremando sus atenciones. Fuimos un número infaltable en el pequeño mundo de San Martín de los Andes. Victor Banchi, que hasta allí me acompañaba por amistad y por amor a la aventura, descubrió una guitarra y con sus pícaras canciones chilenas embelesaba a argentinos y argentinas.
            Teníamos programa para cada día y cada noche. Pero Pedrito Ramírez no llegaba a buscarme. Si bien mis compañeros regresarían a Chile, yo tenía que atravesar el mundo. Y no las tenía todas conmigo. Al tercer día no teníamos ni camisa limpia, ni dinero para comprar nuevas, y un bueno negociante de maderas por lo menos debe terne camisas.
            Mientras tanto, el Comandante nos ofrecía un almuerzo en el Regimento. Su amistad con nosotros se hizo más estrecha y nos confesó su antiperonismo. Pasábamos largas horas discutiendo quién tenía peor Presidente, si Chile o Argentina. El pretendía apabullarnos.         
            De improviso, mientas nos preparábamos para el almuerzo, al que estábamos invitados, Pedrito Ramirez entró en mi habitación. - ¡Desgraciado! Le grité. Por qué has tardado tanto!
            Era lo inevitable. El esperaba tranquilamente nuestra llegada en el otro primer hotel, en el de la Plaza.
            Diez minutos después ya estábamos rodando en un automóvil día y noche por la infinita Pampa. De vez en cuando, los argentinos detenían el auto y cebaban un mate para seguir rodando en la infinita monotonía.
            Estuve apenas unas horas en Buenos Aires, lo suficiente para abrazar a Rafael Alberti y continuar casi a Paraguay para tomar el avión que me llevó a Europa.
            En París destruí mis papeles falsos y recuperé mi verdadera identidad.
            Picasso me esperaba.
            Sólo hacía un par de meses que había pronunciado el primer discurso de su vida y estaba feliz como un niño. El discurso versaba sobre mi ausencia. Y ahora, con ternura fraternal, el gran genio, minotauro de la pintura, monstruo de la moderna naturaleza, se preocupaba de los detalles más ínfimos de mi situación, hablando con autoridades, telefoneando a medio mundo. Yo sentía en el alma hacerle perder su tiempo sagrado.
            En esos días se celebraba un Congreso de La Paz, en París. Aparecí allí en el último momento solo para leer unos de mis poemas. Todo el mundo me aplaudía y me abrazaba. Muchos me creían muerto. Por la prensa de Francia se habían enterado de la persecución implacable y dudaban de que pudiera burlarla.
            Al día siguiente llegó a mi hotel el señor Alderete, viejo periodista de la “France Presse”, con el fin de entrevistarme.
            Me dijo: - Al darse a conocer en la prensa de Chile que usted se encuentra en París, el Gobierno de Chile ha declarado que la noticia es falsa y que es un doble suyo el que aquí se presenta, porque Pablo Neruda se halla en Chile se le sigue de cerca la pista y su detención es solo cuestión de horas. ¿Qué se puede responder? Me dijo el periodista.
            Recordé entonces que en la discusión sobre si Shakespeare había escrito o no sus obras, discusión vieja y absurda, Mark Twain había opinado cierta vez: “En verdad no fue William Shakespeare quien escribió esas obras, sino otro inglés que nació el mismo día y a la misma hora que él y murió también en la misma fecha, y que para extremar la coincidencia se llamaba también William Shakespeare.”
-              Responda, dije al periodista, que yo no soy Pablo Neruda sino otro chileno que escribe poesía, lucha por la libertad, y se llama también Pablo Neruda.



Estudo comparativo

A primeira transcrição se refere ao texto Las vidas del Poeta, Memorias y recuerdos de Pablo Neruda, publicado pela revista O Cruzeiro Internacional em 1962, reproduzido aqui e com a indicação em negrito do que foi mudado em Confieso que he vivido (Barcelona, Seix Barral, 1974). A segunda transcrição é antecedida da menção da página em que ocorreu a mudança em Confieso que he vivido.


Mudança de título

Lucha y destierro, título do capítulo IX da revista O Cruzeiro Internacional foi mudado no capítulo VIII de Confieso que he vivido para La pátria en tinieblas


Pontuação

Son hombres de rostros quemados en que toda expresión
Pág.236  Son hombres de rostros quemados; toda su expresión


¿Qué poeta podría arrepentirse?
Pág.236  Qué poeta podría arrepentirse?


Senador de la República el 4 de marzo de 1945.
            Llevaré siempre con orgullo el hecho
Pág.236  Senador de la República el 4 de marzo de 1945.Llevaré siempre con orgullo el hecho


La relación histórica de cuanto me pasaba se acercó dramáticamente a los antiguos temas americanos y en aquel año de peligro
Pág.245  La relación histórica de cuanto me pasaba se acercó dramáticamente a los antiguos temas americanos. En aquel año de peligro


Un fragmento de calle, en que en la noche, veía circular gente apresurada
Pág.245  un fragmento de la calle. Por las noches, veía circular gente apresurada



extrañas circunstancias, pero, no hay pocos zapatos en mi poesía
Pág.246   extrañas circunstancias. Sin embargo, no hay pocos zapatos en mi poesía


Extenso barrio popular, y pronto
Pág.246   extenso barrio popular. Poco después


una sencilla tienda de calzado, por la que hice la observación de que el zapato lo que más interesa al hombre
Pág.246   una sencilla tienda de calzado. El zapato es lo que más interesa al hombre


¿Qué mercaderías mágicas se exhibían en esa vitrina?
Pág.246   Qué mercaderías mágicas se exhibían en esa vitrina?


sus conversaciones. Estas no podían saber que allí, separado por un tabique hecho con cartones y periódicos viejos
Pág.246   sus conversaciones, sin imaginarse que a corta distancia, separado por un tabique hecho con cartones y periódicos viejos


estaban en el secreto y eran la mamá
Pág.247  estaban en el secreto: la mamá


el camino del frío y partí al extremo sur de Chile
Pág.247   el camino del frío. Partí al extremo sur de Chile


vieja embarcación y con su ayuda, dirigiendo desde mi rincón
Pág.247  vieja embarcación. Dirigiendo yo desde mi rincón


por la película de aquel tiempo “Lo que el viento se llevó”
Pág.247  por una película de aquel  tiempo: Lo que el viento se llevó


oportunidad de usarlo porque por fin no salí nunca de mi escondite
Pág.248  oportunidad de usarlo. Nunca salí de mi escondite


de vida oculta, pero apenas supo
Pág. 254  de vida oculta. Apenas supo



Por arriba no se ve el cielo, por abajo
Pág.255   Por arriba no se ve el cielo. Por abajo


¿Cuál elegir?
Pág.259 Cuál elegir?


nada de lores y el director
Pág.259   nada de lores. El director


todos: son ellos
Pág.260   todos: son ellos!


¡Aquí se quedan! Y allí nos quedamos.
Pág.260   Aquí se quedan!
            Y nos quedamos.

Tipo militar, acompañada por una rubia cinematográfica .Desde su estatura, con voz tonante, nos gritó - ¡Alto!
Pág.260  tipo militar, acompañado por una rubia cinematográfica, y gritó con voz tonante:
      -Alto!


Pedrito Ramirez  entró a mi habitación. - ¡Desgraciado! Le grité. Por qué
Has tardado tanto!
Pág.260  entró una mañana Pedrito Ramirez en mi habitación.
      -Desgraciado” – le grité – Por qué has tardado tanto?


¿Qué se puede responder?
Pág.262   Qué se puede responder?


aquí se presenta, porque
Pág.262 aquí se presenta; que


se le sigue la pista de cerca y su detención
Pág.262   se le sigue de cerca la pista de cerca: que su detención


-Responda, dije al periodista, que yo no soy
Pág.263   -Responda – dije al periodista – que yo  no soy



la noticia es falsa y que es un doble
Pág.262  la noticia es falsa: que es un doble


Quebra de parágrafo


Senador de la República el 4 de marzo de 1945.
      Llevaré siempre con orgullo el hecho
Pág.236   senador de la república el 4 de marzo de 1945. Llevaré  siempre con orgullo el hecho

ha dejado repartido por campos y ciudades.
      Así me sentí yo en aquellos días
Pág.245 ha dejado esparcido por campos y ciudades. Así me sentí yo en aquellos días.


¡Aquí se quedan! Y allí nos quedamos.
Pág.260   Aquí se quedan!
            Y nos quedamos.


Tipo militar, acompañada por una rubia cinematográfica .Desde su estatura, con voz tonante, nos gritó - ¡Alto!
Pág.260  tipo militar, acompañado por una rubia cinematográfica, y gritó con voz tonante:
-       Alto!


Una choza abandonada nos indicó la frontera.
      Ya era libre
Pág.259   Una choza abandonada nos indicó la frontera. Ya era libre


Pedrito Ramirez entró a mi habitación. - ¡Desgraciado! Le grité. Por qué
Has tardado tanto!
Pág.260  entró una mañana Pedrito Ramirez en mi habitación.
      -Desgraciado” – le grité – Por qué has tardado tanto?


Al día siguiente llegó a mi hotel el señor Alderete, viejo periodista de la “France Presse” con el fin de entrevistarme.
      Me dijo: Al darse a conocer
Pág.262   Al día siguiente llegó a mi hotel el señor Alderete, veterano periodista de  la France Presse. Me dijo:
-Al darse a conocer


Eliminação de maiúscula


Senador de la República
Pág.236  senador de la república


Marzo
Pág.236   mazo


Pampa
Pág.236 pampa


Sala parlamentaria
Pág.242   sala parlamentaria


Presidencia
Pág. 243   presidencia


Jefe de Propaganda
Pág.243   jefe de propaganda


Presidentes
Pág.243  presidentes


Mandatario
Pág.243 mandatario


Gobierno de nuestra nación
Pág.244   gobierno de nuestra nación


Sala del Senado
Pág.245   sala del senado


Memorias
Pág.247   memorias


Cordillera
Pág.248   cordillera


Patria mía
Pág.259   patria mía


Hotel
Pág.259   hotel


Comandante de la Guarnición
Pág.260   comandante de la guarnición


Comandante
Pág. 260 comandante


Presidente
Pág.260 presidente


Pampa
Pág.260 pampa


Congreso de La Paz
Pág.262 congreso de la paz


Gobierno
Pág.262   gobierno


Palavras estrangeiras


Country Club
Pág.236 Country Club


Cadillac
Pág.236   Cadillacs


“Vade retro”
Pág.259   “Vade Retro”


Mudança de caracteres gráficos


Aristocracia
Pág. 243 “aristocracia”


“Canto General”
Pág.245 Canto General


“Lo que el viento se llevó”
Pág.247  Lo que el viento se llevó


“Ándate al mejor hotel que allí llegará a buscarte Pedrito Ramirez”
Pág. 259 – Ándate al mejor hotel que allí llegará a buscarte Pedrito Ramirez.


“France Presse”
Pág.262   France Presse


Acréscimo de palavras


como Pablo Neruda
Pág.236   como Pablo Neruda lo es


Son hombres de rostros quemados en que toda la expresión de soledad y
de abandono se deposita en los ojos de oscura intensidad.
Pág. 236   Son hombres de rostros quemados: toda su expresión de soledad y de abandono se deposita en los ojos de oscura intensidad


y poco a poco se convirtió en magnate
Pág.243   y poco a poco se convirtió de demagogo en magnate


ser hechos
Pág.245 la de ser hechos


Me pedían aunque fuera por algunas horas
Pág.245   Me pedían como asilado aunque fuera por algunas horas


Un fragmento de calle
Pág.245 un fragmento de la calle


Pequeñas tiendas la llenaban.
Pág.246  Tienduchas y boliches la llenaban


a ese propósito incubado
Pág. 246 a ese propósito  o promesa formulada


Yo no veía las caras de arrobamiento
Pág. 246   Yo no alcanza a  ver las caras de arrobamiento


vieja embarcación y con su ayuda, dirigiendo desde mi rincón
Pág.247   vieja embarcación. Dirigiendo yo desde mi rincón


por la película
Pág.247   por una famosa película


de antiguos veleros
Pág. 247 de los antiguos veleros


el traje apropiado para lo cual
Pág.247  el traje apropiado – elegante y tropical – para lo cual


desembarqué entre los plátanos
Pág. desembarqué jamás entre los plátanos


Marchábamos en fila en la solemnidad del alba
Pág.254   marchábamos en fila amparados por la solemnidad del alba


La última habitación
Pág.259   la última habitación disponible


Pedrito Ramirez entró a mi habitación
Pág.260  entró una mañana Pedrito Ramirez en mi habitación 


Comandante de la  Guarnición
Pág.260 comandante de la guarnición local


sentados en la  misma mesa con un botella de dudosa champaña
Pág. 260 sentados a la mesa y degustando una botella de dudosa champaña


Se parecía tanto a Perón
Pág.260 Nuestro protector se parecía tanto


un buen negociante de madera por lo menos debe tener camisas.
Pág.260   Un buen negociante de madera, decía Victor Bianchi, por lo menos debe tener camisas


Pero ya lavados
Pág.260 Pero luego ya lavados


se le sigue de cerca la pista
Pág.262 y se le sigue la pista de cerca

  
Substituição de palabras


En esta casa
Pág. 236   En este hogar


votaron para elegirme
Pág.236   votaron por mí


como un hermano, hasta ahora, por mis compañeros de vida dura
Pág.237   como un hermano imperecedero por mis compatriotas de vida dura


de los amigos del Mandatario
Pág.244   de los amigos de González Videla


mi país
Pag.244   Chile


un fragmento de calle, en que en la noche, veía circular gente apresurada
Pág.245   un fragmento de la calle. Por las noches, veía circular gente apresurada


por algunos días
Pág. 245   por varios días


por algunas horas o algunas semanas
Pág.245   por unas horas o unas semanas


la poesía popular
Pág. la poesía folklórica


Mi amigo Jorge Bellet
Pág.245   Mi compañero Jorge Bellet


há dejado repartido  por campos y ciudades
Pág.245   ha dejado esparcido por campos y ciudades


aquel ínfimo punto de vista
Pág.245   aquella ínfima atalaya


Era un barrio pobre
Pàg.245   Era un arrabal pobre


tenía toda la iluminación
Pág. 246  acaparaba toda la iluminación


Pequeñas tiendas la llenaban.
Pág. 246  Tienduchas y boliches la llenaban


A veces contemplaba cómo familias enteras se detenían allí largamente con sus niños en los hombros
Pág.246   Familias enteras se paraban allí largamente con su niños en los hombros


extenso barrio popular y pronto
Pág.246 extenso barrio popular. Poco después


extrañas circunstancias, pero, no hay pocos zapatos en mi poesía
Pág.246 extrañas circunstancias. Sin embargo, no hay pocos zapatos en mi poesía


que seguramente ponían al mirar
Pág.246   que sin duda ponían al mirar


pero lo imaginaba
Pág.246   pelo me lo suponía


Sólo meses después supe
Pág.246   Seis meses después supe


Me prometí estudiar
Pág.246 Me juré estudiar


este punto
Pág. 246 ese asunto


para darme a ese propósito
Pág.246  para cumplir ese propósito


a ese propósito incubado
Pág.246   a ese propósito o promesa formulada


estaba el poeta
Pág.246 estaba un poeta


tantos profesionales de la cacería humana
Pág. 246   no sé cuántos profesionales de la cacería humana


Era un elemento amado
Pág. 246 Era un joven trabajador


por la película
Pág.247  por una película


Me enteré del desguazamiento
Pág.247   me enteré del desguace


La bella mujer de madera
Pág.247  La hermosa mujer de madera


de  rostro griego
Pág. 247   con rostro griego


La idea de la moda que ellos tenían
Pág. 247   La idea de la moda que las mujeres de la casa tenían


estaba influenciada
Pág. 247  estaba influida


partí al extremo sur de Chile
Pág.247 partí hacia el extremo sur de Chile


ni nunca desembarqué entre los plátanos de Guayaquil
Pág.248   ni desembarqué jamás entre los plátanos de Guayaquil


La montaña andina tiene pasos desconocidos, utilizados tal vez antiguamente por contrabandistas
Pág. 254  La montaña andina tiene pasos desconocidos, utilizados antiguamente por contrabandistas.


Mi amigo Jorge Bellet
Pág.254   Mi compañero Jorge Bellet


Por esos parajes
Pág.254 a esos parajes


la crecida de año y medio
Pág. 254   la barba crecida tras año y medio


sus grandes servicios
Pág.254  sus inestimables servicios


La selva andina austral está poblada por grandes árboles apartados entre sí
Pág.254  La selva andina austral está poblada por grandes árboles apartados el uno del otro


han caído por siglos
Pág.255   han caído durante siglos


en que se hunden los cascos
Pág.255 donde se hunden los cascos


explicándonos con muchos ademanes y gestos
Pág.259 alegándonos con teatrales ademanes y gestos


Al tercer día no teníamos ni camisa limpia, ni dinero para comprar nuevas
Pág.260 Ya no nos quedaban camisa limpia, ni dinero para comprar nuevas


Pedrito Ramirez entró a mi habitación
Pág.260   entró una mañana Pedrito Ramirez en mi habitación


un elegante muchachón
Pág.260  un elegante caballero


no se los hecha de ninguna parte
Pág. no se les hecha de ninguna parte


tanto a Perón y ella a Evita
Pág. 260  tanto a Perón y su dama a Evita


sentados en la misma mesa
Pág.260 sentados a la mesa


en el regimiento
Pág.260   en su regimiento


Era lo inevitable
Pág.260  Había sucedido lo inevitable


Él esperaba tranquilamente nuestra llegada
Pág.260 Él esperaba tranquilamente mi llegada


Y no las tenía todas conmigo
Pág.260 Yo no las tenía todas conmigo


que en la discusión
Pág.262   que en una discusión


Viejo periodista de la “France Presse”
Pág.262   veterano periodista de la France Presse


aquí se presente, porqué
Pág.262   aquí se presenta: que


en la prensa de Chile
Pág. 262 por la prensa


y su detención es sólo
Pág.162   que su detención es sólo


Recordé entonces que en la discusión
Pág.262   Recordé que en una discusión


discusión vieja y absurda
Pág.262 discusión alambicada y absurda


Aparecí allí en el último momento
Pág.262   Aparecí en sus salones en el último momento


Todo el mundo me aplaudía y me abrazaba
Pág. 262 Todos los delegados me aplaudían y me abrazaban


Eliminação de palabras


Son hombres de rostros quemados en que toda la expresión de soledad y de abandono se deposita en los ojos de oscura intensidad
Pág.236   Son hombres de rostros quemados: toda su expresión de soledad y de abandono se deposita en los ojos de oscura intensidad


que, según él ha dejado repartido
Pág.245   que ha dejado repartido


A veces contemplaba cómo familias enteras se detenían allí largamente con sus niños
Pág.246   Familias enteras se paraban allí largamente con sus niños


vieja embarcación y con su ayuda, dirigiendo yo
Pág.247   vieja embarcación. Dirigiendo yo


Estaban en el secreto y eran la mamá viuda, las dos encantadoras muchachas
Pág.247   estaban en el secreto: la  mamá viuda, las dos encantadoras muchachas


casi hasta las rodillas
Pág.247   hasta las rodillas


oportunidad de usarlo porque por fin no salí nunca de mi escondite
Pág.248   oportunidad de usarlo.  Nunca salí de mi escondite


La montaña andina tiene pasos desconocidos, utilizados tal vez antiguamente por contrabandistas
Pág.254   La montaña andina tiene pasos desconocidos, utilizados antiguamente por contrabandistas.


de vida oculta, pero apenas supo
Pág.254  de vida oculta. Apenas supo


era el Comandante de la Guarnición
Pág.260   era comandante de la guarnición


sentados en la misma mesa con una botella de dudosa champaña
Pág.260  sentados a la mesa y degustando una botella de dudosa champaña


Recordé entonces que en la discusión
Pág.262   Recordé entonces que en una discusión


viejo periodista de la “France Presse”, con el fin de entrevistarme.
Pág.262  veterano periodista de la France Presse.


Eliminação de frases


poco a poco se convirtió en magnate. Ahora es Presidente de un Banco Internacional.
Pág.243   y poco a poco se convirtió de demagogo en magnate. […] 


A veces contemplaba cómo familias enteras
Pág.246 […] Familias enteras


Una sencilla tienda de calzado, por lo que hice la observación de que es el zapato lo que más interesa al hombre.
Pág.246   una sencilla tienda de calzado. […] El zapato es lo que más interesa al hombre.


Guayaquil, como un desaprensivo turista vestido como falso Clark Gable.
Pág. 247   Guayaquil […] vestido como falso Clark Gable.


Ya era libre. Ya había dejado atrás la persecución. Escribí  en la pared de la cabaña
Pág.259   Ya era libre […] Escribí en la pared de la cabaña


Por supuesto que nadie conocía mi identidad y pasamos por madereros chilenos
Pág.260   […] Pasábamos por madereros chilenos


El Comandante me llamaba el “hombre montaña”. Fue amable con nosotros extremando sus atenciones. Fuimos un número infaltable en el pequeño mundo de San Martin de los Andes. Victor Bianchi, que hasta allí me acompañaba
Pág.260   El comandante me llamaba “el Hombre Montaña”.[…] Victor Bianchi que hasta allí me acompañaba


nos confesó su antiperonismo
Pág.260   nos confesó que, a pesar de su parecido físico con Perón, él era antiperonista.


Pero Pedrito Ramírez no llegaba a buscarme. Si bien mis compañeros regresarían a Chile yo tenía que atravesar el mundo. Y no las tenía todas conmigo.
Pág.260   Pedrito Ramírez no llegaba  a buscarme.[…] Yo no las tenía todas conmigo


Pasábamos largas horas discutiendo quién tenía peor Presidente, si Chile o Argentina. Él pretendía apabullarnos.
Pág.260   Pasábamos largas horas discutiendo quién tenía peor Presidente, si Chile o Argentina. […]


De improviso, mientras nos preparábamos para el almuerzo, al que estábamos invitados, Pedrito Ramírez entró a mi habitación.
Pág.260   De improviso […] entró una mañana Pedrito Ramírez en mi habitación.


¿Qué se puede responder?, me dijo el periodista.
Pág.262   Qué se puede responder ?


Eliminação de parágrafos


Y poco a poco se convirtió de demagogo en magnate. Ahora es Presidente de un Banco Internacional.
            Todo el mundo puede aspirar a ser banquero. Es un derecho y un sistema de vida para muchos, el mundo elegante de los clubs de élite. Pero, en este caso, la conversión fue demasiado rápida y descalabrante.
Pág.243 y poco a poco se convirtió de demagogo en magnate […]


ha dejado repartido por campos y ciudades.
            Así me sentí yo en aquellos días, que de no haber mediado las crueles noticias que me llegaban de todas partes del país, hubieran sido de fiesta lo que sólo puede lograrse en la compenetración absoluta de un poeta con su pueblo. Estoy consciente de haber alcanzado esta subterránea distinción, título raro, laurel que muchos desdeñan, pero que no conocen
Pág. 245   ha dejado esparcido por campos y ciudades. Así me sentí yo en aquellos días. […]


Mi amigo Jorge Bellet era el jefe de la expedición. Antiguo piloto, hombre de acción, ahora montaba un gran aserradero junto al lago Maihue. De allí salimos un día al amanecer. Ya estaban cayendo las primeras lluvias. La selva virgen estaba envuelta en su niebla o lluvia matutina.
Pág.254   Mi compañero Jorge Bellet era el jefe de la expedición […]


para seguir rodando en la infinita monotonía.
            Estuve apenas unas horas en Buenos Aires, lo suficiente para abrazar a Rafael Alberti  y continuar casi a Paraguay para tomar el avión que me llevó a Europa.
            En Paris destruí mis papeles falsos y recuperé mi verdadera identidad.
            Picasso me esperaba
Pág.261   continuábamos atravesando aquella inacabable monotonía. […]
En una marcha silenciosa cruzábamos aquella gran catedral de la salvaje naturaleza.


            Los baqueanos iban adelante y atrás de nosotros, resguardándonos y escuchando los infinitos pequeños ruidos de la tierra virgen.
Pág.255
En una marcha silenciosa cruzábamos aquella gran catedral de la salvaje naturaleza. […]


Mudança de tempo verbal


Yo no veía
Pág.246 yo no alcanzaba a ver


sin haberme propuesto ser un poeta zapateril
Pág.246   sin que yo me haya propuesto ser un poeta zapateril


que luego quedó escondida
Pág.247 y la dejaron escondida


que yo debía aparecer
Pág.247   que yo debería aparecer


Los medí. Eran del diámetro de un caballo
Pág.255  Me detuve a medir uno. Era del diámetro de un caballo


nos ofrecía un almuerzo
Pág.260  nos ofreció un almuerzo


los argentinos detenían el auto y cebaban un mate
Pág.260   los argentinos detenían el auto para cebar un mate


pasamos por madereros chilenos
Pág.260   Pasábamos por madereros chilenos


había opinado cierta vez
Pág.262  había terciado para opinar


Mudanças sintáticas


se desprendió la bella estatua
Pág.247   desprendieron ellos la bella estatua


no salí nunca de mi escondite
Pág.248  Nunca salí de mi escondite


La última habitación hacia diez minutos que había sido comprometida
Pág.259   la última habitación disponible había sido comprometida hacía diez minutos


Pedrito Ramírez entró a mi habitación
Pág.260   entró una mañana Pedrito Ramírez en mi habitación


se le sigue de cerca la pista
Pág.262 y se le sigue la pisa de cerca


Reescrita


A pocos centímetros de mi cabeza, resistiéndose heroicamente as las invitaciones que se le hacían de practicar el amor platónico en algún parque o cine.
Pág.246   a pocos centímetros de mi cabeza. Ella lo invitaba a practicar el amor platónico en algún parque o en el cine, pero él se resistía heroicamente


Una sencilla tienda de calzado, por lo que hice la observación de que es el zapato lo más interesa al hombre.
Pág.246   una sencilla tienda de calzado. El zapato es lo más le interesa al hombre, deduje.


Como nunca pude salir de mi rincón, mi curiosidad era infinita pues observaba que toda la gente que pasaba indiferente y apurada se detenía siempre en un mismo sitio, Mis cavilaciones solitarias eran muchas.
Pág.246   Atrapado en mi rincón, mi curiosidad era infinita. A veces no lograba resolver los problemas. Pr ejemplo, por qué la gente que pasaba tanto los indiferentes como los apremiados, se detenía siempre en un mismo sitio?


Estas no podían saber que allí
Pág.246   sin imaginarse que a corta distancia


Este tampoco podía saber nada.
Pág.246   Este era de los que no debían saber nada


Yo lo  veía desde mi rincón de la ventana
Pág.246   Desde la claraboya de mi ventana lo veía yo


Y pronto sentía que entraba canturreando este enemigo de mi tranquilidad
Pág.246   Poco después lo oía entrar canturreando a la casa. Era un enemigo de mi tranquilidad


Hasta ahora no sabe cuánto me molestó aquel inocente repartidor de huevos
Pág.246   Yo maldecía entre dientes la obstinación hogareña de aquel inocente repartidor de huevos.


Quedó escondida en una bodega del puerto, hasta que después de mi evasión y destierro pude conocerla.
Pág.247  la dejaron escondida en una bodega del puerto. Sólo vine a conocerla varios años después, pasados ya mi evasión y mi destierro.


Y nunca tuve oportunidad de usarlo porque por fin no salí nunca de mi escondite en un barco, ni nunca desembarqué entre los plátanos de Guayaquil
Pág.247   y nunca tuve oportunidad de usarlo. Nunca salí de mi escondite en un barco, ni desembarqué jamás entre los plátanos de Guayaquil


Por cierto que se trataba de que yo me embarcara clandestinamente en la cabina de uno de los muchachos y desembarcara  en medio de los plátanos de Guayaquil
Pág.247   El plan era que yo me embarcara clandestinamente en la cabina de uno de los muchachos y desembarcara al llegar a Guayaquil, surgiendo de en medio delos plátanos.


Aparecer de pronto en la cubierta como un pasajero elegante, fumándome un cigarro puro, que nunca he podido fumar, y vestido a la usanza tropical
Pág.247  al fondear el barco en el puerto ecuatoriano, vestido de pasajero elegante, fumándome un cigarro puro que nunca he podido fumar


Poco antes de partir estaba listo mi traje.
Pág.247   En un dos tres estuvo listo mi traje.


Por su parte, los muchachos tenían una idea de la elegancia recogida en los salones de baile de Harlem y en los bares y bailongos del Caribe,
Pág.247   Los muchachos,  por su parte, consideraban arquetipo  de la elegancia el  que habían recogido en los dancings de Harlem y en los bares y bailongos del Caribe


De todas maneras me guardé mi pintoresco traje.
Pág.247   Guardé tan pintoresco atuendo.


y allí,  a caballo, atravesé la gran Cordillera
Pág.247   y me dispuse a atravesar la cordillera


que ya ni siquiera son custodiados por los guardias rurales
Pág.254   que los guardias rurales no se preocupan de custodiarlo


Los medí.
Pág.255   Me detuve a medir uno


De cuando en cuando golpeaban con sus machetes un árbol del camino que dejaba de inmediato, a la altura de nuestras cabezas, una húmeda cicatriz amarilla. Eran las señales para hallar el camino de regreso.
Pág.255 Los que me acompañaban conocían la orientación, la posibilidad entre los grandes follajes, pero para saberse más seguros marcaban de un machetazo aquí y allá las cortezas de los grandes árboles dejando huellas que los guiarían en el regreso, cuando me dejaron solo con mi destino.


Subiendo yo la Cordillera, los árboles se achaparraron y semejaron de las                       cumbres una multitud de paraguas. La nieve no los dejaba crecer. No había camino .¿Cómo se orientaban los baqueanos? No lo supe. Pero de cuando en cuando se sabía que por ahí había pasado alguien antes. Se sabía por un túmulo hecho por otros caminantes. Eran pirámides de ramas y leños a uno y otro lado de la dirección que llevábamos. Bajo aquellos túmulos yacían otros viajeros infortunados. La nieve los había detenido para siempre. Religiosamente, al aproximarnos a uno de los túmulos anónimos, cortábamos una rama que cada uno tiraba sobre el montón de palos como un póstumo homenaje al caído.
Pág.256   A cada lado de la huella contemplé, en aquella salvaje desolación, algo como una construcción humana. Eran trozos de ramas acumulados que había soportado muchos inviernos, vegetal ofrenda de centenares de viajeros, alto túmulos de madera para recordar a los caídos, para hacer pensar en los que no pudieron seguir y  quedaron allí para siempre debajo de las nieves. También mis compañeros cortaron con sus machetes las ramas que nos tocaban las cabezas y que descendían sobre nosotros desde la altura de las coníferas inmensas, desde los robles cuyo último follaje palpitaba antes de las tempestades del invierno. Y también yo fui dejando en cada túmulo un recuerdo, una tarjeta de madera, una rama cortada del bosque para adornar las tumbas de uno y otro de los viajeros desconocidos.
            Más tarde fue un río y otro río. La inviolada magnitud de la naturaleza no   quería dejarnos pasar. En fila entramos por el río que rodaba con rugido y canto de bestia terrible, coronado de espumas. Yo apenas me sostenía porque había levantado los pies hasta colocarlos sobre el cuello de la cabalgadura. El río me parecía cada vez más ancho, mientras mi caballo ondulaba y luchaba por mantenerse en línea de tras de los otros que ya llegaban a la orilla.


            Al tocar tierra firme me sentí vivo de nuevo y miré al baqueano que me seguía. Le dije:-Bueno, ¿y se me caigo y me lleva el río? Siempre sonriedno me contestó: - No, pue, don Pablito, no ve que aquí mesmo cayó mi padre y se lo llevó el agua. Así es que yo venía con el lazo en la mano, listo p´a laciarlo.
Pág.256 Teníamos que cruzar un río. Esas pequeñas vertientes nacidas en las cumbres de los Andes se precipitan, descargan su fuerza vertiginosa y atropelladora, se tornan en cascadas, rompen tierras y rocas con la energía y la velocidad que trajeron de las alturas insignes: pero esta vez encontramos un remanso, un gran espejo de agua, un vado. Los caballos entraron, perdieron pie y nadaron hacia la otra ribera. Pronto mi caballo fue sobrepasado casi totalmente por las aguas, yo comencé a mecerme sin sostén, mis pies se afanaban al garete mientras la bestia pugnaba por mantener la cabeza al aire libre. Así cruzamos. Y apenas llegados a la otra orilla, los baqueanos, los campesino que me acompañaban me preguntaron con cierta sonrisa:
-Tuvo mucho miedo?
-Mucho. Creí que había llegado mi última hora – dije.
-Íbamos detrás de usted con el lazo en la mano – me respondieron.
-Ahí mismo – agregó uno de ellos – cayó mi padre y lo arrastró la corriente. No iba a pasar lo mismo con usted.


que existía una comunicación de desconocido a desconocido, que había una solicitud, una petición y una respuesta aun en las más lejanas y apartadas soledades de este mundo.


como un póstumo homenaje al caído.
            A plena noche encontramos un paraje habitado. Eran los baños de Chihuio. Ya estábamos cerca de la frontera con la Argentina. Nunca olvidaré la llegada ese alto punto de la Cordillera.
            En un hangar destartalado en que se veían montañas de quesos, ardía un árbol entero en un fogón en el suelo. Allí estaban agrupadas algunas sombras imposible de reconocer como seres humanos, porque no había más luz que la de las brasas. Parecían cantar y el rasgueo de una guitarra emergía de la oscuridad con un sonido melancólico de agua de lluvia.
            Encontramos el refugio que no se niega a nadie a esas alturas de la tierra y antes de dormir todos nos metimos en las candentes aguas termales casi hirvientes y que nos levantaban en vilo con su saturación mineral.
Pág. 256 para adornar las tumbas de uno y otro de los viajeros desconocidos Texto eliminado e, mais adiante, apenas uma ou outra expressão esparsa: unos destartalados galpones al parecer vacios; grandes troncos encendidos en en centro de la habitaciónm cuerpos de árboles gigantes que allí ardían de día y de noche; Vimos montones de quesos acumulados por quienes los cuajaron a aquellas alturas; A través de ellos pasaba una corriente termal, agua volcánica donde nos sumergimos, calor que se desprendía de las cordilleras y nos acogió en su seno


            Llegados al centro de aquel esplendor verde bajamos y desensillamos las cabalgaduras. Apenas podía mover las piernas, y a punto de tenderme en el pasto que me invitaba brillando al sol frío, noté que los baqueanos se preparaban para un nuevo rito.
            Una grande calavera de res relucía al sol en medio de un círculo casi perfecto que habían hecho muchas pisadas. Los baqueanos y luego todos nosotros echamos monedas en la calavera del buey mientras dábamos vuelta a su alrededor saltando en un solo pie.
            Las monedas era para los viajeros perdidos. ¿Y aquel rito de baile? Hasta ahora no lo sé. Misterio de cordilleras, rito de los hombres errantes.
            Pág.257  Allí nos detuvimos como dentro de un círculo mágico, como huéspedes de un recinto sagrado: uy mayor condición de sagrada tuvo aún la ceremonia en la que participé. Los vaqueros bajaron de sus cabalgaduras. En el centro del recinto estaba colocada, como en un rito, una calavera de buey. Mis compañeros se acercaron silenciosamente, uno por uno, para dejar unas monedas y algunos alimentos en los agujeros del hueso. Me uní a ellos en aquella ofrenda destinada a los toscos Ulises extraviados, a fugitivos de todas las raleas que encontrarían pan y auxilio en las órbitas del toro muerto.
            Pero no se detuvo en este punto la inolvidable ceremonia. Mis rústicos amigos se despojaron de sus sombreros e iniciaron una extraña danza, saltando sobre un solo pie alrededor de la calavera abandonada, repasando la huella circular dejada por tantos bailes de otros que por allí cruzaron antes. Comprendí entonces de una manera imprecisa, al lado de mis impenetrables compañeros, que existía una comunicación de desconocido a desconocido, que había una solicitud, una petición y una respuesta aun en las más lejanas y apartadas soledades de este mundo.


Nos fuimos al más caro ubicado en un barrio alejado, desestimando el otro primer hotel que supongo seguirá allí frente a la hermosa plaza de la ciudad.
Pág.259   Nos decidimos por el más caro, ubicado en un barrio de las afueras, desestimando el otro primer hotel que supongo seguirá allí frente a la hermosa plaza de la ciudad.


En San Martín de los Andes debí a aguardarnos un amigo chileno. Ese pueblito cordillerano argentino es tan pequeño que me habían dicho como único indicio:
Pág.259   En San Martín de los Andes esperábamos hallar un amigo de Chile que debía aguardarnos. Como es tan pequeño ese pueblito cordillerano argentino, me habían dicho


Con varios días de viaje a caballo, con nuestro sacos al hombro, las caras barbudas y polvorientas, dábamos miedo a cualquier y mucho más a un director de Hotel Exclusivo.
            Supimos que en ese hotel se hospedaban nobles ingleses que venín de Escocia a pescar salmones en Argentina.
Pág.259   Observaron con hostilidad los efectos de varios días de viaje a caballo, nuestro sacos al hombro, nuestras caras barbudas y polvorientas. A cualquier le daba miedo recibirnos.
            Mucho más al director de un hotel que hospedaba nobles ingleses procedentes de Escocia y venidos a pescar salmón en Argentina.


Teníamos programa para cada día y cada noche. Pero Pedrito Ramírez no llegaba a buscarme.
Pág.260   Pero pasaron tres días con sus noches y Pedrito Ramírez no llegaba a buscarme.


Diez minutos después ya estábamos rodando en un automóvil día y noche por la infinita Pampa.
Pág.260   Diez minutos después estábamos rodando por la infinita Pampa. Y
seguimos rodando día y noche.


para seguir rodando en la infinita monotonía
Pág.261 continuábamos atravesando aquella inacabable monotonía.


Por la prensa de Francia se habían enterado de la persecución implacable y dudaban de que pudiera burlarla.
Pág.262   Dudaban que pudiera haber burlado la ensañada persecución de la policía chilena.


          Picasso me esperaba
          Sólo hacía un mes que había pronunciado el primer discurso de su vida y estaba feliz como un niño. El discurso versaba sobre mi ausencia. Y ahora, con ternura fraternal el gran genio, minotauro de la pintura monstruo de la moderna naturaleza, se preocupaba de los detalles más ínfimos de mi situación, hablando con autoridades, telefoneando a medio mundo. Yo sentía en el alma hacerle perder su tiempo sagrado.

Pág.262   Entonces surgió Picasso, tan grande de genio como de bondad. Estaba feliz como un niño porque recientemente había pronunciado el primer discurso de su vida. El discurso había versado sobre mi poesía, sobre mi persecución, sobre mi ausencia. Ahora, con ternura fraternal, el genial minotauro de la pintura moderna se preocupaba de mi situación en sus detalles más ínfimos. Hablaba con las autoridades; telefoneaba a medio mundo. No sé cuántos cuadros portentosos dejó de pintar por culpa mía. Yo sentía en el alma hacerle perder su tiempo sagrado.

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