Arquivo Delson
A fines de 1943 llegaba de nuevo a
Santiago.
Me
instalé en mi propia casa, adquirida a largo plazo por el sistema de previsión.
En esta casa de grandes árboles junté mis libros y comencé otra vez la difícil
vida.
El
país no había cambiado. Campos y aldeas dormidas, pobreza terrible de las
regiones mineras y la gente elegante llenando sus Country Club. Había que decidirse.
Mi
decisión me causó persecuciones y minutos estelares.
¿Qué
poeta podría arrepentirse?
Curzio
Malaparte, que me entrevistó años después de lo que voy a relatar, lo dijo bien
en su artículo: “No soy comunista, pero si fuera poeta chileno, lo sería, como Pablo Neruda. Hay que tomar
partido aquí, por los Cadillac, o
por la gente sin escuela y sin zapatos.”
Esta
gente sin escuela y sin zapaos me eligió
Senador de la República el 4 de
marzo de 1945.
Llevaré siempre con orgullo el hecho de que
votaron para elegirme millares de chilenos de la región más dura de Chile,
región de gran minería, sobre y salitre.
Era
difícil y áspero caminar por la Pampa.
Por medio siglo no llueve en estas regiones y el desierto ha dado fisionomía a
los mineros. Son hombre de rostros
quemados en que toda la expresión de soledad y de abandono se deposita en los ojos de oscura intensidad.
Subir del desierto a la cordillera, entrar en cada casa pobre, conocer las
inhumanas faenas, y sentirse depositario de las esperanzas del hombre aislado y
sumergido, no es una responsabilidad cualquiera. Sin embargo, mi poesía abrió
el camino de comunicación y pude andar y circular y ser recibido como hermano, hasta ahora, por mis compatriotas de
vida dura.
Hasta
el Senado llegaban difícilmente las amarguras que yo y mis compañeros
representábamos. Aquella cómoda Sala
parlamentaria estaba como acolchada para que no repercutiera en ella el
vocerío de las multitudes descontentas. Mis colegas de bando contrario eran
expertos en el arte de las grandes alocuciones patrióticas y bajo todo ese
tapiz de seda falsa que desplegaban, me sentía ahogado.
Pronto
se renovó la esperanza, porque uno de los candidatos a la presidencia juró hacer justicia, y su elocuencia activa le atrajo
gran simpatía. Yo fui nombrado Jefe de Propaganda
de su campaña y llevé a todas partes del territorio la buena nueva.
Por
arrolladora mayoría de votos el pueblo lo eligió Presidente.
Pero
los Presidentes en nuestra América
criolla sufren muchas veces una metamorfosis extraordinaria. En el caso que
relato, rápidamente cambió de amigos el nuevo Mandatario, entroncó su familia con la aristocracia y poco a poco
se convirtió en magnate. Ahora es Presidente
de un Banco internacional.
Todo el mundo puede aspirar a ser
banquero. Es un derecho también y un sistema de vida para muchos, el mundo
elegante de los clubs de élite. Pero, en este caso, la conversión fue demasiado
rápida y descalabrante.
Muchos
de los amigos del Mandatario, gente que lo acompaño hasta
el fin en sus trabajos electorales, fueron llevados a prisiones en la alta
cordillera o en el desierto, por disentir de su metamorfosis.
La
verdad es que la envolvente clase alta, con su poderío económico, se había
tragado, una vez más, el Gobierno de
nuestra Nación, como tantas veces había ocurrido. Pero en esta oportunidad
la digestión fue incómoda y mi país
pasó por una enfermedad que oscilaba entre la estupefacción y la agonía.
Mis
discursos se tornaron violentos y la
Sala del Senado estaba siempre llena para escucharme. Pronto se pidió y se
obtuvo mi desafuero y se ordenó a la policía mi detención.
Pero
los poetas tenemos entre nuestras sustancias originales, ser hechos en gran parte de fuego y humo.
El
humo estaba dedicado a escribir. La relación histórica de cuanto me pasaba se
acercó dramáticamente a los antiguos
temas americanos y en aquel año de peligro y de escondite terminé mi libro más
importante, el “Canto General”.
Cambiaba
de casa casi diariamente. En todas partes se abría la puerta para resguardarme.
Siempre era gente desconocida que de alguna manera había expresado su deseo de
cobijarme por algunos días. Me pedían aunque fuera por algunas horas o
algunas semanas. Pasé por campos, puertos, ciudades, campamentos, como
también por casas de campesinos de ingenieros, de abogados, de marineros, de
médicos, de mineros.
Hay
un viejo tema de la poesía popular
que se repite en nuestros países. Se trata de “El cuerpo repartido”. El cantor
popular supone que tiene sus pies en una parte, sus riñones en otra, y describe
todo su organismo que, según él, ha dejado
repartido por campos y ciudades.
Así me sentía yo en aquellos días,
que de no haber mediado las crueles noticias que me llegaban de todas partes
del país, hubieran sido para mí de fiesta, la que sólo puede lograrse en la
compenetración absoluta de un poeta con su pueblo. Estoy consciente de haber
alcanzado esta subterránea distinción, título raro, laurel que muchos desdeñan,
pero que no conocen.
Entre
los sitios conmovedores que me albergaron, recuerdo una casa de dos
habitaciones, perdida entre los cerros pobres de Valparaíso.
Yo
estaba circunscrito a un pedazo de habitación y a un rinconcito de ventana de
donde observaba la vida del puerto. Desde
aquel ínfimo punto de vista mi mirada abarcaba un fragmento de calle, en la que, en la noche, veía circular gente apresurada. Era un barrio pobre y aquella pequeña
calle a cien metros bajo mi ventana,
tenía toda la iluminación del barrio. Pequeños tiendas la llenaban.
Como nunca pude salir de mi rincón, mi
curiosidad era infinita, pues observaba que toda la gente que pasaba
indiferente y apurada se detenía siempre en un mismo sitio. Mis cavilaciones
solitarias eran muchas. ¿Qué mercaderías mágicas se exhibían en esa
vitrina? A veces contemplaba como
familias enteras se detenían allí largamente con sus niños en los hombros. Yo no veía las caras de arrobamiento
que seguramente ponían al mirar la
mágica vitrina, pero lo imaginaba.
Sólo meses después supe que aquél era
el escaparate de una sencilla tienda de calzado, por lo que hice la
observación de que es el zapato lo que más interesa al hombre. Me
prometí estudiar este punto,
investigarlo y expresarlo. Nunca he tenido tiempo para darme a ese propósito
incubado en tan extrañas circunstancias,
pero, no hay poco zapatos en mi poesía. Ellos circulan taconeando en muchas de mis estrofas sin haberme propuesto ser un poeta zapateril.
De
pronto llegaban a la casa visitas que prolongaban sus conversaciones. Estas no podían saber que allí, separado
por un tabique hecho con cartones y periódicos viejos, estaba el poeta perseguido por tantos profesionales de la cacería humana.
El
sábado en la tarde y también el domingo en la mañana, llegaba el novio de una
de las muchachas de la casa. Este
tampoco podía saber nada. Era un elemento amado, disponía del corazón de la
chica, pero, ay, aún no le daban confianza.
Yo lo veía desde mi rincón de la ventana bajarse de su bicicleta, en la que
repartía huevos por todo el extenso
barrio popular, y de pronto sentía
que entraba canturreando este
enemigo de mi tranquilidad. Digo enemigo, porque se empeñaba en quedarse
arrullando a la muchacha a pocos
centímetros de mi cabeza, resistiéndose heroicamente a las invitaciones que se le hacían de
practicar amor platónico en algún parque o en el cine. Hasta ahora no sabe
cuánto me molestó aquel inocente repartidor de huevos.
El
resto de las personas de la casa estaban en el secreto y eran la mamá viuda, las dos muchachas encantadoras y los
dos hijos marineros. Estos descargaban plátanos en la bahía y a veces
andaban furiosos porque ningún barco los contrataba. Por ellos me enteré del desguazamiento de una vieja embarcación y con su ayuda, dirigiendo desde mi rincón secreto las
operaciones, se desprendió la bella estatua de proa del navío que luego quedó escondida en una bodega del puerto, hasta que después de mi evasión y destierro pude conocerla. La bella mujer de madera, de rostro griego como todos los
mascarones antiguos veleros, me mira
ahora con su melancólica belleza, mientras junto al mar escribo estas Memorias.
Por cierto que se trataba de que yo me
embarcara clandestinamente en la cabina de uno de los muchachos y desembarcara
en medio de los plátanos de Guayaquil. El
marinero me explicaba que yo debía aparecer de pronto en la cubierta como un
pasajero elegante, fumándome un cigarro puro, que nunca he podido fumar, y vestido a la usanza tropical. Se
decidió en la familia, ya que era eminente la partida, que se me confeccionara el traje apropiado para lo cual se me
tomaron oportunamente las medidas.
Poco antes de partir estaba listo mi traje.
Nunca me he divertido tanto. La idea de la moda que ellos tenían estaba influenciada por la película de aquel tiempo “Lo que el viento se llevó”. Por su parte, los muchachos tenían una idea de la elegancia recogida en los
salones de baile de Harlen y en los bares y bailongos del Caribe. El vestón
me llegaba casi hasta las rodillas,
era cruzado y acinturado. Los pantalones me apretaban los tobillos.
De todas maneras me guardé mi pintoresco
traje, elaborado por tan bondadosas personas, y nunca tuve oportunidad de usarlo porque por fin no salí nunca de mi
escondite en un barco, ni nunca
desembarqué entre los plátanos de Guayaquil, como un desaprensivo turista vestido como un falso Clark Gable.
Escogí, por el contrario, el camino del
frío y partí al extremo sur de Chile,
que es el extremo sur de América y allí,
a caballo, atravesé la Gran Cordillera.
La montaña andina tiene pasos desconocidos,
utilizados tal vez antiguamente por contrabandistas, tan hostiles y difíciles
que ya ni siquiera son custodiados por los guardias rurales. Ríos y
precipicios se encargan de atajar al caminante.
Mi amigo Jorge Bellet era el jefe de la
expedición. Antiguo piloto, hombre de acción, ahora montaba un gran aserradero
junto al lago Maihue. De allí salimos un día al amanecer. Ya estaban
cayendo las primeras lluvias. La selva virgen estaba envuelta en su niebla o
lluvia matutina. A nuestra escolta de cinco hombres, buenos jinetes y baqueanos
se agregó mi viejo amigo Victor Bianchi, que había llegado por esos parajes como agrimensor en unos litigios de tierra. No me
reconoció. Yo llevaba la barba crecida
de año y medio de vida oculta, pero apenas supo mi proyecto de cruzar la selva nos ofreció sus grandes servicios de avezado explorador. Antes ya había ascendido el
Aconcagua en una trágica expedición de la que fue casi el único sobreviviente.
Marchábamos en fila en la solemnidad del
alba. Hacía muchos años, desde mi infancia que no montaba a caballo, pero
aquí íbamos al paso.
La
selva andina austral está poblada por grandes árboles apartados entre sí.
Son gigantescos alerces y maitenes, luego tepas y coníferas. Los raulíes
asombran por su espesura. Los medí. Eran
del diámetro de un caballo. Por
arriba no se ve el cielo, por
abajo las hojas han caído por siglos
formando una capa de humus en que se
hunden los cascos de las cabalgaduras. En una marcha silenciosa cruzábamos
aquella gran catedral de la salvaje naturaleza.
Los baqueanos iban adelante y atrás de
nosotros, resguardándonos y escuchando los infinitos pequeños ruidos de la
tierra virgen. De cuando en cuando golpeaban con sus machetes un árbol del
camino que dejaba de inmediato, a la altura de nuestras cabezas, una húmeda
cicatriz amarilla. Eran las señales para hallar el camino de regreso.
Subiendo
ya la Cordillera, los árboles se achaparraron y semejaron de las cumbres una
multitud de paraguas. La nieve no los dejaba crecer. No había camino. ¿Cómo se
orientaban los baqueanos? No lo supe. Pero de cando en cuando se sabía que por
ahí había pasado alguien antes. Se sabía por un túmulo hecho por otros
caminantes. Eran pirámides de ramas y leños a uno y otro lado de la dirección
que llevábamos. Bajo aquellos túmulos yacían otros viajeros infortunados. La
nieve los había detenido para siempre. Religiosamente, al aproximarnos a uno de
los túmulos anónimos, cortábamos una rama que cada uno tiraba sobre el montón
de palos como un póstumo homenaje al caído.
A plena noche encontramos un paraje
habitado. Eran los baños de Chiuhío. Ya estábamos cerca de la frontera con la
Argentina. Nunca olvidaré a llegada a ese alto punto de la Cordillera.
Era un hangar destartalado en que se
veían montañas de queso, ardía un árbol entero en el fogón, en el suelo. Allí
estaban agrupados algunas sombras imposible de reconocer como seres humanos,
porque no había más luz que la de las brasas. Parecían cantar y el rasgueo de
una guitarra emergía de la oscuridad con un sonido melancólico de agua de
lluvia.
Encontramos el refugio que no se
niega a nadie a esas alturas de la tierra y antes de dormir todos nos metimos
en las candentes aguas termales casi hirvientes y que nos levantaba en vilo con
su saturación mineral.
Al
alba siguiente, frescos y revividos, continuamos la marcha.
El
camino se hizo abrupto. Era difícil avanzar. Parecía que los mismos muros
arrugados y eternos de los Andes se estrechaban para impedirnos el paso. Los
caballos, al entrar en estos túneles de la roca, resbalaban, y un chisporroteo
de chispas saltaba de las herraduras.
Más tarde fue un río y otro río. La
inviolada magnitud de la naturaleza no quería dejarnos pasar. En fila entramos
por el río que rodaba con rugido y canto de bestia terrible, coronado de
espumas. Yo apenas me sostenía porque había levantado los pies hasta colocarlos
sobre el cuello de la cabalgadura. El río me parecía cada vez más ancho,
mientras mi caballo ondulaba y luchaba por mantenerse en línea detrás de los
otros que ya llegaban a la orilla.
Al tocar tierra firme me sentí vivo
de nuevo y miré al baqueano que me seguía y le dije: - Bueno, ¿y si me caigo y
me lleva el río? Siempre sonriendo me contestó: - No, pue, don Pablito, no ve
que aquí mesmo cayó mi padre y se lo llevó el agua. Así es que yo venía con el
lazo en la mano, listo p´a laciarlo.
Después
de los ríos y los vados ocurrió algo extraño en el paisaje y también en los
hombres.
Como
si de pronto en una gran sinfonía el director detiene la turbulencia de las
grandes masas de sonido para producir in hilo finísimo, una cadencia pastoril
que se eleva y nos refresca el alma acongojada, así sucedió con las violentas
cordilleras.
Habíamos
llegado a otra altura y al traspasarla encontramos un extenso paisaje verde, de
infinita suavidad serena. Prados y prados como hechos por la mano del hombre,
de yerba mullida como el césped inglés, se extendían en las infinitas soledades
y un jugueteo de arroyos cristalinos que se entrecruzaban serpenteando, parecían
allí dispuestos como en una página de Garcilaso. Me quedé asombrado. Faltaban
allí sólo las náyades desnudas que sumergieran sus pies plateados en el agua de
cristal.
Llegados al centro de aquel
esplendor verde bajamos y desensillamos las cabalgaduras. Apenas podía mover
las piernas, y a punto de tenderme en el pasto que me invitaba brillando al sol
frío, noté que los baqueanos se preparaban para un nuevo rito.
Una gran calavera de res relucía al
sol en medio de un círculo casi perfecto que habían hecho muchas pisadas. Los
baqueanos y luego todos nosotros echamos monedas en la calavera del buey
mientras dábamos vueltas a su alrededor saltando en un solo pie.
Las monedas eran para los viajeros
perdidos. ¿Y aquel rito de baile? Hasta ahora no lo sé. Misterio de
cordilleras, rito de los hombres errantes.
Una choza abandonada nos indicó la frontera.
Ya era libre. Ya había dejado atrás
la persecución. Escribí en la pared de la cabaña: “Hasta luego, Patria mía. Me
voy, pero te llevo conmigo”.
En San Martin de los Andes
esperábamos hallar un amigo de Chile que debía aguardarnos. Como es tan pequeño
ese pueblito cordillerano argentino, me habían dicho: “Andate al mejor hotel
que allí llegará a buscarte Pedrito Ramirez”.
Pero
así son las cosas humanas. En San Martin de los Andes no había un mejor hotel:
había dos. ¿Cuál elegir?
Nos fuimos al más carao ubicado en
un barrio alejado, desestimando el otro primer hotel que supongo seguirá allí
frente a la hermosa plaza de la ciudad.
Sucedió
que el hotel que escogimos era tan de primer orden, que no nos quisieron
aceptar. Con varios días de viaje a
caballo, con nuestro sacos al hombro, las caras barbudas y polvorientas,
dábamos miedo a cualquiera y mucho más a un director de Hotel exclusivo.
Supimos que en ese hotel se
hospedaban nobles ingleses que venían de Escocia a pescar salmones a Argentina. Nosotros no
teníamos nada de lores y el director
nos dio el “vade retro”
explicándonos con muchos ademanes y gestos que la última habitación hacía
diez minutos que había sido comprometida. En eso se asomó a la
puerta un elegante muchachón de inconfundible tipo militar, acompañado
de una rubia cinematográfica. Desde
su estatura, con voz tonante, nos
gritó: - !Alto! A los chilenos no se les hecha de ninguna parte. ¡Aquí se
quedan! Y allí nos quedamos.
Se parecía tanto a Perón y ella a Evita,
que pensamos todos: Son ellos. Pero
ya lavados y vestidos, sentados en la
misma mesa con una botella de dudosa champaña, supimos que el hombre
era Comandante de la Guarnición y
ella un actriz de Buenos Aires que venía a visitarle.
Por supuesto que nadie conocía mi identidad
y pasamos por madereros chilenos dispuestos a hacer buenos
negocios. El comandante me llamaba
el “Hombre Montaña”. Fue amable con
nosotros extremando sus atenciones.
Fuimos un número infaltable en el
pequeño mundo de San Martín de los Andes. Victor Banchi, que hasta allí me
acompañaba por amistad y por amor a la aventura, descubrió una guitarra y
con sus pícaras canciones chilenas embelesaba a argentinos y argentinas.
Teníamos programa para cada día y
cada noche. Pero Pedrito Ramírez no llegaba a buscarme. Si bien mis compañeros
regresarían a Chile, yo tenía que atravesar el mundo. Y no las tenía todas conmigo. Al tercer día no teníamos ni camisa limpia,
ni dinero para comprar nuevas, y un bueno negociante de maderas por lo menos
debe terne camisas.
Mientras
tanto, el Comandante nos ofrecía un
almuerzo en el Regimento. Su amistad con nosotros se
hizo más estrecha y nos confesó su antiperonismo. Pasábamos largas horas discutiendo quién tenía peor Presidente, si Chile
o Argentina. El pretendía apabullarnos.
De improviso, mientas nos preparábamos para
el almuerzo, al que estábamos invitados, Pedrito Ramirez entró en mi habitación. - ¡Desgraciado! Le grité.
Por qué has tardado tanto!
Era lo inevitable. El esperaba tranquilamente nuestra llegada en el otro primer hotel,
en el de la Plaza.
Diez minutos después ya estábamos rodando
en un automóvil día y noche por la infinita Pampa. De vez en cuando, los argentinos detenían el auto y cebaban un mate para seguir rodando en la infinita monotonía.
Estuve apenas unas horas en Buenos
Aires, lo suficiente para abrazar a Rafael Alberti y continuar casi a Paraguay
para tomar el avión que me llevó a Europa.
En París destruí mis papeles falsos
y recuperé mi verdadera identidad.
Picasso me esperaba.
Sólo hacía un par de meses que había
pronunciado el primer discurso de su vida y estaba feliz como un niño. El
discurso versaba sobre mi ausencia. Y ahora, con ternura fraternal, el gran
genio, minotauro de la pintura, monstruo de la moderna naturaleza, se preocupaba
de los detalles más ínfimos de mi situación, hablando con autoridades,
telefoneando a medio mundo. Yo sentía en el alma hacerle perder su tiempo
sagrado.
En
esos días se celebraba un Congreso de La
Paz, en París. Aparecí allí en el último momento solo para leer
unos de mis poemas. Todo el mundo me aplaudía y me abrazaba. Muchos me
creían muerto. Por la prensa de Francia
se habían enterado de la persecución implacable y dudaban de que pudiera
burlarla.
Al
día siguiente llegó a mi hotel el señor Alderete, viejo periodista de la “France
Presse”, con el fin de
entrevistarme.
Me dijo: - Al darse a conocer en la prensa de Chile que usted se
encuentra en París, el Gobierno de
Chile ha declarado que la noticia es
falsa y que es un doble suyo el que aquí se presenta, porque Pablo
Neruda se halla en Chile se le sigue de
cerca la pista y su detención es
solo cuestión de horas. ¿Qué se puede responder? Me dijo el periodista.
Recordé entonces que en la discusión
sobre si Shakespeare había escrito o no sus obras, discusión vieja y absurda, Mark Twain había opinado cierta vez: “En verdad no fue William Shakespeare
quien escribió esas obras, sino otro inglés que nació el mismo día y a la misma
hora que él y murió también en la misma fecha, y que para extremar la
coincidencia se llamaba también William Shakespeare.”
-
Responda,
dije al periodista, que yo no soy Pablo Neruda sino otro chileno que escribe
poesía, lucha por la libertad, y se llama también Pablo Neruda.
Estudo
comparativo
A
primeira transcrição se refere ao texto Las
vidas del Poeta, Memorias y recuerdos de Pablo Neruda, publicado pela
revista O Cruzeiro Internacional em
1962, reproduzido aqui e com a indicação em negrito do que foi mudado em Confieso que he vivido (Barcelona, Seix
Barral, 1974). A segunda transcrição é antecedida da menção da página em que
ocorreu a mudança em Confieso que he
vivido.
Mudança de título
Lucha y
destierro, título do capítulo IX da revista O Cruzeiro Internacional foi mudado no capítulo VIII de Confieso que he vivido para La pátria en
tinieblas
Pontuação
Son hombres de rostros quemados en que toda expresión
Pág.236 Son
hombres de rostros quemados; toda su expresión
¿Qué poeta podría arrepentirse?
Pág.236 Qué poeta
podría arrepentirse?
Senador de la República el 4 de marzo de 1945.
Llevaré
siempre con orgullo el hecho
Pág.236 Senador de
la República el 4 de marzo de 1945.Llevaré siempre con orgullo el hecho
La relación histórica de cuanto me pasaba se acercó
dramáticamente a los antiguos temas americanos y en aquel año de peligro
Pág.245 La
relación histórica de cuanto me pasaba se acercó dramáticamente a los antiguos
temas americanos. En aquel año de peligro
Un fragmento de calle, en que en la noche, veía circular
gente apresurada
Pág.245 un
fragmento de la calle. Por las noches, veía circular gente apresurada
extrañas circunstancias, pero, no hay pocos zapatos en mi
poesía
Pág.246 extrañas
circunstancias. Sin embargo, no hay pocos zapatos en mi poesía
Extenso barrio popular, y pronto
Pág.246 extenso
barrio popular. Poco después
una sencilla tienda de calzado, por la que hice la
observación de que el zapato lo que más interesa al hombre
Pág.246 una
sencilla tienda de calzado. El zapato es lo que más interesa al hombre
¿Qué mercaderías mágicas se exhibían en esa vitrina?
Pág.246 Qué
mercaderías mágicas se exhibían en esa vitrina?
sus conversaciones. Estas no podían saber que allí,
separado por un tabique hecho con cartones y periódicos viejos
Pág.246 sus
conversaciones, sin imaginarse que a corta distancia, separado por un tabique
hecho con cartones y periódicos viejos
estaban en el secreto y eran la mamá
Pág.247 estaban en
el secreto: la mamá
el camino del frío y partí al extremo sur de Chile
Pág.247 el camino
del frío. Partí al extremo sur de Chile
vieja embarcación y con su ayuda, dirigiendo desde mi
rincón
Pág.247 vieja
embarcación. Dirigiendo yo desde mi rincón
por la película de aquel tiempo “Lo que el viento se
llevó”
Pág.247 por una
película de aquel tiempo: Lo que el viento se llevó
oportunidad de usarlo porque por fin no salí nunca de mi
escondite
Pág.248
oportunidad de usarlo. Nunca salí de mi escondite
de vida oculta, pero apenas supo
Pág. 254 de vida
oculta. Apenas supo
Por arriba no se ve el cielo, por abajo
Pág.255 Por
arriba no se ve el cielo. Por abajo
¿Cuál elegir?
Pág.259 Cuál elegir?
nada de lores y el director
Pág.259 nada de
lores. El director
todos: son ellos
Pág.260 todos:
son ellos!
¡Aquí se quedan! Y allí nos quedamos.
Pág.260 Aquí se
quedan!
Y nos
quedamos.
Tipo militar, acompañada por una rubia cinematográfica .Desde
su estatura, con voz tonante, nos gritó - ¡Alto!
Pág.260 tipo militar,
acompañado por una rubia cinematográfica, y gritó con voz tonante:
-Alto!
Pedrito Ramirez entró a mi habitación. - ¡Desgraciado! Le
grité. Por qué
Has tardado tanto!
Pág.260 entró una mañana Pedrito Ramirez en mi
habitación.
-Desgraciado” – le grité – Por qué has tardado tanto?
¿Qué se puede responder?
Pág.262 Qué se puede responder?
aquí se presenta, porque
Pág.262 aquí se presenta;
que
se le sigue la pista de
cerca y su detención
Pág.262 se le sigue de cerca la pista de cerca: que
su detención
-Responda, dije al
periodista, que yo no soy
Pág.263 -Responda – dije al periodista – que yo no soy
la noticia es falsa y que
es un doble
Pág.262 la noticia es falsa: que es un doble
Quebra de parágrafo
Senador de la República el
4 de marzo de 1945.
Llevaré siempre con orgullo el hecho
Pág.236 senador de la república el 4 de marzo de
1945. Llevaré siempre con orgullo el
hecho
ha dejado repartido por
campos y ciudades.
Así me sentí yo en aquellos días
Pág.245 ha dejado esparcido
por campos y ciudades. Así me sentí yo en aquellos días.
¡Aquí se quedan! Y allí nos quedamos.
Pág.260 Aquí se
quedan!
Y nos
quedamos.
Tipo militar, acompañada por una rubia cinematográfica
.Desde su estatura, con voz tonante, nos gritó - ¡Alto!
Pág.260 tipo
militar, acompañado por una rubia cinematográfica, y gritó con voz tonante:
- Alto!
Una choza abandonada nos
indicó la frontera.
Ya era libre
Pág.259 Una choza abandonada nos indicó la frontera.
Ya era libre
Pedrito Ramirez entró a mi
habitación. - ¡Desgraciado! Le grité. Por qué
Has tardado tanto!
Pág.260 entró una mañana Pedrito Ramirez en mi
habitación.
-Desgraciado” – le grité – Por qué has tardado tanto?
Al día siguiente llegó a
mi hotel el señor Alderete, viejo periodista de la “France Presse” con el fin
de entrevistarme.
Me dijo: Al darse a conocer
Pág.262 Al día siguiente llegó a mi hotel el señor
Alderete, veterano periodista de la
France Presse. Me dijo:
-Al darse a conocer
Eliminação de maiúscula
Senador de la República
Pág.236 senador de la república
Marzo
Pág.236 mazo
Pampa
Pág.236
pampa
Sala
parlamentaria
Pág.242 sala parlamentaria
Presidencia
Pág.
243 presidencia
Jefe de Propaganda
Pág.243 jefe de propaganda
Presidentes
Pág.243 presidentes
Mandatario
Pág.243 mandatario
Gobierno de nuestra nación
Pág.244 gobierno de nuestra nación
Sala del Senado
Pág.245 sala del senado
Memorias
Pág.247 memorias
Cordillera
Pág.248 cordillera
Patria mía
Pág.259 patria mía
Hotel
Pág.259 hotel
Comandante de la
Guarnición
Pág.260 comandante de la guarnición
Comandante
Pág. 260 comandante
Presidente
Pág.260 presidente
Pampa
Pág.260 pampa
Congreso de La Paz
Pág.262 congreso de la paz
Gobierno
Pág.262 gobierno
Palavras estrangeiras
Country
Club
Pág.236 Country Club
Cadillac
Pág.236 Cadillacs
“Vade
retro”
Pág.259 “Vade Retro”
Mudança de caracteres
gráficos
Aristocracia
Pág.
243 “aristocracia”
“Canto
General”
Pág.245 Canto General
“Lo que el viento se llevó”
Pág.247 Lo que el viento se llevó
“Ándate al mejor hotel que
allí llegará a buscarte Pedrito Ramirez”
Pág. 259 – Ándate al mejor
hotel que allí llegará a buscarte Pedrito Ramirez.
“France
Presse”
Pág.262 France Presse
Acréscimo de palavras
como Pablo Neruda
Pág.236 como Pablo Neruda lo es
Son hombres de rostros
quemados en que toda la expresión de soledad y
de abandono se deposita en
los ojos de oscura intensidad.
Pág. 236 Son
hombres de rostros quemados: toda su expresión de soledad y de abandono se
deposita en los ojos de oscura intensidad
y poco a poco se convirtió en magnate
Pág.243 y poco a
poco se convirtió de demagogo en magnate
ser hechos
Pág.245 la de ser hechos
Me pedían aunque fuera por algunas horas
Pág.245 Me pedían
como asilado aunque fuera por algunas horas
Un fragmento de calle
Pág.245 un fragmento de la calle
Pequeñas tiendas la llenaban.
Pág.246 Tienduchas
y boliches la llenaban
a ese propósito incubado
Pág. 246 a ese propósito
o promesa formulada
Yo no veía las caras de arrobamiento
Pág. 246 Yo no
alcanza a ver las caras de arrobamiento
vieja embarcación y con su ayuda, dirigiendo desde mi
rincón
Pág.247 vieja
embarcación. Dirigiendo yo desde mi rincón
por la película
Pág.247 por una
famosa película
de antiguos veleros
Pág. 247 de los antiguos veleros
el traje apropiado para lo cual
Pág.247 el traje
apropiado – elegante y tropical – para lo cual
desembarqué entre los plátanos
Pág. desembarqué jamás entre los plátanos
Marchábamos en fila en la solemnidad del alba
Pág.254 marchábamos
en fila amparados por la solemnidad del alba
La última habitación
Pág.259 la última
habitación disponible
Pedrito Ramirez entró a mi habitación
Pág.260 entró una
mañana Pedrito Ramirez en mi habitación
Comandante de la Guarnición
Pág.260 comandante de la guarnición local
sentados en la
misma mesa con un botella de dudosa champaña
Pág. 260 sentados a la mesa y degustando una botella de
dudosa champaña
Se parecía tanto a Perón
Pág.260 Nuestro protector se parecía tanto
un buen negociante de madera por lo menos debe tener
camisas.
Pág.260 Un buen
negociante de madera, decía Victor Bianchi, por lo menos debe tener camisas
Pero ya lavados
Pág.260 Pero luego ya lavados
se le sigue de cerca la pista
Pág.262 y se le sigue la pista de cerca
Substituição de palabras
En esta casa
Pág. 236 En este
hogar
votaron para elegirme
Pág.236 votaron
por mí
como un hermano, hasta ahora, por mis compañeros de vida
dura
Pág.237 como un
hermano imperecedero por mis compatriotas de vida dura
de los amigos del Mandatario
Pág.244 de los
amigos de González Videla
mi país
Pag.244 Chile
un fragmento de calle, en que en la noche, veía circular
gente apresurada
Pág.245 un fragmento de la calle. Por las noches, veía
circular gente apresurada
por algunos días
Pág. 245 por
varios días
por algunas horas o algunas semanas
Pág.245 por unas
horas o unas semanas
la poesía popular
Pág. la poesía folklórica
Mi amigo Jorge Bellet
Pág.245 Mi
compañero Jorge Bellet
há dejado repartido
por campos y ciudades
Pág.245 ha dejado
esparcido por campos y ciudades
aquel ínfimo punto de vista
Pág.245 aquella
ínfima atalaya
Era un barrio pobre
Pàg.245 Era un
arrabal pobre
tenía toda la iluminación
Pág. 246 acaparaba
toda la iluminación
Pequeñas tiendas la llenaban.
Pág. 246
Tienduchas y boliches la llenaban
A veces contemplaba cómo familias enteras se detenían
allí largamente con sus niños en los hombros
Pág.246 Familias
enteras se paraban allí largamente con su niños en los hombros
extenso barrio popular y pronto
Pág.246 extenso barrio popular. Poco después
extrañas circunstancias, pero, no hay pocos zapatos en mi
poesía
Pág.246 extrañas circunstancias. Sin embargo, no hay
pocos zapatos en mi poesía
que seguramente ponían al mirar
Pág.246 que sin
duda ponían al mirar
pero lo imaginaba
Pág.246 pelo me
lo suponía
Sólo meses después supe
Pág.246 Seis
meses después supe
Me prometí estudiar
Pág.246 Me juré estudiar
este punto
Pág. 246 ese asunto
para darme a ese propósito
Pág.246 para
cumplir ese propósito
a ese propósito incubado
Pág.246 a ese
propósito o promesa formulada
estaba el poeta
Pág.246 estaba un poeta
tantos profesionales de la cacería humana
Pág. 246 no sé
cuántos profesionales de la cacería humana
Era un elemento amado
Pág. 246 Era un joven trabajador
por la película
Pág.247 por una
película
Me enteré del desguazamiento
Pág.247 me enteré
del desguace
La bella mujer de madera
Pág.247 La hermosa
mujer de madera
de rostro griego
Pág. 247 con
rostro griego
La idea de la moda que ellos tenían
Pág. 247 La idea
de la moda que las mujeres de la casa tenían
estaba influenciada
Pág. 247 estaba influida
partí al extremo sur de Chile
Pág.247 partí hacia el extremo sur de Chile
ni nunca desembarqué entre los plátanos de Guayaquil
Pág.248 ni
desembarqué jamás entre los plátanos de Guayaquil
La montaña andina tiene pasos desconocidos, utilizados
tal vez antiguamente por contrabandistas
Pág. 254 La
montaña andina tiene pasos desconocidos, utilizados antiguamente por
contrabandistas.
Mi amigo Jorge Bellet
Pág.254 Mi
compañero Jorge Bellet
Por esos parajes
Pág.254 a esos parajes
la crecida de año y medio
Pág. 254 la barba
crecida tras año y medio
sus grandes servicios
Pág.254 sus
inestimables servicios
La selva andina austral está poblada por grandes árboles
apartados entre sí
Pág.254 La selva
andina austral está poblada por grandes árboles apartados el uno del otro
han caído por siglos
Pág.255 han caído
durante siglos
en que se hunden los cascos
Pág.255 donde se hunden los cascos
explicándonos con muchos ademanes y gestos
Pág.259 alegándonos con teatrales ademanes y gestos
Al tercer día no teníamos ni camisa limpia, ni dinero
para comprar nuevas
Pág.260 Ya no nos quedaban camisa limpia, ni dinero para
comprar nuevas
Pedrito Ramirez entró a mi habitación
Pág.260 entró una
mañana Pedrito Ramirez en mi habitación
un elegante muchachón
Pág.260 un
elegante caballero
no se los hecha de ninguna parte
Pág. no se les hecha de ninguna parte
tanto a Perón y ella a Evita
Pág. 260 tanto a
Perón y su dama a Evita
sentados en la misma mesa
Pág.260 sentados a la mesa
en el regimiento
Pág.260 en su
regimiento
Era lo inevitable
Pág.260 Había
sucedido lo inevitable
Él esperaba tranquilamente nuestra llegada
Pág.260 Él esperaba tranquilamente mi llegada
Y no las tenía todas conmigo
Pág.260 Yo no las tenía todas conmigo
que en la discusión
Pág.262 que en
una discusión
Viejo periodista de la “France Presse”
Pág.262 veterano
periodista de la France Presse
aquí se presente, porqué
Pág.262 aquí se
presenta: que
en la prensa de Chile
Pág. 262 por la prensa
y su detención es sólo
Pág.162 que su
detención es sólo
Recordé entonces que en la discusión
Pág.262 Recordé
que en una discusión
discusión vieja y absurda
Pág.262 discusión alambicada y absurda
Aparecí allí en el último momento
Pág.262 Aparecí
en sus salones en el último momento
Todo el mundo me aplaudía y me abrazaba
Pág. 262 Todos los delegados me aplaudían y me abrazaban
Eliminação de palabras
Son hombres de rostros quemados en que toda la expresión
de soledad y de abandono se deposita en los ojos de oscura intensidad
Pág.236 Son
hombres de rostros quemados: toda su expresión de soledad y de abandono se
deposita en los ojos de oscura intensidad
que, según él ha dejado repartido
Pág.245 que ha
dejado repartido
A veces contemplaba cómo familias enteras se detenían
allí largamente con sus niños
Pág.246 Familias
enteras se paraban allí largamente con sus niños
vieja embarcación y con su ayuda, dirigiendo yo
Pág.247 vieja embarcación.
Dirigiendo yo
Estaban en el secreto y eran la mamá viuda, las dos
encantadoras muchachas
Pág.247 estaban
en el secreto: la mamá viuda, las dos
encantadoras muchachas
casi hasta las rodillas
Pág.247 hasta las
rodillas
oportunidad de usarlo porque por fin no salí nunca de mi
escondite
Pág.248
oportunidad de usarlo. Nunca salí
de mi escondite
La montaña andina tiene pasos desconocidos, utilizados
tal vez antiguamente por contrabandistas
Pág.254 La
montaña andina tiene pasos desconocidos, utilizados antiguamente por contrabandistas.
de vida oculta, pero apenas supo
Pág.254 de vida
oculta. Apenas supo
era el Comandante de la Guarnición
Pág.260 era comandante
de la guarnición
sentados en la misma mesa con una botella de dudosa
champaña
Pág.260 sentados a
la mesa y degustando una botella de dudosa champaña
Recordé entonces que en la discusión
Pág.262 Recordé
entonces que en una discusión
viejo periodista de la “France Presse”, con el fin de
entrevistarme.
Pág.262 veterano
periodista de la France Presse.
Eliminação de
frases
poco a poco se convirtió en magnate. Ahora es Presidente
de un Banco Internacional.
Pág.243 y poco a
poco se convirtió de demagogo en magnate. […]
A veces contemplaba cómo familias enteras
Pág.246 […] Familias enteras
Una sencilla tienda de calzado, por lo que hice la
observación de que es el zapato lo que más interesa al hombre.
Pág.246 una
sencilla tienda de calzado. […] El zapato es lo que más interesa al hombre.
Guayaquil, como un desaprensivo turista vestido como falso
Clark Gable.
Pág. 247
Guayaquil […] vestido como falso Clark Gable.
Ya era libre. Ya había dejado atrás la persecución.
Escribí en la pared de la cabaña
Pág.259 Ya era
libre […] Escribí en la pared de la cabaña
Por supuesto que nadie conocía mi identidad y pasamos por
madereros chilenos
Pág.260 […]
Pasábamos por madereros chilenos
El Comandante me llamaba el “hombre montaña”. Fue amable
con nosotros extremando sus atenciones. Fuimos un número infaltable en el
pequeño mundo de San Martin de los Andes. Victor Bianchi, que hasta allí me
acompañaba
Pág.260 El
comandante me llamaba “el Hombre Montaña”.[…] Victor Bianchi que hasta allí me
acompañaba
nos confesó su antiperonismo
Pág.260 nos
confesó que, a pesar de su parecido físico con Perón, él era antiperonista.
Pero Pedrito Ramírez no llegaba a buscarme. Si bien mis
compañeros regresarían a Chile yo tenía que atravesar el mundo. Y no las tenía
todas conmigo.
Pág.260 Pedrito Ramírez
no llegaba a buscarme.[…] Yo no las
tenía todas conmigo
Pasábamos largas horas discutiendo quién tenía peor
Presidente, si Chile o Argentina. Él pretendía apabullarnos.
Pág.260 Pasábamos
largas horas discutiendo quién tenía peor Presidente, si Chile o Argentina. […]
De improviso, mientras nos preparábamos para el almuerzo,
al que estábamos invitados, Pedrito Ramírez entró a mi habitación.
Pág.260 De
improviso […] entró una mañana Pedrito Ramírez en mi habitación.
¿Qué se puede responder?, me dijo el periodista.
Pág.262 Qué se
puede responder ?
Eliminação de
parágrafos
Y poco a poco se convirtió de demagogo en magnate. Ahora
es Presidente de un Banco Internacional.
Todo el
mundo puede aspirar a ser banquero. Es un derecho y un sistema de vida para
muchos, el mundo elegante de los clubs de élite. Pero, en este caso, la
conversión fue demasiado rápida y descalabrante.
Pág.243 y poco a poco se convirtió de demagogo en magnate
[…]
ha dejado repartido por campos y ciudades.
Así me
sentí yo en aquellos días, que de no haber mediado las crueles noticias que me
llegaban de todas partes del país, hubieran sido de fiesta lo que sólo puede
lograrse en la compenetración absoluta de un poeta con su pueblo. Estoy
consciente de haber alcanzado esta subterránea distinción, título raro, laurel
que muchos desdeñan, pero que no conocen
Pág. 245 ha
dejado esparcido por campos y ciudades. Así me sentí yo en aquellos días. […]
Mi amigo Jorge Bellet era el jefe de la expedición.
Antiguo piloto, hombre de acción, ahora montaba un gran aserradero junto al
lago Maihue. De allí salimos un día al amanecer. Ya estaban cayendo las
primeras lluvias. La selva virgen estaba envuelta en su niebla o lluvia
matutina.
Pág.254 Mi
compañero Jorge Bellet era el jefe de la expedición […]
para seguir rodando en la infinita monotonía.
Estuve
apenas unas horas en Buenos Aires, lo suficiente para abrazar a Rafael
Alberti y continuar casi a Paraguay para
tomar el avión que me llevó a Europa.
En Paris
destruí mis papeles falsos y recuperé mi verdadera identidad.
Picasso
me esperaba
Pág.261
continuábamos atravesando aquella inacabable monotonía. […]
En una marcha silenciosa cruzábamos aquella gran catedral
de la salvaje naturaleza.
Los
baqueanos iban adelante y atrás de nosotros, resguardándonos y escuchando los
infinitos pequeños ruidos de la tierra virgen.
Pág.255
En una marcha silenciosa cruzábamos aquella gran catedral
de la salvaje naturaleza. […]
Mudança de tempo verbal
Yo no
veía
Pág.246 yo no alcanzaba a ver
sin haberme propuesto ser un poeta zapateril
Pág.246 sin que
yo me haya propuesto ser un poeta zapateril
que luego quedó escondida
Pág.247 y la dejaron escondida
que yo debía aparecer
Pág.247 que yo
debería aparecer
Los medí. Eran del diámetro de un caballo
Pág.255 Me detuve
a medir uno. Era del diámetro de un caballo
nos ofrecía un almuerzo
Pág.260 nos
ofreció un almuerzo
los argentinos detenían el auto y cebaban un mate
Pág.260 los
argentinos detenían el auto para cebar un mate
pasamos por madereros chilenos
Pág.260 Pasábamos
por madereros chilenos
había opinado cierta vez
Pág.262 había terciado para opinar
Mudanças sintáticas
se desprendió la bella estatua
Pág.247
desprendieron ellos la bella estatua
no salí nunca de mi escondite
Pág.248 Nunca salí
de mi escondite
La última habitación hacia diez minutos que había sido
comprometida
Pág.259 la última
habitación disponible había sido comprometida hacía diez minutos
Pedrito Ramírez entró a mi habitación
Pág.260 entró una
mañana Pedrito Ramírez en mi habitación
se le sigue de cerca la pista
Pág.262 y se le sigue la pisa de cerca
Reescrita
A pocos centímetros de mi cabeza, resistiéndose heroicamente
as las invitaciones que se le hacían de practicar el amor platónico en algún
parque o cine.
Pág.246 a pocos
centímetros de mi cabeza. Ella lo invitaba a practicar el amor platónico en
algún parque o en el cine, pero él se resistía heroicamente
Una sencilla tienda de calzado, por lo que hice la observación
de que es el zapato lo más interesa al hombre.
Pág.246 una
sencilla tienda de calzado. El zapato es lo más le interesa al hombre, deduje.
Como nunca pude salir de mi rincón, mi curiosidad era
infinita pues observaba que toda la gente que pasaba indiferente y apurada se
detenía siempre en un mismo sitio, Mis cavilaciones solitarias eran muchas.
Pág.246 Atrapado
en mi rincón, mi curiosidad era infinita. A veces no lograba resolver los problemas.
Pr ejemplo, por qué la gente que pasaba tanto los indiferentes como los
apremiados, se detenía siempre en un mismo sitio?
Estas no podían saber que allí
Pág.246 sin
imaginarse que a corta distancia
Este tampoco podía saber nada.
Pág.246 Este era
de los que no debían saber nada
Yo lo veía desde
mi rincón de la ventana
Pág.246 Desde la claraboya de mi ventana lo veía yo
Y pronto sentía que entraba canturreando este enemigo de
mi tranquilidad
Pág.246 Poco
después lo oía entrar canturreando a la casa. Era un enemigo de mi tranquilidad
Hasta ahora no sabe cuánto me molestó aquel inocente
repartidor de huevos
Pág.246 Yo
maldecía entre dientes la obstinación hogareña de aquel inocente repartidor de
huevos.
Quedó escondida en una bodega del puerto, hasta que
después de mi evasión y destierro pude conocerla.
Pág.247 la dejaron
escondida en una bodega del puerto. Sólo vine a conocerla varios años después,
pasados ya mi evasión y mi destierro.
Y nunca tuve oportunidad de usarlo porque por fin no salí
nunca de mi escondite en un barco, ni nunca desembarqué entre los plátanos de
Guayaquil
Pág.247 y nunca
tuve oportunidad de usarlo. Nunca salí de mi escondite en un barco, ni
desembarqué jamás entre los plátanos de Guayaquil
Por cierto que se trataba de que yo me embarcara
clandestinamente en la cabina de uno de los muchachos y desembarcara en medio de los plátanos de Guayaquil
Pág.247 El plan
era que yo me embarcara clandestinamente en la cabina de uno de los muchachos y
desembarcara al llegar a Guayaquil, surgiendo de en medio delos plátanos.
Aparecer de pronto en la cubierta como un pasajero
elegante, fumándome un cigarro puro, que nunca he podido fumar, y vestido a la
usanza tropical
Pág.247 al fondear
el barco en el puerto ecuatoriano, vestido de pasajero elegante, fumándome un
cigarro puro que nunca he podido fumar
Poco antes de partir estaba listo mi traje.
Pág.247 En un dos
tres estuvo listo mi traje.
Por su parte, los muchachos tenían una idea de la
elegancia recogida en los salones de baile de Harlem y en los bares y bailongos
del Caribe,
Pág.247 Los
muchachos, por su parte, consideraban
arquetipo de la elegancia el que habían recogido en los dancings de Harlem
y en los bares y bailongos del Caribe
De todas maneras me guardé mi pintoresco traje.
Pág.247 Guardé
tan pintoresco atuendo.
y allí, a caballo,
atravesé la gran Cordillera
Pág.247 y me
dispuse a atravesar la cordillera
que ya ni siquiera son custodiados por los guardias
rurales
Pág.254 que los
guardias rurales no se preocupan de custodiarlo
Los medí.
Pág.255 Me detuve
a medir uno
De cuando en cuando golpeaban con sus machetes un árbol
del camino que dejaba de inmediato, a la altura de nuestras cabezas, una húmeda
cicatriz amarilla. Eran las señales para hallar el camino de regreso.
Pág.255 Los que me acompañaban conocían la orientación,
la posibilidad entre los grandes follajes, pero para saberse más seguros
marcaban de un machetazo aquí y allá las cortezas de los grandes árboles dejando
huellas que los guiarían en el regreso, cuando me dejaron solo con mi destino.
Subiendo yo la Cordillera, los árboles se achaparraron y
semejaron de las
cumbres una multitud de paraguas. La nieve no los dejaba crecer. No había
camino .¿Cómo se orientaban los baqueanos? No lo supe. Pero de cuando en cuando
se sabía que por ahí había pasado alguien antes. Se sabía por un túmulo hecho
por otros caminantes. Eran pirámides de ramas y leños a uno y otro lado de la
dirección que llevábamos. Bajo aquellos túmulos yacían otros viajeros
infortunados. La nieve los había detenido para siempre. Religiosamente, al
aproximarnos a uno de los túmulos anónimos, cortábamos una rama que cada uno
tiraba sobre el montón de palos como un póstumo homenaje al caído.
Pág.256 A cada
lado de la huella contemplé, en aquella salvaje desolación, algo como una
construcción humana. Eran trozos de ramas acumulados que había soportado muchos
inviernos, vegetal ofrenda de centenares de viajeros, alto túmulos de madera
para recordar a los caídos, para hacer pensar en los que no pudieron seguir
y quedaron allí para siempre debajo de
las nieves. También mis compañeros cortaron con sus machetes las ramas que nos
tocaban las cabezas y que descendían sobre nosotros desde la altura de las
coníferas inmensas, desde los robles cuyo último follaje palpitaba antes de las
tempestades del invierno. Y también yo fui dejando en cada túmulo un recuerdo,
una tarjeta de madera, una rama cortada del bosque para adornar las tumbas de
uno y otro de los viajeros desconocidos.
Más
tarde fue un río y otro río. La inviolada magnitud de la naturaleza no quería dejarnos pasar. En fila entramos por
el río que rodaba con rugido y canto de bestia terrible, coronado de espumas.
Yo apenas me sostenía porque había levantado los pies hasta colocarlos sobre el
cuello de la cabalgadura. El río me parecía cada vez más ancho, mientras mi
caballo ondulaba y luchaba por mantenerse en línea de tras de los otros que ya
llegaban a la orilla.
Al tocar
tierra firme me sentí vivo de nuevo y miré al baqueano que me seguía. Le
dije:-Bueno, ¿y se me caigo y me lleva el río? Siempre sonriedno me contestó: -
No, pue, don Pablito, no ve que aquí mesmo cayó mi padre y se lo llevó el agua.
Así es que yo venía con el lazo en la mano, listo p´a laciarlo.
Pág.256 Teníamos que cruzar un río. Esas pequeñas
vertientes nacidas en las cumbres de los Andes se precipitan, descargan su
fuerza vertiginosa y atropelladora, se tornan en cascadas, rompen tierras y
rocas con la energía y la velocidad que trajeron de las alturas insignes: pero
esta vez encontramos un remanso, un gran espejo de agua, un vado. Los caballos
entraron, perdieron pie y nadaron hacia la otra ribera. Pronto mi caballo fue
sobrepasado casi totalmente por las aguas, yo comencé a mecerme sin sostén, mis
pies se afanaban al garete mientras la bestia pugnaba por mantener la cabeza al
aire libre. Así cruzamos. Y apenas llegados a la otra orilla, los baqueanos,
los campesino que me acompañaban me preguntaron con cierta sonrisa:
-Tuvo mucho miedo?
-Mucho. Creí que había llegado mi última hora – dije.
-Íbamos detrás de usted con el lazo en la mano – me
respondieron.
-Ahí mismo – agregó uno de ellos – cayó mi padre y lo
arrastró la corriente. No iba a pasar lo mismo con usted.
que existía una comunicación de desconocido a
desconocido, que había una solicitud, una petición y una respuesta aun en las
más lejanas y apartadas soledades de este mundo.
como un póstumo homenaje al caído.
A plena
noche encontramos un paraje habitado. Eran los baños de Chihuio. Ya estábamos
cerca de la frontera con la Argentina. Nunca olvidaré la llegada ese alto punto
de la Cordillera.
En un
hangar destartalado en que se veían montañas de quesos, ardía un árbol entero
en un fogón en el suelo. Allí estaban agrupadas algunas sombras imposible de
reconocer como seres humanos, porque no había más luz que la de las brasas.
Parecían cantar y el rasgueo de una guitarra emergía de la oscuridad con un
sonido melancólico de agua de lluvia.
Encontramos
el refugio que no se niega a nadie a esas alturas de la tierra y antes de
dormir todos nos metimos en las candentes aguas termales casi hirvientes y que
nos levantaban en vilo con su saturación mineral.
Pág. 256 para adornar las tumbas de uno y otro de los
viajeros desconocidos Texto eliminado e, mais adiante, apenas uma ou outra
expressão esparsa: unos destartalados galpones al parecer vacios; grandes
troncos encendidos en en centro de la habitaciónm cuerpos de árboles gigantes
que allí ardían de día y de noche; Vimos montones de quesos acumulados por
quienes los cuajaron a aquellas alturas; A través de ellos pasaba una corriente
termal, agua volcánica donde nos sumergimos, calor que se desprendía de las
cordilleras y nos acogió en su seno
Llegados
al centro de aquel esplendor verde bajamos y desensillamos las cabalgaduras.
Apenas podía mover las piernas, y a punto de tenderme en el pasto que me
invitaba brillando al sol frío, noté que los baqueanos se preparaban para un
nuevo rito.
Una
grande calavera de res relucía al sol en medio de un círculo casi perfecto que
habían hecho muchas pisadas. Los baqueanos y luego todos nosotros echamos
monedas en la calavera del buey mientras dábamos vuelta a su alrededor saltando
en un solo pie.
Las
monedas era para los viajeros perdidos. ¿Y aquel rito de baile? Hasta ahora no
lo sé. Misterio de cordilleras, rito de los hombres errantes.
Pág.257 Allí nos detuvimos como dentro de un círculo
mágico, como huéspedes de un recinto sagrado: uy mayor condición de sagrada
tuvo aún la ceremonia en la que participé. Los vaqueros bajaron de sus
cabalgaduras. En el centro del recinto estaba colocada, como en un rito, una
calavera de buey. Mis compañeros se acercaron silenciosamente, uno por uno,
para dejar unas monedas y algunos alimentos en los agujeros del hueso. Me uní a
ellos en aquella ofrenda destinada a los toscos Ulises extraviados, a fugitivos
de todas las raleas que encontrarían pan y auxilio en las órbitas del toro
muerto.
Pero no
se detuvo en este punto la inolvidable ceremonia. Mis rústicos amigos se
despojaron de sus sombreros e iniciaron una extraña danza, saltando sobre un
solo pie alrededor de la calavera abandonada, repasando la huella circular
dejada por tantos bailes de otros que por allí cruzaron antes. Comprendí
entonces de una manera imprecisa, al lado de mis impenetrables compañeros, que
existía una comunicación de desconocido a desconocido, que había una solicitud,
una petición y una respuesta aun en las más lejanas y apartadas soledades de
este mundo.
Nos fuimos al más caro ubicado en un barrio alejado,
desestimando el otro primer hotel que supongo seguirá allí frente a la hermosa
plaza de la ciudad.
Pág.259 Nos
decidimos por el más caro, ubicado en un barrio de las afueras, desestimando el
otro primer hotel que supongo seguirá allí frente a la hermosa plaza de la
ciudad.
En San Martín de los Andes debí a aguardarnos un amigo
chileno. Ese pueblito cordillerano argentino es tan pequeño que me habían dicho
como único indicio:
Pág.259 En San
Martín de los Andes esperábamos hallar un amigo de Chile que debía aguardarnos.
Como es tan pequeño ese pueblito cordillerano argentino, me habían dicho
Con varios días de viaje a caballo, con nuestro sacos al
hombro, las caras barbudas y polvorientas, dábamos miedo a cualquier y mucho
más a un director de Hotel Exclusivo.
Supimos
que en ese hotel se hospedaban nobles ingleses que venín de Escocia a pescar
salmones en Argentina.
Pág.259
Observaron con hostilidad los efectos de varios días de viaje a caballo,
nuestro sacos al hombro, nuestras caras barbudas y polvorientas. A cualquier le
daba miedo recibirnos.
Mucho
más al director de un hotel que hospedaba nobles ingleses procedentes de
Escocia y venidos a pescar salmón en Argentina.
Teníamos programa para cada día y cada noche. Pero
Pedrito Ramírez no llegaba a buscarme.
Pág.260 Pero
pasaron tres días con sus noches y Pedrito Ramírez no llegaba a buscarme.
Diez minutos después ya estábamos rodando en un automóvil
día y noche por la infinita Pampa.
Pág.260 Diez
minutos después estábamos rodando por la infinita Pampa. Y
seguimos rodando día y noche.
para seguir rodando en la infinita monotonía
Pág.261 continuábamos atravesando aquella inacabable
monotonía.
Por la prensa de Francia se habían enterado de la
persecución implacable y dudaban de que pudiera burlarla.
Pág.262 Dudaban
que pudiera haber burlado la ensañada persecución de la policía chilena.
Picasso
me esperaba
Sólo
hacía un mes que había pronunciado el primer discurso de su vida y estaba feliz
como un niño. El discurso versaba sobre mi ausencia. Y ahora, con ternura
fraternal el gran genio, minotauro de la pintura monstruo de la moderna
naturaleza, se preocupaba de los detalles más ínfimos de mi situación, hablando
con autoridades, telefoneando a medio mundo. Yo sentía en el alma hacerle
perder su tiempo sagrado.
Pág.262 Entonces
surgió Picasso, tan grande de genio como de bondad. Estaba feliz como un niño
porque recientemente había pronunciado el primer discurso de su vida. El
discurso había versado sobre mi poesía, sobre mi persecución, sobre mi
ausencia. Ahora, con ternura fraternal, el genial minotauro de la pintura
moderna se preocupaba de mi situación en sus detalles más ínfimos. Hablaba con
las autoridades; telefoneaba a medio mundo. No sé cuántos cuadros portentosos
dejó de pintar por culpa mía. Yo sentía en el alma hacerle perder su tiempo
sagrado.
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