Arquivo Delson
Justo cuando escribo estas líneas, la España oficial
celebra veinticinco años de insurrección cumplida. En este momento en
Madrid, el Caudillo, vestido de oro y azul, rodeado por la Guardia Mora, junto al Embajador
norteamericano, al de Inglaterra y a otros, pasa revista a
las tropas. Estas tropas las supongo
compuestas de muchachos que no conocieron esa guerra.
Yo
sí la conocí.
¡Un
millón de españoles muertos! ¡Un millón de exilados! Parecerían imborrables.
Parecerá que jamás se borraría de la conciencia humana esta espina sangrante. Sin embargo, los años pasan. Y los
muchachos que ahora desfilan frente a la Guardia Mora ignoran tal vez la
historia o conocen sólo su lado blanco o negro.
Yo
conocí todos los lados de esta historia tremenda.
Todo
empezó para mí una noche, justo la del 19 de julio de 1936. Un chileno
simpático y aventurero, llamado Bobby Deglané, era empresario de un espectáculo
de “catch-as-catch-can” en el gran Circo Price de Madrid. Este espectáculo me merecía serias
reservas, pero el chileno me convenció de que fuéramos al circo García Lorca y
yo aquella noche del 19 de julio y verificáramos su seriedad. Convencí a Federico y quedamos de encontrarnos allí a una
hora convenida. Pasaríamos el rato viendo
el Troglodita Enmascarado, al
Estrangulador Abisinio, al Orangután Siniestro.
Faltó
Federico a la cita.
Ya
iba camino de su muerte. Ya nunca
más nos vimos. Su cita era con otros estranguladores.
Así,
pues, esta guerra de España, que cambió mi poesía, comenzó para mí con la
desaparición de un poeta.
¡Pero qué poeta! Nunca he visto reunida como en él la gracia y
el genio, el corazón alado con la cascada cristalina. Federico García Lorca era la gracia derrochadora, la alegría centrífuga que recogía e irradiaba como un
planeta la felicidad de vivir. Ingenuo y comediante, cósmico y provinciano,
músico singular, espléndido mimo, miedoso
y supersticioso, radiante y gentil, era una especie de resumen de las edades de
España, del florecimiento popular, producto arábigo-andaluz que iluminaba y
perfumaba como un jazminero toda la escena de aquella España, ¡ay de mí!,
desaparecida.
No
hay duda que me tocó presenciar la incidencia más dolorosa de una larga lucha. Siempre fue España un campo de gladiadores y es una tierra con mucha sangre. La Plaza de Toros, con su sacrificio y su elegancia cruel, repite con farándula el antiguo combate mortal entre le luz y la
sombra.
La
inquisición encierra a Fray Luis de León, Quevedo padece en su calabozo, Collón pasea con grillos en los pies, y
el gran espectáculo fueron el Osario en
el Escorial y ahora el Monumento a los Muertos, con una cruz sobre un millón de
caídos y sobre incontables y oscuras prisiones.
Pero
ningún Osario ha tenido bóvedas tan grandes, sombras tan poderosas que pudieron
cubrir la luz de Federico, ni borrar la sangre de su muerte.
Me
parece que él tuvo un preconocimiento de su muerte.
Una vez que volvía de una jira
teatral me llamó para contarme un suceso muy extraño. Con los artistas de “La
Barraca” había llegado a un lejanísimo pueblo de Castilla y acamparon en los
aledaños. Fatigado por las preocupaciones del viaje Federico no dormía. Al
amanecer se levantó y salió a vagar sólo por los alrededores. Hacía frío, ese
frío de cuchillo que Castilla tiene
reservado al viajero tratándolo como
a un intruso. La niebla se desprendía en masas blancas y todo lo convertía
a su dimensión fantasmagórica.
Una gran verja de fierro oxidado.
Estatuas y columnas rotas, caídas entre la hojarasca. En la puerta de un viejo
dominio se detuvo. Era la entrada al extenso parque de una finca feudal. El
abandono, la hora y el frío hacían la soledad más penetrante y Federico se sintió de pronto, agobiado por lo que
saldría de aquel amanecer, por algo confuso que allí tenía que suceder. Se
sentó en un capitel caído.
Un cordero pequeñito llegó a
ramonear las yerbas entre las ruinas y su aparición era como un pequeño ángel
de niebla que humaniza de pronto la soledad cayendo como un pétalo de ternura
sobre la soledad del paraje. El poeta se sintió acompañado.
De pronto, una piara de cerdos entró
también al recinto. Eran cuatro o cinco bestias oscuras, cerdos negros
semisalvajes con hambre cerril y pezuñas de piedra.
Federico presenció entonces una
escena de espanto. Al divisar el
corderito, los cerdos se echaron
sobre él y junto al horror del poeta los despedazaron y devoraron.
Esta escena de sangre y soledad hizo
que Federico ordenara a su teatro ambulante continuar inmediatamente el camino.
Transido de horror todavía, tres
meses antes de la guerra civil, Federico me contaba esta historia terrible.
Yo vi después, con mayor y mayor
claridad, que aquel suceso fue la representación anticipada de su muerte, la
premonición de su increíble tragedia.
No
puede dejar de pensar, cuando vuelven mis recuerdos a la guerra de España, en
la muerte de los que conocí y amé. Toda la importancia política de aquella
guerra, toda su violencia y su consecuencia, se resume para mí en algunos
nombres: los nombres del dolor.
Uno
de ellos es el joven poeta Miguel Hernández. Ahora empieza a ser universalmente
conocido. Yo lo conocí cuando llegaba con alpargatas y pantalón campesino
de pana desde sus tierras de Orihuela, en
donde era en aquellos años un pastor
de cabras. Yo publiqué sus versos en mi revista “Caballo Verde” y me entusiasmaba el destello y el brío de su
abundante poesía.
Miguel era tan campesino que llevaba un aura de tierra junto a él.
Tenía una cara de terrón o de papa que
se saca entre las raíces y que conserva frescura subterránea. Vivía y escribía en mi casa y mi poesía
americana con otros horizontes y llanuras lo impresionó y lo fue cambiando.
Me contaba cuentos terrestres de
animales y de pájaros. Era ese escritor salido de la naturaleza como una piedra
intacta, con virginidad selvática y arrolladora
fuerza vital.
E
narraba cuán impresionante era poner los oídos sobre el vientre de las cabras dormidas en la siesta ardiente.
Así se escuchaba el ruido de la leche que llegaba a las ubres, un rumor secreto que nadie ha podido
escuchar sino aquel poeta de cabras.
Otras veces me hablaba del canto de
los ruiseñores. El Levante español de donde provenía estaba cargado de naranjos
en flor y de ruiseñores. Como en mi país no existe este gran cantor y quería darme la máxima impresión de su
poderío, el loco de Miguel se encaramaba a un árbol de la calle y en unos
segundos, desde las más altas ramas, silbaba o trinaba como sus amados pájaros
natales. Era asombroso ver a este muchacho allá en lo alto silbando hasta
desgañitarse para que yo supiera cómo era el canto de los ruiseñores.
Como no tenía de qué vivir le busqué un trabajo, y era duro encontrar
trabajo para un poeta en España. Por fin un Vizconde, alto funcionario del
Ministerio de Relaciones, se interesó por el caso y me mandó a decir que sí, que estaba de acuerdo, que había leído
los versos de Miguel, que lo admiraba, y que este le indicara qué puesto
deseaba para extenderle el codiciado nombramiento. Alborozado, dije al poeta:
- Miguel Hernández, al fin tienes un destino. El Vizconde te coloca. Serás un alto empleado, pero debes decirme
qué trabajos deseas ejecutar para que decreten tu nombramiento.
Miguel se quedó muy pensativo. Su cara de grandes arrugas prematuras se cubrió con un
velo de cavilaciones. Pasaron las horas y sólo por la tarde me contestó. Con
ojos brillantes del que ha encontrado la solución de su vida, dijo:
- ¿No podría el Vizconde encontrarme
un rebaño de cabras por aquí cerca de Madrid?
Toda
esa época de antes de la guerra tiene para mí un recuerdo como de racimo cuya
dulzura ya se va a desprender, tiene una luz como la del rayo verde cuando el
sol cae en el horizonte marino y se despide con un destello inolvidable.
Con Federico y Alberti, que vivía
cerca de mi casa en un ático sobre una arboleda, la arboleda perdida, con el
escultor Alberto, de Toledo que por entonces ya era maestro de la escultura
abstracta, con Altolaguirre y Bergamín, con el gran poeta Luis Cernuda, con Vicente Aleixandre, poeta de dimensión
ilimitada, con el arquitecto Luis Lacasa, con todos ellos en un solo grupo, o
en varios, nos reuníamos diariamente en casas y cafés.
De la Castellana o de la Cervecería de Correos viajábamos hasta
mi casa, la casa de las flores, en el Barrio
de Argüelles Desde el segundo piso de uno de los grandes autobuses que mi
compatriota, el gran Cotapos, llamaba “Bombardones”, descendíamos en grupos bulliciosos a comer, beber y
cantar. Recuerdo entre los jóvenes compañeros de poesía y alegría a Arturo
Serrano Plaja, poeta; a José Caballero,
pintor, que es ahora el maestro de la Duquesa de Alba, deslumbrante de talento
y gracias; a Antonio Aparicio, que llegó también de Andalucía directamente a mi casa, y a tantos otros que yo no
están o ya no son, pero cuya fraternidad me falta vivamente como parte de mi
cuerpo o sustancia de mi alma.
¡Aquél Madrid! Nos íbamos con Maruja Mallo, la pintora gallega, por
los Barrios Bajos buscando las casas
donde venden esparto y esteras, buscando las calles de los toneleros, de los
cordeleros, de todas las materias secas de España, materias que trenzan y
agarrotan su corazón. España es seca y pedregosa, y le pega el sol vertical
sacando chispas de la llanura, construyendo castillos de luz con la polvareda. Los únicos ríos de España son sus poetas,
Quevedo con sus aguas verdes y
profundas, de espuma negra; Calderón, con sus sílabas que cantan, los
cristalinos Argensolas; Góngora, río de rubíes.
En aquel Madrid que me acogió como
hijo y hermano las ilustres figuras me conocieron. Siento no haberlos
frecuentado más porque nunca creí que Madrid fuera perecedero, que tenía un día
marcado para que yo lo dejara y no pudiera volver.
Ví a Valle Inclán una sola
vez. Muy delgado, con su interminable barba blanca, me pareció que salía de
entre las hojas de sus propios libros,
aprensado por ellas, con un
color de página amarilla.
A Ramón Gómez de la Serna
lo conocí en su Cripta de Pombo, y
luego lo ví en su casa. Nunca puede
olvidar un poeta que viene de la América la voz estentórea de Ramón, dirigiendo desde su sitio en
el café la conversación y la risa, los pensamientos y el humo. Ramón Gómez de la Serna es para mí el más
grande de los escritores de nuestra lengua, y su genio sólo comparable y parecido a la abigarrada grandeza de
Quevedo y Picasso. Cualquier página de Ramón Gómez de la Serna escudriña
como un hurón en lo físico y en lo metafísico, en la verdad y en el espectro, y
lo que sabe y ha escrito sobre España no
lo ha dicho nadie sino él. Este escritor de prosa ha sido el mayor
poeta de nuestro idioma, el
acumulador de un universo secreto. Ha cambiado la sintaxis del idioma con
sus propias manos dejándolo impregnado con sus huellas digitales que nadie
puede borrar. Cuando en nuestra América
provinciana se barajan nombres para el Premio Nobel, yo protesto porque no se
piensa en este gran escritor desterrado y casi olvidado en el desierto de
Buenos Aires.
A don Antonio Machado lo
ví varias veces sentado en su café con su traje negro de notario, muy callado y
discreto, dulce y severo como árbol viejo de España. Por cierto que el
maldiciente Juan Ramón Jiménez, viejo niño diabólico de la poesía, decía de él,
de don Antonio, que éste iba siempre lleno de cenizas y que en los bolsillos
sólo guardaba colillas.
Juan Ramón Jiménez, poeta
de gran esplendor, fue encargado de hacerme conocer la legendaria envidia
española. Este poeta que no necesitaba envidiar a nadie puesto que su obra es
un gran esplendor que comienza con la oscuridad del siglo, vivía como un falso
solitario; zahiriendo desde su escondite a cuanto creía que le daba sombra.
Los jóvenes – García
Lorca, Alberti, así como Guillén y
Salinas – eran perseguidos
tenazmente por el demonio barbudo que cada día lanzaba su saeta contra éste o aquél. Contra mí escribía
todas las semanas en unos acaracolados comentarios que publicaba domingo a
domingo en el diario “El sol”. Pero
yo opté por vivir y dejarlo vivir. Nunca contesté nada. No respondí – ni
respondo – las agresiones literarias.
Este ha sido mi procedimiento, mi
manera de polemizar sobre mi persona, antes y ahora. Las rencillas literarias,
toda esa guerrilla de baja ley se alimenta de tantos resentimientos, ha sido apagada
por mí con un extravagante silencio que mantengo y que tiene una eficacia
mortífera.
El poeta Manuel Altolaguirre, que tenía una imprenta y
vocación de imprentero, llegó un día por mi casa y me contó que se iba a publicar una hermosa revista
de poesía con la representación de lo más alto y lo mejor de España. Hay una
sola persona que puede dirigirla, me dijo, y esa persona eres tú. Salieron
a la calle cinco números de mi “Caballo
Verde”, revista primorosa que Manolito imprimía con verdadero amor. El sexto número debía aparecer el l8 de
julio de 1936, pero aquel día se
llenó de pólvora la calle. Un general desconocido llamado Francisco Franco
se había rebelado contra la República en su Guarnición de África
Y allí en la calle Viriato quedó hasta ahora el último número de “Caballo Verde”, sin compaginar ni coser.
Estaba dedicado a Julio Herrera y Reissig – segundo Lautreamont de Montevideo –
y los textos que a mi pedido y en su
homenaje escribieron los poetas españoles,
se quedaron allí con su belleza sin gestación y destino.
Pasó el tiempo. La guerra civil ya terminaba. Los poetas acompañaron al pueblo
español en su lucha. Federico ya había sido asesinado en Granada. Miguel
Hernández, de pastor de cabras se había
transformado mucho. Con uniforme de soldado recitaba sus versos en la
primera línea de fuego. Manuel
Altolaguirre – que sólo hace dos años ha muerto – seguía con sus imprentas.
Instaló una en pleno frente del Este, cerca de Gerona, en un viejo monasterio.
Allí se imprimió de manera singular mi libro “España en el corazón”.
Creo que pocos libros en la historia extraña de tantos libros hayan tenido
tan curiosa gestación y destino.
Los
soldados del frente aprendieron a parar los tipos de imprenta. Pero entonces
faltó el papel. Encontraron un viejo molino y allí comenzaron a fabricarlo. Extraña
mezcla de que se elaboró ahí entre
las bombas que caían y en medio de
la batalla. De todo lo echaron al molino, desde una bandera del enemigo, hasta la camisa ensangrentada de un soldado
moro. A pesar de esos extraordinarios
materiales y de la total
inexperiencia, el papel quedó muy
hermoso y los pocos ejemplares de este libro que se conservan asombran por
la tipografía y por aquel papel de
misteriosa hechura. Años después ví un ejemplar de esta edición en
Washington, en la Biblioteca del
Congreso, colocado en una vidriera como uno de los libros más raros de nuestro
tiempo.
Apenas
impreso y encuadernado este libro,
se precipitó la derrota de la República. Cientos de miles de hombres repletaron las carreteras que
salían de España. Era el Éxodo de los
Españoles, el acontecimiento más
doloroso de la historia de España.
Entre esos hombres que marchaban al
destierro iban los sobrevivientes del Ejército
del Este, Manuel Altolaguirre entre
ellos y los soldados que hicieron el papel e imprimieron “España en el corazón”. Mi libro era el
orgullo de estos hombres que habían desafiado la muerte trabajando
en mi poesía. Supe que habían
preferido acarrear sacos con los ejemplares
impresos antes que llevar sus propios
alimentos y ropas. Con los sacos al hombro emprendieron la larga marcha
hacia Francia.
La inmensa columna que marchaba al
destierro fue bombardeada muchas
veces. Allí cayeron muchos soldados y
se desgranaron los libros en la carretera. Otros, extenuados, metieron debajo
de una piedra o detrás de un arbusto los peligrosos ramos de mi poesía.
En la frontera de Francia las tropas
francesas trataron brutalmente a los hombres que llegaban al largo exilio.
Y allí, en un montón fueron
inmolados los últimos ejemplares de aquel libro ardiente que nació y murió en
plena batalla.
Miguel
Hernández buscó refugio en la Embajada
de Chile, que había prestado asilo a la enorme cantidad de
cuatro mil franquistas durante toda la guerra. El Embajador, en ese entonces era Carlos Mora Lynch, le negó el asilo aun cuando se decía su
amigo. Pocos días después lo detuvieron
y lo encarcelaron. Murió de tuberculosis en su calabozo, siete años
después. El ruiseñor no soportó el cautiverio.
Mi Consulado había terminado. Por mi
participación en la defensa de la República
Española, el Gobierno decidió
alejarme de mi cargo.
Regresé
otra vez en tercera clase a mi país. Pensé entregarme a mi trabajo literario
con más devoción y fuerza. El contacto de España me había
fortificado y madurado. Las horas amargas de mi poesía debían terminar. El
subjetivismo melancólico de mis “20
Poemas de Amor” o el patetismo doloroso de “Resistencia en la tierra”
tocaban a su fin .Me pareció encontrar una veta enterrada, no bajo las rocas
subterráneas, sino bajo las hojas de los libros. ¿Puede la poesía servir a nuestros semejantes?
¿Puede acompañar la lucha de los hombres? Ya había caminado bastante por el
terreno de lo irracional y de lo negativo. Debía detenerme y buscar el camino
del humanismo, desterrado de la literatura contemporánea, pero enraizado
profundamente a las aspiraciones del ser humano.
Comencé a trabajar en
mi “Canto General”.
Para esto necesitaba
un sitio de trabajo. Encontré una casa
de piedra, en construcción, en un
sitio frente al océano, en un lugar desconocido de todo el mundo, llamado
Isla Negra. El propietario, un viejo socialista español, capitán de navío, don
Eladio Sobrino, la estaba construyendo para su familia, pero quiso vendérmela. ¿Cómo comprarla? Ofrecí el proyecto
de mi libro “Canto General”, pero
fue rechazado por la Editorial Ercilla, que por entonces publicaba mis obras.
Con ayuda de otros editores que pagaron directamente al propietario, pude por
fin comprar en el ano de 1939 mi casa de trabajo en Isla Negra.
La
idea de un poema central que agrupara las incidencias históricas, las
condiciones geográficas, la vida y las luchas de nuestros pueblos, se me
presentaba como una tarea urgente. La costa salvaje de Isla Negra, con el
tumultuoso movimiento oceánico, me permitía entregarme con pasión a la empresa
de mi nuevo canto.
Pero
la vida me sacó de inmediato de allí.
Las
noticias aterradoras de la emigración española llegaban a Chile. Más de
quinientos mil hombres y mujeres combatientes y civiles, había cruzado la frontera francesa y en Francia, el Gobierno de León
Blum, presionado por las fuerzas reaccionarias, los acumuló en campos de
concentración, los repartió en fortalezas y prisiones, los mantuvo acantonados
en las regiones africanas, junto al Sahara.
El
Gobierno de Chile había cambiado. Los mismos avatares de pueblo español habían
robustecido las fuerzas populares chilenas y
teníamos un gobierno progresista.
Casi
inválido, operado y enyesado en una
pierna, salí de mi retiro y me presenté al Presidente de la República. Don Pedro de Aguirre Cerda me recibió con cariño. “Si, tráigame
millares de españoles, tenemos trabajo para todos. Tráigame pescadores,
tráigame vascos, castellanos, entremeños”.
A los pocos días, aún enyesado, salí hacia Francia a buscar españoles
para Chile.
Tenía
un cargo concreto. Era Cónsul Encargado
de la Inmigración Española. Me
presenté luciendo mis títulos a la Embajada de Chile.
Gobierno y situación política habían cambiado en mi patria, pero la
Embajada en Paris no había cambiado.
La posibilidad de enviar españoles a Chile enfurecía a los engomados funcionarios. Me instalaron en un despacho cerca de
la cocina, me hostilizaban en todas las formas hasta negarme el papel de
escribir. Ya comenzaba a llegar a las
puertas de la Embajada la ola de
los indeseables: combatientes heridos, juristas y escritores, profesionales que
habían perdido sus clínicas, obreros de todas las especialidades.
Como se abrían paso de todas maneras hasta mi despacho en demanda de pedir su asilo en Chile y
como mi oficina estaba en el 4º piso, idearon algo diabólico: suspendieron
el funcionamiento del ascensor. Muchos de los españoles eran heridos de guerra
y sobrevivientes del campo africano de concentración, y me desgarraba el
corazón verlos subir penosamente hasta mi 4º
piso, mientras los feroces
burócratas se solazaban con mis dificultades.
Cada hombre que llegaba de
la derrota y del cautiverio era una novela con capítulos, llantos, risas,
soledades, idilios. Algunas de estas historias
me sobrecogían.
Conocí a un General de Aviación, alto y ascético,
hombre de Academia Militar y de toda clase de títulos.
Allí andaba por las calles de Paris, sombra quijotesca de la tierra española,
anciano y vertical como un chopo de Castilla.
Cuando
el Ejército franquista dividió la
zona republicana en dos el General Herrera
debía patrullar en la oscuridad absoluta, inspeccionar las defensas, dar
órdenes a un lado y otro. Para esto, con
su avión enteramente a oscuras, en las noches más tenebrosas, sobrevolaba
el campo enemigo. De cuando en cuando un disparo franquista pasaba rozando su avión. Pero, en la
oscuridad, el General se aburría.
Entonces aprendió el método Braille. Cuando dominó la escritura de los ciegos
viajaba en sus peligrosas misiones leyendo con los dedos, mientras abajo ardía
el fuego y el dolor de la guerra civil. Me contó el General que había alcanzado a leerse el Conde de Montecristo y que
solamente en los Tres Mosqueteros
fue interrumpida su lectura nocturna por
la derrota y luego el exilio. Otra historia que recuerdo con gran emoción
es la del poeta andaluz Pedro Garfias. Este
fue a parar en el destierro al castillo de un Lord, en Escocia. El castillo estaba siempre solo y Garfias,
andaluz inquieto, iba cada día a la taberna del Condado y silenciosamente, pues no hablaba el inglés, sino apenas
un español gitano que yo mismo no lo entendía; bebía melancólicamente su
solitaria cerveza. Este hombre mudo llamó la atención del tabernero.
Una noche, cuando ya todos los parroquianos se habían marchado, el tabernero le rogó que se quedara y
continuaron bebiendo en silencio, junto al fuego de la chimenea que
chisporroteaba y hablaba por los dos.
Se hizo un rito esta invitación y cada
noche Garfias era acogido por este tabernero, solitario como él, sin mujer
y sin familia. Poco a poco las lenguas
se desataron. Garfias le contaba
toda la guerra de España, con interjecciones, con juramentos, con imprecaciones
muy andaluzas. El tabernero lo escuchaba en religioso silencio, sin entender
naturalmente una sola palabra.
A
su vez, él mismo comenzó a contar
sus desventuras, probablemente la historia de su mujer que lo abandonó,
probablemente las hazañas de sus hijos cuyos retratos en uniforme militar adornaban
la chimenea .Probablemente, porque
durante los largos meses que duraron estas extrañas conversaciones Garfias
tampoco entendió una sola palabra.
Sin
embargo, la amistad de los dos hombres solitarios que hablaban apasionadamente cada uno de sus cosas y en su idioma,
inaccesible para el otro, se fue acrecentando y el verse cada noche y hablar
hasta el amanecer se convirtió en una necesidad para ambos.
Cuando ya Garfias debió partir para
México se despidieron bebiendo y hablando, abrazándose y llorando. La emoción
que los unía tan profundamente era la separación de sus soledades.
- Pedro, le dije
muchas veces al poeta. ¿qué crees tú que te contaba?
- Nunca entendí una palabra, pero, cuando lo escuchaba, tuve siempre la
sensación de comprenderlo. Así, tal vez, yo fui también comprendido por el
solitario tabernero de Escocia.
La Guerra Mundial se venía encima. Las dificultades para embarcar a los
españoles aumentaban cada día. Desde Santiago mi propio Gobierno, presionado
por otras fuerzas, obstaculizaba también mi trabajo. Contra viento y marea
cumplí mi misión y pude, por fin, mandar a Chile algunos miles de hombres.
Los embarcamos un día en el vapor francés “Winipeg”. En el
mismo sitio de embarque se juntaron maridos y mujeres, padres e hijos que
habían sido separados por lago tiempo y que venían de uno y otro confín de
Europa o de África. A cada tren que
llegaba se precipitaba la multitud
de los que ya habían llegado y entre carreras,
lágrimas y gritos, reconocían a los seres amados que sacaban la cabeza en
racimos humanos por las ventanillas. Todos fueron entrando al barco. Eran
pescadores, campesinos, obreros, intelectuales, una muestra de la fuerza, del
heroísmo y del trabajo. Mi poesía en su lucha había logrado encontrarles
patria. Y me sentí orgulloso.
Estudo
comparativo
A primeira transcrição
se refere ao texto Las vidas del Poeta,
Memorias y recuerdos de Pablo Neruda, publicado pela revista O Cruzeiro Internacional em 1962,
reproduzido aqui e com a indicação em negrito do que foi mudado em Confieso que he vivido (Barcelona, Seix
Barral, 1974). A segunda transcrição é antecedida da menção da página em que
ocorreu a mudança em Confieso que he
vivido.
Mudança de título
Tempestad en España na revista
España en el corazón no libro (capítulo 5)
Pontuação
escribía en mi casa y mi poesía americana
Pág.164 escribía en mi casa. Mi
poesía americana
busqué un trabajo, y era duro encontrar
Pág.164 busqué un trabajo. Era duro
encontrar
Arrolladora fuerza vital.
Me narraba cuán
impresionante
Pág.164 arrolladora fuerza vital. Me
narraba cuán impresionante
Serás un alto empleado, pero debes decirme qué trabajos deseas ejecutar
para que decreten tu nombramiento.
Pág.165 Serás un alto empleado. Dime
qué trabajos deseas ejecutar para que decreten tu nombramiento
¿No podría el Vizconde encontrarme un rebaño de cabras por aquí cerca de
Madrid?
Pág.165 - No podría el vizconde encomendarme un rebaño de cabras por aquí
cerca de Madrid?
Bergamín, con el gran poeta Luis ce Cernuda
Pág.166 Bergamín; con el gran poeta
Luis Cernuda
a mi casa, y a tantos otros
Pág.165 a mi casa: y a tantos otros
¡ Aquél Madrid!
Pág.165 ¡Aquél Madrid!
España con sus poetas. Quevedo con sus aguas verdes y profundas, de espuma
negra: Calderón, con sus sílabas que cantan, lo cristalinos Argensolas:
Góngora, río de rubíes.
Pág.166 España son sus poetas,
Quevedo con sus aguas verdes y profundas, de espuma negra; Calderón, con sus
sílabas que cantan; los cristalinos Argensolas; Góngora, río de rubíes
falso solitario; zahiriendo desde su escondite
Pág.167 falso solitario, zahiriendo
desde su escondite
revista de poesía con la representación de lo mejor de España. Hay una sola
persona que puede dirigirla, me dijo, y esa persona eres tú.
Pág.168 revista de poesía, con la
representación de lo más alto y lo mejor
de España.
- Hay una sola persona
que puede dirigirla – me dijo -. Y esa persona eres tú.
popular, producto
arábigo-andaluz
Pág.170 popular: un producto arágibo-andaluz [sic]
Yo sí la conocí.
¡Un millón de
españoles muertos! ¡Un millón de exilados!
Pág.170 Yo sí la conocí. Un millón de españoles
muertos! Un millón de exilados!
¡Pero qué poeta!
Pág.170 Qué
poeta!
Faltó Federico a la
cita.
Ya iba camino de su
muerte. Ya nunca más nos vimos.
Pág.170 Federico faltó a la cita. Ya iba camino de su
muerte. Ya nunca más nos vimos.
¡ay de mí
Pág.170 ay de mí!
más penetrante y
Federico se sintió de ponto agobiado
Pág.172 más penetrante. Federico se sintió de pronto
agobiado
Me parece que él tuvo
un preconocimiento de su muerte
Una vez que volvía de una jira
teatral
Pág.172 Federico tuvo un preconocimiento de su
muerte.Una vez que volvia de una jira teatral
un campo de
gladiadores y es una tierra con mucha sangre
Pág.173 un campo de gladiadores: una tierra com mucha
sangre
La inquisición
encierra a Fray Luis de León. Quevedo padece en su calabozo. Colón pasea con
grillos en los pies, y el gran espectáculo fue
Pág.173 La Inquisición encierra a Fray Luis de
León; Quevedo padece en su calabozo;
Colón pasea con grillos en los pies.Y el gran espectáculo fue
Me parece que él tuvo
un preconocimiento de su muerte.
Una vez que volvía de
una jira teatral
Pág.173 Federico tuvo un preconocimiento de su
muerte. Una vez que volvía de una jira teatral
Creo que pocos libros
en la historia extraña de tantos libros hayan tenido tan curiosa gestación y
destino.
Los soldados del
frente
Pág.174 Creo que pocos libros, en la historia extraña
de tantos libros, hayan tenido tan curiosa gestación y destino. Los soldados
del frente
Las bombas que caían y en medio de la batalla
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Las bombas que caían, en medio de la batalla
el papel quedó muy hermoso y los pocos
ejemplares que
Pág.174 el papel quedó muy hermoso.
Los pocos ejemplares que´
lo detuvieron y encarcelaron.
Pag.175 lo detuvieron, lo
encarcelaron.
¿Puede la poesía servir a nuestros
semejantes? ¿Puede acompañar las luchas de los hombres?
Pág.196
Puede la poesía servir a nuestros semejantes? Puede acompanãr las luchas
de los hombre?
¿Cómo comprarla?
Pág.197
Cómo comprarla?
la frontera francesa y en Francia
Pág.197
la frontera francesa. Y en Francia
me recibió con cariño. “Si, tráigame millares
de españoles, tenemos trabajo para todos. Tráigame pescadores, tráigame vascos,
castellanos, extremeños”.
Pág.197
me recibió con afecto.
-
Sí, tráigame millares de españoles. Tenemos trabajo para todos. Tráigame
pescadores; tráigame vascos, castellanos, extremeños.
Era Cónsul Encargado de la Inmigración
Española. Me presenté luciendo mis títulos
Pág. 198
Era cónsul encargado de la inmigración española; así decía el nombramiento. Me
presenté luciendo mis títulos
Se hizo un rito esta invitación y cada noche
Garfias
Pág.203 Se hizo un rito esta invitación. Cada
noche Garfias
- Pedro, le dije muchas veces al poeta. ¿qué crees tú que te contaba?
Pág.204
-Pedro – le dije muchas veces al poeta – que crees tú que te contaba?
La multitud de los que habían llegado y entre carreras
Pág.206 la multitud de los que
esperaban. Entre
carreras
Eliminação de maiúscula
Vizconde
Pág.164 Vizconde
Cervecería
Pág.165 cervecería
Barrio
Pág.165 barrio
Barrios Bajos
Pág.165 barrios bajos
Guarnición
Pág.168 guarnición
Guardia Mora
Pág.170
guardia mora
Embajador
Pág.170
embajador
Circo
Pág.170
circo
Plaza de toros
Pág.173
plaza de toros
Osario en el Escorial
Pág.173
osario en El Escorial
Biblioteca
Pág.174 biblioteca
Éxodo de los Españoles
Pág. 174
éxodo de los españoles
Ejército
Pág.174 ejército
Embajada
Pág.175 embajada
Embajador
Pág. 175 embajador
República Española
Pág.175 república española
Gobierno
Pág.175
gobierno
Presidente de la República
Pág.197 presidente de la república
Cónsul Encargado de la Inmigración Española
Pág.198
cónsul encargado de la inmigración española
Embajada
Págh.198
embajada
Puertas de la Embajada
Pág. 198
puertas del edificio de la embajada
Embajada de Chile
Pág.198
embajada de Chile
General de Aviación
Pág.203 general de aviación
Academia Militar
Pág.203 academia militar
Ejército
Pág.203 ejército
General
Pág.203 general
Lord
Pág.203 lord
Condado
Pág.203 condado
Palavras
estrangeiras
“catch-as-catch-can”
Pág. 170 catch-as-can
“Winipeg”
Pág.
206 “ Winipeg”
Mudança
de carácteres gráficos
“Caballo Verde”
Pág.164 Caballo
Verde
“El sol”
Pág.168
El Sol
“España en el corazón”
Pág.174
España en el corazón
“20 Poemas de Amor”
Pág.196
Poemas de Amor
“Residencia en la tierra”
Pág.196
Residencia em la tierra
En el 4º
piso
Pág.198 en el cuarto piso
Tres Mosqueteros
Pág.203 Tres
Mosqueteros
Conde
de Montecristo
Pág.203
Conde
de Montecristo
Acréscimo
de palavras
Uno de ellos es el joven poeta Miguel
Hernández
Pág.164
Uno de los amigos de Federico y Rafael era el joven poeta
Miguel Hernández
Que se saca entre las raíces
Pág.164
que se saca de entre las raíces
no existe este gran cantor
Pág.164
no existe ese pájaro, ese sublime cantor
así como Guillén y Salinas
Pág.167 así como Jorge Guillén y
Pedro Salinas
eran perseguidos tenazmente por el demonio barbudo que
cada día lanzaba su saeta contra este o aquel
Pág.167 eran
perseguidos tenazmente por Juan Ramón, un demonio barbudo que cada día lanzaba
su saeta contra este o aquel
que recorría e irradiaba como un planeta
Pág.170 que recorría en su seno e
irradiaba como un planeta
popular, producto arábigo-andaluz
Pág.170 popular: un producto
arágibo-andaluz (sic)
viendo al Troglodita Enmascarado
Pág.170 viendo las truculencias del
Troglodita Enmascarado
repite con farándula el antiguo
Pág.173 repite engalanada de
farándula el antiguo
la total inexperiencia, el papel quedó muy hermoso
pág.174 la total inexperiencia de
los fabricantes, el papel quedó muy hermoso.
hombres repletaran las carreteras que salían de España.
Pág.174 hombres fugitivos repletaron las carreteras que
salían de España.
Supe que habían preferido acarrear sacos con os ejemplares
Pág.175 Supe que muchos habían
preferido acarrear sacos con los ejemplares
Lo detuvieron y encarcelaran
Pág.175 lo detuvieron, lo
encarcelaron
Le negó el asilo
Pág.175 le negó el asilo al gran
poeta
La inmensa columna que marchaba al destierro
Pág.175 La inmensa columna que
caminaba rumbo al destierro
A los pocos días
Pág.197 Y a los pocos días
Y teníamos un gobierno progresista
Pág.197 y ahora teníamos un gobierno
progresista
operado y enyesado
Pág.197 recién operado, enyesado
Embajada de Chile
Pág.198 embajada de Chile en Paris
puertas de la Embajada
Pág.198 puertas del edificio de la
embajada
Inmigración Española. Me presenté
Pág.198 inmigración española: así
decía el nombramiento. Me presenté
su lectura nocturno por la derrota
Pág.203 su lectura nocturna de ciego
por la derrota
Probablemente
Pág.204 Digo probablemente
Nunca entendí una palabra, pero
Pág.204 Nunca entendí una palabra, Pablo, pero
La sensación de comprenderlo
Pág.204 la sensación, la certeza de
comprenderlo
Substituição
de palabra
No existe este gran cantor
Pág.164 no existe ese pájaro, ese sublime cantor
Un aura de tierra junto a él
Pág.164 un aura de tierra en torno a
él
un rumor secreto
Pág.164 el rumor secreto
Y me mandó a decir que sí
Pág.164 y me respondió que sí
llegaba con alpargatas
Pág.164 llegaba de alpargatas
¿No podía el Vizconde encontrarme un rebaño
de cabras por aquí cerca de Madrid?
Pág.165 - No podría el vizconde
encomendarme un rebaño de cabras por aquí cerca de Madrid?
Los únicos ríos de España son sus poetas
Pág. 166 Los verdaderos ríos de
España son sus poetas
Eran perseguidos tenazmente por el demonio
barbudo que cada día lanzaba su saeta
Pág.167
eran perseguidos tenazmente por Juan Ramón, un demonio barbudo que cada
día
es para mí el más grande de los escritores
Pág.167 es para mí uno de los más
grandes de los escritores
se quedaron allí con su belleza, sin gestación y destino.
Pág.169 se pasmaron ahí con su
belleza, sin gestación y destino.
Justo cuando escribo estas líneas
Pág.169 Justamente cuando escribo
estas líneas
España oficial celebra veinticinco años de insurrección cumplida
Pág.169
España oficial celebras muchos – tantos! – años de insurrección cumplida
Al de Inglaterra y a otros
Pág.170 al de Inglaterra y a varios
más
Esta espina sangrante
Pág.170 esa espina sangrante
Todo empezó para mí una noche,
Pág.170
Todo empezó para mí la noche
al Estrangulador Absinio, al Orangután
Sinistro
Pág.170
del Estangulador Absinio, del Orangután Sinistro
Así, pues, esta guerra de España
Pág.170
Y de ese modo la guerra de España
El corazón alado con la cascada cristalina
Pág.170
el corazón alado y la cascada cristalina
Federico García Lorca era la gracia
derrochadora
Pág.170 Federico García Lorca era el duende
derrochador
Miedoso y supersticioso
Págf.170
espantadizo y supersticioso
Me parece que él tuvo un preconocimiento de
su muerte
Pág.172 Federico tuvo un preconocimiento de su muerte
La Inquisición encierra a Fray Luis de León
Pág.173
La Inquisición encarcela a Fray Luis de León
Colón pasea con grillos en los pies
Pág.173 Colón camina con grillos en los pies
sobre él
Pág.173 sobre el cordero
y allí comenzaron a fabricarlo
Pág.174
y allí decidieron fabricarlo
hasta la camisa ensangrentada de un soldado
moro
Pág.174 hasta la túnica ensangrentada de un soldado moro
de esos extraordinarios materiales
Pág.174
de los insólitos materiales
y por aquel papel de misteriosa hechura
Pág.174 y por los pliegos de misteriosa manufactura
encuadernado este libro
Pág.174
encuadernado mi libro
más doloroso de la historia
Pág.174 más doloroso en la historia
lo detuvieron y encarcelaran.
Pág.175
lo detuvieron, lo encarcelaron
En la frontera de Francia
Pág.175 Más allá de la Frontera de Francia
La inmensa columna que marchaba al destierro
Pág. 175
La inmensa columna que caminaba rumbo al destierro
Fue bombardeada muchas veces
Pág. 175 fue bombardeada cientos veces
se desgranaron los libros en la carretera
Pág. 175 se desparramaron los libros en la carretera
en un montón fueron inmolados
Pág.175 en una hoguera fueron inmolados
Mi Consulado se había terminado
Pág.175 Mi función consular había terminado
de estos hombres
Pág.175
de esos hombres
se había transformado mucho
Pág.174
se había transformado en verbo militante
me recibió con cariño
Pág.197
me recibió con afecto
salí hacia Francia
Pág.197
salí para Francia
Gobierno y situación política habían cambiado
en mi patria
Pág.198
Gobierno y situación política no eran los mismos en mi patria
engomados funcionarios
Pág.198
engomados diplomáticos
Como se habrían paso de todas maneras hasta
mi despacho en demanda de pedir su asilo en Chile y como mi oficina estaba en
el 4º piso
Pág.198
Como se abrían paso contra viento y marea hasta mi despacho, y como mi
oficina estaba en el cuarto piso
feroces burócratas
Pág.198 feroces funcionarios
pasaba rozando su avión
pág.203 pasaba rozando su aparato
y que solamente en los Tres Mosqueteros
Pág.203 y que al iniciar los Tres Mosqueteros
Este hombre mudo llamó la atención
Pág.203
Este parroquiano mudo llamó la atención
todos los parroquianos
Pág.203
todos los bebedores
por este tabernero
Pág.203 por el tabernero
las lenguas se desataron
Pág.203
sus lenguas se desataron
el mismo comenzó
Pág.203
el escocés comenzó
de sus cosas
Pág.204
de sus asuntos
A cada tren que llegaba se precipitaba la
multitud de los que ya habían llegado
Pág. 206
A cada tren que llegaba se precipitaba la multitud de los que esperaban.
Los embarcamos un día
Pág.206
Los embarcamos finalmente
Eliminação de palabras
cabras dormidas en la siesta ardiente
Pág.164 cabras dormidas
en donde era en aquellos años un pastor de
cabras
Pág.164 En donde había sido pastor de cabras
para extenderle el codiciado nombramiento
Pág.165 para extenderle el nombramiento
Miguel se tornó muy pensativo
Pág.165
Miguel se quedó pensativo
y los textos que a mi pedido y en su homenaje
Pág.168
y los textos que en su homenaje
que se iba a publicar
Pág.168 que iba a publicar
Sin embargo, los años pasan. Y los muchachos
que ahora desfilan
Pág.170
Sin embargo los muchachos que ahora desfilen
Todo empezó para mí una noche, justo la del
19 de julio de 1936
Pág. 170
Todo empezó para mí la noche del 19 de julio de 1936
¡Pero qué Poeta!
Pág. 170 Qué poeta!
Me parece que él tuvo un preconocimiento de
su muerte.
Pág.172
Federico tuvo un preconocimiento de su muerte
Al divisar el corderito, los cerdos se
echaron sobre él
Pág. 173 Los cerdos se echaron sobre el cordero
Extraña mezcla la que se elaboró ahí entre
las bombas que caían
Pág.174 Extraña mezcla la que se elaboró entré las
bombas que caían
Murió [Miguel
Hernández] de tuberculosis en su calabozo, siete años después .
Pág.175 Murió [Miguesl Hernández] en su calabozo
Ejemplares impresos antes que llevar sus
propios alimentos y ropas
Pág.175 ejemplares impresos antes que sus propios
alimentos y ropas
Allí cayeron muchos soldados
Pág.175
Cayeron muchos soldados
Que llegaban al largo exilio.
Pág.175 que llegaban al exilio
Encontré
una casa de piedra en construcción, en un sitio frente al océano
Pág.197
Encontré una casa de piedra frente al océano,
Para esto, con su avión enteramente a oscuras
Pág.203
Con su avión enteramente a oscuras
Este fue a parar en el destiero
Pág.203
Fue a parar en el destierro
Cuando ya Garfias debió partir
Pág.204 Cuando Garfias debió partir
Los embarcamos un día en el vapor “Winipeg”
Pág.206 Los embarcamos finalmente en el “Winipeg”
Acréscimo de frase
Uno de ellos es el joven poeta Miguel
Hernández
Pág.164
Uno de los amigos de Federico y Rafael era el joven poeta Miguel
Hernández
Enyesado en una pierna, salí de mi retiro
Pág.197
enyesado en una pierna – tal eran mis condiciones físicas en aquel
momento – salí de mi retiro
Era Cónsul encargado de la Inmigración
Española. Me presenté luciendo mis títulos
Pág.198
Era cónsul encargado de la inmigración española; así decía el
nombramiento. Me presenté luciendo mis títulos
Acréscimo de parágrafo
Salieron a la calle cinco números de mi
“Caballo Verde”, revista primorosa que Manolito imprimía con verdadero amor.
Pág.168-9
De mi Caballo Verde salieron
a la calle cinco números primorosos, de
indudable belleza. Me gustaba ver a Manolito, siempre lleno de risa y sonrisa,
levantar los tipos colocarlos en las cajas y luego accionar con el pie la
pequeña prensa tarjetera.
Eliminação de frase
A José Caballero, que es ahora el maestro de la Duquesa
de Alba, deslumbrante de talento y gracia
Pág.166 a José
Caballero, pintor de deslumbrante talento
y gracia
es el joven poeta
Miguel Hernández. Ahora empieza a ser universalmente conocido
Pág. 164 era el
joven poeta Migueol Hernández. […]
En donde era en aquellos años un pastor de
cabras
Pág.164 en donde había sido pastor de cabras
Parecían imborrables. Parecería que jamás se
borraría
Pág.170
Parecería que jamás se borraría
Tiene reservado al viajero, tratándole como a
un intruso
Pág.172
tiene reservado al viajero, al intruso
Maneul Altolaguirre – que sólo hace dos años
ha muerto – seguía con sus imprentas
Pág.174
Manuel Altolaguirre seguía con sus imprentas
Como se abrían paso de todas maneras hasta mi despacho en demanda de pedir
su asilo en Chile y como mi oficina
estaba
Pág.198 Como se abrían paso contra
viento y marea hasta mi despacho, y como mi oficina estaba
Eliminação de parágrafo
Como en mi país no existe ese gran cantor y
quería darme la máxima impresión de su poderío, el loco Miguel se encaramaba a
un árbol de la calle y en unos segundos, desde las más altas ramas, silbaba o
trinaba como sus amados pájaros natales. Era asombroso ver a este muchacho allá
en lo alto silbando hasta desgañitarse para que yo supiera cómo era el canto de
los ruiseñores.
Pág.164
Como en mi país no existe ese gran cantor y quería darme la máxima
impresión de su poderío, el loco Miguel se encaramaba a un árbol de la calle y
en unos segundos, desde las más altas ramas, silbaba o trinaba como sus amados
pájaros natales.[…]
Toda esa época de antes de la guerra tiene
para mí un recuerdo como de racimo cuya dulzura ya se va a desprender, tiene
una luz como la del rayo vede cuando el sol cae en el horizonte marino y se
despide con un destello inolvidable
Góngora, río de rubíes;
En
aquel Madrid que me acogió como hijo y hermano las ilustre figuras me
conocieron. Siento no haberlos frecuentado más porque nunca creí que Madrid
fuera perecedero, que tenía un día marcado para que yo lo dejara y no pudiera
volver.
Pág.166
Góngora, río de rubíes. […]
,
huellas digitales que nadie puede borrar.
Cuando en nuestra América provinciana se barajan nombres para el Premio Nobel,
yo protesto porque no se piensa en este gran escritor desterrado y casi
olvidado en el desierto de Buenos Aires
Pág.167
huellas digitales que nadie puede borrar […]
No
puedo dejar de pensar, cuando vuelven mis recuerdos a la guerra de España, en
la muerte de os que conocí y ame. Toda la importancia política de aquella
guerra, toda su violencia y su consecuencia, se resume para mí en algunos
nombres: los nombres del dolor
Pág.173
su increíble tragedia […]
incontables y oscuras prisiones
Pero
ningún osario ha tenido bóvedas tan
grandes, sombras tan poderosas que pudieran cubrir la luz de Federico, ni
borrar la sangre de su muerte.
Pág.173
incontables y oscuros recuerdos […]
y se desgranaron los libros en la carretera.
Otros extenuados metieron debajo de una piedra o detrás de un arbusto los
peligrosos ramos de mi poesía.
Pág.175
se desparramaron los libros en la carretera […]
Así, tal vez, yo fui también comprendido por
el solitario tabernero de Escocia.
La
Guerra Mundial se venía encima. Las dificultades para embarcar a los españoles
aumentaban cada día. Desde Santiago mi propio Gobierno, presionado por otras
fuerzas obstaculizaba también mi trabajo. Contra viento y marea cumplí mi
misión y pude, por fin, mandar a Chile algunos miles de hombre
Los
embarcamos
Pág.206
[…] Los embarcamos […]
Y lo que sabe y ha escrito sobre España no lo ha dicho
nadie sino él. Este escritor de prosa ha sido el mayor poeta de nuestro idioma,
el acumulador de un universo secreto.
Pág.167 Y lo que
sabe y ha escrito sobre España no lo ha dicho nadie sino él. Ha sido el
acumulador de un universo secreto
No respondí – ni respondo – las agresiones literarias.
Este ha sido mi procedimiento, mi
manera de polemizar sobre mi persona, antes y ahora. Las rencillas literarias,
toda esa guerrilla de baja ley que se alimenta con tantos resentimientos, ha
sido pagada por mí con un extravagante silencio que mantengo y que tiene
eficacia mortífera.
Pág.168 No
respondí – ni respondo – las agresiones
literarias.[…]
Mudanças
sintáticas
aprensado por ella
Pág.167 aprensado por ellas
Faltó Federico a la cita.
Pág. 170 Fedrico faltó a la cita
Nunca he visto reunida como en él la gracia y el genio
Pág. 170 Nunca he visto reunidos como en él la gracia y
el genio
Manuel Altolaguirre entre ellos
Pág.174 entre
ellos Manuel Altolaguirre
que había prestado asilo a la enorme cantidad de cuatro
mil franquistas durante la guerra
Pág.175 que,
durante la guerra, había prestado asilo a la enorme cantidad de cuatro mil
franquistas
Mudança de
tempo verbal
es el joven poeta Miguel Hernández
Pág.164 era el joven poeta Miguel Hernández
En donde era en aquellos años un pastor de cabras
Pág.164 en donde había sido pastor de cabras
Serás un alto empleado, pero debes decirme qué trabajos
deseas ejecutar para que decreten tu nombramiento.
Pág.165 Serás un alto empleado. Dime que trabajos deseas
ejecutar para que decreten tu nombramiento,
La guerra civil ya terminaba.
Pág. 174 La guerra
comenzaba a perderse
Reescrita
Y quería darme la máxima impresión de su poderío, el loco
de Miguel se encaramaba a un árbol de la calle y en unos segundos, desde las
más altas ramas, silbaba o trinaba como sus amados pájaros natales. Era
sombroso ver a este muchacho allá en lo alto silbando hasta desgañitarse para
que yo supiera
Cómo era el canto de los ruiseñores.
Pág.164 el loco de
Miguel quería darme la más viva expresión de su poderío. Se encaramaba a un árbol
de la calle y, desde las más altas ramas, silbaba o trinaba como sus
amados pájaros natales.
Nunca puede olvidar un poeta que viene de América la voz
estentórea de Ramón,
Pág.167 Nunca
puedo olvidar la voz estentórea de Ramón,
Y su genio sólo comparable y parecido a la abigarrada
grandeza de Quevedo y Picasso
Pág.167 y su genio
tiene de la abigarrada grandeza de Quevedo y Picasso.
El sexto número debía aparecer el 19 de julio de 1936,
pero aquel día se llenó de pólvora la
calle. Y allí en la calle Viriato quedó hasta ahora el último número de
“Caballo Verde” sin compaginarse ni coser.
Pág.169 El sexto
número de Caballo Verde se quedó en
la calle Viriato sin compaginar ni coser.
Salieron a la calle cinco números de “Mi caballo Verde”,
revista primorosa que Manolito imprimía con verdadero amor.
Pág.168-9 De mi Caballo Verde salieron a la calle cinco
números primorosos, de indudble belleza. Me gustaba ver a Manolita, siempre
lleno de risa y de sonrisa, levantar los tipos, colocarlos en las cajas y luego
accionar con el pie la pequeña tarjetera.
Estas tropas las supongo compuestas de muchachos que no
conocieron esa guerra.
Yo sí la
conocí.
Pág.170 Unas
tropas compuestas, en su mayoría, de muchachos que no conocieron aquella guerra.
Yo sí la
conocí.
Los muchachos que ahora desfilan frente a la Guardia Mora ignoran tal vez o conocen sólo su lado blanco o negro.
Yo conocí todos los lados de esta historia
tremenda.
Pág. 170 Sin
embargo, los muchachos que ahora desfilan frente a la guardia mora, ignoran tal
vez la verdad de esa historia tremenda.
Este espectáculo me merecía serias reservas, pero el
chileno me convenció de que fuéramos al circo García Lorca y yo aquella noche del 19 de julio y
verificáramos su seriedad.
Pág. 170 Le
manifesté mis reservas sobre la seriedad
de ese “deporte”, y él me convenció de que fuera al circo, junto con
García Lorca na verificar la autenticidad del espectáculo.
No hay duda que me tocó presenciar la incidencia más
dolorosa de una larga lucha.
Pág.173 La incidencia de aquel crimen fue para mí la más
dolorosa de una larga lucha.
Y ahora el Monumento a los Muertos, con una cruz sobre un
millón de caídos y sobre incontables y oscuras prisiones.
Pág.173 como ahora
lo es el Monumento a los Caídos, con una cruz sobre un millón de muertos y
sobre incontables y oscuros recuerdos.
La guerra civil ya terminaba.
Pág.174 La guerra
comenzaba a perderse.
Que habían desafiado la muerte trabajando en mi poesía
Pág.175 que habían
trabajado mi poesía en un desafío a la muerte
En la frontera de Francia las tropas francesas trataron
brutalmente a los hombres que llegaban al largo exilio.
Pág.175 Más allá
de la frontera trataron brutalmente a los españoles que llegaban al exilio.
Así, tal vez, yo fui también comprendido por el solitario
tabernero de Escocia.
Pág.204 Y cuando
yo hablaba, estaba seguro de que él también me comprendía a mí.
Desacertos
Murió [Miguel
Hernández] de tuberculosis en su calabozo, siete años después .
Pág.175 Murió
[Miguesl Hernández] en su calabozo, tres años más tarde.
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