Divisão dos Arquivos

O Blog Pablo Neruda Brasil está apresentado em quatro seções obedecendo à data de publicação da matéria:

Arquivo Cecilia Zokner

Os breves textos sobre a poesia de Pablo Neruda foram publicados sob a rubrica Literatura do Continente no jornal O Estado do Paraná, Curitiba e fazem parte, juntamente com outros textos versando sobre Literatura Latino-americana, do Blog http:\\www.literaturadocontinente.blogspot.com.br. Os demais, em outras publicações.

Arquivo Adriana

Chilena de Concepción, amiga desde 1964, quando convivemos em Bordeaux, ao longo dos anos me enviou livros e recortes de jornal sobre Pablo Neruda. Talvez tais recortes sejam hoje, apenas curiosos. Talvez esclareçam algo sobre o Poeta ou abram caminhos para estudos sobre a sua obra o que poderá, eventualmente, se constituir uma razão para divulgá-los.

Arquivo Delson Biondo

Doutor em Literatura na Universidade Federal do Paraná. No ano do centenário de nascimento de Pablo Neruda, convidei Delson Biondo, meu ex-aluno do curso de Letras para trabalharmos sobre “Las vidas del Poeta, as memórias de Pablo Neruda”, constituídas de dez capítulos, publicados, em espanhol, na revista O Cruzeiro Internacional, no ano de 1962. Iniciamos o nosso trabalho com a sua tradução, visando divulgar, no Brasil, esse texto do Poeta que somente anos mais tarde iria fazer parte de seu livro de memórias Confieso que he vivido. Todavia, várias razões impediram que a tradução fosse publicada no Brasil, mas continuamos a trabalhar sobre “Las vidas de Poeta” no que se referia aos aspectos formais comparativamente a esses mesmos textos que passaram a fazer parte de Confieso que he vivido. Além desse estudo comparativo, pretendíamos nos aproximar, minuciosamente de cada um dos capítulos de “Las vidas del Poeta”. A comparação foi realizada e o estudo do primeiro capítulo concluído. Estávamos já, terminando a redação do estudo do segundo capítulo quando Delson Biondo veio a falecer em maio de 2014. Assim, as notas comparativas dos textos nerudianos e o estudo do segundo capítulo de “Las vidas del Poeta” não foram concluídos. Penso que a eles nada devo acrescentar.

Arquivo Aberto

Arquivo Aberto à recepção de trabalhos escritos em português ou espanhol que tratem da obra de Pablo Neruda, obedeçam às normas da ABNT e sejam acompanhados de um breve curriculum do autor. Os trabalhos poderão ser enviados para publicação neste Blog pelo e-mail pablonerudabrasil@gmail.com.

7 de junho de 2016

Las vidas del poeta, memorias y recuerdos de Pablo Neruda Tempestad en España Capítulo séptimo

Arquivo Delson

         Justo cuando escribo estas líneas, la España oficial celebra veinticinco años de insurrección cumplida. En este momento en Madrid, el Caudillo, vestido de oro y azul, rodeado por la Guardia Mora, junto al Embajador norteamericano, al de Inglaterra y a otros, pasa revista a las tropas. Estas tropas las supongo compuestas de muchachos que no conocieron esa guerra.
Yo sí la conocí.
¡Un millón de españoles muertos! ¡Un millón de exilados! Parecerían imborrables. Parecerá que jamás se borraría de la conciencia humana esta espina sangrante. Sin embargo, los años pasan. Y los muchachos que ahora desfilan frente a la Guardia Mora ignoran tal vez la historia o conocen sólo su lado blanco o negro.
Yo conocí todos los lados de esta historia tremenda.
          Todo empezó para mí una noche, justo la del 19 de julio de 1936. Un chileno simpático y aventurero, llamado Bobby Deglané, era empresario de un espectáculo de “catch-as-catch-can” en el gran Circo Price de Madrid. Este espectáculo me merecía serias reservas, pero el chileno me convenció de que fuéramos al circo García Lorca y yo aquella noche del 19 de julio y verificáramos su seriedad. Convencí a Federico y quedamos de encontrarnos allí a una hora convenida. Pasaríamos el rato viendo el Troglodita Enmascarado, al Estrangulador Abisinio, al Orangután Siniestro.
            Faltó Federico a la cita.
            Ya iba camino de su muerte. Ya nunca más nos vimos. Su cita era con otros estranguladores.
            Así, pues, esta guerra de España, que cambió mi poesía, comenzó para mí con la desaparición de un poeta.
            ¡Pero qué poeta!  Nunca he visto reunida como en él la gracia y el genio, el corazón alado con la cascada cristalina. Federico García Lorca era la gracia derrochadora, la alegría centrífuga que recogía e irradiaba como un planeta la felicidad de vivir. Ingenuo y comediante, cósmico y provinciano, músico singular, espléndido mimo, miedoso y supersticioso, radiante y gentil, era una especie de resumen de las edades de España, del florecimiento popular, producto arábigo-andaluz que iluminaba y perfumaba como un jazminero toda la escena de aquella España, ¡ay de mí!, desaparecida.
            No hay duda que me tocó presenciar la incidencia más dolorosa de una larga lucha. Siempre fue España un campo de gladiadores y es una tierra con mucha sangre. La Plaza de Toros, con su sacrificio y su elegancia cruel, repite con  farándula  el antiguo combate mortal entre le luz y la sombra.              
            La inquisición encierra a Fray Luis de León, Quevedo padece en su calabozo, Collón pasea con grillos en los pies, y el gran espectáculo fueron el Osario en el Escorial y ahora el Monumento a los Muertos, con una cruz sobre un millón de caídos y sobre incontables y oscuras prisiones.
            Pero ningún Osario ha tenido bóvedas tan grandes, sombras tan poderosas que pudieron cubrir la luz de Federico, ni borrar la sangre de su muerte.
            Me parece que él tuvo un preconocimiento de su muerte.
            Una vez que volvía de una jira teatral me llamó para contarme un suceso muy extraño. Con los artistas de “La Barraca” había llegado a un lejanísimo pueblo de Castilla y acamparon en los aledaños. Fatigado por las preocupaciones del viaje Federico no dormía. Al amanecer se levantó y salió a vagar sólo por los alrededores. Hacía frío, ese frío de cuchillo que Castilla tiene reservado al viajero tratándolo como a un intruso. La niebla se desprendía en masas blancas y todo lo convertía a su dimensión fantasmagórica.
            Una gran verja de fierro oxidado. Estatuas y columnas rotas, caídas entre la hojarasca. En la puerta de un viejo dominio se detuvo. Era la entrada al extenso parque de una finca feudal. El abandono, la hora y el frío hacían la soledad más penetrante y Federico se sintió de pronto, agobiado por lo que saldría de aquel amanecer, por algo confuso que allí tenía que suceder. Se sentó en un capitel caído.
            Un cordero pequeñito llegó a ramonear las yerbas entre las ruinas y su aparición era como un pequeño ángel de niebla que humaniza de pronto la soledad cayendo como un pétalo de ternura sobre la soledad del paraje. El poeta se sintió acompañado.
            De pronto, una piara de cerdos entró también al recinto. Eran cuatro o cinco bestias oscuras, cerdos negros semisalvajes con hambre cerril y pezuñas de piedra.
            Federico presenció entonces una escena de espanto. Al divisar el corderito, los cerdos se echaron sobre él y junto al horror del poeta los despedazaron y devoraron.
            Esta escena de sangre y soledad hizo que Federico ordenara a su teatro ambulante continuar inmediatamente el camino.
            Transido de horror todavía, tres meses antes de la guerra civil, Federico me contaba esta historia terrible.
            Yo vi después, con mayor y mayor claridad, que aquel suceso fue la representación anticipada de su muerte, la premonición de su increíble tragedia.
            No puede dejar de pensar, cuando vuelven mis recuerdos a la guerra de España, en la muerte de los que conocí y amé. Toda la importancia política de aquella guerra, toda su violencia y su consecuencia, se resume para mí en algunos nombres: los nombres del dolor.
            Uno de ellos es el joven poeta Miguel Hernández. Ahora empieza a ser universalmente conocido. Yo lo conocí cuando llegaba con alpargatas y pantalón campesino de pana desde sus tierras de Orihuela, en donde era en aquellos años un pastor de cabras. Yo publiqué sus versos en mi revista “Caballo Verde” y me entusiasmaba el destello y el brío de su abundante poesía.
            Miguel era tan campesino que llevaba un aura de tierra junto a él. Tenía una cara de terrón o de papa que se saca entre las raíces y que conserva frescura subterránea. Vivía y escribía en mi casa y mi poesía americana con otros horizontes y llanuras lo impresionó y lo fue cambiando.
            Me contaba cuentos terrestres de animales y de pájaros. Era ese escritor salido de la naturaleza como una piedra intacta, con virginidad selvática y arrolladora fuerza vital.
            E narraba cuán impresionante era poner los oídos sobre el vientre de las cabras dormidas en la siesta ardiente. Así se escuchaba el ruido de la leche que llegaba a las ubres, un rumor secreto que nadie ha podido escuchar sino aquel poeta de cabras.
            Otras veces me hablaba del canto de los ruiseñores. El Levante español de donde provenía estaba cargado de naranjos en flor y de ruiseñores. Como en mi país no existe este gran cantor y quería darme la máxima impresión de su poderío, el loco de Miguel se encaramaba a un árbol de la calle y en unos segundos, desde las más altas ramas, silbaba o trinaba como sus amados pájaros natales. Era asombroso ver a este muchacho allá en lo alto silbando hasta desgañitarse para que yo supiera cómo era el canto de los ruiseñores.
            Como no tenía de qué vivir le busqué un trabajo, y era duro encontrar trabajo para un poeta en España. Por fin un Vizconde, alto funcionario del Ministerio de Relaciones, se interesó por el caso y me mandó a decir que sí, que estaba de acuerdo, que había leído los versos de Miguel, que lo admiraba, y que este le indicara qué puesto deseaba para extenderle el codiciado nombramiento. Alborozado, dije al poeta:
- Miguel Hernández, al fin tienes un destino. El Vizconde te coloca. Serás un alto empleado, pero debes decirme qué trabajos deseas ejecutar para que decreten tu nombramiento.
Miguel se quedó muy pensativo. Su cara de grandes arrugas prematuras se cubrió con un velo de cavilaciones. Pasaron las horas y sólo por la tarde me contestó. Con ojos brillantes del que ha encontrado la solución de su vida, dijo:
- ¿No podría el Vizconde encontrarme un rebaño de cabras por aquí cerca de Madrid?
            Toda esa época de antes de la guerra tiene para mí un recuerdo como de racimo cuya dulzura ya se va a desprender, tiene una luz como la del rayo verde cuando el sol cae en el horizonte marino y se despide con un destello inolvidable.
            Con Federico y Alberti, que vivía cerca de mi casa en un ático sobre una arboleda, la arboleda perdida, con el escultor Alberto, de Toledo que por entonces ya era maestro de la escultura abstracta, con Altolaguirre y Bergamín, con el gran poeta Luis Cernuda, con Vicente Aleixandre, poeta de dimensión ilimitada, con el arquitecto Luis Lacasa, con todos ellos en un solo grupo, o en varios, nos reuníamos diariamente en casas y cafés.
            De la Castellana o de la Cervecería de Correos viajábamos hasta mi casa, la casa de las flores, en el Barrio de Argüelles Desde el segundo piso de uno de los grandes autobuses que mi compatriota, el gran Cotapos, llamaba “Bombardones”, descendíamos en grupos bulliciosos a comer, beber y cantar. Recuerdo entre los jóvenes compañeros de poesía y alegría a Arturo Serrano Plaja, poeta; a José Caballero, pintor, que es ahora el maestro de la Duquesa de Alba, deslumbrante de talento y gracias; a Antonio Aparicio, que llegó también de Andalucía directamente a mi casa, y a tantos otros que yo no están o ya no son, pero cuya fraternidad me falta vivamente como parte de mi cuerpo o sustancia de mi alma.
            ¡Aquél Madrid! Nos íbamos con Maruja Mallo, la pintora gallega, por los Barrios Bajos buscando las casas donde venden esparto y esteras, buscando las calles de los toneleros, de los cordeleros, de todas las materias secas de España, materias que trenzan y agarrotan su corazón. España es seca y pedregosa, y le pega el sol vertical sacando chispas de la llanura, construyendo castillos de luz con la polvareda. Los únicos ríos de España son sus poetas, Quevedo con sus aguas verdes y profundas, de espuma negra; Calderón, con sus sílabas que cantan, los cristalinos Argensolas; Góngora, río de rubíes.
            En aquel Madrid que me acogió como hijo y hermano las ilustres figuras me conocieron. Siento no haberlos frecuentado más porque nunca creí que Madrid fuera perecedero, que tenía un día marcado para que yo lo dejara y no pudiera volver.
            Ví a Valle Inclán una sola vez. Muy delgado, con su interminable barba blanca, me pareció que salía de entre las hojas de sus propios libros, aprensado por ellas, con un color de página amarilla.
            A Ramón Gómez de la Serna lo conocí en su Cripta de Pombo, y luego lo ví en su casa. Nunca puede olvidar un poeta que viene de la América la voz estentórea de Ramón, dirigiendo desde su sitio en el café la conversación y la risa, los pensamientos y el humo. Ramón Gómez de la Serna es para mí el más grande de los escritores de nuestra lengua, y su genio sólo comparable y parecido a la abigarrada grandeza de Quevedo y Picasso. Cualquier página de Ramón Gómez de la Serna escudriña como un hurón en lo físico y en lo metafísico, en la verdad y en el espectro, y lo que sabe y ha escrito sobre España no lo ha dicho nadie sino él. Este escritor de prosa ha sido el mayor poeta de nuestro idioma, el acumulador de un universo secreto. Ha cambiado la sintaxis del idioma con sus propias manos dejándolo impregnado con sus huellas digitales que nadie puede borrar. Cuando en nuestra América provinciana se barajan nombres para el Premio Nobel, yo protesto porque no se piensa en este gran escritor desterrado y casi olvidado en el desierto de Buenos Aires.
            A don Antonio Machado lo ví varias veces sentado en su café con su traje negro de notario, muy callado y discreto, dulce y severo como árbol viejo de España. Por cierto que el maldiciente Juan Ramón Jiménez, viejo niño diabólico de la poesía, decía de él, de don Antonio, que éste iba siempre lleno de cenizas y que en los bolsillos sólo guardaba colillas.

            Juan Ramón Jiménez, poeta de gran esplendor, fue encargado de hacerme conocer la legendaria envidia española. Este poeta que no necesitaba envidiar a nadie puesto que su obra es un gran esplendor que comienza con la oscuridad del siglo, vivía como un falso solitario; zahiriendo desde su escondite a cuanto creía que le daba sombra.
            Los jóvenes – García Lorca, Alberti, así como Guillén y Salinaseran perseguidos tenazmente por el demonio barbudo que cada día lanzaba su saeta contra éste o aquél. Contra mí escribía todas las semanas en unos acaracolados comentarios que publicaba domingo a domingo en el diario “El sol”. Pero yo opté por vivir y dejarlo vivir. Nunca contesté nada. No respondí – ni respondo – las agresiones literarias.
            Este ha sido mi procedimiento, mi manera de polemizar sobre mi persona, antes y ahora. Las rencillas literarias, toda esa guerrilla de baja ley se alimenta de tantos resentimientos, ha sido apagada por mí con un extravagante silencio que mantengo y que tiene una eficacia mortífera.
            El poeta Manuel Altolaguirre, que tenía una imprenta y vocación de imprentero, llegó un día por mi casa y me contó que se iba a publicar una hermosa revista de poesía con la representación de lo más alto y lo mejor de España. Hay una sola persona que puede dirigirla, me dijo, y esa persona eres tú. Salieron a la calle cinco números de mi “Caballo Verde”, revista primorosa que Manolito imprimía con verdadero amor. El sexto número debía aparecer el l8 de julio de 1936, pero aquel día se llenó de pólvora la calle. Un general desconocido llamado Francisco Franco se había rebelado contra la República en su Guarnición de África
Y allí en la calle Viriato quedó hasta ahora el último número de “Caballo Verde”, sin compaginar ni coser. Estaba dedicado a Julio Herrera y Reissig – segundo Lautreamont de Montevideo – y los textos que a mi pedido y en su homenaje escribieron los poetas españoles, se quedaron allí con su belleza sin gestación y destino.
Pasó el tiempo. La guerra civil ya terminaba. Los poetas acompañaron al pueblo español en su lucha. Federico ya había sido asesinado en Granada. Miguel Hernández, de pastor de cabras se había transformado mucho. Con uniforme de soldado recitaba sus versos en la primera línea de fuego. Manuel Altolaguirre – que sólo hace dos años ha muerto – seguía con sus imprentas. Instaló una en pleno frente del Este, cerca de Gerona, en un viejo monasterio. Allí se imprimió de manera singular mi libro “España en el corazón”.
Creo que pocos libros en la historia extraña de tantos libros hayan tenido tan curiosa gestación y destino.
            Los soldados del frente aprendieron a parar los tipos de imprenta. Pero entonces faltó el papel. Encontraron un viejo molino y allí comenzaron a fabricarlo. Extraña mezcla de que se elaboró ahí entre las bombas que caían y en medio de la batalla. De todo lo echaron al molino, desde una bandera del enemigo, hasta la camisa ensangrentada de un soldado moro. A pesar de esos extraordinarios materiales y de la total inexperiencia, el papel quedó muy hermoso y los pocos ejemplares de este libro que se conservan asombran por la tipografía y por aquel papel de misteriosa hechura. Años después ví un ejemplar de esta edición en Washington, en la Biblioteca del Congreso, colocado en una vidriera como uno de los libros más raros de nuestro tiempo.
            Apenas impreso y encuadernado este libro, se precipitó la derrota de la República. Cientos de miles de hombres repletaron las carreteras que salían de España. Era el Éxodo de los Españoles, el acontecimiento más doloroso de la historia de España.
            Entre esos hombres que marchaban al destierro iban los sobrevivientes del Ejército del Este, Manuel Altolaguirre entre ellos y los soldados que hicieron el papel e imprimieron “España en el corazón”. Mi libro era el orgullo de estos hombres que habían desafiado la muerte trabajando en mi poesía. Supe que habían preferido acarrear sacos con los ejemplares impresos antes que llevar sus propios alimentos y ropas. Con los sacos al hombro emprendieron la larga marcha hacia Francia.
            La inmensa columna que marchaba al destierro fue bombardeada muchas veces. Allí cayeron muchos soldados y se desgranaron los libros en la carretera. Otros, extenuados, metieron debajo de una piedra o detrás de un arbusto los peligrosos ramos de mi poesía.
            En la frontera de Francia las tropas francesas trataron brutalmente a los hombres que llegaban al largo exilio. Y allí, en un montón fueron inmolados los últimos ejemplares de aquel libro ardiente que nació y murió en plena batalla.
            Miguel Hernández buscó refugio en la Embajada de Chile, que había prestado asilo a la enorme cantidad de cuatro mil franquistas durante toda la guerra. El Embajador, en ese entonces era Carlos Mora Lynch, le negó el asilo aun cuando se decía su amigo. Pocos días después lo detuvieron y lo encarcelaron. Murió de tuberculosis en su calabozo, siete años después. El ruiseñor no soportó el cautiverio.
            Mi Consulado había terminado. Por mi participación en la defensa de la República Española, el Gobierno decidió alejarme de mi cargo.

            Regresé otra vez en tercera clase a mi país. Pensé entregarme a mi trabajo literario con más devoción y fuerza. El contacto de España me había fortificado y madurado. Las horas amargas de mi poesía debían terminar. El subjetivismo melancólico de mis “20 Poemas de Amor” o el patetismo doloroso de “Resistencia en la tierra” tocaban a su fin .Me pareció encontrar una veta enterrada, no bajo las rocas subterráneas, sino bajo las hojas de los libros.  ¿Puede la poesía servir a nuestros semejantes? ¿Puede acompañar la lucha de los hombres? Ya había caminado bastante por el terreno de lo irracional y de lo negativo. Debía detenerme y buscar el camino del humanismo, desterrado de la literatura contemporánea, pero enraizado profundamente a las aspiraciones del ser humano.
Comencé a trabajar en mi “Canto General”.
Para esto necesitaba un sitio de trabajo. Encontré una casa de piedra, en construcción, en un sitio frente al océano, en un lugar desconocido de todo el mundo, llamado Isla Negra. El propietario, un viejo socialista español, capitán de navío, don Eladio Sobrino, la estaba construyendo para su familia, pero quiso vendérmela. ¿Cómo comprarla? Ofrecí el proyecto de mi libro “Canto General”, pero fue rechazado por la Editorial Ercilla, que por entonces publicaba mis obras. Con ayuda de otros editores que pagaron directamente al propietario, pude por fin comprar en el ano de 1939 mi casa de trabajo en Isla Negra.
            La idea de un poema central que agrupara las incidencias históricas, las condiciones geográficas, la vida y las luchas de nuestros pueblos, se me presentaba como una tarea urgente. La costa salvaje de Isla Negra, con el tumultuoso movimiento oceánico, me permitía entregarme con pasión a la empresa de mi nuevo canto.
            Pero la vida me sacó de inmediato de allí.
            Las noticias aterradoras de la emigración española llegaban a Chile. Más de quinientos mil hombres y mujeres combatientes y civiles, había cruzado la frontera francesa y en Francia, el Gobierno de León Blum, presionado por las fuerzas reaccionarias, los acumuló en campos de concentración, los repartió en fortalezas y prisiones, los mantuvo acantonados en las regiones africanas, junto al Sahara.
            El Gobierno de Chile había cambiado. Los mismos avatares de pueblo español habían robustecido las fuerzas populares chilenas y teníamos un gobierno progresista.
            Casi inválido, operado y enyesado en una pierna, salí de mi retiro y me presenté al Presidente de la República. Don Pedro de Aguirre Cerda me recibió con cariño. “Si, tráigame millares de españoles, tenemos trabajo para todos. Tráigame pescadores, tráigame vascos, castellanos, entremeños”.  A los pocos días, aún enyesado, salí hacia Francia a buscar españoles para Chile.
            Tenía un cargo concreto. Era Cónsul Encargado de la Inmigración Española. Me presenté luciendo mis títulos a la Embajada de Chile.
            Gobierno y situación política habían cambiado en mi patria, pero la Embajada en Paris no había cambiado. La posibilidad de enviar españoles a Chile enfurecía a los engomados funcionarios. Me instalaron en un despacho cerca de la cocina, me hostilizaban en todas las formas hasta negarme el papel de escribir. Ya comenzaba a llegar a las puertas de la Embajada la ola de los indeseables: combatientes heridos, juristas y escritores, profesionales que habían perdido sus clínicas, obreros de todas las especialidades.
            Como se abrían paso de todas maneras hasta mi despacho en demanda de pedir su asilo en Chile y como mi oficina estaba en el 4º piso, idearon algo diabólico: suspendieron el funcionamiento del ascensor. Muchos de los españoles eran heridos de guerra y sobrevivientes del campo africano de concentración, y me desgarraba el corazón verlos subir penosamente hasta mi 4º piso, mientras los feroces burócratas se solazaban con mis dificultades.

            Cada hombre que llegaba de la derrota y del cautiverio era una novela con capítulos, llantos, risas, soledades, idilios.  Algunas de estas historias me sobrecogían.
            Conocí a un General de Aviación, alto y ascético, hombre de Academia Militar y de toda clase de títulos. Allí andaba por las calles de Paris, sombra quijotesca de la tierra española, anciano y vertical como un chopo de Castilla.
            Cuando el Ejército franquista dividió la zona republicana en dos el General Herrera debía patrullar en la oscuridad absoluta, inspeccionar las defensas, dar órdenes a un lado y otro. Para esto, con su avión enteramente a oscuras, en las noches más tenebrosas, sobrevolaba el campo enemigo. De cuando en cuando un disparo franquista pasaba rozando su avión. Pero, en la oscuridad, el General se aburría. Entonces aprendió el método Braille. Cuando dominó la escritura de los ciegos viajaba en sus peligrosas misiones leyendo con los dedos, mientras abajo ardía el fuego y el dolor de la guerra civil. Me contó el General que había alcanzado a leerse el Conde de Montecristo y que solamente en los Tres Mosqueteros fue interrumpida su lectura nocturna por la derrota y luego el exilio. Otra historia que recuerdo con gran emoción es la del poeta andaluz Pedro Garfias. Este fue a parar en el destierro al castillo de un Lord, en Escocia. El castillo estaba siempre solo y Garfias, andaluz inquieto, iba cada día a la taberna del Condado y silenciosamente, pues no hablaba el inglés, sino apenas un español gitano que yo mismo no lo entendía; bebía melancólicamente su solitaria cerveza. Este hombre mudo llamó la atención del tabernero. Una noche, cuando ya todos los parroquianos se habían marchado, el tabernero le rogó que se quedara y continuaron bebiendo en silencio, junto al fuego de la chimenea que chisporroteaba y hablaba por los dos.
            Se hizo un rito esta invitación y cada noche Garfias era acogido por este tabernero, solitario como él, sin mujer y sin familia. Poco a poco las lenguas se desataron. Garfias le contaba toda la guerra de España, con interjecciones, con juramentos, con imprecaciones muy andaluzas. El tabernero lo escuchaba en religioso silencio, sin entender naturalmente una sola palabra.


            A su vez, él mismo comenzó a contar sus desventuras, probablemente la historia de su mujer que lo abandonó, probablemente las hazañas de sus hijos cuyos retratos en uniforme militar adornaban la chimenea .Probablemente, porque durante los largos meses que duraron estas extrañas conversaciones Garfias tampoco entendió una sola palabra.
            Sin embargo, la amistad de los dos hombres solitarios que hablaban apasionadamente cada uno de sus cosas y en su idioma, inaccesible para el otro, se fue acrecentando y el verse cada noche y hablar hasta el amanecer se convirtió en una necesidad para ambos.
            Cuando ya Garfias debió partir para México se despidieron bebiendo y hablando, abrazándose y llorando. La emoción que los unía tan profundamente era la separación de sus soledades.
- Pedro, le dije muchas veces al poeta. ¿qué crees tú que te contaba?
- Nunca entendí una palabra, pero, cuando lo escuchaba, tuve siempre la sensación de comprenderlo. Así, tal vez, yo fui también comprendido por el solitario tabernero de Escocia.
La Guerra Mundial se venía encima. Las dificultades para embarcar a los españoles aumentaban cada día. Desde Santiago mi propio Gobierno, presionado por otras fuerzas, obstaculizaba también mi trabajo. Contra viento y marea cumplí mi misión y pude, por fin, mandar a Chile algunos miles de hombres.
            Los embarcamos un día en el vapor francés “Winipeg”. En el mismo sitio de embarque se juntaron maridos y mujeres, padres e hijos que habían sido separados por lago tiempo y que venían de uno y otro confín de Europa o de África. A cada tren que llegaba se precipitaba la multitud de los que ya habían llegado y entre carreras, lágrimas y gritos, reconocían a los seres amados que sacaban la cabeza en racimos humanos por las ventanillas. Todos fueron entrando al barco. Eran pescadores, campesinos, obreros, intelectuales, una muestra de la fuerza, del heroísmo y del trabajo. Mi poesía en su lucha había logrado encontrarles patria. Y me sentí orgulloso.

Estudo comparativo

A primeira transcrição se refere ao texto Las vidas del Poeta, Memorias y recuerdos de Pablo Neruda, publicado pela revista O Cruzeiro Internacional em 1962, reproduzido aqui e com a indicação em negrito do que foi mudado em Confieso que he vivido (Barcelona, Seix Barral, 1974). A segunda transcrição é antecedida da menção da página em que ocorreu a mudança em Confieso que he vivido.

Mudança de título
Tempestad en España na revista
España en el corazón no libro (capítulo 5)

Pontuação
escribía en mi casa y mi poesía americana
Pág.164  escribía en mi casa. Mi poesía americana


busqué un trabajo, y era duro encontrar
Pág.164  busqué un trabajo. Era duro encontrar


Arrolladora fuerza vital.
            Me narraba cuán impresionante
Pág.164  arrolladora fuerza vital. Me narraba cuán impresionante


Serás un alto empleado, pero debes decirme qué trabajos deseas ejecutar para que decreten tu nombramiento.
Pág.165  Serás un alto empleado. Dime qué trabajos deseas ejecutar para que decreten tu nombramiento


¿No podría el Vizconde encontrarme un rebaño de cabras por aquí cerca de Madrid?
Pág.165 - No podría el vizconde encomendarme un rebaño de cabras por aquí cerca de Madrid?


Bergamín, con el gran poeta Luis ce Cernuda
Pág.166  Bergamín; con el gran poeta Luis Cernuda


a mi casa, y a tantos otros
Pág.165  a mi casa: y a tantos otros


¡ Aquél Madrid!
Pág.165  ¡Aquél Madrid!


España con sus poetas. Quevedo con sus aguas verdes y profundas, de espuma negra: Calderón, con sus sílabas que cantan, lo cristalinos Argensolas: Góngora, río de rubíes.
Pág.166  España son sus poetas, Quevedo con sus aguas verdes y profundas, de espuma negra; Calderón, con sus sílabas que cantan; los cristalinos Argensolas; Góngora, río de rubíes


falso solitario; zahiriendo desde su escondite
Pág.167  falso solitario, zahiriendo desde su escondite


revista de poesía con la representación de lo mejor de España. Hay una sola persona que puede dirigirla, me dijo, y esa persona eres tú.
Pág.168  revista de poesía, con la representación de lo más alto y  lo mejor de España.
- Hay una sola persona que puede dirigirla – me dijo -. Y esa persona eres tú.


popular, producto arábigo-andaluz
Pág.170  popular: un producto arágibo-andaluz [sic]


Yo sí la conocí.
¡Un millón de españoles muertos! ¡Un millón de exilados!
Pág.170  Yo sí la conocí. Un millón de españoles muertos! Un millón de exilados!


¡Pero qué poeta!
Pág.170  Qué  poeta!


Faltó Federico a la cita.
Ya iba camino de su muerte. Ya nunca más nos vimos.
Pág.170  Federico faltó a la cita. Ya iba camino de su muerte. Ya nunca más nos vimos.


¡ay de mí
Pág.170  ay de mí!


más penetrante y Federico se sintió de ponto agobiado
Pág.172  más penetrante. Federico se sintió de pronto agobiado


Me parece que él tuvo un preconocimiento de su muerte
            Una vez que volvía de una jira teatral
Pág.172  Federico tuvo un preconocimiento de su muerte.Una vez que volvia de una jira teatral


un campo de gladiadores y es una tierra con mucha sangre
Pág.173  un campo de gladiadores: una tierra com mucha sangre


La inquisición encierra a Fray Luis de León. Quevedo padece en su calabozo. Colón pasea con grillos en los pies, y el gran espectáculo fue
Pág.173  La Inquisición encierra a Fray Luis de León;  Quevedo padece en su calabozo; Colón pasea con grillos en los pies.Y el gran espectáculo fue


Me parece que él tuvo un preconocimiento de su muerte.
Una vez que volvía de una jira teatral
Pág.173  Federico tuvo un preconocimiento de su muerte. Una vez que volvía de una jira teatral


Creo que pocos libros en la historia extraña de tantos libros hayan tenido tan curiosa gestación y destino.
Los soldados del frente
Pág.174  Creo que pocos libros, en la historia extraña de tantos libros, hayan tenido tan curiosa gestación y destino. Los soldados del frente


Las bombas que caían y en medio de la batalla
Pág.174  Las bombas que caían, en medio de la batalla


el papel quedó muy hermoso y los pocos ejemplares que
Pág.174  el papel quedó muy hermoso. Los pocos ejemplares que´


lo detuvieron y encarcelaron.
Pag.175  lo detuvieron, lo encarcelaron.


¿Puede la poesía servir a nuestros semejantes? ¿Puede acompañar las luchas de los hombres?
Pág.196  Puede la poesía servir a nuestros semejantes? Puede acompanãr las luchas de los hombre?


¿Cómo comprarla?
Pág.197  Cómo comprarla?


la frontera francesa y en Francia
Pág.197  la frontera francesa. Y en Francia


me recibió con cariño. “Si, tráigame millares de españoles, tenemos trabajo para todos. Tráigame pescadores, tráigame vascos, castellanos, extremeños”.
Pág.197  me recibió con afecto.
            - Sí, tráigame millares de españoles. Tenemos trabajo para todos. Tráigame pescadores; tráigame vascos, castellanos, extremeños.


Era Cónsul Encargado de la Inmigración Española. Me presenté luciendo mis títulos
Pág. 198  Era cónsul encargado de la inmigración  española; así decía el nombramiento. Me presenté luciendo mis títulos


Se hizo un rito esta invitación y cada noche Garfias
Pág.203 Se hizo un rito esta invitación. Cada noche Garfias


- Pedro, le dije muchas veces al poeta. ¿qué crees tú que te contaba?
Pág.204  -Pedro – le dije muchas veces al poeta – que crees tú que te contaba?


La multitud de los que habían llegado y entre carreras
Pág.206  la multitud de los que esperaban. Entre carreras


Eliminação de maiúscula

Vizconde
Pág.164  Vizconde


Cervecería
Pág.165  cervecería


Barrio
Pág.165  barrio


Barrios Bajos
Pág.165  barrios bajos


Guarnición
Pág.168  guarnición


Guardia Mora
Pág.170  guardia mora


Embajador
Pág.170  embajador


Circo
Pág.170  circo


Plaza de toros
Pág.173  plaza de toros


Osario en el Escorial
Pág.173  osario en El Escorial


Biblioteca
Pág.174  biblioteca


Éxodo de los Españoles
Pág. 174  éxodo de los españoles


Ejército
Pág.174  ejército


Embajada
Pág.175  embajada


Embajador
Pág. 175  embajador


República Española
Pág.175 república española


Gobierno
Pág.175  gobierno


Presidente de la República
Pág.197  presidente de la república


Cónsul Encargado de la Inmigración Española
Pág.198  cónsul encargado de la inmigración española


Embajada
Págh.198  embajada


Puertas de la Embajada
Pág. 198  puertas del edificio de la embajada


Embajada de Chile
Pág.198  embajada de Chile


General de Aviación
Pág.203  general de aviación


Academia Militar
Pág.203  academia militar


Ejército
Pág.203  ejército


General
Pág.203  general


Lord
Pág.203  lord


Condado
Pág.203  condado


Palavras estrangeiras

“catch-as-catch-can”
Pág. 170  catch-as-can


“Winipeg”
Pág. 206  “ Winipeg”


Mudança de  carácteres gráficos

“Caballo Verde”
Pág.164  Caballo Verde


“El sol”
Pág.168  El Sol


“España en el corazón”
Pág.174  España en el corazón


“20 Poemas de Amor”
Pág.196  Poemas de Amor


“Residencia en la tierra”
Pág.196  Residencia em la tierra


En el 4º  piso
Pág.198  en el cuarto piso


Tres Mosqueteros
Pág.203  Tres Mosqueteros


Conde de Montecristo
Pág.203  Conde de Montecristo


Acréscimo de palavras

Uno de ellos es el joven poeta Miguel Hernández
Pág.164  Uno de los amigos de Federico y Rafael era el joven poeta
Miguel Hernández


Que se saca entre las raíces
Pág.164  que se saca de entre las raíces


no existe este gran cantor
Pág.164  no existe ese pájaro, ese sublime cantor


así como Guillén y Salinas
Pág.167  así como Jorge Guillén y Pedro Salinas


eran perseguidos tenazmente por el demonio barbudo que cada día lanzaba su saeta contra este o aquel
Pág.167  eran perseguidos tenazmente por Juan Ramón, un demonio barbudo que cada día lanzaba su saeta contra este o aquel


que recorría e irradiaba como un planeta
Pág.170  que recorría en su seno e irradiaba como un planeta


popular, producto arábigo-andaluz
Pág.170  popular: un producto arágibo-andaluz (sic)


viendo al Troglodita Enmascarado
Pág.170  viendo las truculencias del Troglodita Enmascarado


repite con farándula el antiguo
Pág.173  repite engalanada de farándula el antiguo


la total inexperiencia, el papel quedó muy hermoso
pág.174  la total inexperiencia de los fabricantes, el papel quedó muy hermoso.


hombres repletaran las carreteras que salían de España.
Pág.174  hombres  fugitivos repletaron las carreteras que salían de España.


Supe que habían preferido acarrear sacos con os ejemplares
Pág.175  Supe que muchos habían preferido acarrear sacos con los ejemplares


Lo detuvieron y encarcelaran
Pág.175  lo detuvieron, lo encarcelaron


Le negó el asilo
Pág.175  le negó el asilo al gran poeta


La inmensa columna que marchaba al destierro
Pág.175  La inmensa columna que caminaba rumbo al destierro


A los pocos días
Pág.197  Y a los pocos días


Y teníamos un gobierno progresista
Pág.197  y ahora teníamos un gobierno progresista


operado y enyesado
Pág.197  recién operado, enyesado


Embajada de Chile
Pág.198  embajada de Chile en Paris


puertas de la Embajada
Pág.198  puertas del edificio de la embajada


Inmigración Española. Me presenté
Pág.198  inmigración española: así decía el nombramiento. Me presenté


su lectura  nocturno por la derrota
Pág.203  su lectura nocturna de ciego por la derrota


Probablemente
Pág.204  Digo probablemente


Nunca entendí una palabra, pero
Pág.204  Nunca  entendí una palabra, Pablo, pero


La sensación de comprenderlo
Pág.204  la sensación, la certeza de comprenderlo


Substituição de palabra

No existe este gran cantor
Pág.164   no existe ese pájaro, ese sublime cantor


Un aura de tierra junto a él
Pág.164  un aura de tierra en torno a él


un rumor secreto
Pág.164  el rumor secreto


Y me mandó a decir que sí
Pág.164  y me respondió que sí


llegaba con alpargatas
Pág.164  llegaba de alpargatas


¿No podía el Vizconde encontrarme un rebaño de cabras por aquí cerca de Madrid?
Pág.165  - No podría el vizconde encomendarme un rebaño de cabras por aquí cerca de Madrid?


Los únicos ríos de España son sus poetas
Pág. 166  Los verdaderos ríos de España son sus poetas


Eran perseguidos tenazmente por el demonio barbudo que cada día lanzaba su saeta
Pág.167  eran perseguidos tenazmente por Juan Ramón, un demonio barbudo que cada día


es para mí el más grande de los escritores
Pág.167  es para mí uno de los más grandes de los escritores


se quedaron allí con su belleza, sin gestación y destino.
Pág.169  se pasmaron ahí con su belleza, sin gestación y destino.


Justo cuando escribo estas líneas
Pág.169  Justamente cuando escribo estas líneas


España oficial celebra veinticinco años de insurrección cumplida
Pág.169  España oficial celebras muchos – tantos! – años de insurrección cumplida


Al de Inglaterra y a otros
Pág.170  al de Inglaterra y a varios más


Esta espina sangrante
Pág.170  esa espina sangrante


Todo empezó para mí una noche,
Pág.170  Todo empezó para mí la noche


al Estrangulador Absinio, al Orangután Sinistro
Pág.170  del Estangulador Absinio, del Orangután Sinistro


Así, pues, esta guerra de España
Pág.170  Y de ese modo la guerra de España


El corazón alado con la cascada cristalina
Pág.170  el corazón alado y la cascada cristalina


Federico García Lorca era la gracia derrochadora
Pág.170  Federico García Lorca era el duende derrochador


Miedoso y supersticioso
Págf.170  espantadizo y supersticioso


Me parece que él tuvo un preconocimiento de su muerte
Pág.172  Federico tuvo un preconocimiento de su muerte


La Inquisición encierra a Fray Luis de León
Pág.173  La Inquisición encarcela a Fray Luis de León


Colón pasea con grillos en los pies
Pág.173  Colón camina con grillos en los pies


sobre él
Pág.173  sobre el cordero


y allí comenzaron a fabricarlo
Pág.174  y allí decidieron fabricarlo


hasta la camisa ensangrentada de un soldado moro
Pág.174  hasta la túnica  ensangrentada de un soldado moro


de esos extraordinarios materiales
Pág.174  de los insólitos materiales


y por aquel papel de misteriosa hechura
Pág.174  y por los pliegos de misteriosa manufactura


encuadernado este libro
Pág.174  encuadernado mi libro


más doloroso de la historia
Pág.174  más doloroso en la historia

lo detuvieron y encarcelaran.
Pág.175  lo detuvieron, lo encarcelaron


En la frontera de Francia
Pág.175  Más allá de la Frontera de Francia


La inmensa columna que marchaba al destierro
Pág. 175  La inmensa columna que caminaba rumbo al destierro


Fue bombardeada muchas veces
Pág. 175  fue bombardeada cientos veces


se desgranaron los libros en la carretera
Pág. 175  se desparramaron los libros en la carretera


en un montón fueron inmolados
Pág.175  en una hoguera fueron inmolados


Mi Consulado se había terminado
Pág.175  Mi función consular había terminado


de estos hombres
Pág.175  de esos hombres


se había transformado mucho
Pág.174  se había transformado en verbo militante


me recibió con cariño
Pág.197  me recibió con afecto


salí hacia Francia
Pág.197  salí para Francia


Gobierno y situación política habían cambiado en mi patria
Pág.198  Gobierno y situación política no eran los mismos en mi patria


engomados funcionarios
Pág.198  engomados diplomáticos


Como se habrían paso de todas maneras hasta mi despacho en demanda de pedir su asilo en Chile y como mi oficina estaba en el 4º piso
Pág.198  Como se abrían paso contra viento y marea hasta mi despacho, y como mi oficina estaba en el cuarto piso


feroces burócratas
Pág.198  feroces funcionarios


pasaba rozando su avión
pág.203  pasaba rozando su aparato


y que solamente en los Tres Mosqueteros
Pág.203  y que al iniciar los Tres Mosqueteros


Este hombre mudo llamó la atención
Pág.203  Este parroquiano mudo llamó la atención


todos los parroquianos
Pág.203  todos los bebedores


por este tabernero
Pág.203  por el tabernero


las lenguas se desataron
Pág.203  sus lenguas se desataron


el mismo comenzó
Pág.203  el escocés comenzó


de sus cosas
Pág.204  de  sus asuntos


A cada tren que llegaba se precipitaba la multitud de los que ya habían llegado
Pág. 206  A cada tren que llegaba se precipitaba la multitud de los que esperaban.


Los embarcamos un día
Pág.206  Los embarcamos finalmente


Eliminação de palabras


cabras dormidas en la siesta ardiente
Pág.164  cabras dormidas


en donde era en aquellos años un pastor de cabras
Pág.164  En donde había sido pastor de cabras


para extenderle el codiciado nombramiento
Pág.165  para extenderle el nombramiento


Miguel se tornó muy pensativo
Pág.165  Miguel se quedó pensativo


y los textos que a mi pedido y en su homenaje
Pág.168  y los textos que en su homenaje


que se iba a publicar
Pág.168  que iba a publicar


Sin embargo, los años pasan. Y los muchachos que ahora desfilan
Pág.170  Sin embargo los muchachos que ahora desfilen


Todo empezó para mí una noche, justo la del 19 de julio de 1936
Pág. 170  Todo empezó para mí la noche del 19 de julio de 1936


¡Pero qué Poeta!
Pág. 170  Qué poeta!


Me parece que él tuvo un preconocimiento de su muerte.
Pág.172  Federico tuvo un preconocimiento de su muerte


Al divisar el corderito, los cerdos se echaron sobre él
Pág. 173  Los cerdos se echaron sobre el cordero


Extraña mezcla la que se elaboró ahí entre las bombas que caían
Pág.174  Extraña mezcla la que se elaboró entré las bombas que caían


Murió  [Miguel Hernández] de tuberculosis en su calabozo, siete años después .
Pág.175  Murió [Miguesl Hernández] en su calabozo


Ejemplares impresos antes que llevar sus propios alimentos y ropas
Pág.175  ejemplares impresos antes que sus propios alimentos y ropas


Allí cayeron muchos soldados
Pág.175  Cayeron muchos soldados


Que llegaban al largo exilio.
Pág.175  que llegaban al exilio


Encontré  una casa de piedra en construcción, en un sitio frente al océano
Pág.197  Encontré una casa de piedra frente al océano,


Para esto, con su avión enteramente a oscuras
Pág.203  Con su avión enteramente a oscuras


Este fue a parar en el destiero
Pág.203  Fue a parar en el destierro


Cuando ya Garfias debió partir
Pág.204  Cuando Garfias debió partir

Los embarcamos un día en el vapor “Winipeg”
Pág.206  Los embarcamos finalmente en el “Winipeg”


Acréscimo de frase

Uno de ellos es el joven poeta Miguel Hernández
Pág.164  Uno de los amigos de Federico y Rafael era el joven poeta Miguel Hernández


Enyesado en una pierna, salí de mi retiro
Pág.197  enyesado en una pierna – tal eran mis condiciones físicas en aquel momento – salí de mi retiro

Era Cónsul encargado de la Inmigración Española. Me presenté luciendo mis títulos
Pág.198  Era cónsul encargado de la inmigración española; así decía el nombramiento. Me presenté luciendo mis títulos


Acréscimo de parágrafo

Salieron a la calle cinco números de mi “Caballo Verde”, revista primorosa que Manolito imprimía con verdadero amor.
Pág.168-9  De mi Caballo Verde salieron a  la calle cinco números primorosos, de indudable belleza. Me gustaba ver a Manolito, siempre lleno de risa y sonrisa, levantar los tipos colocarlos en las cajas y luego accionar con el pie la pequeña prensa tarjetera.


Eliminação de frase

A José Caballero, que es ahora el maestro de la Duquesa de Alba, deslumbrante de talento y gracia
Pág.166   a José Caballero, pintor de deslumbrante talento  y gracia


 es el joven poeta Miguel Hernández. Ahora empieza a ser universalmente conocido
Pág. 164  era el joven poeta Migueol Hernández. […]


En donde era en aquellos años un pastor de cabras
Pág.164  en donde había sido pastor de cabras


Parecían imborrables. Parecería que jamás se borraría
Pág.170  Parecería que jamás se borraría


Tiene reservado al viajero, tratándole como a un intruso
Pág.172  tiene reservado al viajero, al intruso


Maneul Altolaguirre – que sólo hace dos años ha muerto – seguía con sus imprentas
Pág.174  Manuel Altolaguirre seguía con sus imprentas


Como se abrían paso de todas maneras hasta mi despacho en demanda de pedir su asilo en Chile y como  mi oficina estaba
Pág.198  Como se abrían paso contra viento y marea hasta mi despacho, y como mi oficina estaba


Eliminação de parágrafo

Como en mi país no existe ese gran cantor y quería darme la máxima impresión de su poderío, el loco Miguel se encaramaba a un árbol de la calle y en unos segundos, desde las más altas ramas, silbaba o trinaba como sus amados pájaros natales. Era asombroso ver a este muchacho allá en lo alto silbando hasta desgañitarse para que yo supiera cómo era el canto de los ruiseñores.
Pág.164  Como en mi país no existe ese gran cantor y quería darme la máxima impresión de su poderío, el loco Miguel se encaramaba a un árbol de la calle y en unos segundos, desde las más altas ramas, silbaba o trinaba como sus amados pájaros natales.[…]


Toda esa época de antes de la guerra tiene para mí un recuerdo como de racimo cuya dulzura ya se va a desprender, tiene una luz como la del rayo vede cuando el sol cae en el horizonte marino y se despide con un destello inolvidable

Góngora, río de rubíes;
            En aquel Madrid que me acogió como hijo y hermano las ilustre figuras me conocieron. Siento no haberlos frecuentado más porque nunca creí que Madrid fuera perecedero, que tenía un día marcado para que yo lo dejara y no pudiera volver.
Pág.166  Góngora, río de rubíes. […]

,
huellas digitales que nadie puede borrar. Cuando en nuestra América provinciana se barajan nombres para el Premio Nobel, yo protesto porque no se piensa en este gran escritor desterrado y casi olvidado en el desierto de Buenos Aires
Pág.167  huellas digitales que nadie puede borrar […]


            No puedo dejar de pensar, cuando vuelven mis recuerdos a la guerra de España, en la muerte de os que conocí y ame. Toda la importancia política de aquella guerra, toda su violencia y su consecuencia, se resume para mí en algunos nombres: los nombres del dolor
Pág.173  su increíble tragedia […]


incontables y oscuras prisiones
            Pero ningún osario ha tenido bóvedas  tan grandes, sombras tan poderosas que pudieran cubrir la luz de Federico, ni borrar la sangre de su muerte.
Pág.173  incontables y oscuros recuerdos […]


y se desgranaron los libros en la carretera. Otros extenuados metieron debajo de una piedra o detrás de un arbusto los peligrosos ramos de mi poesía.
Pág.175  se desparramaron los libros en la carretera […]


Así, tal vez, yo fui también comprendido por el solitario tabernero de Escocia.
            La Guerra Mundial se venía encima. Las dificultades para embarcar a los españoles aumentaban cada día. Desde Santiago mi propio Gobierno, presionado por otras fuerzas obstaculizaba también mi trabajo. Contra viento y marea cumplí mi misión y pude, por fin, mandar a Chile algunos miles de hombre
            Los embarcamos
Pág.206  […] Los embarcamos  […]


Y lo que sabe y ha escrito sobre España no lo ha dicho nadie sino él. Este escritor de prosa ha sido el mayor poeta de nuestro idioma, el acumulador de un universo secreto.
Pág.167  Y lo que sabe y ha escrito sobre España no lo ha dicho nadie sino él. Ha sido el acumulador de un universo secreto

No respondí – ni respondo – las agresiones literarias.
Este ha sido mi procedimiento, mi manera de polemizar sobre mi persona, antes y ahora. Las rencillas literarias, toda esa guerrilla de baja ley que se alimenta con tantos resentimientos, ha sido pagada por mí con un extravagante silencio que mantengo y que tiene eficacia mortífera.
Pág.168  No respondí –  ni respondo – las agresiones literarias.[…]


Mudanças sintáticas

aprensado por ella
Pág.167 aprensado por ellas


Faltó Federico a la cita.
Pág. 170 Fedrico faltó a la cita


Nunca he visto reunida como en él la gracia y el genio
Pág. 170 Nunca he visto reunidos como en él la gracia y el genio


Manuel Altolaguirre entre ellos
Pág.174  entre ellos Manuel Altolaguirre

que había prestado asilo a la enorme cantidad de cuatro mil franquistas durante la guerra
Pág.175  que, durante la guerra, había prestado asilo a la enorme cantidad de cuatro mil franquistas

Mudança de tempo verbal

es el joven poeta Miguel Hernández
Pág.164 era el joven poeta Miguel Hernández


En donde era en aquellos años un pastor de cabras
Pág.164 en donde había sido pastor de cabras


Serás un alto empleado, pero debes decirme qué trabajos deseas ejecutar para que decreten tu nombramiento.
Pág.165 Serás un alto empleado. Dime que trabajos deseas ejecutar para que decreten tu nombramiento,


La guerra civil ya terminaba.
Pág.  174 La guerra comenzaba a perderse


Reescrita

Y quería darme la máxima impresión de su poderío, el loco de Miguel se encaramaba a un árbol de la calle y en unos segundos, desde las más altas ramas, silbaba o trinaba como sus amados pájaros natales. Era sombroso ver a este muchacho allá en lo alto silbando hasta desgañitarse para que yo supiera
Cómo era el canto de los ruiseñores.
Pág.164  el loco de Miguel quería darme la más viva expresión de su poderío. Se encaramaba a  un árbol  de la calle y, desde las más altas ramas, silbaba o trinaba como sus amados pájaros natales.

Nunca puede olvidar un poeta que viene de América la voz estentórea de Ramón,
Pág.167  Nunca puedo olvidar la voz estentórea de Ramón,


Y su genio sólo comparable y parecido a la abigarrada grandeza de Quevedo y Picasso
Pág.167  y su genio tiene de la abigarrada grandeza de Quevedo y Picasso.

El sexto número debía aparecer el 19 de julio de 1936, pero aquel  día se llenó de pólvora la calle. Y allí en la calle Viriato quedó hasta ahora el último número de “Caballo Verde” sin compaginarse ni coser.
Pág.169  El sexto número de Caballo Verde se quedó en la calle Viriato sin compaginar ni coser.

Salieron a la calle cinco números de “Mi caballo Verde”, revista primorosa que Manolito imprimía con verdadero amor.
Pág.168-9  De mi Caballo Verde salieron a la calle cinco números primorosos, de indudble belleza. Me gustaba ver a Manolita, siempre lleno de risa y de sonrisa, levantar los tipos, colocarlos en las cajas y luego accionar con el pie la pequeña tarjetera.


Estas tropas las supongo compuestas de muchachos que no conocieron esa guerra.
            Yo sí la conocí.
Pág.170  Unas tropas compuestas, en su mayoría, de muchachos que no conocieron  aquella guerra.
            Yo sí la conocí.


Los muchachos que ahora desfilan frente a la  Guardia Mora ignoran tal vez o conocen   sólo su lado blanco o negro.
 Yo conocí todos los lados de esta historia tremenda.
Pág. 170  Sin embargo, los muchachos que ahora desfilan frente a la guardia mora, ignoran tal vez la verdad de esa historia tremenda.


Este espectáculo me merecía serias reservas, pero el chileno me convenció de que fuéramos al circo García Lorca y  yo aquella noche del 19 de julio y verificáramos su seriedad.
Pág. 170  Le manifesté mis reservas sobre la seriedad  de ese “deporte”, y él me convenció de que fuera al circo, junto con García Lorca na verificar la autenticidad del espectáculo.


No hay duda que me tocó presenciar la incidencia más dolorosa de una larga lucha.
Pág.173 La incidencia de aquel crimen fue para mí la más dolorosa de una larga lucha.


Y ahora el Monumento a los Muertos, con una cruz sobre un millón de caídos y sobre incontables y oscuras prisiones.
Pág.173  como ahora lo es el Monumento a los Caídos, con una cruz sobre un millón de muertos y sobre incontables y oscuros recuerdos.


La guerra civil ya terminaba.
Pág.174  La guerra comenzaba a perderse.


Que habían desafiado la muerte trabajando en mi poesía
Pág.175  que habían trabajado mi poesía en un desafío a la muerte


En la frontera de Francia las tropas francesas trataron brutalmente a los hombres que llegaban al largo exilio.
Pág.175  Más allá de la frontera trataron brutalmente a los españoles que llegaban al exilio.


Así, tal vez, yo fui también comprendido por el solitario tabernero de Escocia.
Pág.204  Y cuando yo hablaba, estaba seguro de que él también me comprendía a mí.

Desacertos

Murió  [Miguel Hernández] de tuberculosis en su calabozo, siete años después .
Pág.175  Murió [Miguesl Hernández] en su calabozo, tres años más tarde.

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