Divisão dos Arquivos

O Blog Pablo Neruda Brasil está apresentado em quatro seções obedecendo à data de publicação da matéria:

Arquivo Cecilia Zokner

Os breves textos sobre a poesia de Pablo Neruda foram publicados sob a rubrica Literatura do Continente no jornal O Estado do Paraná, Curitiba e fazem parte, juntamente com outros textos versando sobre Literatura Latino-americana, do Blog http:\\www.literaturadocontinente.blogspot.com.br. Os demais, em outras publicações.

Arquivo Adriana

Chilena de Concepción, amiga desde 1964, quando convivemos em Bordeaux, ao longo dos anos me enviou livros e recortes de jornal sobre Pablo Neruda. Talvez tais recortes sejam hoje, apenas curiosos. Talvez esclareçam algo sobre o Poeta ou abram caminhos para estudos sobre a sua obra o que poderá, eventualmente, se constituir uma razão para divulgá-los.

Arquivo Delson Biondo

Doutor em Literatura na Universidade Federal do Paraná. No ano do centenário de nascimento de Pablo Neruda, convidei Delson Biondo, meu ex-aluno do curso de Letras para trabalharmos sobre “Las vidas del Poeta, as memórias de Pablo Neruda”, constituídas de dez capítulos, publicados, em espanhol, na revista O Cruzeiro Internacional, no ano de 1962. Iniciamos o nosso trabalho com a sua tradução, visando divulgar, no Brasil, esse texto do Poeta que somente anos mais tarde iria fazer parte de seu livro de memórias Confieso que he vivido. Todavia, várias razões impediram que a tradução fosse publicada no Brasil, mas continuamos a trabalhar sobre “Las vidas de Poeta” no que se referia aos aspectos formais comparativamente a esses mesmos textos que passaram a fazer parte de Confieso que he vivido. Além desse estudo comparativo, pretendíamos nos aproximar, minuciosamente de cada um dos capítulos de “Las vidas del Poeta”. A comparação foi realizada e o estudo do primeiro capítulo concluído. Estávamos já, terminando a redação do estudo do segundo capítulo quando Delson Biondo veio a falecer em maio de 2014. Assim, as notas comparativas dos textos nerudianos e o estudo do segundo capítulo de “Las vidas del Poeta” não foram concluídos. Penso que a eles nada devo acrescentar.

Arquivo Aberto

Arquivo Aberto à recepção de trabalhos escritos em português ou espanhol que tratem da obra de Pablo Neruda, obedeçam às normas da ABNT e sejam acompanhados de um breve curriculum do autor. Os trabalhos poderão ser enviados para publicação neste Blog pelo e-mail pablonerudabrasil@gmail.com.

6 de junho de 2016

Las vidas del poeta. Memorias y recuerdos de Pablo Neruda En Ceilán. La soledad luminosa capítulo sexto.

Arquivo Delson Biondo

Ceilán, la más bella isla del mundo, tenía, hacia 1920 la misma estructura colonial que Birmania y la India. Os ingleses se encastillaban en sus barrios y en sus clubs rodeados  por una muchedumbre de músicos, alfareros, tejedores, esclavos de plantaciones, mujeres vestidas de amarillo, inmensos dioses recostados, tallados en las montañas de piedra.
Entre estos ingleses vestidos de smoking todas las noches y estos hindúes para mí desconocidos en su fabulosa inmensidad, yo no podía elegir sino la soledad, y esta época ha sido la más solitaria de mi vida. Pero la recuerdo también como la más luminosa, como si un relámpago de fulgor extraordinario se hubiera detenido en mi ventana iluminando mi destino por dentro y por fuera.
Me fui a vivir a un pequeño bungalow recién edificado en el suburbio de Wellawatha, junto al mar. La zona estaba despoblada y el oleaje rompía contra los arrecifes. De noche crecía la música marina.
Por la mañana, el milagro de aquella naturaleza siempre recién lavada me sobrecogía. Ya temprano estaba yo con los pescadores. Estos de sus embarcaciones provistas de larguísimos flotadores que las hacían parecerse a arañas del mar extraían peces de violentos colores, peces como pájaros de la selva infinita, rojos o tricolores, de oscuro azul fosforescente como intenso terciopelo vivo, peces en forma de globo espinoso que se desinflaba hasta convertirse en una pobre bolsita de espinas.
Con horror veía la masacre de las alhajas del mar: el pescado se vendía en pedazos a la pobre población y el machete caía cortando en trozos aquella materia divina de la profundidad que pronto queda convertida en sangrienta mercadería.
Andando por la costa llegaba al baño de los elefantes. Acompañado por mi perro n podía equivocarme. Del agua tranquila surgía un inmóvil hongo gris que luego se convertía en serpiente, luego en inmensa cabeza, luego en montaña de colmillos. Ningún país en aquella época ni después, tenía tantos elefantes trabajando en los caminos y siempre resultaba asombroso verlos – lejos del circo o de las barras del jardín zoológico – cruzar con su carga de maderas de un lado a otro de la ruta, como buenos y grandes jornaleros.
Mis únicas compañías fueron mi perro y mi mangosta. Esta recién salida de la selva, creció a mi lado, dormía en mi cama y comía en mi mesa. Nadie puede saber de la ternura de una mangosta. Mi pequeño animalito conocía cada minuto de mi existencia, se paseaba por mis papeles y corría detrás de mí todo el día. Se enrollaba entre mi hombro y mi cabeza a la hora de la siesta y dormía allí con el sueño sobresaltado y eléctrico de los animales salvajes.
Mi mangosta domesticada se hizo famosa en el suburbio. De las continuas batallas que sostienen valientemente con las cobras formidables conservan un prestigio algo mitológico. Yo creo, de haberlas visto luchar   muchas veces contra las serpientes, que vencen sólo por su agilidad y por su gruesa capa de pelo color sal y pimienta que engaña y desconcierta al reptil venenoso. Por allá se cree que la mangosta tiene un secreto por nadie compartido. Se supone que después de su lucha sale en busca de las hierbecitas del antídoto.
Lo cierto es que el prestigio de mi mangosta – que me acompañaba cada día en mis largas caminatas por las playas – hizo que un día todos los niños de aquellos arrabales se dirigieron a mi casa en imponente procesión.
Había aparecido una gran serpiente y se aprestaban para celebrar el indudable triunfo de Kiria mi famosa mangosta. Seguido por mis admiradores, bandas enteras de chiquillos tamiles y cingaleses, sin más trajes que sus taparrabos, encabecé el desfile con mi mangosta en mis brazos.
El ofidio era una especie negra de la temible pollongha, o víbora de Russell, de mortífero poder. Tomaba el sol entre las hierbas sobre una cañería blanca de la que se destacaba como un látigo en la nieve.
Se quedaron atrás, silenciosos mis acompañantes. Yo avancé por la cañería, y a unos dos metros de distancia, frente a la víbora, largué mi mangosta. Kiria olfateó el peligro en el aire y se dirigió con lentos pasos hacia la serpiente. Yo y mis pequeños acompañantes detuvimos la respiración. La gran batalla iba a comenzar. La serpiente se enrolló, levantó la cabeza y abriendo las fauces dirigió su hipnótica mirada al animalito. La mangosta siguió avanzando. Pero a escasos centímetros de la boca del monstruo se dio cuenta seguramente de lo que iba a pasar y dando un gran salto emprendió vertiginosa carrera en sentido contrario, dejando serpiente y espectadores. No dejó de correr hasta llegar a mi dormitorio.
Así perdí mi prestigio en el suburbio de Wellawatha hace ya más de treinta años.
Recientemente, en estos mismos días, y acercándome ya a los sesenta años, mi hermana me ha traído un cuaderno de mis más antiguas poesías escritas en 1918 y 1919. Al leerlas he sonreído mucho ante el dolor infantil y adolescente y el sentimiento literario de soledad que se desprende de toda mi obra de juventud. El escritor joven no puede escribir sin ese sentimiento de soledad aunque sea ficticio; así como el escritor maduro no hará nada sin el sentimiento de compañía humana, de sociedad.
La verdadera soledad la conocí en aquellos días y años de Wellawatha. Dormí todo aquel tiempo en un catre de campaña, como un soldado o un explorador. No tuve más que una mesa y dos sillas, mi trabajo, mi perro, mi mangosta, y el “boy” que me sería y regresaba a su aldea por la noche. Este hombre no era compañía, puesto que su condición de servidor oriental le había enseñado a ser más silencioso que una sombra. Se llamaba o se llama Bhrampy. No había nada que decirle, pues todo lo tenía listo: mi comida en la mesa, mi ropa recién planchada, la botella de whisky en la verandah. No había nada que pedirle nunca, ni nada que hablar con él. Parecía que se le había olvidado el lenguaje, y sólo sabía sonreír con grandes dientes de buen caballo.
Hace un año estuve de vuelta unos días en Ceilán, y puse un aviso en el periódico para que Bhrampy fuera encontrado. No acudió. Posiblemente habrá desaparecido en la germinación, calamidad y muerte que es la vida de los pobres en el Oriente capitalista. La soledad era, pues, no sólo un tema de invocación literaria, sino algo duro como la pared de un prisionero, contra la cual hay que romperse la cabeza, sin que nadie venga aunque grites y llores. Lo grave es que esta pared que me rodeaba era un muro de sol. Yo comprendía que a través del aire azul, de la a arena dorada, más allá de la selva primordial, más allá de las víboras y de los elefantes, había centenares, miles de seres humanos que cantaban y trabajaban junto al agua, que hacían fuego y hacían cántaros, mujeres ardientes que dormían desnudas sobre las delgadas esteras a la luz de las inmensas estrellas. Pero, ¿cómo acercarme a este mundo palpitante sin ser considerado un enemigo?
Paso a paso fui conociendo la Isla. Una noche atravesé todos los oscuros suburbios de Colombo para asistir a una comida de gala a la que había sido invitado. Desde una casa oscura surgía la voz de un niño o de una mujer que cantaba. Hice detener el “ricksha”. Era una casa pobre y al lado de la puerta me alcanzó una emanación que es como el olor de Ceilán, mezcla de jazmines, de sudor, de aceite de coco, der penetrante aroma a frangipan y magnolia. Las caras oscuras, confundidas con el color y el olor de la noche, me descubrieron y me invitaron a pasar. Sin perturbar la música me senté silencioso en las esteras, mientras persistía en la oscuridad la misteriosa voz humana que me había hecho detenerme en mi camino, voz de niño o de mujer, trémula y sollozante, que subía hacia lo indecible, que se cortaba de pronto, bajaba hasta ser oscura como las tinieblas, se adhería al olor de los frangipanes, se enroscaba en arabescos y caía de pronto con todo su peso cristalina como si el más alto surtidor hubiera tocado el cielo y si hubiera desplomado entre los jazmines.
Mucho tiempo continué allí estático bajo el sortilegio de los tambores que acompañaban la voz humana y luego continué mi camino, borracho con el enigma de aquel sentimiento indescifrable, de aquel ritmo cuyo misterio salía de toda la tierra, tierra martirizada, sonora, envuelta en sombra y aroma.
Cuando llegué y me excusé ante los ingleses que ya cansados de esperarme estaban sentados a la mesa, vestidos de negro y blanco, les dije: - Perdónenme. En el camino me detuvo la música.
Ellos, que hacía veinticinco años que vivían en Ceilán, se sorprendieron con elegancia: ¿Música? Pero, ¿tenían música los nativos? Ellos no sabían. Era la primera noticia.
Esta terrible separación de los colonizadores ingleses con el vasto mundo asiático nunca tuvo término y siempre significó un aislamiento antihumano, un desconocimiento total de sus valores y de su vida.
Indagando más y más supe que había excepciones en el colonialismo. De pronto algún inglés del Civil Service enamoraba perdidamente de alguna belleza india. Era de inmediato expulsado de su puesto y aislado de sus compatriotas como un leproso. Sucedió también por aquel entonces, que los colonizadores ordenaron quemar la cabaña de un campesino cingalés, para desalojarlo y expropiar sus tierras. El hombre que debió ejecutar las órdenes de arrasar aquella choza era un modesto funcionario. Se llamaba Leonard Woolf. Él se negó a hacerlo, y aunque no pudo impedir la injusticia, fue privado de su cargo y devuelto a Inglaterra. Escribió allí uno de los mejores libros que jamás se haya escrito sobre el Oriente: “A village in the jungle”. La fama de su mujer, Virginia Woolf, grande escritora subjetiva, borró esta “Aldea en la selva”, obra maestra de la verdadera vida y de la literatura real.
Poco a poco comenzó a romperse la corteza impenetrable y tuve algunos pocos y buenos amigos. Descubrí al mismo tiempo la juventud impregnada de colonialismo cultural que no halaba sino de os últimos libros publicados en Inglaterra y los brotes de independencia y rebelión que asomaban en la pacífica superficie. Encontré que el pianista, fotógrafo, crítico, cinematografista, Lionel Wendt, era el centro de la vida cultural que se debatía entre los estertores del Imperio y una reflexión hacia los valores vírgenes de Ceilán.
Este Lionel Wendt, que poseía una gran biblioteca y recibía los últimos libros de Inglaterra, tomó la extravagante y buena costumbre de mandar a mi casa, situada lejos de la ciudad, un ciclista cargado con un saco de libros cada semana. Así, durante aquel tiempo, leí kilómetros de novelas inglesas y Lady Chaterley en su primera edición privada publicada en Florencia. Las obras de Lawrence me impresionaron por su aproximación poética y cierto magnetismo vital dirigido a las relaciones escondidas entre los seres. Pero pronto me di cuenta de que, a pesar de su genio, estaba frustrado como tantos grandes escritores ingleses, por su prurito pedagógico. En su caso, D.Lawrence sienta una cátedra de educación sexual que poco tiene que ver con nuestro espontáneo aprendizaje de la vida y del amor.  Terminó por aburrirme, decididamente, sin que se haya menoscabado mi admiración hacia su torturada búsqueda místico-sexual, más dolorosa aún cuanto más inútil. 
            Entre las cosas de Ceilán que recuero, está una gran cacería de elefantes, a cuyo episodio final me tocó ser invitado.
            Los elefantes se habían propagado en exceso en un determinado distrito e incursionaban dañando casas y cultivos.  Por más de un mes a lo largo de un gran río, los campesinos, con fuego, con hogueras y tam-tams fueron agrupando los rebaños salvajes y empujándolos hacia un rincón de la selva.  De noche y de día las hogueras y el sonido inquietaban las grandes bestias que se movían como un lento río hacia el noroeste de la Isla.
            Aquel día estaba preparado el “Kraal”. Las empalizadas cerraban una parte del bosque y por un estrecho corredor y el primer elefante que entró y se sintió cercado. Ya era tarde. Avanzaban centenares de otros por el corredor y por último el inmenso rebaño de cerca de quinientos elefantes no pudo avanzar ni retroceder.
            Se dirigieron los machos más poderosos hacia las empalizadas tratando de romperlas, pero detrás de ellos surgieron innumerables lanzas que los detuvieron. Entonces se replegaron en el centro del recinto guardando en su interior a las hembras y a las criaturas. Era conmovedora esa defensa y esa organización. Lanzaban un llamado angustioso, especie de relincho o trompetazo, y en su desesperación cortaban de raíz los árboles más débiles dispuestos a la más grande resistencia. De pronto, cabalgando dos grandes elefantes domesticados entraron los cazadores. Estos avanzaban hacia cada uno de los elefantes rebeldes colocándolos entre los domesticados los que golpeaban con sus trompas al prisionero como vulgares “Police Men”, reduciéndolo a la inmovilidad y dando con ello la oportunidad para que uno de los cazadores le amarrara una pata trasera con gruesas cuerdas a un árbol vigoroso. Uno por uno fueron sometidos.
            Me contaban después los cazadores que el elefante prisionero rechaza el alimento por muchos días. Pero ellos conocen sus debilidades. Los paquidermos hacen largos viajes por la selva en busca de algunos arbustos favoritos. Los cazadores les cortan este ayuno trayéndoles esta golosina silvestre. Cuando se deciden a comerlas están domesticados y ya empiezan a aprender sus pesados trabajos.
            El tiempo pasaba en una placidez ardiente.
            Había casi terminado de escribir el primer volumen de “Residencia en la tierra” cuando tuve por primera vez una relación fraternal con escritores de otro mundo, del pequeño o grande mundo europeo que nunca había existido para mí en forma tangible. Alejo Carpentier, en Paris, y luego el joven poeta Rafael Alberti, de quién yo nunca había oído hablar, leyeron los poemas de ese libro y decidieron editarlo. Aquellas tentativas fueron frustradas, pero me dieron la sensación de que mi poesía no estaba sola, que comenzaba a palpitar fuera de mi destierro. Desde entonces data mi acendrada amistad hacia Alejo Carpentier, a quien ahora he visto en plena revolución cubana firmemente vinculada a su pueblo y engrandecido y respetado. En cuanto a Rafael Alberti, príncipe de una poesía siempre fresca y fragrante, la guerra de España nos dio una hermandad aún más profunda y duradera.
            Algo vino a turbar aquellos días consumidos por el sol.
            Inesperadamente, mi amor birmano, la torrencial Josie Bliss, se estableció frente a mi casa. Había viajado hasta allí desde su lejano país .Como pensaba que no existía arroz sino en Rangún, llegó con un saco de arroz a cuestas, con nuestros discos favoritos de Paul Robeson y con una larga alfombra enrollada. Desde la puerta de enfrente se dedicó a observar y luego insultar y a agredir a cuanta gente me visitaba, consumida por sus celos devoradores, al mismo tiempo que amenazaba incendiar mi casa. Recuerdo que atacó con su largo cuchillo a una dulce muchacha inglesa que vino a visitarme.
            Nuestra coexistencia era imposible y por fin se decidió a partir. Me pidió que la acompañara hasta el barco. Cuando éste estaba por salir y yo debía abandonarlo, se desprendió de sus acompañantes y besándome en un arrebato de dolor y amor me llenó la cara de lágrimas. Como en un rito me besaba los brazos, el traje y, de pronto, bajó hasta mis zapatos, sin que yo pudiera evitarlo. Cuando se alzó de nuevo, su rostro estaba enharinado con la tiza de mis zapatos blancos. No podía pedirle que desistiera del viaje, que abandonara conmigo el barco que se la llevaba para siempre. La razón me lo impedía, pero mi corazón adquirió allí una cicatriz que no se ha borrado. Aquel dolor turbulento, aquellas lágrimas terribles rodando sobre el rostro enharinado, continúan en mi memoria.


Estudo comparativo

A primeira transcrição se refere ao texto Las vidas del Poeta, Memorias y recuerdos de Pablo Neruda, publicado pela revista O Cruzeiro Internacional em 1962, reproduzido aqui e com a indicação em negrito do que foi mudado em Confieso que he vivido (Barcelona, Seix Barral, 1974). A segunda transcrição é antecedida da menção da página em que ocorreu a mudança em Confieso que he vivido.


Mudança de título. Na revista: En Ceilán la soledad luminosa. No libro: La soledad lluminosa.


Mudança de pontuação

Seguidos por mis admiradores, bandas enteras de chiquillos tamiles y singaleses, sin más trajes que sus taparrabos, encabecé el desfile con mi mangosta en mis brazos.
Pág.129 Seguido por mis admiradores – bandas enteras de chiquillos tamiles y singaleses, sin más trajes que sus taparrabos - , encabecé el desfile guerrero con mi mangosta en los brazos.


Un día todos los niños de aquellos arrabales se dirigieron a mi casa, en imponente procesión.
            Había aparecido una gran serpiente
Pág.129 una tarde todos los niños del arrabal se dirigieron a mi casa en imponente procesión. Había aparecido en la calle una atroz serpiente,


Yo avancé por la cañería, y a unos dos metros de distancia
Pág.130 Yo avancé por la cañería. A unos dos metros de distancia


adolescente y el sentimiento literario de soledad
Pág.130 adolescente, ante el sentimiento literario de soledad


en sentido contrario, dejando atrás serpiente y espectadores
Pág.130 en sentido contrario y dejó atrás serpiente y espectadores


levantó la cabeza y abriendo las fauces dirigió su hipnótica mirada al animalito
Pág.130 levantó la cabeza, abrió las fauces y dirigió su hipnótica mirada al
animalito


de lo que iba a pasar y dando un gran salto
Pág.130 de lo que iba a pasar. Entonces dio un gran salto


Pero, ¿Cómo acercarme a este mundo palpitante sin ser considerado un enemigo?
Pág.131 Pero, cómo acercarme a este mundo palpitante sin ser considerado un enemigo?


hacían cántaros, mujeres ardientes
Pág.131 moldeaban cántaros: y también mujeres ardientes


delgadas esteras a la luz de las inmensas estrellas
Pág.131 delgadas esteras, a la luz de las inmensas estrellas


Parecía que se le había olvidado el lenguaje, y sólo sabía sonreír con grandes dientes de buen caballo.
Pág.131 Parecía que se le había olvidado el lenguaje. Sólo sabía sonreír con grandes dientes de caballo.


el olor de Ceilán, mezcla de
Pág.131 el olor inconfundible de Ceilán; mezcla de


Nunca tuvo término y siempre significó un aislamiento antihumano
Pág.132 nunca tuvo término. Y siempre significó un aislamiento antihumano


fue privado de su cargo y devuelto a Inglaterra. Escribió allí uno de los mejores libros
Pág.132 fue privado de su cargo. Devuelto a Inglaterra, escribió allí uno de los mejores libros


cuyo misterio salía de toda la tierra ,tierra martirizada, sonora, envuelta en sombra y aroma
Pág.132 cuyo misterio salía de toda la tierra. Tierra sonora, envuelta en sombra y aroma


¿Música? Pero, ¿tenían música los nativos?
Pág.132 Música?  Tenían música los nativos?


los campesinos, con fuego, con hogueras y tam tams fueron agrupando
Pág.133 los campesinos – con fuego, con hogueras y tam tams – fueron agrupando


Las empalizadas cerraban una parte del bosque y por un estrecho corredor
Pág.133 Las empalizadas obstruían una parte del bosque. Por un estrecho corredor


una parte del bosque. Por un estrecho corredor
Pág.134 una parte del bosque y por un estrecho corredor


por el estrecho corredor y por último el inmenso rebaño
Pág.134 por el estrecho corredor sin salida. El inmenso rebaño


De pronto, cabalgando dos grandes elefantes domesticados entraron los cazadores
Pág.134 De pronto, cabalgando dos grandes elefantes domesticados, entraron los domadores


Nuestra coexistencia era imposible y por fin un día se decidió a partir.
Pág. 136 Por fin un día se decidió a partir.


Quebra de parágrafo

un día todos los niños de aquellos arrabales se dirigieron a mi casa, en imponente procesión.
            Había aparecido una gran serpiente
Pág.129 una tarde todos los niños del arrabal se dirigieron a mi casa en imponente procesión.  Había apareció una atroz serpiente.


Eliminação de maiúscula

Isla
Pág.131 isla


Imperio
Pág.133 imperio


Grafia de nomes próprios

Bhrampy
Pág.131 Brampy


Civil Service
Pág.132 Club Service


Rangún
Pág.136 Rangoon


Palavras estrangeiras

smoking
Pág.128 smoking


Bungalow
Pág.128 Bungalow


“boy”
Pág.130 boy


whisky
Pág.131 whisky


Verandah
Pág.131 verandah


frangipán, frangipanes
Pág.131 fangipán, frangipanes


“ricksha”
Pág.131 ricksha


Kraal
Pág. 133   Kraal


Mudanças de caracteres gráficos

“boy”
Pág.130 boy


“ricksha”
Pág. Ricksha


“A village in the jungle”
Pág.132 A village  in the jungle


“Kraal”
Pág.133 Kraal


“Residencia en la tierra”
Pág.137 Residencia en la tierra


Acréscimo de palabras

Y esta época ha sido la más solitaria de mi vida
Pág.128 y de este modo aquella época ha sido la más solitaria de mi vida


Entre los ingleses vestidos de smoking todas las noches y estos hindúes para mí desconocidos
Pág.128 Entre los ingleses vestidos de smoking todas las noches y los hindúes inalcanzables


Que vencen sólo por su agilidad
Pág.129 a las que vencen sólo por su agilidad


Había aparecido una gran serpiente
Pág. 129 Había aparecido en la calle una atroz  serpiente


Encabecé el desfile
Pág.129 encabecé el desfile guerrero


De las continuas batallas que sostienen valientemente con las cobras formidables conservan un prestigio algo mitológico
Pág. 129 De las continuas  batallas que sostienen valientemente con las  tremendas cobras, conservan  las mangostas un prestigio algo mitológico


Se dio cuenta seguramente de lo que iba a pasar y dando un gran salto emprendió vertiginosa carrera en sentido contrario
Pág.130 se dio cuenta exacta de lo que iba a pasar. Entonces dio un gran salto, emprendió una vertiginosa carrera en sentido contrario


Levantó la cabeza y abriendo las fauces dirigió su hipnótica mirada al animalito.
Pág.130 levantó la cabeza, abrió las fauces y dirigió su hipnótica mirada al animalito


ante el dolor infantil y adolescente y el sentimiento literario de soledad
Pág.130 ante el dolor infantil y adolescente, ante el sentimiento literario de soledad


hacían fuego y hacían cántaros, mujeres ardientes
Pág.131 hacían fuego y moldeaban cántaros; y también mujeres ardientes


que es como el olor de Ceilán, mezcla de jazmines, de sudor, de aceite de coco, de penetrante aroma de frangipan y magnolia
Pág. 131 que es el olor inconfundible de Ceilán: mezcla de jazmines, sudor, aceite de coco, frangipan y magnolia


Sino algo duro como la pared
Pág. 131 sino que era algo duro como la pared


Y de  su vida
Pág.132 y la vida de aquella gente


para desalojarlo
Pág. 132  con el propósito de desalojarlo


Él se negó a hacerlo
Pág.132 Pero se negó a hacerlo


Novelas inglesas y Lady Chatterley
Pág.133 novelas inglesas entre ellas Lady Chaterley


una parte del bosque. Por un estrecho corredor y por último el inmenso rebaño
Pág.134 una parte del bosque y por un estrecho corredor sin salida. El inmenso rebaño


Consumida por sus celos devoradores
Pág.136 Josie Bliss consumida por sus celos devoradores


Substitução de palavras

Entre los ingleses vestidos de smoking todas las noches y estos hindúes para mí desconocidos
Pág.128 Entre los ingleses vestidos de smoking todas las noches y los hindúes inalcanzables


esta época ha sido
Pág. 128 aquella época ha sido


Entre estos ingleses
Pág.128 Entre los ingleses


estos hindúes
Pág. 128  los hindúes


Pero la recuerdo también como la más luminosa
Pág. 128 Pero la recuerdo igualmente como la más luminosa


Ya temprano estaba yo
Pág.128 Desde temprano estaba yo


Luego en inmensa cabeza, luego en montaña con colmillos.
Pág.129 después en inmensa cabeza, por último enmontaña con colmillos.


Nadie puede saber de la ternura de una mangosta
Nadie puede imaginarse la ternura de una mangosta


De las continuas batallas que sostienen valientemente con las cobras formidables
Pág.129 De las continuas batallas que sostienen valientemente con las tremendas cobras


Yo creo, de haberlas visto luchar muchas veces
Pág. 129 Yo creo, tras haberlas visto luchar muchas veces


una gran serpiente
Pág.129 una atroz serpiente


Con mi mangosta en mis brazos
Pág.129 con mi magosta en los brazos


hizo que un día todos os niños
Pág. 129 hizo que una tarde todos los niños


Se  dio  cuenta seguramente de lo que  iba a pasar
Pág.130 se dio cuenta exacta de lo que iba a pasar


Con mi mangosta en mis brazos
Pág. 130 con mi mangosta en los brazos.


Sin ese sentimiento de soledad
Pág.130 sin ese estremecimiento de soledad


sin el sentimiento de compañía humana, de sociedad
Pág.130 sin el sabor de compañía humana, de sociedad


un cuaderno de mis más antiguas
Pág. 130 un cuaderno que contiene mis más antiguas


No dejó de correr hasta llegar a mi dormitorio.
Pág.130 No paró de correr hasta llegar a mi dormitorio.


le había enseñado a ser más silencioso que una sombra
Pág.130 lo obligaba a ser más silencioso que una sombra


hacían cántaros
Pág.131 moldeaban cántaros


sin que nadie venga aunque grites y llores
Pág.131 sin que nadie acuda, así grites y llores.


No había nada que decirle, pues todo lo tenía listo: mi comida en la mesa, mi ropa recién planchada, la botella de whisky en la verandah
Pág.131 No era preciso ordenarle nada, pues todo lo tenía listo: mi comida en la mesa, mi ropa acabada de planchar la botella de whisky en la verandah


miles de seres humanos
Pág.131 millares de seres humanos


Desde una casa oscura surgía la  voz de un niño
Pág.131 De una casa oscura partía la voz de un niño


Que subía hacia lo indecible
Pág.131 que subía hasta lo indecible


hasta ser oscura como las tinieblas
Pág.131 hasta volverse oscura como las tinieblas


se adhería al aroma de los frangipanes
Pág.131 se adhería al aroma de los frangipanes


de aquel sentimiento indescifrable
Pág.131 de un sentimiento indescifrable


de aquel ritmo
Pág.131 de un ritmo


borracho con el enigma
Pág.132 borracho por el enigma


Desconocimiento total de sus valores
Pág.132 desconocimiento total de los valores


Él se negó a hacerlo
Pág.132 Pero se negó a hacerlo


las órdenes de arrasar aquella choza
Pág.132 las órdenes de arrasar la choza


por aquel entonces
Pág.132 por aquel tiempo


De alguna belleza  india
Pág.132 de alguna beldad india


Las empalizadas obstruían una parte del bosque
Pág.134 Las empalizadas cerraban una parte del bosque


Avanzaban centenares de otros por el estrecho corredor
Pág.134 Avanzaba centenares más por el estrecho corredor


por el estrecho corredor y por último el inmenso rebaño
Pág.134 por el estrecho corredor sin salida. El inmenso rebaño


De pronto, cabalgando dos grandes elefantes domesticados entraron los cazadores
Pág.134 De pronto, cabalgando dos grandes elefantes domesticados, entraron los domadores


Era conmovedora esa defensa y esa organización
Pág.134 Era conmovedora su defensa y su organización


Pero ellos conocen sus debilidades
Pág.134 Pero los cazadores conocen sus debilidades


Me pidió que la acompañara hasta el barco
Pág.136 Me rogó que la acompañara hasta el barco


Recuerdo que atacó con su largo cuchillo
Pág. 136 Recuerdo que atacó con un largo cuchillo


A una dulce muchacha inglesa que vino a visitarme
Pág. 136 a una dulce muchacha eurasiática que vino a visitarme


Elimimação de palabras

aquella naturaleza siempre recién lavada
Pág.128 aquella naturaleza recién lavada


hindúes para mí desconocidos
Pág.128 hindúes inalcanzables


inmensos dioses recostados
Pág.128 inmensos dioses

De aquellos arrabales
Pág.129 del arrabal


desconcierta al reptil venenoso
Pág.129 desconcierta al reptil


en sentido contrario, dejando atrás serpientes y espectadores
Pág.130 en sentido contrario y dejó atrás serpientes y espectadores


Al leerlas he sonreído mucho ante el dolor infantil y adolescente
Pág. 130 Al leerlas he sonreído ante el dolor infantil y adolescente


Como un soldado o como un explorador
Pág.130 como un soldado, como un explorador


Compañía, puesto que su condición de servidor oriental
Pág.130 compañía: su condición deservidor oriental


No tuve más que una mesa
Pág. 130 No tuve más compañía que una mesa


Este hombre no era compañía
Pág. 130 Este hombre no era propiamente compañía


Levantó la cabeza y abriendo las fauces dirigió su hipnótica mirada al animalito
Pág. 130 levantó la cabeza, abrió las  fauces y dirigió su hipnótica mirada al animalito


el olor de Ceilán, mezcla de jazmines, de sudor, de aceite de coco, de penetrante aroma de frangipan y magnolia
Pág.131 el olor inconfundible de Ceilán: mezcla de jazmines, sudor, aceite de coco y frangipan y magnolia


Las caras oscuras, confundidas con el color y el olor de la noche, me descubrieron y me invitaran a pasar.
Pág.131 Las caras oscuras, confundidas con el color y el olor de la noche, me invitaran a pasar.


Sin perturbar la música me senté silencioso en las esteras
Pág. 131 Me senté silencioso en las esteras      Supresão de frase?


Parecía que se le había olvidado el lenguaje, y sólo sabía sonreír con grandes dientes de buen caballo.
Pág.131 Parecía que se le había olvidado el lenguaje. Sólo sabía sonreír con grandes dientes de caballo.


Sino algo duro como la pared
Pág. 131 sino que era algo duro como la pared


la misteriosa voz humana que me había hecho detenerme en mi camino
Pág.131 la misteriosa voz humana que me había hecho detenerme,


Era una casa pobre y al lado de la puerta me asaltó una emanación
Pág. 131 Al lado de la puerta pobre me asaltó una emanación 


Cuyo misterio salía de toda la tierra, tierra martiriada, sonora, envuelta en sombra y aroma.
Pág.132 cuyo misterio salía de toda la tierra. Tierra sonora, envuelta en sombra y aroma.


¿Música? Pero, ¿tenían música los nativos?
Pág.132 Música? Tenían música los nativos?


Novelas inglesas y Lady Chatterley
Pág.133 novelas inglesas entre ellas Lady Chaterley


En su caso, D.H.Lawrence, sienta una cátedra de educación sexual
Pág.133 D.H Lawrence, sienta una cátedra de educación sexual


más dolorosa aún cuanto más inútil
Pág.133 más dolorosa cuanto más inútil


Había viajado hasta allí desde su lejano país
Pág.136 Había viajado allí desde su lejano país


Eliminação de frase

Sin perturbar la música me senté silencioso en las esteras
Pág. 131 Me senté silencioso en las esteras    


La pared de un prisionero, contra la cual hay que romperse la cabeza, sin que nadie venga aunque grites y llores. Lo grave es que esta pared que me rodeaba era un muro de sol.
Pág.131 la pared de un prisionero, contra la cual puede romperte la cabeza sin que nadie acuda, así grites y llores […]


una comida de gala a la cual había sido invitado
Pág.131 a una comida de gala […]


No había nada que pedirle nunca, ni nada que hablar con él. Parecía que se le había olvidado el lenguaje.
Pág.131 […] Parecía que se le había olvidado el lenguaje.


Sin perturbar la música me senté silencioso en las esteras
Pág. 131 Me senté silencioso en las esteras


Él se negó a hacerlo, y aunque no pudo impedir la injusticia, fue privado de su cargo
Pág.132 Pero se negó a hacerlo y fue privado de su cargo.


Entre las cosas de Ceilán que recuerdo, está una gran cacería de elefantes, a cuyo episodio final me tocó ser invitado.
Pág. 133 Entre las cosas de Ceilán que recuerdo, está una gran cacería de elefantes.


La juventud impregnada de colonialismo cultural que no hablaba sino de los últimos libros aparecidos en Inglaterra y los brotes de independencia que asomaban en la pacífica superficie.
Pág.133 la juventud impregnada de colonialismo cultural que no hablaba sino de los últimos libros parecidos en Inglaterra […]


Me contaban después los cazadores que el elefante prisionero rechaza el alimento por muchos días.
Pág. 134 […]  El elefante prisionero rechaza el alimento por muchos días


Y en su desesperación cortaban de raíz los árboles más débiles dispuestos a la más grande resistencia
Pág.134 en su desesperación cortaban de raíz los árboles más débiles […]


Nuestra coexistencia era imposible y por fin un día se decidió a partir.
Pág.136 […]Por fin un día se decidió a partir.


Eliminação de parágrafo

Y sólo sabía sonreír con grandes dientes de buen caballo.
            Hace un año estuve de vuelta unos días en Ceilán, y puse un aviso en el periódico para que Brampy fuera encontrado. No acudió. Posiblemente habrá desaparecido en la germinación, calamidad y muerte que es la vida de los pobres en el Oriente capitalista.
            La soledad era, pues
Pág.131 Sólo sabía sonreír con grandes dientes de caballo.
[…]
            La soledad en este caso


Cuando se deciden a comerla están domesticados y ya empiezan a aprender sus pesados trabajos.
Pág.134 Finalmente el elefante se decide a comerlos. Ya está domesticado. Ya comienza a aprender sus pesados trabajos.


            El tiempo pasaba en una placidez ardiente.
            Había casi terminado de escribir el primero volumen de “Residencia en la tierra” cuando tuve por primera vez una relación fraternal con escritores de otro mundo, del pequeño o grande mundo europeo que nunca había existido para mí en forma tangible. Alejo Carpentier, en Paris, y luego el joven poeta Rafael Alberti, de quién yo nunca había oído hablar, leyeron los poemas de ese libro y decidieron editarlo. Aquellas tentativas fueron frustradas, pero me dieron la sensación de que mi poesía no estaba sola, que comenzaba a palpitar fuera de mi destierro. Desde entonces data mi acendrada amistad hacia Alejo Carpentier, a quien ahora he visto firmemente vinculado a su pueblo engrandecido y respetado. En a Rafael Alberti, príncipe de una poesía siempre fresca y fragante, la guerra de España nos dio una hermandad aún más profunda y duradera.
Pág.134 Ya comienza a aprender sus pesados trabajos.
            […]
             

Mudanças sintáticas

La zona estaba despoblada
Pág.128 Era una zona despoblada


que sostienen valientemente con las cobras formidables
Pág.129 que sostienen valientemente con las tremendas  cobras


Mi hermana me ha traído
Pág.130 me ha traído mi hermana


No había nada que decirle
Pág.131 No era preciso ordenarle nada


Hay que romperse la cabeza
Pág.131 puedes romperte la cabeza


En el camino me detuvo la música
Pág. 132 En el camino me detuve a oír música


que jamás se haya escrito
Pág.132 que se haya escrito  jamás


Era una casa pobre y al lado de la puerta
Pág.131 Al lado de la puerta pobre


Mudança de tempo verbal

en mi ventana iluminando mi destino
Pág.128  en mi ventana para iluminar mi destino


levantó la cabeza y abriendo las fauces dirigió su hipnótica mirada al animalito
Pág.130 levantó la cabeza, abrió las fauces y dirigió su hipnótica mirada al animalito


se dio cuenta seguramente de lo que iba a pasar y dando un gran salto emprendió vertiginosa carrera
Pág.130 se dio cuenta exacta de lo que iba a pasar. Entonces dio un gran salto, emprendió  vertiginosa carrera


en sentido contrario, dejando atrás serpiente y espectadores
Pág.130 en sentido contrario y dejó atrás serpiente y espectadores


Hay que romperse la cabeza
Pág.131 puedes romperte la cabeza


El hombre que debió ejecutar las órdenes de arrasar aquella choza era un modesto funcionario.
Pág.132 El inglés que debía ejecutar las órdenes der arrasar la choza era un modesto funcionario.  


Reescrita

Con horror veía la masacre de las alhajas del mar: el pescado se vendía en pedazos a la pobre población y el machete caía cortando en trozos aquella materia divina de la profundidad que pronto queda convertida en sangrienta mercadería.
Pág.128 Contemplaba con horror la masacre de las alhajas del mar. El pescado se vendía en pedazos a la pobre población. El machete de los sacrificadores cortaba en rozos aquella materia divina de la profundidad para transformarla en sangrienta mercadería.


Ya temprano estaba yo con los pescadores. Estos de sus embarcaciones provistas de larguísimos flotadores que las hacían parecerse a arañas del mar extraían peces de violentos colores, peces como pájaros de la selva infinita, rojos o tricolores, de oscuro azul fosforescente con intenso terciopelo vivo, peces en forma de globo espinoso que se desinflaba hasta convertirse en una pobre bolsita de espinas.
Pág.128 Las embarcaciones provistas de larguísimos flotadores parecían arañas del mar. Los hombres extraían peces de violentos colores, peces como pájaros de la selva infinita, unos de oscuro azul fosforescente como intenso terciopelo vivo, otros en forma de globo punzante que se desinflaba hasta convertirse en una pobre bolsita de espinas.


Ningún país en aquella época ni después, tenía tantos elefantes trabajando en los caminos y siempre resultaba asombroso verlos – lejos del circo o de las barras del jardín zoológico – cruzar con su carga de maderas de un lado a otro de la ruta, como buenos y grandes jornaleros. Ningún país del mundo tenía ni tiene tantos elefantes trabajando en los caminos.
Pág.129 Ningún país del mundo tenía ni tiene tantos elefantes trabajando en los caminos. Resultaba asombroso verlos ahora – lejos del circo o de las barras del jardín zoológico, cruzando con su carga de madera de un lado a otro, como laboriosos y grandes jornaleros.


Por allá se cree que la mangosta tiene un secreto por nadie compartido. Se supone que después de su lucha sale en busca de los hierbecitas del antídoto.
Pág.129 Por allá se cree que la mangosta después de los combates contra sus venenosos enemigos, sale en busca de las hierbecitas del antídoto.


Había aparecido una gran serpiente y ser aprestaban para celebrar el indudable triunfo de Kiria, mi famosa mangosta.
Pág.129 Había aparecido en la calle una atroz serpiente, y ellos venían en demanda de Kiria, mi famosa mangosta, cuyo indudable triunfo se aprestaban a celebrar.


De las continuas batallas que sostiene valientemente con las cobras formidables conservan un prestigio algo mitológico. Yo creo, de haberlas visto luchar muchas veces contra las serpientes, que sólo vencen por su agilidad y por su gruesa capa de peo color sal y pimienta que engaña y desconcierta al reptil venenoso.
Pág.129 De las continuas batallas que sostienen valientemente con las tremendas cobras, conservan las mangostas un prestigio casi mitológico, yo creo, tras haberlas visto luchas muchas veces contra las serpientes, a las que vencen sólo por su agilidad y por su gruesa capa de color sal y pimienta que engaña y desconcierta al reptil.


Recientemente, en estos mismos días, y acercándome ya a los sesenta años, mi hermana me ha traído un cuaderno de mis más antiguas poesías escritas en 1918 y 1919.
Pág.130 En estos días me ha traído mi hermana un cuaderno que contiene mis más antiguas poesía, escritas en 1918 y 1919.


No había nada que decirle
Pág.131 No era preciso ordenarle nada


Era una casa pobre y al lado de la puerta me asaltó una emanación
Pág. 131 Al lado de la puerta pobre me asaltó una emanación


bajo el sortilegio de los tambores que acompañaban la voz humana
Pág.131 bajo el sortilegio de los tambores y l fascinación de aquella voz


Caía de pronto con todo su peso cristalino como si el más alto surtidor hubiera tocado el cielo y se hubiera desplomado entre los jazmines.
Pág.131 caía de ponto – con todo su peso cristalino – como si el más alto de los surtidores hubiese tocado el cielo para desplomarse en seguida entre los jazmines. 


contra la cual hay que romperse la cabeza, sin que nadie venga aunque grites y llores
Pág.131 puedes romperte la cabeza sin que nadie acuda, así grites y llores


Cuando llegué y me excusé ante los ingleses que ya cansados de esperarme estaban sentados a la mesa vestidos de negro y blanco les dije: - Perdónenme. En el camino me detuvo la música.
Pág. 132 Los ingleses ya estaban sentados a la mesa, vestidos de negro y blanco.
-Perdónenme. En el camino me detuve me detuve a oír música – les dije.


“A village in the jungle”. La fama de su mujer, Virginia Wolf, grande escritora subjetiva, borró esta “Aldea en la selva”, obra maestra de la verdadera vida y de la literatura real.
Pág.132 A Village in te jungle, obra maestra de la verdadera vida y de la literatura real un tanto o mucho apabullada por la fama de la mujer de Wolf, nada menos que Virginia Woolf, grande escritora subjetiva de renombre universal.


Ellos, que hacía veinticinco años que vivían en Ceilán, se sorprendieron con elegancia:
Pág.132 Ellos, que habían vivido veinticinco años en Ceilán, se sorprendieron elegantemente:


Indagando más y más supe que había excepciones en el colonialismo.
Pág. 132 Había excepciones en el colonialismo; lo indagué más tarde.


Estos avanzaron hacia cada u no de los elefantes rebeldes colocándolos entre los dos domesticados, lo que golpeaban con sus trompas al prisionero como vulgares “Police Men”, reduciéndolo a la inmovilidad y dando con ello la oportunidad para que uno de los cazadores le amarrara una pata trasera con gruesas cuerdas a un árbol vigoroso. Uno por uno fueron sometidos.
Pág.134 La pareja domesticada actuaba como vulgares policías. Se situaban a los costados del animal prisionero, lo golpeaban con sus trompas, ayudaban a reducirlo a la inmovilidad. Entonces los cazadores amarraban una pata trasera con gruesas cuerdas a un árbol vigoroso. Uno por uno fueron sometidos de esta manera.


Los paquidermos hacen largos viajes por la selva en busca de  brotes y cogollos de algunos arbustos favoritos. Los cazadores les cortan este ayuno trayéndoles esta golosina silvestre. Cando se deciden a comerla están domesticados y ya empiezan a aprender sus pesados trabajos.

Pág. 134 Los dejan ayunar un tiempo y luego les traen brotes y cogollos de sus arbustos favoritos, de ésos que, cuando estaban en libertad, buscaban a través de largos viajes por la selva. Finalmente el elefante se decide a comerlos. Ya está domesticado. Ya comienza a aprender sus pesados trabajos.

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