Arquivo Delson Biondo
He leído en algunos ensayos sobre mis trabajos que mi
permanencia en Extremo oriente influye en algún sector de mi obra,
especialmente en “Residencia en la tierra”. En verdad, mi único trabajo de
aquel tiempo fue el de Residencia en la tierra, pero, sin atreverme a
declararlo en forma atajante, me parece equivocado, eso de la influencia.
Todo
el esoterismo filosófico confrontado con la vida real de los países orientales
se revela como un subproducto de la
inquietud, de la neurosis, de la desorientación y del oportunismo
occidentales: es decir, de la crisis de principios en el capitalismo. Allí
mismo, en la India, no había por
aquellos años mucho sitio para las
contemplaciones del ombligo profundo. Una vida de brutales exigencias
materiales, una condición colonial de la
más acendrada abyección, miles de muertos cada día, de cólera, de viruela,
de fiebres y de hambre, organizaciones feudales desequilibradas por su inmensa
población y su pobreza industrial, daban a la vida en todos los sitios una
gran ferocidad en la que los
reflejos místicos desaparecían.
Casi
siempre los núcleos teosóficos eran explorados por aventureros occidentales,
entre ellos, alguna parte de americanos
del Norte y del Sur. No cabe duda que entre ellos había gente de
buena fe disueltos en un mercado barato en que se vendían al por mayor amuletos
y fetiches envueltos en pacotilla metafísica. Esta gente se llenaba la boca con el Dharma y el Yoga. Les encantaba la
gimnasia religiosa, pero el fondo era sólo vacío y palabrería.
Por eso,
el Oriente me impresionó como una
grande y desventurada familia humana, sin
dejar sitio en mi consciencia para sus ritos ni para sus dioses. No creo, pues, que mi poesía haya reflejado
otra cosa que las sensaciones de soledad de un forastero en aquel mundo
violento y extraño.
Por
allá llegó a la YMCA, donde yo vivía, uno de estos turistas del ocultismo. Era
vegetariano y conferenciante. Era un
tipo pequeñito, de mediana edad, de total calva reluciente y clarísimos ojos
azules, penetrantes y cínicos, de nombre Powers. Este norteamericano de
California seguía la religión budista y sus conferencias terminaban siempre con
la siguiente prescripción dietética: “Como lo decía Rockefeller, aliméntese
con sólo una naranja al día”.
Este Powers me cayó simpático con su alegre frescura. Hablaba español
y después de sus conferencias nos íbamos
a comer juntos grandes panzadas de cordero
asado (kebab) con cebolla. Era un budista teológico, no sé si legítimo o
ilegítimo, pero su voracidad era más
auténtica que sus conferencias. A la
noche siguiente, metido en su smoking, volvía a Buda y a sus naranjas y
disertaciones.
Pronto se enamoró de una muchacha mestiza enamorada de su
smocking y de sus teorías, muchacha anémica, de mirada doliente,
que lo creía un dios, un Buda vivo.
Así comienzan las religiones.
Al cabo de algunos meses me vino a buscar un día para su
nuevo casamiento. En su motocicleta, que lo proporcionaba una firma comercial para que vendiera refrigeradores, dejamos velozmente atrás
bosques, monasterios, arrozales.
Llegamos por fin a una pequeña aldea
china de habitantes chinos. Allí recibieron a Powers con cohetes y
música, mientras la novia se sentaba, jovencita y maquillada de
blanco como un ídolo, en una silla más alta que las otras. Al compás de la
música tomamos limonadas de todos los colores. Nunca se habló Powers con su nueva esposa. Al parecer la ceremonia había terminado y regresamos juntos a la
ciudad.
Yo estaba muy sorprendido, pero Powers me explicó que en
ese rito sólo la novia se casaba y que las ceremonias continuarían con ella
sola. Más tarde se iría a vivir con ella. Yo le observé esta poligamia, pero me
dijo que su primera esposa estaría muy contenta.
En esto había tanta verdad como en la naranja de cada
día, porque una vez que llegamos a su casa, a su primera casa, la mestiza
doliente estaba agonizando con su taza de veneno en el velador y una carta de
despedida. Su cuerpo moreno,
totalmente desnudo, estaba inmóvil b ajo el mosquitero. Duró muchas horas su agonía.
Acompañe a Powers, a pesar de mi repulsión, porque me
pareció ver que sufría de verdad. El cínico se había desmoronado cuando había
dejado de ser dios. Fui con él a la ceremonia funeral. En la riera de un río se
colocó aquel ataúd barato en un altillo de leña, a la que Powers aplicó fuego
con un fósforo, murmurando frases rituales en sánscrito, todo según el rito
budista.
Unos cuantos musicantes vestidos con túnicas anaranjadas
salmodiaban y soplaban tristísimos instrumentos. La leña, igual en las cocinas
que en las tumbas, se apagaba de pronto a medio consumir el ataúd, y vuelta a
empezar con los fósforos. El río corría indiferente dentro de sus márgenes, el
cielo azul eterno del Oriente demostraba también una absoluta indiferencia.
En aquel triste funeral solitario de la pobre abandonada,
de entre todos los presentes, yo creo que sólo en mi corazón caía tanta
pesadumbre, toda la soledad de aquella vida y de aquella muerte.
Mi vida oficial era inexistente. El quehacer llegaba una
sola vez cada tres meses, al arribo de un barco de Calcuta, que transportaba
parafina sólida y grandes cajas de té para Chile. Afiebradamente,
debía timbrar y firmar documentos. Luego,
otros meses de inacción, de observación solitaria de mercados y
templos. Esta es la época más dolorosa de mi poesía.
La calle era mi
religión. La calle birmana, la ciudad china con sus teatros al aire libre y sus dragones de papel, sus espléndidas linternas, la calle hindú
la más humilde con aquellos templos en que la gente se prosternaba afuera en el
barro, porque la religión no era otra
cosa que el negocio de una casta, los
mercados en que las hojas de Betel se levantaban en pirámides verdes, como
montañas de malaquita, las pajarería,
los sitios de venta de fieras y pájaros salvajes, las calles ensortijadas por
las que transitaban la birmanas cimbreantes con un largo cigarro en la boca.
Todo eso me absorbía, y poco a poco iba
penetrando en el sortilegio de la vida real.
Si las castas tenían clasificadas la población india como
en un teatro a paralelepípedo de galerías superpuestas encima de las cuales se
sentaban los dioses, los ingleses mantenían también
otras galerías de castas que iban desde el pequeño empleado de
tienda, pasaban por los profesionales e intelectuales, seguían con los
exportadores, para que al fin en todo ese aparato se sentaran cómodamente los
aristócratas del Civil Service y los banqueros del Imperio.
Estos dos mundos no
se tocaban. La gente del país no podía
entrar en los sitios destinados a
los ingleses y éstos vivían ausentes
de la palpitación del país.
Tal cosa me trajo dificultades. Mis conocidos ingleses me vieron en un
vehículo, “gharry”, cochecito de un
solo caballo especializado en rodantes y efímeras citas galantes, y me
advirtieron amablemente que esos vehículos no debían usarse por ningún
motivo. Y por una vez más me
intimaran que no debía sentarme en un restaurante persa, sitio pleno de
vida, en que yo tomaba el té mejor del mundo
en pequeñas tazas transparentes. Estas
fueron las últimas advertencias.
Después no me saludaron.
Yo me sentí feliz con
este boycott. Aquellos europeos
no eran muy interesantes y a fin de cuentas yo no había venido al Oriente a
vivir con estos transeúntes,
sino con el antiguo espíritu de aquel mundo. Continué con mis frecuentaciones y me entré tanto en el alma y la vida de ellas que me enamoré de una nativa.se vestía como
una inglesa y su nombre en la calle era
Josie Bliss, pero, en la intimidad de su casa, que pronto compartí, se despojaba de aquellas prendas y de
aquel nombre para usar su deslumbrante sarong y su nombre birmano.
Había calles enteras dedicadas al opio. En cada local y
sobre bajas tarimas se extendían los fumadores. Entré muchas veces a estos
sitios. Me parecían los verdaderos lugares religiosos de la India. No tenían
ningún lujo, ni tapicerías, ni cojines de seda. Todo era tablas sin pintar,
pipas de bambú y almohadas de loza china. Había allí un aire de decoro y de
austeridad que no existía en los templos. Os hombres adormecidos no hacían ni
movimiento ni ruido.
Cada uno de estos centenares de miles de locales tenía
licencia del gobierno inglés, que asumía el monopolio del opio, así como los
holandeses en sus colonias vecinas y los mismos ingleses en China de entonces.
En algunos de estos países las entradas del opio proporcionaban a los ingleses
y holandeses el catorce por ciento de las rentas nacionales. Mientras tanto, en
Ginebra, se pavoneaban los pulcros funcionarios de Inglaterra y de Holanda,
perfectos gentlemen, perorando en contra de la venta clandestina del
opio.-Estos chacales envenenan al mundo, decían en sus discursos, mientras que
sus elegantes pantalones rayados eran tal vez comprados con el producto de
aquellos sombríos y solemnes fumaderos del Imperio.
Tuve dificultades en
mi vida privada. La dulce Josie Bliss fue reconcentrándose y apasionándose
hasta enfermar de celos. Tal vez yo
hubiera continuado siempre junto a
ella. Sentía ternura hacia sus pies desnudos, las blancas flores que brillaban sobre su cabellera oscura, pero su
temperamento la llevaba hasta un
paroxismo salvaje. Sin causa alguna tenía celos y aversión a las cartas que me
llegaban de lejos, a los telegramas que me escondía, al aire que respiraba.
A veces, de noche, me despertaba la luz encendida y creía
ver una aparición detrás del mosquitero. Era ella, apenas vestida de blanco,
blandiendo su largo cuchillo indígena, afilado como navaja de afeitar, paseando
por horas alrededor de mi cama sin decidirse a matarme. Con eso, me decía,
terminarían sus temores. Al día siguiente, preparaba curiosos ritos para
asegurar mi fidelidad.
Por suerte, recibí un mensaje oficial que anunciaba mi
traslado a Ceilán. Preparé mi viaje en
secreto y un día, dejando mi ropa y mis
libros, salí de casa como de costumbre y
entré al barco que me llevaba lejos.
Dejaba a Josie,
especie de pantera birmana, con el más grande dolor. Apenas comenzó el barco a
sacudirse en las olas del Golfo de Bengala, empecé a escribir mi poema “Tango del viudo”, trágico trozo de mi poesía dedicado a la mujer que perdí
y me perdió, porque en su sangre apasionada
crepitaba sin descanso el volcán de la cólera.
[Sigue la reproducción de “Tango del
viudo” con la referencia Residencia en la Tierra, 1er. Tomo]
O título do capítulo na Revista, “ La calle oriental”
foi mudado em Confieso que he vivido
para “La soledad luminosa”.
Estudo
comparativo
A primeira transcrição
se refere ao texto Las vidas del Poeta,
Memorias y recuerdos de Pablo Neruda, publicado pela revista O Cruzeiro Internacional em 1962,
reproduzido aqui e com a indicação em negrito do que foi mudado em Confieso que he vivido (Barcelona, Seix
Barral, 1974). A segunda transcrição é antecedida da menção da página em que
ocorreu a mudança em Confieso que he
vivido.
Mudança
de pontuação
Hablaba español y después
Pág. 121 Hablaba español. Después
monasterios, arrozales
Pág. 121 monasterios y arrozales
Dragones de papel, sus espléndidas
linternas
Pág.122 dragones de papel y sus
espléndidas linternas
Malaquita, las pajarerías, los sitios
de venta de fieras y pájaros salvajes, las calles ensortijadas por las que
transitaban
Pág.123 malaquita. Las pajarerías, los
sitios de venta defieras y pájaros salvajes. Las calles ensortijadas por las
que transitaban
los dioses, los ingleses mantenían
los dioses. Los ingleses mantenían
La gente del país no podía entrar en
los sitios destinados a los ingleses y estos vivían ausentes de la palpitación
del país.
Tal
cosa me trajo dificultades.
Pág. 123 La gente del país no podía
entrar a los sitios destinados a los ingleses, y los ingleses vivían ausentes
de la palpitación del país. Tal situación me trajo dificultades.
Se vestía como una inglesa y su nombre
en la calle era Josie Bliss, pero, en la intimidad de la casa, que pronto
compartí
Pág. Se vestía como una inglesa y su
nombre de calle era Josie Bliss. Pero en la intimidad de su casa, que pronto
compartí
las blancas flores que brillaban sobre
su cabellera oscura, pero su temperamento la llevaba
Pág.124 las blancas flores que
brillaban sobre su cabellera oscura. Pero su temperamento la conducía
Hablaba español y después de sus
conferencias nos íbamos a comer juntos grandes panzadas de cordero asado
(kebab) con cebolla.
Pág.121 Hablaba español. Después de
sus conferencias nos íbamos a devorar juntos grandes panzadas de cordero asado
(kebab) con cebolla.
Luego, otros tres meses de inacción,
Pág. 122 Luego vendrían otros tres
meses de inacción,
dragones de papel, sus espléndidas
linternas
Pág.
123 dragones de papel y sus espléndidas linternas
Sin causa alguna tenía celos y
aversión a las cartas que me llegaban de lejos, a los telegramas que me
escondía, al aire que respiraba.
Pág. 124 Tenía celos y aversión a las
cartas que me llegaban de lejos; escondía mis telegramas sin abrirlos; miraba
con rencor el aire que yo respiraba.
Grafia
de palabras estrangeiras
Boycott
Pág.123 boicot
Mudança
de caracteres gráficos
Imperio
Pág. 123 empire
“gharry”
Pág. 123 gharry
Acréscimo
de palabra
una condición colonial de la más
acendrada abyección
Pág.120 una condición colonial cimentada en la más
acendrada abyección
No creo, pues, que mi poesía haya reflejado
otra cosa
Pág. 120 No creo, pues, que mi poesía
de entonces haya reflejado otra cosa
a una pequeña aldea china
Pág. 121 a una pequeña aldea de
construcción china
Con una voracidad más auténtica que
sus conferencias
Pág. 121 con una voracidad más
auténtica que el contenido de sus conferencias
Pronto se enamoró de una muchacha
mestiza
Pág. 121 Pronto se prendó primero de
na muchacha mestiza
Hablaba español y después de sus
conferencias nos íbamos a comer juntos grandes panzadas de cordero asado
(kebab) con cebolla.
Pág. 121 Hablaba español. Después de
sus conferencias nos íbamos a devorar juntos grandes panzadas de cordero asado
(kebab) con cebolla.
muchacha anémica
Pág. 121 señorita anémica,
de habitantes chinos
Pág. 121 y habitantes chinos
Luego, otros meses de inacción, de
observación solitaria de mercados y templos
Pág.122 Luego vendrían otros tres
meses de inacción de observación de mercados y templos
En un vehículo “gharry”
Pág. 123 en un vehículo denominado
“gharry”
Aquellos europeos no eran muy
interesantes ya a fin de cuentas yo no había venido al Oriente a vivir con
estos transeúntes
Pág 123 Aquellos europeos prejuiciosos
no eran muy interesantes que digamos y, a fin de cuentas, yo no había venido a
Oriente a convivir con colonizadores transeúntes
su nombre birmano
Pág. 124 su recóndito nombre birmano
Sentía ternura hacia sus pies
desnudos, las blancas flores
Pág. 124 Sentía ternura hacia sus pies
desnudos, hacia las blancas flores
salí de casa
Pág. 124 salí de la casa
Dejaba a Josie
Pág. 124 Dejaba a Josie Bliss
Substituição
de palabras
en un mercado barato en que se vendían
Pág. 120 un mercado barato donde se
vendían
la crisis de principios en el capitalismo
Pág. 120 La crisis de principios del capitalismo
su pobreza industrial, daban a la vida
Pág. 120 su pobreza industrial,
imprimían a la vida
Casi siempre los núcleos teosóficos
eran explotados por aventureros
Pág. 120 Casi siempre los núcleos
teosóficos eran dirigidos por aventureros
entre ellos, alguna parte de
americanos del Norte y del Sur.
Pág. 120 sin faltar americanos del
Norte y del Sur
Esta gente se llenaba la boca con el
Dharma y el Yoga
Pág. 120 Esa gente se llenaba la boca
con el Dharma y el Yoga
Les encantaba la gimnasia religiosa,
pero el fondo era sólo vacío y palabrería.
Pág. 120 Les encantaba la gimnasia
religiosa impregnada de vacío y palabrería.
Por eso, el Oriente
Pág. 120 Por tales razones, el Oriente
sin dejar sitio en mi consciencia
Pág. 120 sin destinar sitio en mi
consciencia
imprimían a la vida una gran ferocidad
Pág.
120 daban a la vida una gran ferocidad
Hablaba español y después de sus
conferencias nos íbamos a comer juntos grandes panzadas de cordero asado
(kebab) con cebolla.
Pág. 121 Hablaba español. Después de
sus conferencias nos íbamos a devorar juntos grandes panzadas de cordero asado
(kebab) con cebolla.
Pronto se enamoró de una muchacha
mestiza enamorada de su smoking
Pág.121 Pronto se prendó de una
muchacha enamorada de su smoking
muchacha anémica
Pág. 121 señorita anémica,
de habitantes chinos
Pág. 121 y habitantes chinos
Duró muchas horas su agonía.
Pág. 121 Duró varias horas su agonía.
Este Powers me cayó simpático con su
alegre frescura
Pág. 121 Este Powers me cayó simpático
por su alegre frescura
Después de sus conferencias nos íbamos
a comer juntos
Pág. 121 Después de sus conferencias
nos íbamos a devorar juntos
pero su voracidad era más auténtica
que sus conferencias
Pág. 121 con una voracidad más auténtica
que el contenido de sus conferencias
Luego, otros meses de inacción, de
observación solitaria de mercados y templos
Pág.122 Luego vendrían otros tres
meses de inacción de observción
los mercados en que las hojas de Betel
Pág. 123 los mercados donde las hojas
de Betel
Y poco a poco iba penetrando en el
sortilegio de la vida real
Pág. 123 y me iba sumergiendo poco a
poco en el sortilegio de la vida real
Como en un teatro a paralelepípedo
Pág. 123 como en un coliseo a
paralelepípedo
Encima de las cuales se sentaban los
dioses
Pág. 123 en cuyo tope se sentaban los
dioses
Los ingleses mantenían también otras
galerías de castas
Pág. 123 Los ingleses mantenían a su
vez su escalafón de asas
otras galerías de castas que iban
desde el pequeño empleado de tienda, pasaban por los profesionales e
intelectuales, seguían con los exportadores,
Pág. 123 su escalafón de castas que
iba desde el pequeño empleado de tienda, pasaba por los profesiones e
intelectuales, seguía con los exportadores
La gente del país no podía entrar en
los sitios destinados a los ingleses
Pág. 123 La gente del país no podía
entrar a los sitios destinados a los ingleses
éstos vivían ausentes de la
palpitación del país
Pág. 123 los ingleses vivían ausentes
de la palpitación del país
Tal cosa me trajo dificultades.
Pág. 123 Tal situación me trajo
dificultades
Mis conocidos ingleses
Pág. 123 Mis amigos ingleses
Y por una vez me intimaran
Pág.123 También me intimaran
En que yo tomaba
Pág.123 donde yo tomaba
Estas fueran sus últimas advertencias
Pág.123 Estas fueron las últimas
amonestaciones
Después no me saludaron
Pág. 123 Después dejaron de saludarme
Yo me sentí feliz con este boycott
Pág. 123 Yo me sentí feliz con el
boicot
Su nombre en calle era Josie Bliss
Pág.124 su nombre de calle era Josie
Bliss
se despojaba de aquellas prendas
Pág. 124 se despojaba de tales prendas
de aquel nombre
Pág. 124 de tal nombre
Tal vez yo hubiera continuado siempre
junto a ella
Pág. 124 De no ser por eso, tal vez yo
hubiera continuado indefinidamente junto a ella
Pero su temperamento la llevaba hasta
un paroxismo salvaje
Pág. 124 pero su temperamento la
conducía hasta un paroxismo salvaje
Por suerte, recibí un mensaje oficial
que anunciaba mi traslado a Ceilán.
Pág. 124 Por suerte, recibí un mensaje
oficial que me participaba mi traslado a Ceilán;
Y entré al barco
Pág. 124 y subí al barco
Dejando mi ropa y mis libros
Pág. 124 abandonando mi ropa y mis
libros
empecé a escribir mi poema
Pág. 124 empecé a escribir el poema
Me parecían los verdaderos lugares
religiosos de la India
Pág. 126 Eran los verdaderos lugares
religiosos de la India
Había allí un aire de decoro y de
austeridad que no existía en los templos
Pág. 126 Flotaba un aire de decoro y
de austeridad que no existía en los templos
Eliminação
de palabras
No cabe duda que entre ellos había
gente de buena fe disueltos en un mercado barato
Pág. 120 No cabe duda que entre ellos
había gente de buena fe, pero la generalidad explotaba un mercado barato
Allí mismo, en la India
Pág. 120 En la India
Daban a la vida en todos los sitios
una gran ferocidad
Pág.120 imprimían a la vida una gran
ferocidad
Allí recibieron a Powers con cohetes y
música
Pág 121 Recibieron a Powers con
cohetes y música
Si las castas tenían clasificada la
población india
Pág.123 Las castas tenían clasificada
la población india
cochecito de un solo caballo
especializado en rodantes y efímeras citas galantes
Pág. 123 cochecito especializado en
rodantes y efímeras citas galantes
Sin causa alguna tenía celos y
aversión a las cartas que me llegaban de lejos,
Pág. 124 Tenía celos y aversión a las
cartas que me llegaban de lejos;
en su sangre apasionada crepitaba sin
descanso el volcán de la cólera
Pág. 125 en su sangre crepitaba sin
descanso el volcán de la cólera
En cada local y sobre tarimas se
extendían los fumadores. Entré muchas veces a estos sitios. Me parecían los
verdaderos lugares religiosos de la India.
Pág. 126 Sobre bajas tarimas se
extendían los fumadores…Eran los verdaderos lugares religiosos de la India.
No hacían ni movimiento ni ruido.
Pág. 126 no hacían movimiento ni
ruido…
generalidad explotaba un mercado
barato donde se vendían al por mayor
amuletos y fetiches exóticos envueltos en pacotilla metafísica.
Al día siguiente preparaba curiosos
ritos para asegurar mi fidelidad
Por
suerte recibí un mensaje oficial que anunciaba mi traslado
Pág. 124 Al día siguiente celebraba
misteriosos ritos en resguardo de mi felicidad.
Acabaría
por matarme. Por suerte, recibí un mensaje oficial que me participaba mi
traslado
Tal vez yo hubiera continuado siempre
junto a ella.
Pág. 124 De no ser por eso, tal vez yo
hubiera continuado siempre junto a ella.
Acréscimo
de frase
No cabe duda que entre ellos había
gente de buena fe disueltos en un mercado barato en que se vendían al por mayor
amuletos y fetiches exóticos envueltos en pacotilla metafísica.
Luego, otros tres meses de inacción,
Pág.
122 Luego vendrían otros tres meses de inacción
Eliminação
de frase
Era un budista teológico, no sé si
legítimo o ilegítimo, pero su voracidad era más auténtica que sus conferencias.
A la noche siguiente, metido en su smoking, volvía a Buda y a sus naranjas en
sus disertaciones.
Pronto
se enamoró de una muchacha mestiza
Pág.121 Era un budista teológico, no
sé si legítimo o ilegítimo, con una voracidad más auténtica que el contenido de
sus conferencias.
Pronto
se prendó de una muchacha mestiza
Eliminação
de Parágrafo
Cada uno de estos
centenares de locales tenía licencia del gobierno inglés, que asumía el
monopolio del opio, así como los holandeses en sus colonias vecinas y los
mismos ingleses en la China de entonces. En algunos de esos países las entradas
del opio proporcionaban a ingleses y holandeses el catorce por ciento de las
rentas nacionales. Mientras tanto, en Ginebra, se pavoneaban como pulcros
funcionarios de Inglaterra y de Holanda, perfectos gentlemen, perorando en
contra de la venta clandestina del opio. – Estos chacales envenenan al mundo,
decían en sus discursos mientras que sus elegantes pantalanes rayados eran tal
vez comprados con el producto de aquellos sombríos y solemnes fumaderos del
Imperio.
Pág. 124
Mudanças
sintáticas
Todo el esoterismo filosófico
confrontado con la vida real de los países orientales
Pág. 120 Todo el esoterismo filosófico
de los países orientales, confrontando con la vida real
un Buda vivo
Pág. 121 un viviente Buda
el té mejor del mundo
Pág. 123 el mejor té del mundo
Y poco a poco iba penetrando en el
sortilegio de la vida real
Pág.123 y me iba sumergiendo poco a
poco en el sortilegio de la vida real
Mudança
de tempo verbal
Todo el esoterismo filosófico
confrontado con la vida real de los países orientales se revela
Pág. 120 Todo el esoterismo filosófico
de los países orientales se revelaba
se revela como un subproducto de la
inquietud
Pág. 120 se revelaba como un
subproducto de la inquietud
se sentaran cómodamente los
aristócratas del Civil Service
Pág. 123 se sentaban cómodamente los
aristócratas del Civil Service y los banqueros del empire.
Reescrita
No creo, pues, que mi poesía haya
reflejado otra cosa que las sensaciones de soledad de un forastero en aquel
mundo violento y extraño
Pág. 121 No creo, pues, que mi poesía
de entonces haya reflejado otra cosa que la soledad de un forastero
trasplantado a un mundo violento y extraño.
Por allá llegó a la
YMCA, donde yo vivía, uno de estos turistas del ocultismo. Era vegetariano y
conferenciante
Pág. 121 Recuerdo a uno de aquellos
turistas del ocultismo, vegetariano y conferenciante.
Era un tipo pequeñito, de mediana
edad, de total calva reluciente y clarísimos ojos azules, penetrantes y
cínicos, de nombre Powers. Era norteamericano, de California, profesaba la
religión budista y sus conferencias concluían siempre con la siguiente
prescripción dietética:
Pág. 121 Era un tipo pequeñito, de
mediana edad ,calva reluciente y total, clarísimos ojos azueles, mirada
penetrante y cínica, de apellido Powers. Venía de Norteamérica, de Califórnia,
profesaba la religión budista, y sus conferencias concluían siempre con la
siguiente prescripción dietética:
Pero su voracidad era más auténtica
que sus conferencias.
Pág. 121 pero con una voracidad más
auténtica que el contenido de sus conferencias.
Al cabo de algunos meses me vino a
buscar un día para su nuevo casamiento
Pág. Al cabo de algunos meses de ese
amor me vino a buscar un día para que presenciara un nuevo casamiento suyo.
En su motocicleta, que le proporcionaba
una firma comercial para que vendiera refrigeradores
Pág. 121 En su motocicleta, que le
proporcionaba una firma comercial a la cual servía como vendedor de
refrigeradoras
Mientras la novia se sentaba,
jovencita y maquillada de blanco como un ídolo
Pág. 121 mientras la novia jovencita
permanecía sentada, maquillada de blanco como un ídolo
Nunca se habló Powers con su nueva
esposa.
Pág. 121 En ningún momento se
dirigieron la palabra Powers y su nueva esposa.
sus espléndidas linternas, la calle hindú, la más humilde con aquellos templos en que la gente se
prosternaba afuera en el barro, porque la religión no era otra cosa que el
negocio de una casta.
Pág. 123 sus espléndidas linternas. La
calle hindú, la más humilde, con sus templos que eran el negocio de una casta y
la gente pobre prosternada afuera en el barro.
Mi vida oficial era inexistente. El
quehacer llegaba una sola vez cada tres meses al arribo de un barco de Calcuta
Pág.
122 Mi vida oficial funcionaba una sola vez cada tres meses, cuando
arribaba un barco de Calcuta
sino con el antiguo espíritu de aquel
mundo. Continué con mis frecuentaciones y me entré tanto en el alma y la vida
de ella ,que me enamoré de una nativa.
Pág.123 sino con el antiguo espíritu
de aquel mundo, con aquella grande y desventurada familia humana. Me adentré
tanto en el alma y la vida de esa gente, que me enamoré de una nativa.
Para que al fin en todo este aparato
se sentaran cómodamente los aristócratas del Civil Service y los banqueros del
Imperio
Pág. 123 culminaba con la azotea del
aparato en el cual se sentaban cómodamente los aristócratas del Civil Service u
los banqueros del empire.
Que esos vehículos no debían usarse
por ningún motivo
Pág. 123. que un cónsul como yo no
debía usar esos vehículos por ningún motivo
Al día siguiente preparaba curiosos
ritos para asegurar mi fidelidad
Por
suerte recibí un mensaje oficial que anunciaba mi traslado
Pág. 124 Al día siguiente celebraba
misteriosos ritos en resguardo de mi felicidad.
Acabaría
por matarme. Por suerte, recibí un mensaje oficial que me participaba mi
traslado
Aquellos europeos no eran muy
interesantes y a fin de cuentas yo no había venido al Oriente a vivir con estos
transeúntes, sino con el antiguo espíritu de aquel mundo. Continué con mis
frecuentaciones y de entré tanto el alma y la vida de ellas, que me enamoré de
una nativa.
Pág.123 Aquellos europeos prejuiciosos
no eran muy interesantes que digamos y, a fin de cuentas, yo no había venido a
Oriente a convivir con colonizadores transeúntes, sino con el antiguo espíritu
de aquel mundo, con aquella grande y desventurada familia humana. Me adentré
tanto en el alma y la vida de esa gente, que me enamoré de una nativa.
Al día siguiente preparaba curiosos
ritos para asegurar mi fidelidad
Por
suerte recibí un mensaje oficial que anunciaba mi traslado
Pág. 124 Al día siguiente celebraba
misteriosos ritos en resguardo de mi felicidad.
Acabaría
por matarme. Por suerte, recibí un mensaje oficial que me participaba mi
traslado
A
veces, de noche, me despertaba la luna encendida y creía ver una aparición
detrás del mosquitero. Era ella, apenas vestida de blanco, blandiendo su largo
cuchillo indígena, afilado como navaja de afeitar, aseando por horas alrededor
de mi cama sin decidirse a matarme. Con eso, me decía, terminarían sus temores.
Al día siguiente preparaba curiosos ritos para asegurar mi fidelidad.
Pág. 124 A veces me despertó una luz,
un fantasma que se movía detrás del mosquitero. Era ella, vestida de blanco,
blandiendo su largo y afilado cuchillo indígena. Era ella paseando horas
enteras alrededor de mi cama sin decidirse a matarme. “Cuando te mueras se
acabarán mis temores”, me decía. Al día siguiente celebraba misterioso ritos en
resguardo de mi fidelidad
He
leído en algunos ensayos sobre mis trabajos que mi permanencia en Extremo
Oriente influye en algún sector de mi obra, especialmente en “Residencia en la
Tierra”. En verdad, mi único trabajo de aquel tiempo fue el de Residencia en la
Tierra, pero, sin atreverme a declararlo en forma tajante, me parece
equivocado, eso de la influencia.
Pág. 120 He leído en algunos ensayos
sobre mi poesía que mi permanencia en Extremo oriente influye en determinados
aspectos de mi obra, especialmente en Residencia
en la tierra. En verdad, mis únicos versos de aquel tiempo fueron los de Residencia en la tierra, pero, sin
atreverme a sostenerlo en forma tajante, digo que me parece equivocado eso de
la influencia.
Al parecer la ceremonia había
terminado y regresamos juntos a la ciudad.
Yo
estaba muy sorprendido, pero Powers me explicó que en ese rito sólo la novia se
casaba y que las ceremonias continuarían con ella sola. Más tarde se iría a
vivir con ella. Yo le observé esta
poligamia, pero me dijo que su primera esposa estaría muy contenta.
Pág. 121 Regresamos a la ciudad. Powers
me explicó que en ese rito sólo la novia se casaba. Las ceremonias continuarían
sin necesidad de que él estuviera presente. Más tarde regresaría a vivir con
ella.
- Se da usted cuenta de que está practicando la poligamia? –
le pregunté.
- Mi otra esposa lo sabe y estará muy contenta – respondió
En esto había tanta
verdad como en la naranja de cada día, porque una vez que llegamos a su casa, a
su primera casa, la mestiza doliente estaba agonizando con su taza de veneno en
el velador y una carta de despedida.
Pág. 122 En esa afirmación suya había
tanta verdad como en su historia de la naranja de cada día. Una vez que
llegamos a su casa, la casa de su primera mujer, hallamos a ésta, una mestiza
doliente, agonizando con su taza de veneno en el velador y una carta de
despedida.
Acompañé
a Powers, a pesar de mi repulsión, porque me pareció ver que sufría de verdad.
El cínico se había desmoronado cuando había dejado de ser dios. Fui con él a la
ceremonia funeral. En la ribera de un río se colocó aquel ataúd barato en un
altillo de leña, a la que Powers aplicó fuego con un fósforo, murmurando frases
rituales en sánscrito, todo según el rito budista.
Unos
cuantos musicantes vestidos con túnicas anaranjadas salmodiaban y soplaban tristísimos
instrumentos. La leña, igual en las cocinas que en las tumbas se apagaban
pronto, a medio consumir, y vuelta a empezar con los fósforos. El río corría
indiferente dentro de sus márgenes, el cielo azul eterno del riente demostraba
también una absoluta indiferencia.
En
aquel triste funeral solitario de la pobre abandonada, de entre todos los
presentes, yo creo que sólo en mi corazón caía tanta pesadumbre, toda la
soledad de aquella vida y de aquella muerte.
Pág. 122 Acompañe a Powers, a pesar de
que comenzaba a sentirlo repulsivo, porque sufría evidentemente. El cínico que
llevaba por dentro se había desmoronado. Acudí con él a la ceremonia funeral.
En la ribera de un río colocamos el ataúd barato sobre un altillo de leña.
Powers aplicó fuego a las chamizas con un fósforo, murmurando frases rituales
en sánscrito.
Mi
vida social era inexistente. El quehacer llegaba una sola vez cada tres meses,
al arribo de un barco de Calcuta, que transportaba parafina sólida y grandes
cajas de té para Chile.
Pág.122 Mi vida oficial funcionaba una
sola vez cada tres meses, cuando arribaba un barco de Calcuta que transportaba
parafina sólida y grandes cajas de té para Chile.
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