Divisão dos Arquivos

O Blog Pablo Neruda Brasil está apresentado em quatro seções obedecendo à data de publicação da matéria:

Arquivo Cecilia Zokner

Os breves textos sobre a poesia de Pablo Neruda foram publicados sob a rubrica Literatura do Continente no jornal O Estado do Paraná, Curitiba e fazem parte, juntamente com outros textos versando sobre Literatura Latino-americana, do Blog http:\\www.literaturadocontinente.blogspot.com.br. Os demais, em outras publicações.

Arquivo Adriana

Chilena de Concepción, amiga desde 1964, quando convivemos em Bordeaux, ao longo dos anos me enviou livros e recortes de jornal sobre Pablo Neruda. Talvez tais recortes sejam hoje, apenas curiosos. Talvez esclareçam algo sobre o Poeta ou abram caminhos para estudos sobre a sua obra o que poderá, eventualmente, se constituir uma razão para divulgá-los.

Arquivo Delson Biondo

Doutor em Literatura na Universidade Federal do Paraná. No ano do centenário de nascimento de Pablo Neruda, convidei Delson Biondo, meu ex-aluno do curso de Letras para trabalharmos sobre “Las vidas del Poeta, as memórias de Pablo Neruda”, constituídas de dez capítulos, publicados, em espanhol, na revista O Cruzeiro Internacional, no ano de 1962. Iniciamos o nosso trabalho com a sua tradução, visando divulgar, no Brasil, esse texto do Poeta que somente anos mais tarde iria fazer parte de seu livro de memórias Confieso que he vivido. Todavia, várias razões impediram que a tradução fosse publicada no Brasil, mas continuamos a trabalhar sobre “Las vidas de Poeta” no que se referia aos aspectos formais comparativamente a esses mesmos textos que passaram a fazer parte de Confieso que he vivido. Além desse estudo comparativo, pretendíamos nos aproximar, minuciosamente de cada um dos capítulos de “Las vidas del Poeta”. A comparação foi realizada e o estudo do primeiro capítulo concluído. Estávamos já, terminando a redação do estudo do segundo capítulo quando Delson Biondo veio a falecer em maio de 2014. Assim, as notas comparativas dos textos nerudianos e o estudo do segundo capítulo de “Las vidas del Poeta” não foram concluídos. Penso que a eles nada devo acrescentar.

Arquivo Aberto

Arquivo Aberto à recepção de trabalhos escritos em português ou espanhol que tratem da obra de Pablo Neruda, obedeçam às normas da ABNT e sejam acompanhados de um breve curriculum do autor. Os trabalhos poderão ser enviados para publicação neste Blog pelo e-mail pablonerudabrasil@gmail.com.

1 de junho de 2016

Las vidas del Poeta, Memorias y recuerdos de Pablo Neruda El joven provinciano Capítulo primero

Arquivo Delson Biondo

En una revista del norte, de cuyo nombre no quiero acordarme, hay una sección bobalicona llamada “Mi personaje inolvidable”.
Comenzaré por decir, sobre los días y años de mi infancia, que mi único personaje inolvidable fue la lluvia. La gran lluvia austral que cae como una catarata del Polo, desde los cielos del Cabo de Hornos, hasta la frontera. En esta frontera, o Far West de mi patria, nací a la vida, a la tierra, a la poesía y a la lluvia.
Por mucho que he caminado me parece que se ha perdido ese arte de llover que se ejercía como un poder terrible y sutil en mi Araucanía natal. Llovía meses enteros, años enteros. La lluvia caía en hilos como largas agujas de vidrio que se rompían en los techos o llegaba en olas transparentes contra las ventanas y cada casa era una nave que difícilmente llegaba a puerto en aquel océano de invierno.
Esta lluvia fría del sur de América no tiene las rachas impulsivas de la lluvia caliente que cae como un látigo y pasa dejando el cielo azul. Por el contrario, la lluvia austral, tiene paciencia y continúa, sin término, cayendo desde el cielo gris.
Frente a mi casa, la calle se convirtió en un inmenso mar de lodo. A través de la lluvia veo por la ventana que una carreta se ha empantanado en medio de la calle. El campesino, con manta de castilla negra, hostiga a los bueyes que no pueden más entre la lluvia y el barro.
Pero el verano de mi infancia redimía toda esa inmensa tristeza, pintaba de azul el cielo, de claridad las calles, y de trigo las colinas.


Temuco es una ciudad pionera, de esas ciudades sin pasado, pero con ferreterías. Como los indios no saben leer, las ferreterías ostentan sus notables emblemas en las calles: un inmenso serrucho, una olla gigantesca, un candado ciclópeo, una cuchara antártica. Más allá, las zapaterías, una bota colosal.
Hace cuatro o cinco años, para asistir a un congreso en Goiânia, hice con el escritor Baltazar Castro un viaje aéreo que me pareció el más largo de los viajes. Por encima del vasto Brasil, el avión de carga en que íbamos atados al asiento, como condenados, tambaleaba y crujía por aquellos huracanados cielos. Y cuando maltrechos, por fin llegamos al hotel y tuve el valor de asomarme a la ventana, vi una ciudad sin pasado, sin telarañas, en que todo se estaba empezando a hacer. Otra vez un mundo de ferreterías. Me volví hacia Baltazar Castro y le dije: “Tanto sufrir en el avión, tanto viajar por el mundo, y todo para volver a Temuco”.
            Si Temuco era la avanzada de la vida chilena en los territorios del sur de Chile, esto significaba una larga historia de sangre. Al empuje de los conquistadores españoles, después de trescientos años de lucha, los araucanos se replegaron hacia aquellas regiones frías. Pero los chilenos continuaron lo que se llamó “la pacificación de la Araucanía”, es decir, la continuación de una guerra a sangre y fuego, para desposeer a nuestros compatriotas indefensos de sus tierras. Contra los indios todas las armas se usaron con generosidad: el disparo de las carabinas, el incendio de sus chozas, y luego, en forma más paternal, se usó la ley y el alcohol. El abogado se hizo también especialista en el desojo de sus campos, el juez los condenó cuando protestaron, el sacerdote los amenazó con el fuego eterno. Y, por fin, el aguardiente consumó el aniquilamiento de una raza soberbia cuyas proezas, valentía y belleza, dejó grabadas en estrofas de hierro y de jaspe don Alonzo de Ercilla en su Araucana.


Mis padres llegaron de Parral, donde yo nací. Allí, en el centro de Chile, crecen las viñas y abunda el vino. Sin que yo lo recuerde, sin saber que la miré con mis ojos, murió mi madre doña Rosa Basoalto. Yo nací el 12 de Julio de 1904, y un mes después, en agosto, agotada por la tuberculosis, mi madre ya no existía.
            La vida era dura para los pequeños agricultores del centro del país. Mi abuelo, don José Angel Reyes, tenía poca tierra y muchos hijos. Los nombres de mis tíos me parecieron nombres de príncipes de reinos lejanos. Se llamaban Amós, Oseas, Joel, Abdías. Mi padre se llamaba simplemente José del Carmen. Salió muy joven de las tierras paternas y trabajó de obrero en los diques del puerto de Talcahuano, terminado como ferroviario en Temuco.


Era conductor de un tren lastrero Estos trenes lastreros conducían piedras y arena que depositaban entre los durmientes de la línea férrea, para que la intensa lluvia no moviera los rieles. Debiendo excavar el lastre de las canteras, este tren de mi padre permanecía en cualquier rincón selvático, por semanas completas.
            El tren era novelesco. Primero, la gran locomotora antigua, luego los innumerables carros planos en los que la pala excavadora depositaba las pequeñas montañas de la entraña terrestre, después los carros de los peones, por lo general, rudos gañanes de vida desordenada, y luego el vagón en que vivían sobre ruedas mi padre y el telegrafista. Todo eso en medio de faroles de vidrios verdes y rojos, de banderas de ceñales y mantas de tempestad, de olor aceite, de hierros oxidados, y con mi padre, pequeño soberano de barba rubia y ojos azules, dominando como un capitán de barco la tripulación y la travesía.
            Viajé muchas veces por los ramales en esta casita de mi padre que se detenía junto a la selva primaveral, selva virgen que me reservaba los más espléndidos tesoros, inmensos helechos, escarabajos deslumbrantes, curiosos huevos de aves silvestres.
            A la ciudad de Temuco llegó el año de 1910. En este año memorable entré al Liceo, un vasto caserón con salas destartaladas y subterráneos sombríos. Desde la altura del Liceo, en primavera, se divisaba el ondulante y delicioso río Cautín, con sus márgenes pobladas por manzanos silvestres. Nos escapábamos de las clases para meter los pies en el agua fría que corría sobre las piedras blancas.
            Pero el Liceo era un terreno de inmensas perspectivas para mis seis años de edad. Todo tenía posibilidad de misterio. El laboratorio de Física, al que no nos dejaban entrar, lleno de instrumentos deslumbrantes, de retortas y cubetas. La Biblioteca, eternamente cerrada. Los hijos de los pioneros no gustan de la sabiduría. Sin embargo, el sitio de mayor fascinación era el subterráneo. Había allí un silencio y una oscuridad muy grande. Alumbrándonos con velas jugábamos a la guerra. Los vencedores amarraban a los prisioneros a las viejas columnas. Todavía conservo en la memoria el olor a humedad, a sitio escondido, a tumba, que emanaba del subterráneo del Liceo de Temuco.
            Fui creciendo. Me comenzaron a interesar los libros y en las hazañas de Buffalo Bill, en los viajes de Salgari, se fue extendiendo mi espíritu por las regiones del sueño. Los primeros amores, los purísimos se desarrollaban en cartas enviadas a Blanca Wilson. Esa muchacha era hija del herrero y uno de mis compañeros, perdido de amor por ella, me pidió que le escribiera sus cartas de amor. No recuerdo cómo serían esas cartas, pero tal vez fueron mis primeras obras literarias, pues, cierta vez, al encontrarme con la colegiala, ésta me preguntó si yo era el autor de las cartas que le llevaba su enamorado. No me atreví a renegar de mis obras y muy turbado le respondí que sí. Entonces me pasó un membrillo que por supuesto no quise comer y guardé como un tesoro. Desplazado así mi compañero en el corazón de la muchacha, continué escribiéndole interminables cartas de amor y recibiendo membrillos.


En estos recuerdos no veo bien la precisión periódica del tiempo. Se me confunden hechos minúsculos que tuvieron importancia para mí y me parece que debe ser anterior a ésta la primera aventura erótica, extrañamente mezclada a la historia natural. Tal vez el amor y la naturaleza fueron desde muy temprano los yacimientos de mi poesía.
            Frente a mi casa vivían dos muchachas que de continuo me lanzaban miradas que me ruborizaban. Lo que yo tenía de tímido y silencioso lo tenían ellas de precoces y diabólicas. De pie esa vez en la puerta de mi casa, trataba de no mirarlas. Tenían en sus manos algo que me fascinaba. Me acerqué con cautela y me mostraron un nido de pájaro silvestre, tejido con musgo y plumillas, que guardaba en su interior unos maravillosos huevecitos de color turquesa. Cuando fui a tomarlo una de ellas se interpuso diciéndome que primero debía hurgar en mis ropas. Temblé de terror y me escabullí rápidamente, perseguido por las jóvenes ninfas que enarbolaban el incitante tesoro. En la persecución entré por un callejón hacia el local deshabitado de una panadería, propiedad de mi padre. Allí las asaltantes lograron alcanzarme y comenzaban a despojarme de mis pantalones cuando por el corredor se oyeron los pasos de mi padre. Allí terminó el nido. Los maravillosos huevecillos quedaron rotos en la panadería abandonada, mientras debajo del mostrador, escondidos y apretados entre telarañas y restos de pan y harina, asaltado y asaltantes conteníamos la respiración.
            Muchas veces me han preguntado cuándo escribí mi primer poema, cuándo nació en mí la poesía.


Trataré de recordarlo. Muy atrás en mi infancia y habiendo apenas aprendido a escribir, sentí una vez una intensa emoción y tracé unas cuantas palabras semirrimadas, pero extrañas a mí, diferentes del lenguaje diario. Las puse en limpio en un papel preso de una ansiedad profunda, de un sentimiento hasta entonces desconocido, especie de angustia y de tristeza. Era un poema dedicado a mi madre, es decir, a la que conocí por tal, a la angelical madrasta cuya suave sombra protegió toda mi infancia. Completamente incapaz de juzgar mi primera producción, se la llevé a mis padres. Ellos estaban en el comedor, sumergidos en una de esas conversaciones en voz baja que dividen más que un río el mundo de los niños y el de los adultos. Les alargué el papel con las líneas, tembloroso aún con la primera visita de la Inspiración, Mi padre, distraídamente, lo tomó en sus manos, distraídamente lo leyó, distraídamente me lo devolvió, diciéndome:
-       ¿De dónde lo copiaste?
            Y siguió conversando en voz baja con mi madre, de sus importantes y remotos asuntos.
            Me parece recordar que así nació mi primer poema y que así recibí la primera muestra distraída de la crítica literaria.


Mientras tanto, avanzaba en el mundo del conocimiento, en el desordenado río de los libros como un navegador solitario. Llegué a devorar tres libros al día. Todo lo consumía. Mi avidez de lectura no descansaba de día ni de noche. En la costa, en el pequeño puerto Saavedra, hoy destruido por un cataclismo, encontré una Biblioteca Municipal y un viejo poeta, don Augusto Winter, que se admiraba de mi voracidad literaria. - ¿Ya los leyó?, me decía pasándome un nuevo Vargas Vila, un Ibsen, un Rocambole. Como un avestruz, yo tragaba sin discriminar.
      Por esos años llegó como directora del Liceo de niñas de Temuco una señora alta y mal vestida. Se cuenta que cuando las damas de la localidad le propusieron que se pusiera sombrero – todas lo llevaban entonces – contestó sonriendo: - ¿Para qué? Sería ridículo. Sería como ponerle sombrero a la cordillera de los Andes.
      Era Gabriela Mistral. Yo la miraba pasar por las calles de mi pueblo con sus tacos bajos y sus ropones talares, y le tenía miedo. Pero, cuando venciendo mi condición huraña me llevaron a visitarla, la encontré buenamoza, y en su rostro tan tostado en que la sangre india predominaba como un bello cántaro araucano, sus dientes blanquísimos se mostraban en una sonrisa plena y generosa que iluminaba la habitación.


Yo era demasiado joven para ser su amigo, y demasiado tímido y ensimismado. La vi muy pocas veces. Lo bastante para que cada vez saliera con algunos libros que me regalaba. Eran siempre novelas rusas que ella consideraba como lo más extraordinario de la literatura mundial. Puedo decir que Gabriela me embarcó en esa seria y terrible visión de los novelistas rusos, y que Tolstoi, Dostoievski, Chéjov, entraron en mi más profunda predilección. Siguen acompañándome.
No es éste el único bien que recibí de Gabriela Mistral. Su dramática poesía y su sonrisa de muchacha traviesa, son cosas que también sigo atesorando.


O CRUZEIRO Internacional, 16 de enero de 1962.




Estudo comparativo

A primeira transcrição se refere ao texto Las vidas del Poeta, Memorias y recuerdos de Pablo Neruda, publicado pela revista O Cruzeiro Internacional em 1962, reproduzido aqui e com a indicação em negrito do que foi mudado em Confieso que he vivido (Barcelona, Seix Barral, 1974). A segunda transcrição é antecedida da menção da página em que ocorreu a mudança em Confieso que he vivido.



Mudança de pontuação

una panadería, propiedad de mi padre
Pág. 23 Una panadería de propiedad de mi padre


 - ?Ya los leyó?
Pag.33 “Ya los leyó?”


Eliminação da maiúscula

Inspiración
Pag. 32 inspiración


Biblioteca Municipal.
Pag. 33 biblioteca municipal


Grafia diferenciada de nome próprio

Abdías
Pag.17 Abadias



Acréscimo de palabras

Continué escribiéndole interminables
Pág.21 Continué escribiéndole a ella interminables


una panadería, propiedad de mi padre
Pág. 23 una panadería de propiedad de mi padre

Substitução de palavras

El campesino
Pág. 15 Un campesino


se usó la ley y el alcohol
Pág. 16 se empleó la ley y el alcohol


uno de mis compañeros
Pág. 21 uno de los muchachos


me parece que debe ser anterior a ésta la primera aventura erótica
Pág. 22 me parece que debe ser ésta mi primera aventura erótica


De pie esa vez en la puerta de mi casa
Pág. 23 Esa vez parado en la puerta de mi casa



Eliminação de palavras

para desposeer a nuestros compatriotas indefensos de sus tierras
Pág. 16 para desposeer a nuestros compatriotas de sus tierras


me parece que debe ser anterior a ésta la primera aventura erótica
Pág. 22 me parece que debe ser ésta mi aventura erótica.


Cuando fui a tomarlo una de ellas se interpuso diciéndome
Pág. 23 Cuando fui a tomarlo una de ellas me dijo


Allí las asaltantes lograron
Pág. 23 Las asaltantes lograron





Eliminação de frases

Escondidos y apretados entre telarañas y restos de pan y harina
Pág. 23


Llegué a devorar tres libros al día. Todo lo consumía
Pág. 33


Hoy destruido por un cataclismo
Pág. 33


Eliminação de parágrafos

            En una revista del Norte, de cuyo nombre no quiero acordarme, hay una sección bobalicona llamada “Mi personaje inolvidable”.
 Pág. 15 […]


            Pero el verano de mi infancia redimía toda esa tristeza, pintaba de azul el cielo, de claridad las calles, y de trigo las colinas.
Pág. 15 […]


            Hace cuatro o cinco años, para asistir a un Congreso en Goiânia, hice con el escritor y senador Baltasar Castro un viaje aéreo que me pareció el más largo de los viajes. Por encima del vasto Brasil, el avión de carga en que íbamos atados al asiento, como condenados, tambaleaba y crujía por aquellos huracanados cielos. Y, cuando, maltrechos, por fin llegamos al hotel y tuve valor para asomarme a la ventana, vi una ciudad sin pasado, sin telarañas en que todo se estaba empezando a hacer. Otra vez un mundo de ferreterías. Me volví hacia Baltasar y le dije:”Tanto sufrir en el avión, tanto viajar por el mundo, y todo para volver a Temuco”.
Pág. 16 […]


            No es éste el único bien que recibí de Gabriela Mistral. Su dramática poesía y su sonrisa de muchacha traviesa, son cosas que también sigo atesorando.
Pág. 33 […]


Era conductor de un tren lastrero. [os cinco parágrafos que seguem, foram eliminados].
Pág. 17. Era conductor de un tren lastrero [os parágrafos que seguem não possuem relação com aqueles da revista]



Mudança de tempo verbal

Cuando fui a tomarlo una de ellas se interpuso diciéndome que primero
Pág. 23 Cuando fui a tomarlo una de ellas me dijo que primero



Reescrita de parágrafo

            Por esos años llegó como directora del Liceo de Niñas de Temuco una señora alta y mal vestida. Se cuenta que cuando las damas de la localidad le propusieron que se pusiera sombrero - todas lo llevaban entonces - contestó sonriendo: - ¿Para qué? Sería ridículo. Sería como ponerle sombrero a la cordillera de los Andes.
            Era Gabriela Mistral. Yo la miraba pasar por las calles de mi pueblo con sus tacos bajos y sus ropones talares, y le tenía miedo. Pero, cuando venciendo mi condición huraña me llevaron a visitarla, la encontré buenamoza, y en su rostro tan tostado en que la sangre india predominaba como en un bello cántaro araucano, sus dientes blanquísimos se mostraban en una sonrisa plena y generosa que iluminaba la habitación.

Pág. 33 Por ese tiempo llegó a Temuco una señora alta, con vestidos muy largos y zapatos de taco bajo. Era la nueva directora del liceo de niñas. Venía de nuestra ciudad austral, de las nieves de Magallanes. Se llamaba Gabriela Mistral.
            Yo la miraba pasar por las calles de mi pueblo con sus ropones talares, y le tenía miedo. Pero, cuando me llevaron a visitarla, la encontré buenamoza. En su rostro tostado en que la sangre india predominaba como en un bello cántaro araucano, sus dientes blanquísimos se mostraban en una sonrisa plena y generosa que iluminaba la habitación.




Memórias folhetinescas de Pablo Neruda em O Cruzeiro Internacional

Delson BIONDO
Cecilia ZOKNER


RESUMO

O artigo resgata, analisa e traduz a primeira de uma série de dez crônicas autobiográficas, escritas originalmente por Pablo Neruda, em 1962, para a revista brasileira O Cruzeiro Internacional. Analisado em suas particularidades, esse capítulo desvenda aspectos de importância biográfica no que diz respeito ás relações entre Neruda e o Brasil, bem como uma série de reveladoras envolvências psicossociais do autor. Por ser um texto anterior à obra Confieso que he vivido e possuir passagens que nela não figuram, essas ignoradas memórias folhetinescas reclaman uma presença definitiva dentro das obras completas do poeta.


PALAVRAS-CHAVE: Pablo Neruda. Memórias. O Cruzeiro Internacional. Autobiografia.

            Talvez o grande público desconheça que as memórias em prosa do Nobel chileno foram publicadas pela primeira vez no Brasil. “Las vidas del poeta:memorias y recuerdos de Pablo Neruda” em dez capítulos quinzenais, de janeiro a junho de 1962. Essa Revista, hoje extinta, foi inovadora não só no panorama jornalístico brasileiro, mas, também na sua intenção de atingir um contexto cultural mais amplo. Em seus primórdios, teve uma tiragem de aproximadamente trezentos mil exemplares, distribuídos em mais de vinte países de fala hispânica, inclusive nos Estados Unidos1.

1 Para o presente estudo, utilizamos fac-símiles de O Cruzeiro Internacional obtidos junto à Biblioteca Nacional do Rio de Janeiro. Todo este material, no entanto, foi resgatado e publicado por Alejando Escobar no Chile em 2004. Ver JIMÉNEZ Escobar , 2004.

            Em seu aspecto gráfico, o texto se apresenta em três colunas, com exceção dos casos em que a inserção de uma foto, título ou chamada reduzem o número para uma ou duas colunas. Cada capítulo traz, em sua página de abertura, o título do folhetim em caixa alta, seguido de uma reprodução da assinatura de Pablo Neruda em grandes caracteres, recurso que pretende tornar mais próxima a presença do autor e, assim, proporcionar um maior apelo emocional a sua narrativa. Acompanhando o título de cada capítulo, a informação de que o texto é matéria exclusiva da revista O Cruzeiro Internacional. “Las vidas del poeta” é um título que soa instigante, pois remete a uma existência plural, a uma vida que se desdobra e contém em si muitas outras. Esse viver de forma intensa, aproxima o poeta da natureza, das coisas do mundo, das pessoas e dos acontecimentos de sua época, fazendo dele um autor que não se entrincheira, que busca o prazer dos sentidos e a fixação do vivido.
            A reconstrução dessa vida, elaborada a partir de lembranças voluntárias, e às vezes involuntárias, de momentos seletos e marcantes ou, simplesmente, curiosos, foi disposta em dez capítulos, cujos títulos nem sempre elucidativos, podem resultar, no entanto, sugestivos ou impactantes: “El joven provinciano”, “Perdido en la ciudad”, “Los caminhos del mundo”, La calle oriental”, “La luz de la selva”, “En Ceilán, la soledad luminosa”, “Tempestad en España”, “Las entrañas de América”, “Lucha y destierro”, “Dicciones y contradicciones finales” 2

2 Na Revista, os títulos são todos grafados em caixa alta.

            Dois elementos paratextuais estão presentes em todos os capítulos: fotos do poeta (algumas com comentários e explicações) e diversas chamadas que sintetizam o conteúdo do capítulo. Em tamanho maior, as fotos que antecedem cada capítulo retratam um poeta de olhar distraído, aborto em seus pensamentos ou devaneios, pouco preocupado com a câmara, mas bastante atento à imagem que ela pretende fixar. O perfil é sua posição preferida, eventualmente espalma as mãos nas pernas ou leva a mão direita ao queixo para apoiar a cabeça.
No capítulo de abertura, a foto escolhida, única a retratar um Neruda sorridente e em cumplicidade com a câmara, é coetânea ao texto; não a outra, inserida nos interstícios da narrativa, que revela um colegial aos dezenove anos, de nariz grande e orelhas de abano, como que posando forçosa e timidamente para uma foto institucional.
            Tanto as notas ao pé das fotos (em itálico) quanto as chamadas resumidoras dos textos (em tipo maiores) são, muito provavelmente de cunho editorial, ou seja, não devem ter sido formuladas pelo poeta, mas reescritas a partir de seu texto, de forma a chamar a atenção do leitor para os tópicos mais importantes.
            Somente o primeiro capítulo vem antecedido por breves palavras de apresentação, nas quais a revista se empenha em ressaltar: o ineditismo do empreendimento, o esforço levado a cabo para concretizá-lo no período de um ano e meio e a importância da poesia de Pablo Neruda para os povos da América. Digna de nota e a forma como a revista defende um conceito de expressão poética em que a poesia de um escritor profundamente comprometido é dissociada desse comprometimento; também, o modo como a revista se esquiva das possíveis críticas e dos dilemas ideológicos que as memórias de um poeta comunista poderiam gerar, enaltecendo o talento de sua poesia e minimizando os efeitos de sua postura político-partidária.
           
Muchos podrán discutir la posición política de Pablo Neruda, muchos pueden ser sus acérrimos enemigos y combatirlo hasta con violencia, pero en toda América Latina no existe la menor discordancia respecto a su notable talento poético – el poeta ha sido consagrado por los críticos de todas las ideologías. Y este último motivo nos han llevado a publicar las Memorias de Neruda, como homenaje a la auténtica poesía (NERUDA,1962, p. 15)

Se as chamadas são de autoria dos editores, não assim os títulos, até porque três deles reaparecem literalmente em Confieso que he vivido (NERUDA, 1974), suas memórias canônicas: ”El joven provinciano”, “Perdido en la ciudad”, “Los caminos del mundo”. No primeiro capítulo, as chamadas se apresentam numa coluna paralela ao texto, seguindo-lhe a mesma ordenação: “El arte de la lluvia”, “La ciudad de Temuco en la frontera”, “Temuco y Goiânia”, “Los araucanos”, “Los tíos del norte”, “El conductor de tren”, “El Liceo de Temuco”, “Cartas de amor contra membrillo”, “El nido y el sexo”, “Mi primer poema”, “Una señora mal vestida” . (NERUDA, 1962, P. 16)
Dentre essas chamadas, “El nido y el sexo”, por exemplo, não parece ser de autoria do poeta, pois contraria a sutileza do episódio que reconta uma situação de cunho erótico, sem empregar, em nenhum momento a palavra sexo. “Los tíos del norte”, por sua vez, podem sugerir, de forma equivocada, uma referência aos Estados Unidos, quando, de fato, Neruda faz menção a seus parentes do centro do Chile, região mais ao norte de Temuco.
A Crônica autobiográfica se inicia com uma paródia das primeiras linhas do Don Quijote de la Mancha: En um lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero cordarme [...] (CERVANTES SAAVEDRA, 1956, p.21). Ao homenagear essa figura prototípica tão presente no imaginário latino-americano, Neruda saúda, ao mesmo tempo, Cervantes e a língua espanhola, num parágrafo que foi descartado em Confieso que he vivido: En una revista del Norte, de cuyo nombre no quiero acordarme, hay una sección bobalicona llamada “Mi personaje inolvidable”. (NERUDA, 1962, p.15)
Essa palavra, com maiúscula, sugerindo América do Norte e a revista de cujo nome não quer se lembrar, remetendo a Seleções (ou Reder´s Digest), criam um liame com o provável leitor através de provocações irônicas. Um texto espirituoso pode despertar sorrisos e simpatias que nos predispõem, de antemão, a lermos com mais entusiasmo. A seção “Meu personagem inesquecível” da referida revista, serve de mote para o início de suas memórias. Ironicamente, o escritor imprime, desta forma, o tom com o qual o leitor deve começar a ler o texto: como se fosse uma seção “bobalhona” da revista Seleções.
Se a paródia com o texto de Cervantes e a referência a uma seção da revista norte-americana podem ser indicativo deum jocoso desdém do poeta em relação aos textos publicados em revistas, no parágrafo seguinte, Neruda se dispõe a realizar sua tarefa autobiográfica, fazendo decididamente algo nos moldes daquilo que ele acabara de zombar. Portanto, sua “seção bobalhona” também começa com um personagem inesquecível: a chuva. E´ quando ocorre uma rápida transição qualitativa para o lírico, tecido a partir de hipérboles, símiles, eufemismos, metáforas, paralelismos e adjetivações.
A presença da chuva como personagem marca a passagem do prosaico para o poético. Neruda humaniza a chuva, instaura um jogo de oposições entre dois tipos de chuva e dois tipos de céu: realiza um paralelismo entre chuva de verão, impaciente, que cai como um chicote, e a impaciência deum rude camponês que fustiga seus bois; e cria um contraste entre inverno e verão, finalizando assim o quadro: Pero el verano de mi infancia redimía toda esa inmensa tristeza, pintaba de azul el cielo, de claridad las calles, y de trigo las colinas. (NERUDA, 1962, p. 16)
Este parágrafo final, que não foi reaproveitado em Confieso que he vivido, aponta para um verão outra vez antropomorfizado, que redime pinta e faz prevalecer uma visão de futuro mais esperançosa sobre a tristeza oriunda da chuva.
Começam a aparecer os intervalos ou seja, espaços interpolados que na diagramação do capítulo delimitam porções de texto que chamaremos de segmentos 3 Nesse primeiro capítulo, há oito segmentos e sete intervalos,

3 Para facilitar a análise, os segmentos foram por nós numerados.

os quais não sabemos se foram estabelecidos pelo autor ou pelos editores. No entanto, as vezes, eles são indicativos de mudança de assunto, de perspectiva narrativa e também de saltos temporais. O narrador, até então em primeira pessoa, passa momentaneamente para a terceira, no primeiro parágrafo do segundo segmento. Ao fazê-lo, distancia-se do narrado e serve-se de um linguajar de crônica, que é nuançado por adjetivos ironicamente hiperbólicos: inmenso serrucho, olla gigantesca, candado ciclópico, cuchara antártica, bota colossal (NERUDA p. 16). Uma possível troça aos emblemas que atraíam a atenção dos índios analfabetos para as lojas de ferramentas da cidade de Temuco, lugar onde passou a infância. Intrigante é a forma como Neruda, no próximo parágrafo do mesmo segmento, retomando a primeira pessoa, faz uma notação do I Congresso Internacional de Intelectuais, realizado em Goiânia em fevereiro de 1954. Os oito anos decorridos desde aquele encontro para ele se transformaram em quatro ou cinco. Esse lapso do autor pode ser lido como um indício de seu aparente menoscabo pelo congresso em questão, como veremos adiante. Uma deformação a respeito do tempo não invalida o pacto referencial indispensável em autobiografias, uma vez que, como diria Lejeune (1994, p.76-77), as informações nelas contidas não precisam passar pelo crivo da verificação. Além disso, esquecimentos e erros involuntários fazem parte do processo autobiográfico de circunscrição da realidade.
Com exceção da assustadora viagem aérea que lhe pareceu el más largo de los viajes, nada mais foi recordado. Se para Neruda essa vinda ao Brasil não parece ser significativa, tampouco parece ter sido para os seus biógrafos. A viagem a Goiânia, bem como a passagem do poeta pelo Brasil, ambas relatadas num único parágrafo de O Cruzeiro Internacional foram excluídas de Confieso que he vivido:
Hace cuatro o cinco años, para asistir a un Congreso en Goiânia, hice con el escritor y senador Baltasar Castro un viaje aéreo que me pareció el más largo de los viajes. Por encima del vasto Brasil, el avión de carga en que íbamos atados al asiento, como condenados, tambaleaba y crujía por aquellos huracanados cielos. Y, cuando maltrechos, por fin llegamos al hotel y tuve valor para asomarme a la ventana, vi una ciudad sin pasado, sin telaraña, en que todo se estaba empezando a hacer. Otra vez un mundo de ferreterías. Me volví hacia Baltasar y le dije: “Tanto sufrir en el avión, tanto viajar por el mundo, y todo para volver a Temuco”
Este parágrafo especificamente suscitou o nosso interesse em conhecer melhor as reais circunstâncias e detalhes sobre a presença de Neruda em Goiânia. Do material que conseguimos reunir, desprenderam-se relações que nos parecem pertinentes para captar o estado de espírito nerudiano nesta sua visita a terras brasileiras.
Volodia Teitelboim (2000, p. 367-368) que registrou essa vinda, fez parte da delegação chilena, juntamente com o senador Baltasar Castro, com o romancista Joaquín Guttierrez, a cantora folclorista Margot Loyola e Neruda e sua mulher, Delia del Carril. Segundo Volodia, o Congresso contou, também, com a participação do cineasta Alberto Cavalcanti, do Presidente do Instituto de Arquitetos do Brasil, Milton Roberto, dos escritores Orígenes Lessa e Afonso Schmidt, do pintor Werneck, do compositor Edino Krieger e do arquiteto Oscar Niemeyer. A esta lista, ainda podemos acrescentar: Herbert Moses, presidente da Associação Brasileira de Imprensa, as atrizes Vanja Orico e Maria Della Costa, o cineasta Lima Barreto, o músico Lupicinio Rodriguez, o arquiteto Demétrio Ribeiro, o romancista José Geraldo Vieira, a poetisa Lilla Ripoll e Jorge Amado4

4 Informações retiradas de Folha de Goiaz, ano XI, número 2492 e 2495. Goiânia, 16 e 19 de fevereiro de 1954.

Também estiveram presentes os historiadores Bernardo Kordon, da Argentina e Jesualdo Sosa do Uruguai, além de René Depestre, uma das vozes literárias mais expressivas do Haiti, a escultora uruguaia María Carmen Loca e o poeta paraguaio Elvio Romero, entre muitos outros.
Embora a presença de tantas personalidades expoentes do mundo cultural, muitos deles de credos políticos antagônicos, pudesse ocasionar divergências, o encontro primou por unidade e concordância em relação a seus aspectos fundamentais a ponto de um dos participantes concluir que o Congresso fora uma belíssima vitória, alta, luminosa e esplêndida de que podiam orgulhar-se todos os intelectuais brasileiros (FOLHA de Goiaz, 1954).
Na verdade, a participação de Pablo Neruda neste I Congresso Internacional de Intelectuais, pelo registro deixado na imprensa local, ocorreu no primeiro dia de atividades, quando ele compôs a mesa de instalação dos trabalhos e declamou poemas. No Lyceu de Goiânia, Neruda discorreu sobre sua infância, tudo com grande sentido poético segundo a escritora Amália Hermano Teixeira5. No livro Goiânia 75, Hélio Rocha (2009, p.207) menciona que o casal Amália e Maximiano da Mata Teixeira,

5 Ver DM Revista. Goiânia, 22 de setembro de 1983.

ao lado de Jorge Amado, teriam ciceroneado Neruda pelas ruas da cidade.
Curioso não ter sido referida por Hélio Rocha, nestes passeios, a presença de Delia del Carril, que segundo Volodia não se apartava de Neruda, especialmente pelo assédio feminino de que era alvo. Nos olhos de Delia, Volodia (2000, p.368) percebia uma tristeza oculta; talvez ela já intuísse a futura separação, que ocorreria de fato, no ano seguinte, quando iria perder irreversivelmente seu marido para Matilde Urrutia.
O romance entre Pablo Neruda e Matilde Urrutia principiou no México em 1949. A relação amorosa de ambos, que somente seria assumida em 1955, até então fora clandestina. Mas, nesta viagem, Matilde não estava presente como tantas vezes já acontecera. Do Rio de Janeiro, antes de partir para Goiânia, Neruda lhe escreve uma breve carta em papel timbrado do Copacabana Palace Hotel onde estava hospedado. Essa carta de 12 de fevereiro, publicada em Pablo Neruda Cartas de amor (OSES, 2010, p. 16) que reúne a correspondência o poeta para Matilde, é significativa porque exprime o ânimo de Neruda em relação ao Brasil e ao Congresso do qual irá participar. Nela encontramos uma zombaria de Baltasar Castro sobre a relação extraconjugal que Neruda estava vivendo naquele momento, informações sobre o itinerário e a data de retorno ao Chile, queixas sobre a ausência de Matilde, menção às pequenas cumplicidades entre os dois, alusão a um repentino mal-estar do poeta e a constatação, no penúltimo parágrafo, da onipresença de Matilde na vida de Neruda: Amor no hay Río, niselva, ni casas, ni playas, ni montes, ni ciudad, ni congresso, ni cielo, ni tierra sin Us. Amor mío. (OSES, 2010, p. 60) 6

6 As cartas de Pablo Neruda foram reproduzidas tal qual foram escritas, sem correção de nenhuma espécie.

            Essa veemente lamentação pela ausência de sua amante, contrasta com o que escrevera algumas linhas acima, na mesma carta, quando presume possíveis discórdias, estando presentes ao mesmo tempo, numa pequena cidade Delia e Matilde: Muy bien que no haya venido, esto será será en una ciudad no más grande que S.Alfonso. Calcule el cahuín! Volveremos. Aquí tenían preparado um mês(!) de festejos (aniversario) para mí.(OSES, 2010, p.60, o grifo é nosso).
Causa estranheza o uso da palavra cahuín para designar o evento brasileiro, pois essa palavra chilena, de origem araucana, remete a um conjunto de pessoas barulhentas e embriagadas. Termo pejorativo que, juntamente, com o pronome demonstrativo neutro esto, para designar o Congresso, e com a expressão ciudad de la selva,7 para remeter a Goiânia,

7 Ver ANEXO II

além da comparação com a minúscula San Alfonso chilena, parecem expressar um desdém pelo evento, pela cidade onde seria realizado e, por extensão, aos próprios brasileiros que o estavam acolhendo com tanta cordialidade. Desinteresse corroborado pela recusa do poeta em aceitar os festejos que, no Rio de Janeiro, tencionavam oferecer-lhe quando retornasse do Congresso, pelo seu quinquagésimo aniversário e que ele rejeitou sem pestanejar, jogando-o para um futuro improvável: He dicho que más tarde. (OSES, 2010, p.60) 8

8 Devido a sua fama de poeta e militante político, tanto no Chile como no Brasil, pretendiam festejar os cinquenta anos de vida de Neruda em grande estilo.

            De sua permanência em Goiânia, parece ter restado em seus escritos apenas uma alusão banal contida num verso de sua “Oda al pájaro sofré”: de la fértil Goiania,/ te enviaron / encerrado. (NERUDA, 1993, p.135). Mais do que essa inexpressiva referência à incipiente cidade brasileira, a ligação que Neruda estabelece com ela é a de um mero cenário onde se expressa o seu capricho ornitofílico, de amante de pássaros, ao exigir que enviassem ao Chile a ave sofré, também conhecida como corrupião, que tanto o cativara. No entanto, contrariando as expectativas do poeta, o pássaro sofré, acostumado ao ambiente seco de Goiânia, não se adaptou ao gélido clima chileno e definhou até a morte. Essa morte provocou em Neruda um profundo arrependimento que deu origem à mencionada ode, escrita no Chile nos dias 17 e 18 de março9 e publicado em Odas Elementales neste mesmo ano de 1954.

9 Conforme estudo de R.D.F. Pring-Mioll, intitulado “El Neruda de las Odas Elementales”. In Coloquio Internacional sobre Pablo Neruda (La obra posterior al Canto General). Poitiers: Centre de Recherches Latino-Américaines, 1979, p.299

            No parágrafo de O Cruzeiro Internacional, Goiânia, que na época do Congresso contava com apenas vinte anos de existência, é vista por Neruda de uma forma um tanto depreciativa. Ao nela chegar, após uma longa, perigosa e desgastante viagem de avião, Neruda não se sente recompensado. Ela não lhe oferece atrativos, nem história, nem passado. Ao abarca-la com o olhar, a partir da janela do hotel, um melancólico pensamento lhe sobrevém: estar ali, naquele lugar, era como voltar à pequena e chuvosa cidade de sua infância, Temuco.
            Aludir a Goiânia logo no inicio dessas memórias sugere um des ejo de aproximação do autor-Neruda com o público brasileiro, propósito que não irá se repetir em nenhum dos outros capítulos. Embora Neruda já houvesse estado no Brasil, o fato de ter omitido sua retumbante presença no Estádio do Pacaembu em 1945, em São Paulo – quando num comício em homenagem ao comunista brasileiro Luis Carlos Prestes, declamou um poema diante de mais de cem mil pessoas é explicável. Isso porque, se levarmos em conta a breve e prudente nota da revista O Cruzeiro Internacional, que introduz esse primeiro capítulo, e a ela somarmos as vagas impressões de Neruda sobre Goiânia, fica evidente quer o autor tentou estabelecer uma empatia com o leitor brasileiro isenta de quaisquer significados políticos. A omissão parece, portanto, se justificar, pois o tributo a Prestes, expresso no poema a ele dedicado, poderia ser constrangedor para a redação de uma revista que tentou eludir a militância política de Pablo Neruda.
            Após as considerações sobre a viagem a Goiânia, Neruda retoma Temuco, porém o faz reportando-se à história sangrenta da conquista espanhola, o que aponta para uma concepção de História que privilegia os oprimidos e critica os opressores.
“Las vidas del poeta” são, algumas vezes, a semente de muito daquilo que o escritor vai explorar, ampliar ou reescrever em Confieso que he vivido. Neste capítulo de estreia, a primeira metade do quarto segmento trata da profissão de seu pai, um condutor de trem. Neruda oferece uma rápida informação sobre esse trem, sobre o aspecto físico do pai, sobre os trabalhadores da linha férrea, sobre o trabalho que eles realizavam e sobre o quanto Neruda foi marcado pela experiência de conviver nesse meio.

Era conductor de un tren lastrero. Esos trenes lastreros conducían piedras y arena que depositaban entre los durmientes de le línea férrea, para que la intensa lluvia no moviera los rieles. Debiendo excavar el laste de las canteras, ese tren de mi padre permanecía en cualquier rincón selvático, por semanas completas.
El tren era novelesco. Primero, la gran locomotora antigua, luego los innumerables carros planos en los que la pala excavadora depositaba las pequeñas montañas de la entraña terrestre, después los carros de los peones, por lo general, rudos gañanes de vida desordenada, y luego el vagón en que vivían sobre ruedas mi padre y el telegrafista. Todo eso en medio de faroles de vidrios verdes y rojos, de banderas de señales y mantas de tempestad, de olor a aceite, a hierros oxidados, y con mi padre, pequeño soberano de barba rubia y ojos azules, dominando como un capitán de barco la tripulación y la travesía.
Viajé muchas veces por los ramales en esta casita de mi padre que se detenía junto a la selva primaveral, selva virgen que me reservaba los más espléndidos tesoros, inmenso helechos, escarabajos deslumbrantes, curiosos huevos de aves silvestres (NERUDA, 1962, p.16-17)


            Tal como estão redigidos, estes três parágrafos constituem o embrião dos também três que, transformados e desenvolvidos, viriam a fazer parte de Confieso que he vivido. Temos aqui um bom exemplo de quanto esse primeiro relato autobiográfico de Neruda é único e exclusivo pois ainda que as ideias tenham sido reaproveitadas, a forma como plasmou as imagens, concebeu a voz narrativa e criou efeitos estilísticos é outra.
            Merece atenção o modo como, a partir de elementos sinestésicos, o autor cria um cenário de romance no qual seu pai é transformado em um mítico capitão de barco, seus ajudantes, numa tripulação de homens rudes e grosseiros, o vagão-domicilio, numa casinha de sonhos, o trabalho do trem de lastro, numa travessia por mares tormentosos, o próprio Neruda, num anelante explorador de tesouros e a mata araucana numa fabulosa selva de contos de fada. Inserida nessa dimensão mítica, percebe-se uma voz narrativa cujo tom entrelaça imaginação, afetividade e benquerença.
            Com exceção do aproveitamento da primeira frase (Era conductor de um tren lastrero), o texto de Confieso que he vivido é recriado a partir de uma perspectiva diferente, que detalha as informações sobre o trem e os que nele viajavam porém relega a figura do pai a de um mero funcionário preso ás atribuições cotidianas. O lirismo presente nas páginas de O Cruzeiro Internacional se esmaece no texto canónico pois neste o protagonista já não mais será o pai e sim o próprio Neruda quando criança.
            A fascinação de Neruda pelos pássaros desencadeará também sua primeira aventura erótica: duas meninas vizinhas lhe oferecem um ninho de pássaro silvestre em troca da satisfação de pueris curiosidades sexuais. Para construir o relato, o memorialista contrapõe elementos que se tencionam: a ingênua timidez de Neruda e a nada angélica determinação das meninas; a fascinação de Neruda pelos ovos de pássaro e a curiosa atração das meninas pelos balangandãs do vizinho; os melindres do assaltado e a lascívia das assaltantes; a fuga do assediado e a perseguição das molestadoras; os ovos acidentalmente partidos e os desejos consequentemente frustrados. O medo põe fim à aventura e as três crianças terminam debaixo do balcão de uma padaria numa repentrina situação de malogro, “escondidos y apretados entre telarañas y restos de pan y harina.” (Neruda,1962, p.19),complemento frasal que o escritor preferiu descartar de Confieso que he vivido.
            Nessa padaria desativada, inóspita e desoladora, pertencente ao pai de Neruda, espaço que se contrapõe jocosamente à situação idílica inicial, termina o que poderia ter sido o paraíso de sua primeira experiência erótica. Num refúgio diminuto e estreito, onde a vergonha encontra o medo, surge, como contraponto do desejo, uma inesperada punição. O complemento frasal que não foi conservado em Confieso que he vivido amplia e valoriza o cenário descrito no relato, dando-lhe relevância emotiva e tornando a leitura do texto da Revista muito mais envolvente.
            O segmento número sete se inicia com a lembrança do jovem Neruda em seu desejo de explorar o mundo do conhecimento através da leitura, tarefa que descreve por meio de uma sucessão de metáforas, analogias, metonímias e imagens hiperbólicas, mostrando-se como um personagem que navega em meio a um turbulento rio de livros. Essa aventura livresca, indiscriminada, de leituras díspares, sugestões de um velho poeta de Puerto Saavedra (obras de um polêmico romancista colombiano, peças de cunho social e filosófico de um conhecido dramaturgo norueguês, aventuras rocambolescas de Ponson du Terrail), configura suas primeiras leituras, Na verdade, lia vorazmente e sem método, “Llegué a devorar três libros al día. Todo lo consumia” (NERUDA, 1962, p.19), frases ausentes de suas memórias canónicas, mas que parecem contribuir para fixar sua imagem como a de um simples ledor isento de rótulos, desconstruindo, assim, uma possível imagem de leitor precocemente comprometido.
            Puerto Saavedra, o cenário dessa façanha livresca, “hoy destruido por um cataclisma” (NERUDA, 1962, p.19), informação também descartada de suas memórias canónicas, pereceu no grande terremoto e maremoto de 1960, apenas dois antes da edição de O CRUZEIRO Internacional. A menção desse sinistro na revista reforça um sentimento de perda que parece afetar negativamente toda a recordação de peripécias de leituras acontecidas nesse porto fluvial. Porto mítico que, ao ruir, tinge de melancolia as memórias aventurescas daquele jovem navegante de rios de livros.
            Um novo itinerário de leituras se abre para o jovem Neruda quando, em 1920, se encontra com Gabriela Mistral em Temuco. Nas poucas vezes em quer a visitou, foi presenteado com romances de escritores russos:Tolstoi, Dostoievski e Tchekhov. Coincidentemente, tanto Gabriela Mistral quanto Augusto Winter, ambos poetas, recomendaram, no entanto, os prosadores.
            Nas recordações de Neruda, Gabriela figura como uma mulher isenta de vaidade, alheia aos ditames da moda e, não raro, espirituosa, como atesta essa passagem que não consta de suas memórias canônicas:

Por esos años llegó como directora del Liceo de Niñas de Temuco una señora alta y mal vestida. Se cuenta que cuando las damas de la localidad le propusieron que se pusiera sombrero – todas lo llevaban entonces – contestó sonriendo:- ¿ Para qué? Sería ridículo. Sería como ponerle sombrero a la cordillera de los Andes.(NERUDA, 1962, p.19)

            Embora, no início, essa figura estranhamente trajada lhe inspirasse temor, Neruda acaba por se render à simpatia de seu sorriso, um sorriso de dentes alvos num rosto de índia. A poetisa não é apenas humanizada, mas serve de modelo para que o narrador enalteça, com sua prosa poética, a beleza do índio chileno, numa incontestável demonstração de envolvimento afetivo com as mais profundas raízes humanas de seu país. Ao evocar a figura da primeira mulher latino-americana a ganhar o Prêmio Nobel de Literatura, ao fixar a imagem desse encontro, que lhe foi tão significativo, e ao situá-lo justo na cidade de Temuco que, não por acaso, abre e encerra esse primeiro capítulo, Neruda entrelaça momentos de sua vida à história de seu país.
                  Contudo, quando lança luz sobre a figura de Gabriela, parte dessa luz parece recair no próprio Neruda. Esse encontro, entre um promissor poeta de dezesseis anos e a já reconhecida poetisa de trinta e um, na mesma cidadezinha chuvosa do sul do Chile, aproxima a trajetória daqueles que seriam dois grandes poetas da literatura mundial.
                       Ao prestar homenagem à grande figura feminina da poesia chilena da época, Neruda não declara abertamente uma influência literária, mas tampouco a nega: “No es éste el único bien que recibí de Gabriela Mistral [ as indicações de leitura dos romancistas russos]. Su dramática poesia y su sonrisa de muchacha traviesa, son cosas que también sigo atesorando”. (NERUDA, 1962, p.19). Este preito de gratidão ausente em Confieso que he vivido, parece satisfazer a necessidade nerudiana de respeitar os patrimônios culturais e de demonstrar ao público da Revista uma reverência que acaba por privilegiar mais a ele do que a figura da poetisa. De outra forma, como justificar a ausência deste tributo afetivo e laudatório em Confieso que he vivido?
             Na diagramação da Revista, observa-se que alguns intervalos, ou a ausência deles, prejudicam a qualidade das inferências temporais ou de câmbios temáticos exigidos pela leitura. É o caso, por exemplo, do intervalo inadequado entre os segmentos três e quatro, para unificar os assuntos, e da falta de intervalo que poderia existir antes do último parágrafo do quarto segmento para demarcar mais explicitamente uma mudança de assunto. Erro que também ocorre no sétimo fragmento, que deveria conter um intervalo antes do último parágrafo. Desta feita, o oitavo segmento poderia conter os dois últimos parágrafos do sétimo, para que houvesse uma perfeita harmonia entre assunto. Esta disposição aleatória dos intervalos parece corroborar nossa hipótese inicial de que eles são de responsabilidade da Revista.
            Portanto, nem sempre, os intervalos guiam os leitores na percepção dos saltos temporais ou temáticos. São as referências do próprio narrador em relação ao tempo as grandes responsáveis por essas transições. Em tres momentos da narrativa, Neruda nos oferece marcações temporais explícitas: “Yo nací el 12 de julio de 1904” (NERUDA,1962, p.16); “A la ciudad de Emuco llegó el año de 1910” (p.17); “Pero el Liceo era un terreno de inmensas perspectivas para mis seis años de edad” (p.17). Porém, o que predomina na narrativa, a partir do segmento quatro, é justamente a imprecisão temporal, com expressões do tipo: “ Fui creciendo” (p.17), “Por esos años”, “Mientras tantol”, “Muy atrás em mi infância” (p.19).
            O início do segmento cinco funciona como um divisor de águas no que se refere ao trato do tempo. Até a metade do quarto segmento, a notação temporal é marcada; a partir do quinto, ela se torna imprecisa. Ao abrir o segmento cinco com uma breve metarreflexão sobre o tempo, sobre a incapacidade de apreendê-lo, a impossibilidade de periodizá-lo e sobre a provisoriedade da memória, esses elementos todos passam a ser objetivo da narrativa, ou seja, passam a ser objetos de envolvência do narrador, pois é aqui onde ele se dá conta deque o tempo, neste gênero de escrita, possui uma dimensão central e isso conduzirá o eu narrativo a uma espécie de metaconsciência memorialista.
            O que chamamos de envolvência são compromissos do alter ego do autor com certos valores morais, culturais, sociais e afetivos que podem surgir do confronto entre o dito e o não-dito pelo texto.
            Assim, por exemplo, a envolvência de Neruda com a literatura de língua espanhola em três momentos distintos da narrativa. O capítulo se abre com uma alusão ao texto de Cervantes; alguns parágrafos depois, segue-se a menção da epopeia La Araucana de Alonzo de Ercilla y Zúñig, obra máxima da poesia épica hispano-americana de período colonial; para finalmente concluir com uma referência lisonjeira à poetisa Gabriela Mistral. De Ercilla, poeta espanhol que pintou com tanto vigor a bravura dos indígenas araucanos, elogiando lhes a força e a coragem, Neruda não apenas enaltece com veemência os versos, como estranhamente parece esquecer que essa epopeia celebra, sobretudo, a vitória dos espanhóis.10

10 A propósito, o próprio Cervantes, no quarto capítulo da primeira parte de seu Quijote, coloca na boca de um de seus personagens o seguinte juízo de valor sobre La Araucana, de Ercilla, La Austríada, de Rufo, e El Montserrate, de Virués, seus contemporâneos: ”Estos libros son los mejores que em verso heroico en lengua castellana están escritos, y pueden competir con los más famosos de Italia; guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España”

Assim, logo no início dessas memórias, Neruda já se insere num elo histórico literário, que se inicia com Cervantes, se reforça com Ercilla e se completa com Mistral, vinculando-se ele próprio, como poeta, a essa mesma corrente de criação literária em língua espanhola.
            Em dois momentos da narrativa Neruda revela uma envolvência com os índios araucanos: numa imagem associada a Gabriela Mistral, nas últimas linhas do sétimo segmento, e no fim do segundo segmento, em que esboça uma síntese exemplar dos pilares sobre os quais a Conquista Espanhola foi levada a cabo na América. Envolvência essa que pode ser traduzida por um olhar revelador da beleza e das tragédias vividas pelo povo araucano.
            A terceira envolvência que se desprende deste capítulo pode ser descrita como uma ligação quase umbilical do poeta com Temuco, ou seja, com o passado inscrito nessa cidadezinha chuvosa de sua infância. Aliás, a chuva que pontilhou seu universo infantil parece tê-lo levado também à introspecção necessária para que pudesse olhar o mundo de uma maneira mais reflexiva e poética.
            Nesse estudo, analisamos passagens que fazem da narrativa um instrumento singular, original e exclusivo. “Las vidas del poeta” são, na verdade, as únicas memórias nerudianas que realmente tiveram o aval do autor. O mesmo não se pode dizer de Confieso que he vivido, obra póstuma, em cuja primeira edição de 1974 – aos seis meses da morte do poeta – encontramos a seguinte observação: “ La redacción de estas memorias de Pablo Neruda quedó interrumpida por su muerte. Matilde Neruda y Miguel Otero Silva han cuidado de la ordenación definitiva del original” (NERUDA, 1974, verso da folha de rosto).
            No livro em que Matilde rememora os anos vividos com o poeta, encontram-se trechos que revelam o processo de ordenação e correção de Confieso que he vivido, que “como sólo habia sido dictado, estaba muy disperso (URRUTIA, 2002, p.212) e exigiu dos organizadores dois meses de trabalho ininterrupto. Algumas afirmações de Matilde são oportunas no que diz respeito ao ajuste sofrido por este material: “ Las Memorias estaban dictadas y no corregidas. Sólo una persona podía ayudarme: Homero Arce, secretario y gran amigo de Pablo. Él sabía mucho de este libro, pues Pablo se lo había dictado casi entero (p.185);” ¿Con quién darle forma a este libro? Debía ser un escritor. Sólo la generosidad de nuestro Hermano Miguel Otero Silva, gran escritor, era capaz de afrontar un trabajo como éste” (p.184-185); “ Más tarde, se diría que el último capítulo lo escribimos nosotros” (p.213); “Este libro, que sentía tan mío, muy pronto lo tendría en mis manos”.(p.218)
            Embora Matilde tente se resguardar com a ressalva “No fue agregado ni quitado nada” (p.212), suas afirmações anteriores sugerem que tanto a composição organizacional do livro (sequencial ou cronológica) quanto a correção (formal ou estilística) foram de responsabilidade de terceiros. As assim chamadas correções seriam, então, as mesmas que observamos, listamos e analisamos no cotejo que levamos a cabo entre “Las vidas del poetra” e Confieso que he vivido ? Nessas correções estariam incluídas as numerosas alterações linguísticas que verificamos na comparação entre ambos textos? 11

11 O trabalho comparativo permitiu não apenas a visualização de minúcias textuais que de outra forma dificilmente seriam detectáveis (como, por exemplo, mudanças na paragrafação, na pontuação, na ortografia, na morfologia, na sintaxe), mas também de mudanças estilísticas (sinônimos, variação de classes de palavras, de temos verbais) e mudanças narrativas oriundas de posicionamento histórico-ideológicos.


            Isso tudo nos conduz ao mesmo questionamento feito por Anna Caballé em seu livro Narcisos de tinta:
                       
?hasta que punto elautobiógrafo que aparece en la portada del libro como autor es responsable del texto que tiene en sus manos el lector? Es el caso de algunas memorias publicadas póstumamente (Cansino, Asséns, Neruda…). (CABALLÉ, 1985, p.21, o grifo é nosso).


            Portanto, o texto publicado na revista O Cruzeiro Internacional não pode e não deve ser considerado apenas um rascunho de suas memórias póstumas, um texto-base, um texto menor. “Las vidas del poeta” são, na trajetória literária de Pablo Neruda, o primeiro texto autobiográfico em prosa totalmente escrito e aprovado pelo poeta em vida, o que torna inadmissível e inaceitável que esta publicação não esteja presente em suas obras completas organizadas por Hernán Loyola (2002, p.26-8, 1408-1423), e que não tenha recebido da crítica especializada contemporânea a atenção, o olhar e o valor que ora lhe atribuímos.
            Contrariamente a Hernán Loyola, o estudioso uruguaio Emir Rodriguez Monegal, a quem devemos a inspiração para realizar o presente trabalho, já em 1966 reivindica a inserção dessas memórias em futuras obras completas do poeta. Como precursor, ele também apontou a relevância do texto memorialístico da Revista para a compreensão da poética nerudiana, ressaltando que “ sólo a partir de las Memorias de O Cruzeiro la vena autobiográfica empieza a fluir incontenible, cada día más caudalosa”. (MONEGAL, 1966, p.322)



ANEXO I – Tradução

AS VIDAS DO POETA.
MEMÓRIAS E RECORDAÇÕES DE PABLO NERUDA 12


12 Na Revista, o nome do poeta é uma réplica aumentada de sua assinatura.


O CRUZEIRO Internacional, 16 de janeiro de 1962. 13


13 Esta data não se encontra na abertura do capítulo e sim na página 16, repetindo-se em todas as outras até o final do texto.


                O CRUZEIRO Internacional tem a honra de apresentar aos seus leitores de toda a América Latina, em primeira mão e com absoluta exclusividade, as Memórias do grande poeta Pablo Neruda. A importância jornalística deste acontecimento não precisa ser destacada. É evidente por si mesma. No entanto, gostaríamos de informar nossos leitores que estas Memórias foram escritas a pedido nosso, o que nos custou um ano e meio de esforços junto ao poeta. Nosso único objetivo foi o de contribuir para a revelação de um mestre do verso que conquistou a admiração de muitos povos e que, sem dúvida alguma, realizou uma obra de caráter duradouro. Muitos poderão discutir a posição política de Pablo Neruda, muitos podem ser seus obstinados inimigos e combatê-lo até mesmo com violência, mas em toda a América Latina não existe a menor discordância com respeito a seu notável talento poético – o poeta foi consagrado pelos críticos de todas as tendências e pelos leitores de todas as ideologias. E este último motivo nos levou a publicar as Memórias de Pablo Neruda como homenagem à autêntica poesia.



O JOVEM PROVINCIANO PRIMEIRO CAPÍTULO

As chamadas
A arte da chuva. A cidade de Temuco na fronteira. Temuco e Goiânia. Os araucanos. Os tios do Norte. O maquinista. O liceu de Temuco. Cartas de amor versus marmelos. O ninho e o sexo. Meu primeiro poema. Uma senhora malvestida. 14

14 No original as chamadas estão dispostas em tipos maiores ao lado direito da página 16


[1] 15

15 Na diagramação da Revista os intervalos são apenas espaços em branco que separam porções de texto, não foram numerados nem aparecem entre colchetes.


            Numa revista do Norte, de cujo nome não quero lembrar, há uma seção bobalhona chamada “Meu personagem inesquecível”. Começarei dizendo, sobre os dias e anos de minha infância, que meu único personagem inesquecível foi a chuva. A grande chuva austral que cai como uma catarata do polo, desde os céus do Cabo de Horn até a fronteira. Nesta fronteira, o Far West de minha pátria, nasci para a vida, para a terra, para a poesia e para a chuva.
            Por mais que tenha caminhado parece-me que se perdeu essa arte de chover que se exercia como um poder terrível e sutil em minha Araucânia natal. Chovia meses inteiros, anos inteiros. A chuva caía em fios como longa agulhas de vidro que se quebravam nos tetos ou chegava em ondas transparentes contra as janelas e cada casa era um navio que dificilmente alcançava o porto naquele oceano de inverno.
            Esta chuva fria do sul da América não tem rajadas impulsivas da chuva quente que cai como um açoite e passa deixando o céu azul. Ao contrário, a chuva austral tem paciência e continua sem fim, caindo do céu cinzento.
            Em frente à minha casa, a rua se converteu num imenso mar de lodo. Através da chuva vejo pela janela que uma carreta se atolou no meio da rua. O camponês, com uma manta negra de Castela, açoita os bois que já não aguentam mais entre a chuva e o barro.
            Mas o verão de minha infância redimia toda essa imensa tristeza, pintava de azul o céu, de claridade as ruas e de trigo as colinas.


[2]


            Temuco é uma cidade pioneira, dessas cidades sem passado mas com lojas de ferragem. Como os índios não sabem ler, as lojas de ferragem ostentam seus notáveis emblemas nas ruas: um imenso serrote, uma panela gigantesca, um cadeado ciclópico, uma colher antártica. Mais adiante, as sapatarias, uma bota colossal.
            Há quatro ou cinco anos, para assistir a um congresso em Goiânia, fiz com o escritor e senador Baltazar Castro uma viagem aérea que me pareceu a mais longa das viagens. Por cima do vasto Brasil, o avião de carga no qual íamos presos ao assento, como condenados, cambaleava e rangia por aqueles céus violentos como furacões. E quando, maltratados, por fim chegamos ao hotel e tive coragem de aparecer na janela, vi uma cidade sem passado, sem teias de aranha, na qual tudo estava começando a ser feito. Outra vez um mundo de lojas de ferragens. Virei-me para Baltazar e lhe disse: “Tanto sofrer no avião, tanto viajar pelo mundo para voltar a Temuco”.
            Se Temuco era o posto avançado da vida chilena nos territórios do sul do Chile, isto significava uma longa história de sangue.
            Empurrados pelos conquistadores espanhóis, depois de trezentos anos de luta, os araucanos recuaram para aquelas regiões frias. Mas os chilenos continuaram o que se chamou a “pacificação da Araucania”, isto é, a continuação de uma guerra a sangue e fogo para expropriar nossos compatriotas indefesos de suas terras. Contra o índio todas as armas foram usadas com generosidade: o disparo da carabina, o incêndio de suas choças e depois de forma mais paternal, usou-se a lei e o álcool. O advogado tornou-se um especialista na espoliação de seus campos, o juiz os condenou quando protestaram, o sacerdote os ameaçou com o fogo eterno. E, por fim, a aguardente consumou o aniquilamento de uma raça soberba cujas proezas, valentia e beleza deixou gravadas em estrofes de ferro e de jaspe Dom Alonso de Ercilla em sua Araucana.


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            Meus pais chegaram de Parral, onde eu nasci. Ali, no centro do Chile, crescem as vinhas e abunda o vinho. Sem que me lembre dela, sem saber que a olhei com meus olhos, morreu minha mãe, Dona Rosa Basoalto. Eu nasci em 12 de julho de 1904 e um mês depois, em agosto, esgotada pela tuberculose, minha mãe já não existia.
            A vida era dura para os pequenos agricultores do centro do país. Meu avô, Dom José Angel Reyes, tinha pouca terra e muitos filhos. Os nomes dos meus tios pareciam nomes de príncipes de reinos distantes. Chamavam-se Amós, Oseias, Joel, Abdias. Meu pai se chamava simplesmente José del Carmen. Saiu muito jovem das terras paternas e trabalhou como operário nos diques do porto de Talcahuano, terminando como ferroviário em Temuco.


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            Era maquinista deum trem de lastro. Estes trens de lastro transportavam pedras e arei que depositavam entre os dormentes da linha férrea para que a intensa chuva não movesse os trilhos. Por ter que escavar o lastro das pedreiras, este trem de meu pai permanecia em qualquer canto selvagem por semanas inteiras.
            O trem era fabuloso. Primeiro a grande locomotiva antiga, depois os inumeráveis vagões planos nos quais a pá escavadora depositava as pequenas montanhas da entranha terrestre, em seguida os veículos dos peões, em geral ásperos trabalhadores rurais de vida desorganizada, e depois o vagão em que moravam sore rodas meu pai e o telegrafista. Tudo isso entre lampiões de vidros verdes e vermelhos, bandeiras de sinalização e mantas de tempestade, com cheiro de óleo, de ferros oxidados e com meu pai, pequeno soberano de barba loira e olhos azuis dominando como um capitão de barco a tripulação na travessia.
            Viajei muitas vezes pelos ramais ferroviários nesta casinha de meu pai que se detinha junto à selva primaveril, selva virgem que me reservava os mais esplêndidos tesouros, imensas samambaias, escaravelhos deslumbrantes, curiosos ovos de aves silvestres.
            À cidade de Temuco chegou o ano de 1910. Neste ano memorável entrei no liceu, um vasto casarão com salas desconjuntadas e subterrâneos sombrios. Do alto do liceu, na primavera, divisava-se o ondulante e delicioso rio Cautín com suas margens povoadas de macieiras silvestres. Escapávamos das aulas para enfiar os pés na água fria que corria sobre as pedras brancas.
            Mas o liceu era um terreno de imensas perspectivas para meus seis anos de idade. Tudo tinha possibilidade de mistério. O laboratório de Física, onde não nos deixavam entrar, cheio de instrumentos ofuscantes, de retortas e cubas. A biblioteca, eternamente fechada. Os filhos dos pioneiros não apreciam a sabedoria. Entretanto, o lugar de maior fascínio era o subterrâneo. Havia ali um silêncio e uma escuridão muito grandes. Iluminando nos com velas brincávamos de guerra. Os vencedores amarravam os prisioneiros nas velhas colunas. Anda conservo na memória o cheiro de umidade, de lugar escondido, de túmulo, que emanava do subterrâneo do liceu de Temuco.
            Fui crescendo. Começaram a me interessar os livros e, nas façanhas de Buffalo Bill, nas viagens de Salgari, meu espírito foi se estendendo pelas regiões do sonho. Os primeiros amores, os puríssimos, se desenvolviam em cartas enviadas a Blanca Wilson. Esta menina era a filha do ferreiro e um de meus colegas, perdido de amor por ela, pediu-me que escrevesse suas cartas de amor. Não me lembro de como seriam estas cartas, mas talvez tenham sido minhas primeiras obras literárias, pois certa vez, ao encontrar me com a estudante, esta me perguntou se era eu o autor das cartas que seu namorado lhe levava. Não me atrevi a renegar minhas obras e muito perturbado lhe respondi que sim. Então me deu um marmelo que por certo não quis comer e guardei como um tesouro. Afastado assim meu colega do coração da menina, continuei escrevendo intermináveis cartas de amor e recebendo marmelos.


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            Nestas recordações não vejo bem a precisão periódica do tempo. Confundem-se na minha cabeça fatos minúsculos que tiveram importância para mim e acho que deve ser anterior a esta minha primeira aventura erótica, estranhamente misturada à história natural. Talvez o amor e a natureza tenham sido desde muito cedo as jazidas da minha poesia.
            Em frente a minha casa moravam duas meninas que continuamente lançavam olhares que me ruborizavam. O que eu tinha de tímido e de silencioso elas tinham de precoces e diabólicas. De pé desta vez na porta de minha casa, tratava de não olhar para elas. Tinham em suas mãos algo que me fascinava. Aproximei-me com cautela e mostraram-me um ninho de pássaro silvestre, tecido de musgo e peninhas, que guardava no seu interior uns maravilhosos ovinhos de cor turquesa. Quando fui pegá-lo, uma delas se interpôs dizendo-me que primeiro deveriam mexer nas minhas roupas. Tremi de terror e escapuli rapidamente, perseguido pelas jovens ninfas que ostentavam o incitante tesouro. Na perseguição entrei num beco até o local desabitado de uma padaria, propriedade de meu pai. Ali as assaltantes conseguiram me alcançar e começaram a despojar-me de minhas calças quando pelo corredor ouviram-se os passos de meu pai. Assim terminou o ninho. Os maravilhosos ovinhos ficaram quebrados na padaria abandonada, enquanto isso, debaixo do balcão, escondidos e apertados entre teias de aranha e restos de pão e farinha, assaltado e assaltantes contínhamos a respiração.


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Muitas vezes me preguntaram quando escrevi meu primeiro poema, quando nasceu em mim a poesia.
Tentarei me lembrar. Bem lá atrás na minha infância e mal tendo aprendido a escrever, senti uma vez uma intensa emoção e tracei umas quantas palavras semirrimadas, mas estranhas para mim, diferentes da linguagem diária. Passei-as a limpo num papel, preso de uma ansiedade profunda, de um sentimento até então desconhecido, espécie de angústia e tristeza. Era um poema dedicado a minha mãe, isto é, aquela que conheci como tal, à angelical madrasta cuja suave sombra protegeu toda minha infância. Completamente incapaz de3 julgar minha primeira produção a levei a meus pais. Eles estavam na sala de jantar, mergulhados numa dessas conversas em voz baixa que dividem muito mais do que um rio o mundo das crianças e dos adultos. Estendi o papel com as linhas, trêmulos ainda com a primeira visita da Inspiração. Meu pai, distraidamente, tomou-o em suas mãos, leu distraidamente, distraidamente devolveu-o para mim, dizendo:
- De onde é que você copiou?
E continuou conversando em voz baixo com minha mãe sobre seus importante e remotos assuntos.
Parece-me recordar que assim nasceu meu primeiro poema e que assim recebi a primeira mostra distraída da crítica literária.


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Enquanto isso, avançava no mundo do conhecimento, no desordenado rio dos livros como um navegante solitário. Cheguei a devorar três livros por dia. Consumia tudo. Minha avidez de leitura não descansava nem de dia nem de noite. Na costa, no pequeno Porto Saavedra, hoje destruí do por um cataclismo, encontrei uma Biblioteca Municipal e um velho poeta, Dom Augusto Winter que se admirava de minha voracidade literária. – Já leu? dizia, passando-me um novo Vargas Vila, um Ibsen, um Rocambole. Como um avestruz, eu engolia sem discriminar.
Por esses anos chegou como diretora do liceu de meninas de Temuco uma senhora alta e mal vestida. Conta-se que quando as damas do lugarejo lhe propuseram que usasse chapéu – naquele tempo todas usavam – respondeu sorrindo: - Para que? Seria ridículo. Seria como por chapéu na Cordilheira dos Andes.
Era Gabriela Mistral. Eu a olhava passar pelas ruas de meu povoado com seus saltos baixos e seus vestidos compridos e tinha medo dela. Mas, vencendo minha condição arredia levaram-me para visitá-la, pareceu-me simpática, e em seu rosto tão tostado em que o sangue índio predominava como num belo cântaro, seus dentes branquíssimos se mostravam num sorriso pleno e generoso que iluminava o recinto.


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Eu era jovem demais para ser seu amigo e tímido e absorto demais. Bem poucas vezes a vi. O bastante para que cada vez aparecesse com alguns livros que me presenteava. Eram sempre romances russos que ela considerava como o mais extraordinário da literatura mundial. Posso dizer que Gabriela me envolveu nessa séria e terrível visão dos romancistas russos e que Tolstoi, Dostoievski, Tchekhov entraram em minha mais profunda predileção. Continuam acompanhando-me.
Não é este o único bem que recebi de Gabriela Mistral. Sua dramática poesia e seu sorriso de moça travessa são coisas que também continuo guardando como um tesouro.



Anexo II - Carta de Neruda para Matilde quando do I Congresso Internacional de Intelectuais em Goiânia (OSES, 2010, p.60)


12 de feb. 10 ½ de la mañana, amor esta mañana desperté a los gritos de Baltasar desde la otra pieza que me gritaba
                                               …Mi mano derecha…
                                               Que solo quiere escribir Rosario…
Así pues Ud. Me acompaña a todas partes.
El Congreso es en el interior, en una ciudad de la selva, a 7 horas de avión de aquí, salgo mañana para volver el Jueves y partir el Viernes allá, a mi Chascuda. La selva tropical se parece a tu chasca, si te la pintaras de verde estaría completa, con algunos “passarimbos”. Ayer pasé por las playas que vimos juntos que hermosas, pero mi Patoja lejos, me cansé. Aquel día de avión llegamos a las 5 de la mañana. Por lo tanto he dormido todo el tiempo. La maleta estaba perfecta es Ud. el tesoro de todas las cosas, a cierta hora necesité jabón, toqué el timbre, me lo trajeron pero también lo tenía, lo encontré más tarde.
            Muy bien que no haya venido, esto será en una ciudad no más grande que S.Alfonso. Calcule el cahuín! Volveremos. Aquí tenían preparado un mes (¡) de festejos (aniversario) para mí. He dicho que más tarde.
            Ayer tuve dolor de retorcijo y me dormí casi sin comer, estoy bien ahora.
            Amor no hay Río, ni selva, ni casas, ni playas, ni montes, ni ciudad, ni congreso, ni cielo, ni tierra sin Ud. amor mío.
            La abraza mi camisa, rodeando ese talle adorado que da justo el brazo mío. Te hicieron para mí, adorada, y tu boca es grande y linda para que me digas que me quieres con toda la boca. Tuyo.


ABSTRACT

            The article captures, analyzes and translates the first of a series of ten autobiographical chronicles originally written by Pablo Neruda in 1962 for the Brazilian magazine O Cruzeiro Internacinal. Analyzed in its peculiarities, this chapter unfolds aspects of biographical importance regarding relationship between Neruda and Brazil, as well as a series of the author´s revealing psychosocial wraps. Being a text prior to the work Confieso que he vivido and featuring passages that have not been included, these ignored feuilletonistic memories claim a definitive presence in the poet´s complete work


KEYWORDS           : Pablo Neruda. Memories. O Cruzeiro Internacional. Autobiography.


REFERENCIAS


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NERUDA, Pablo. Las vidas del poeta: memorias y recuerdos de Pablo Neruda. In O Cruzeiro Internacional, 16 de enero de 1962.
_________.Confieso que he vivido:memorias. Barcelona: Seix Barral, 1974.

_________. Obras II. Buenos Aires: Losada, 1993, p. 135

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Trabalho Publicado na Revista do Instituto Histórico e geográfico de Goiás/Instituto Histórico e Geográfico de Goiás. N.24 (2013) - Goiânia: Kelps, 2014.



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