Arquivo
Delson Biondo
A verdade não se atinge, mas a procura da verdade,
essa sim é que nos distingue. Boaventura
de Souza Santos.
Después de muchos años de Liceo, en que tropecé siempre
en el mes de diciembre con el examen de Matemáticas, quedé exteriormente listo
para enfrentarme con la Universidad en Santiago de Chile. Digo exteriormente,
porque por dentro mi cabeza iba llena de libros, de sueños y de poemas que me
zumbaban como abejas.
Provisto de un baúl de hojalata, con el indispensable
traje negro del poeta, delgadísimo y afilado como un cuchillo, entré en la Tercera Clase del Tren Nocturno que tardaba un día y una noche interminables en
llegar a Santiago.
Este largo tren que cruzaba zonas y climas diferentes, y
en él que viajé tantas veces, guarda para mí aún su extraño encanto. Campesino
de ponchos mojados y canastos con gallinas, taciturnos mapuches, toda una vida
se desarrollaba en el vagón de Tercera.
Eran numerosos los que viajaban sin pagar, bajo los asientos. Al aparecer el Inspector se producía una metamorfosis.
Muchos desaparecían y algunos se ocultaban debajo de un poncho sobre el cual de
inmediato dos pasajeros fingían jugar a las cartas, sin que al Inspector le llamara la atención esta
mesa improvisada.
Entre tanto el tren pasaba de los campos con robles y
araucarias y las casas de madera mojada a los álamos del centro de Chile, a las
polvorientas construcciones de adobe. Muchas veces hice aquel viaje de ida y
vuelta entre la capital y la provincia, pero siempre me sentí ahogar cuando
salía de los grandes bosques, de la madera maternal. Las casas de adobe, las
ciudades con pasado, me parecían llenas de telarañas y de silencio. Hasta ahora sigo siendo un poeta de la intemperie, de
la selva fría que perdí desde entonces.
Venía recomendado a una Casa de Pensión en la
calle Maruri 513. No olvido este número por ninguna razón. Olvido todas las
fechas y hasta los años, pero ese número 513 se quedó galvanizado en la cabeza,
donde lo metí hace cuarenta años,
por temor de no llegar nunca a esa pensión y extraviarme en la capital grandiosa
y desconocida.
La vida de aquellos años en la Pensión de Estudiantes era de hambre completa. Escribí mucho más
que hasta entonces, pero comí mucho menos. Muchos
de los poetas que conocí por aquellos años sucumbieron a causa de las dietas
rigurosas de la pobreza. Entre éstos recuerdo a un poeta de mi edad, pero mucho
más alto y más desgarbado que yo, cuya poesía
sutil estaba llena de esencias e impregnaba todo sitio en que era escuchada. Se
llama Romeo Murga.
Con este Romeo Murga fuimos a leer nuestras poesías en aquellos años a la ciudad de San
Bernardo, cerca de la capital. Antes de que apareciéramos en el escenario, todo
se había desarrollado en un ambiente de gran fiesta: la Reina de los Juegos Florales con su Corte blanca y rubia, los discursos de los notables del pueblo y
los conjuntos vagamente musicales de aquel sitio, pero, cuando yo entré y
comencé a recitar mis versos con la voz más quejumbrosa del mundo, todo cambió:
el público tosía, lanzaba chirigotas y se divertía muchísimo con mi melancólica
poesía. Al ver esta reacción de los bárbaros, apresuré mi lectura y dejé el
sitio a mi compañero Romeo Murga. Aquello fue memorable. Al ver entrar a aquel
Don Quijote de dos metros de altura, de ropa oscura y raída, y empezar su
lectura con voz aún más quejumbrosa que la mía, el público en masa no pudo ya
contener su indignación y comenzó a gritar
:!Poetas con hambre! ¡Váyanse! No
echen a perder la fiesta.
Hacíamos los poetas estudiantiles una vida extravagante.
Yo defendí mis costumbres provincianas trabajando en mi habitación, escribiendo
varios poemas al día y tomando interminables tazas de té, que me preparaba yo
mismo. Pero, fuera de mi habitación y de mi calle, la turbulencia de la vida de
los escritores de la época tenía su especial fascinación. Estos no concurrían
al café, sino a las cervecerías y a las tabernas. Las conversaciones y los
versos iban y venían hasta la madrugada. Mis estudios se iban resistiendo.
La Empresa de
Ferrocarriles proveía a mi padre, para sus labores a la intemperie, de una
capa de grueso paño gris que nunca usó. Yo la destiné a la Poesía. Tres o cuatro poetas comenzaron a usar también capas
parecidas, o la mía, que cambiaba de
mano. Esta prenda provocaba la furia de las buenas gentes y de algunos no tan
buenos. Era le época del tango que llegaba a Chile no solo con sus compases y
su rasgueante “tijera”, sus acordeones y su ritmo, sino con un cortejo de
hampones que invadieron la vida nocturna y los rincones en que nos reuníamos.
Esta gente del hampa, bailarines y matones, creaban conflictos contra nuestras
capas y existencias. Los poetas nos batíamos con firmeza.
Entre mis compañeros de aquel tiempo, encarnación de una
época, gran despilfarrador de su propia vida, está Alberto Rojas Jiménez. Elegante y apuesto, a pesar de
la miseria en la que parecía bailar como un pájaro dorado, resumía todas las
calidades del nuevo dandismo. Una desdeñosa actitud, una comprensión inmediata
de los menores conflictos y una alegre sabiduría y apetencia por todas las
cosas vitales. Libros y muchachas, botellas y barcos, itinerarios y
archipiélagos, todo lo conocía y lo utilizaba hasta sus más pequeños gestos. En Paris, las locas muchachas del
entonces grande Montparnase se lo disputaban diciendo: “C´est le vrai matador”
y él, con sombrero cordobés y corbata roja, parsimonioso como nadie, se dejaba
adorar.
Rojas Jiménez
nos impuso pequeñas modas en el traje, en
la manera de comer, en la manera
de fumar, en la caligrafía. Nunca me contagio con su apariencia escéptica, ni
con su torrencial alcoholismo, pero hasta ahora recuerdo con intensa emoción su
figura que lo iluminaba todo, que hacía volar la belleza de todas partes, como
si animara a una mariposa escondida.
De don Miguel de Unamuno había aprendido a hacer
pajaritas de papel. Hacía una de
cuello largo y alas extendidas que luego él soplaba. A esto lo llamaba darles
el “impulso vital”. Descubría poetas de Francia, botellas oscuras sepultadas en
las bodegas, dirigía cartas de amor a las heroínas de Francis James. Sus bellos
versos andaban arrugados en sus bolsillos sin que jamás, hasta hoy, se
publicaran.
Yo
estaba recién llegado a España cuando recibí la noticia de su muerte. Pocas
veces he sentido un dolor tan intenso. Fue en Barcelona. Comencé de inmediato a
escribir mi elegía “Alberto Rojas Jiménez
viene volando” que publicó después la Revista
de Occidente.
Pero además, debía hacer alto ritual para despedirlo.
Había muerto tan lejos, en Chile, en días de tremenda lluvia que anegaron el
cementerio. El no poder estar junto a sus restos, el no poder acompañarlo en su
último viaje, me hizo pensar en una ceremonia. Me acerqué a mi amigo el pintor
Isaías y con él nos dirigimos a la maravillosa Basílica de Santa María del Mar. Compramos dos inmensas velas, tan
altas casi como un hombre, y entramos con ellas a la penumbra de aquel extraño
templo. Porque Santa María del Mar era la catedral de los navegantes.
Pescadores y marineros la construyeron piedra a piedra hace muchos siglos.
Luego fue decorada con millares de exvotos,
barquitos de todos os tamaños y formas que
tapizaban enteramente los muros y los techos de la Basílica. Se me ocurrió que aquél era el gran escenario para el
poeta desaparecido, su lugar de predilección si lo hubiera conocido. Hicimos
encender los velones en el centro de la Basílica,
junto a las nubes del artesonado, y sentados con mi amigo el pintor, en la
iglesia vacía, con una botella de vino junto a cada uno, pensamos que aquella
ceremonia silenciosa, pese a nuestro agnosticismo, nos acercaba de alguna
manera misteriosa a nuestro amigo. Las velas, encendidas en lo más alto de la Basílica vacía, eran algo vivo y
brillante como si nos miraran desde la sombra y entre los exvotos los ojos de
aquel poeta loco cuyo corazón se había extinguido para siempre.
En
1923 se publicó mi primer libro:”Crepusculario”.
Para pagar la impresión tuve dificultades y vitorias cada día. Mis escasos
muebles se vendieron. A la casa de empeños se fue rápidamente el reloj que
solemnemente me había regalado mi padre, reloj que él le había hecho pintar dos
banderitas cruzadas. Al reloj siguió me traje negro de poeta. El impresor era
inexorable y, al final, impresa
totalmente la edición y pegadas las tapas, me dijo con aire siniestro: “No. No se llevará ni un solo ejemplar
sin antes pagármelo todo”. Por aquí y allá saltaron los últimos pesos que
fueron tragados por las fauces de mi impresor y salí a la calle con mis libros
al hombro, con los zapatos rotos, y loco de alegría.
¡Mi primer libro!
Yo siempre he sostenido que la tarea del escritor no es misteriosa ni mágica, sino que, por lo menos, la del
poeta, es una tarea personal, de beneficio público. Lo más parecido a la poesía
es un pan o un plato de cerámica, o una madera tiernamente labrada, aunque sea
por torpes manos. Sin embargo, creo que ningún otro artesano puede tener, como
el poeta la tiene, por una sola vez, durante su vida, esta embriagadora
sensación de primer objeto creado con sus manos, intransferibles secretos, con la desorientación aún palpitante de
sus sueños. Es un momento que ya nunca más volverá. Vendrán muchas ediciones más
cuidadas y bellas. Llegarán sus palabras trasvasadas a la copa de otros idiomas
como un vino que cante y perfume en otros sitios de la tierra. Pero ese minuto
en que sale fresco de tinta y tierno de papel el primer libro, ese minuto
arrobador y embriagador, con sonido de alas que revolotean y de primera flor
que se abre en la altura conquistada, ese minuto está presente una sola vez en
la vida del poeta.
Uno de mis versos pareció desprenderse de aquel libro
infantil y hacer su propio camino: es “Farewell”, que hasta ahora se sabe de
memoria mucha gente por donde voy. En el sitio más inesperado me lo recitaban
de memoria, o me pedían que yo lo hiciera, Aunque mucho me molestara, apenas
presentado en una reunión, alguna muchacha comenzaba a elevar su voz con
aquellos versos obsesionantes y, a veces, Ministros
de Estado me recibían cuadrándose militarmente delante de mí y espetándome
la primera estrofa.
Años más tarde, Federico García Lorca, en España, me
contaba cómo le pasaba lo mismo con su poema “La casada infiel” y la
máxima prueba de amistad que podía dar Federico, era recordar para uno su popularísima y bella poesía. Hay una alergia
hacia el éxito estático de uno solo de nuestros trabajos. Este es un sentimiento
sano y hasta biológico. Tal imposición de los lectores pretende inmovilizar al
poeta en un solo minuto, cuando en verdad la creación es una constante rueda
que gira con mayor aprendizaje y conciencia, aunque tal vez con menos frescura
y espontaneidad.
Atado
profundamente a mis más hondos amores juveniles, apareció en el año de 1924 mi
libro “20 Poemas de amor y una canción desesperada”. Este libro doloroso y pastoril
contiene mis atormentadas pasiones adolescentes, mezcladas con la naturaleza
arrolladora de Sur de mi patria. Su dolor y paroxismo han seguido teniendo
repercusión entre los jóvenes de nuestros países americanos y ahora, el señor
Losada, editor de Buenos Aires, publica en estos meses la edición conmemorativa
del millón de ejemplares publicados de este libro de la adolescencia.
Siempre me han preguntado cuál es la mujer de los 20
Poemas, pregunta difícil de contestar. Las dos o tres que se entrelazan en esta
melancólica y ardiente poesía, corresponden, digamos, a Marisol y a Marisombra.
Marisol es el idilio de la provincia encantada, con inmensas estrellas
nocturnas y ojos oscuros como el cielo mojado de Temuco. Ella figura con su
alegría y su vivaz belleza en casi todas las páginas, rodeada por las aguas del
puerto y por la media luna sobre las montañas. Marisombra es la estudiante de
la capital. Boina gris, ojos suavísimos, el constante olor a madreselva del errante
amor estudiantil. El sosiego físico de los apasionados encuentros en los
escondrijos de la urbe.
Mientras
tanto, cambiaba la vida de Chile.
Clamoroso, se levantaba el movimiento popular chileno
buscando entre los estudiantes y los escritores un apoyo mayor. Por una parte,
el gran líder de la pequeña burguesía, dinámico y demagógico, Arturo Alessandri
Palma, llegaba a la Presidencia de la República, no sin antes haber sacudido al
país entero con su oratoria flamígera y amenazante. A pesar de su
extraordinaria personalidad, pronto, en el poder, se convirtió en el clásico
gobernante de nuestra América: el sector dominante de la oligarquía, que él combatió,
abrió las fauces y tragó sus discursos revolucionarios. El país siguió debatiéndose
en los más terribles conflictos.
Al mismo tiempo, un líder obrero, Luis Emilio Recabarrén,
con una actividad prodigiosa organizaba al proletariado, formaba centrales
sindicales. Establecía nueve o diez periódicos obreros a lo largo del país. Una
avalancha de desocupación hizo tambalear las instituciones. Yo escribía
semanalmente en el periódico estudiantil
de la época, “Claridad”. Los
estudiantes apoyábamos las reivindicaciones populares y éramos paleados por la
policía en las calles de Santiago. A la capital llegaban miles de obreros
cesantes del salitre y del cobre. Las manifestaciones y la represión
consiguiente teñía trágicamente la vida nacional.
Desde aquella época y con intermitencias, se mezcló la
política en mi poesía y en mi vida. No era posible cerrar la puerta a la calle
dentro de mis poemas, así como no era posible tampoco cerrar la puerta del
amor, a la vida, a la alegría o a la tristeza en mi corazón de joven poeta.
Siguen al texto, la transcripción de los poemas “Alberto
Rojas Jiménez viene volando”, acompañadas de las referencias: (Del libro Residencia en la tierra, tomo 2 y
“Farewell” (Del libro Crepusculario,
1919)
O CRUZEIRO
Internacional. 1 de febrero de 196
Estudo
comparativo
A
primeira transcrição se refere ao texto Las
vidas del Poeta, Memorias y recuerdos de Pablo Neruda, publicado pela
revista O Cruzeiro Internacional em
1962, reproduzido aqui e com a indicação em negrito do que foi mudado em Confieso que he vivido (Barcelona, Seix
Barral, 1974). A segunda transcrição é antecedida da menção da página em que
ocorreu a mudança em Confieso que he
vivido.
Mudança de
pontuação
¡Poetas
con hambre! ¡Váyanse! No echen a perder la fiesta.
Pág. 49 “Poetas con hambre! Váyanse! No echen a perder la fiesta”
Luego
fue decorada con millares de exvotos, barquitos de todos los tamaños
Pág.
61 Luego fue decorada con millares de exvotos: barquitos de todos los tamaños
¡Mi
primer libro!
Pág.
72 Mi primer libro.
su
poema “La casada infiel” y la máxima prueba de amistad que podía dar Federico
Pág.
73 su poema “La casada infiel”. La máxima prueba que podía dar Federico
Eliminação de maiúsculas
Tercera
Clase del Tren Nocturno
Pág.
47 tercera clase del tren nocturno
Tercera
Pág.
47 tercera
Inspector
(dos veces)
Pág.
47 inspector (dos veces)
Pensión
de Estudiantes
Pág.
48 pensión de estudiantes
Casa
de Pensión
Pág.
48 casa de pensión
Reina
de los juegos florales
Pág.
48 reina de los juegos florales
Con
su Corte blanca y rubia
Pág.
48 con su corte blanca y rubia
Empresa
de Ferrocarriles
Pág.
51 empresa de ferrocarriles
Yo
la destine a la Poesía
Pág.
51 yo la destiné a la poesía
Basílica (cuatro veces)
Ministro de Estado
Pág. 73 ministro de estado
Grafia
diferenciada de nome próprio
Rojas Jiménez
Pág.59 Rojas Giménez
Mudança de caracteres
gráficos
20
Poemas
Pág.
75 “Veinte poemas”
sabiduría
y apetencia
Pág.
58 sabiduría (y apetencia)
Revista
de Occidente
Pág.
61 Revista de Occidente
En
1923 se publicó mi primer libro: “Crepusculario”
Pág.
72 en 1923 se publicó mi primer libro: Crepusculario
Yo siempre he sostenido que la tarea del escritor no es
misteriosa ni mágica sino que, por lo menos, la del poeta, es una tarea
personal, de beneficio público. Lo más parecido a la poesía es un pan o un
plato de cerámica, o una madera tiernamente labrada, aunque sea por torpes
manos.
Pág. 72 Yo siempre he
sostenido que la tarea del escritor no es misteriosa ni mágica sino que, por lo
menos, la del poeta, es una tarea personal, de beneficio público. Lo más
parecido a la poesía es un pan o un plato de cerámica, o una madera tiernamente
labrada, aunque sea por torpes manos.
“Claridad”
Pág.
76 Claridad
Acréscimo de palabras
sino
con un cortejo de hampones
Pág.
51 sino también con un cortejo de hampones
el
pintor Isaías
Pág.
61 el pintor Isaías Cabezón
con
una botella de vino
Pág.
61 con una botella de vino verde
A
nuestro amigo
Pág.
61 a nuestro amigo muerto
En
1923 se publicó mi primer libro:”Crepusculario”
Pág.
72 En 1923 se publicó ese mi primer libro: Crepusculario
Substituição de palabras
Venía
recomendado a una casa de pensión en la calle Maruri 513
Pág.
48 Venía recomendado a una casa de pensión de la calle Maruri 513
pero
ese número 513 se me quedó galvanizado en la cabeza, donde lo metí hace
cuarenta años,
Pág.
48 pero ese número 513 se me quedó galvanizado en la cabeza, donde lo metí hace
tantos años.
Muchos
de los poetas que conocí
Pág.
48 Algunos de los poetas que conocí
Cuya
poesía sutil
Pág.
48 cuya lírica sutil
Tres
o cuatro poetas comenzaron a usar también capas parecidas, o la mía, que
cambiaba de mano.
Pág.
51 Tres o cuatro poetas comenzaron a usar también capas parecidas a la mía, que
cambiaba de mano.
Comprensión
inmediata de los menores conflictos
Pág.
58 comprensión inmediata de los numerosos conflictos
una
alegre sabiduría y apetencia por todas las cosas vitales
Pág.
58 una alegre sabiduría (y apetencia) de todas las cosas vitales
Hacía
una de largo cuello y alas extendidas
Pág.
59 Construía una de cuello largo y alas extendidas
Impresa
totalmente la edición
Pág.
72 lista totalmente la edición
La
tarea del escritor no es misteriosa ni mágica
Pág.72
la tarea del escritor no es misteriosa ni trágica
Años
más tarde, Federico García Lorca, en España, me contaba cómo le pasaba lo mismo
con su poema “La casada infiel” y la máxima prueba de amistad que podía dar
Federico, era recordar para uno su popular y bella poesía.
Pág.73
Años más tarde, Federico García Lorca, en España, me contaba cómo le pasaba lo
mismo con su poema “La casada infiel”. La máxima prueba de amistad que podía
dar Federico, era repetir para uno su popular y bella poesía.
Eliminação de palavras
Me
parecían llenas de telarañas y de silencio
Pág.
47 me parecían llenas de telarañas y silencio
fuimos
a leer nuestras poesías en aquellos años a la ciudad de San Bernardo
Pág.
48 fuimos a leer nuestras poesías a la ciudad de San Bernardo
Rojas
Jiménez nos impuso pequeñas modas en el traje, en la manera de comer, en la
manera de fumar, en la caligrafía
Pág.
59 Rojas Giménez nos impuso pequeñas modas en el traje, en la manera de fumar,
en la caligrafía.
Objeto
creado con sus manos, intransferibles secretos, con la desorientación aún
palpitante de sus sueños.
Pág.72
objeto creado con sus manos, con la desorientación aún palpitante de sus
sueños.
Yo
escribía semanalmente en el periódico estudiantil de la época, “Claridad”.
Pág.
Yo escribía semanalmente en Claridad.
Acréscimo de frases
en
la caligrafía. Nunca me contagió
Pág.
59 en la caligrafía. Burlándose de mí, con infinita delicadeza, me ayudó a
despojarme de mi tono sombrío. Nunca me contagió
Luego fue decorada con millares de exvotos, barquitos de
todos los tamaños y formas que tapizaban enteramente los muros y los techos de
la Basílica.
Pág. 61 Luego fue decorada con millares de exvotos;
barquitos de todos los tamaños y formas, que navegan en la eternidad, tapizan
enteramente los muros y techos de la basílica.
Descubría poetas de Francia, botellas oscuras sepultadas en
las bodegas, dirigía cartas de amor a las heroínas de Francis Jammes. Sus
bellos versos andaban arrugados en sus bolsillos sin que jamás, hasta hoy se
publicaran.
Pág. 59 Descubría poetas de Francia, botellas oscuras
sepultadas en las bodegas, dirigía cartas de amor a las heroínas de Francis
Jammes.
Sus bellos versos andaban arrugados
en sus bolsillos sin que jamás, hasta hoy se publicaran.
Eliminação de Parágrafo
Libros
y muchachas, botellas y barcos, itinerarios y archipiélagos, todo lo conocía y
lo utilizaba hasta en sus más pequeños gestos. En Paris, las locas muchachas del
entonces grande Montparnasse se lo disputaban diciendo: C´est le vrai matador”
y él con sombrero cordobés y corbata roja, parsimonioso como nadie, se dejaba
adorar.
Pág.58 Libros y muchachas, botellas y barcos, itinerarios y
archipiélagos, todo lo conocía y lo utilizaba hasta en sus más pequeños gestos.
Mudança de tempo verbal
Barquitos
de todos los tamaños y formas que tapizaban enteramente los muros
Pág.
61 barquitos de todos os tamaños y formas, que navegan en la eternidade,
tapizan enteramente los muros
Reescrita de frases e
parágrafos
“No. No se llevará un sólo ejemplar sin pagármelo todo”.
Por aquí y allá saltaron los últimos pesos que fueron tragados por las fauces
de mi impresor
Pág. 72 “No. No se llevará ni un solo ejemplar sin antes
pagármelo todo”. El crítico Alone aportó generosamente los últimos pesos, que
fueron tragados por las fauces de mi impresor;
Atado profundamente a mis más hondos amores juveniles,
apareció en el año 1924 mi libro “20 Poemas de Amor y una Canción Desesperada”.
Este libro doloroso y pastoril contiene mis atormentadas pasiones adolescentes,
mezcladas con la naturaleza arrolladora del Sur de mi patria. Su dolor y
paroxismo han seguido teniendo repercusión entre los jóvenes de nuestros países
americano y ahora, el señor Losada, editor de Buenos Aires, publica en estos meses
la edición conmemorativa del millón de ejemplares publicados de este libro de
adolescencia.
Pág. 75 Los veinte
poemas de amor y una canción desesperada son un libro doloroso y pastoril
que contiene mis más atormentadas pasiones adolescentes, mezcladas con la
naturaleza arrolladora del sur de mi patria. Es un libro que amo porque a pesar
de su aguda melancolía está presente en é el goce de la existencia. Me ayudaron
a escribirlo un río y su desembocadura: el río Imperial.
Pablo Neruda em O
Cruzeiro Internacional, segundo capítulo: encontro do eu e do nós. (Texto não
concluído, nem revisado devido ao falecimento do autor, Delson Biondo)
A verdade não se atinge, mas a procura da verdade,
essa sim é que nos distingue. Boaventura de Souza Santos.
Resumo
A
partir do texto microfilmado Las vidas
del poeta:memorias y recuerdos de
Pablo Neruda, texto publicado em O
Cruzeiro Internacional, resgatado e traduzido, a análise efetuada sobre o
segundo dos dez capítulos, se detém nos contrastes espaciais que predominam no
início da narrativa, na empatia de Neruda pelos jovens estudantes e poetas com
os quais convive em Santiago, no testemunho sobre suas primeiras experiências
sensoriais ou vivenciais e na revelação das censuras, imposições e compromissos
éticos aos quais Neruda se sujeita.
Palavras-chave: Pablo Neruda. Memórias. O Cruzeiro Internacional.
Autobiografia.
Não é
o tempo (cronológico, linear e não marcado, muitas vezes impreciso) que salta à
vista neste começo de capítulo. Sim, o que parece importar é o espaço. Seus
contrastes predominam no início da narrativa. Os lugares vão construindo as
identidades do poeta: liceu e universidade, trem e pensão, interior e cidade,
quarto e taberna, ambiente íntimo (de introspecção) e ambiente público e assim
por diante. O jovem Neruda parece oscilar entre estreitamento e alargamentos
espaciais. Da amplitude dos campos de Temuco para a estreiteza de um quarto de
estudante, dos lentos e tediosos vagões de trem para a imensidão da metrópole,
de um quarto de pensão para a agitação das ruas e botequins.
Por
que neste texto a espacialidade se torna mais evidente? Por que a oscilação entre
dentro e fora, aberto e fechado, estreito e amplo? Que características
comportamentais se insinuam nessas linhas autobiográficas?
Muito
provavelmente, porque de modo subliminar seu projeto de escrita reflete uma
síntese inconsciente do que foi sua própria vida: uma trajetória de infindáveis
idas e vindas pelas geografias de diversos países e culturas, retornando sempre
a sua pátria, seu ponto de partida e chegada. Neruda foi um poeta itinerante,
um viajante, um vagamundo e, como tal, impregnado de um sentir universalizador
que lhe permitiu fixar-se tanto nos elementos mais diminutos quanto no feitos
mais grandiosos.
Ao
enveredar pela prosa, Neruda parece eximir-se do compromisso com as amarras
temporais, privilegiando os espaços, uma habilidade criativa mais próxima dos
poetas. Outra idiossincrasia comportamental do narrador são suas frequentes
empatias com esses jovens grupos de aspirantes a escritores que começavam a
militar também na política. Pode parecer estranho a forma escolhida por Neruda
para expressar essas empatias: Hacíamos
los poetas estudiantiles una vida
extravagante ou Los poetas nos
batíamos com firmeza e, ainda, Los
estudiantes apoyábamos las reivindicaciones populares y éramos apaleados por la
policía en las calles de Santiago. 1
Às vezes, parece
1
NERUDA, Pablo. Las vidas del poeta: memorias y recuerdos de Pablo Neruda. In O Cruzeiro
Internacional, 16 de enero de 1962, p.62,63,65.
conveniente para o eu nerudiano esconder-se atrás de
um nós, colocando-se num papel de
coadjuvante, para criar a ilusão de um sujeito comprometido com os temas
sociais.
Ao
desembarcar do trem que o separa dos bosques e dias chuvosos de seus primeiros
anos, termina a infância para Neruda, até então um menino solitário que tinha
por companhia apenas a natureza e alguns livros. Neste momento, finaliza um
ciclo: quando o poeta salta daquele trem, igualmente se dá conta de que perdeu
a chuva e o frio da região austral. Esse desembarque, como um rito de passagem,
irá conduzi-lo à iniciação de uma nova vida, uma vida urbana, a de poeta, estatuto que, longe da casa
paterna, finalmente poderá ser assumido. O espaço citadino, os desafios de seu
entorno cultural e a companhia de outros jovens versejadores são decisivos para
a construção dessa nova identidade.
No
segmento em que Alberto Rojas Jiménez é apresentado, a voz autoral oferece
indícios de uma idealização exacerbada que não corresponde, necessariamente, a
um perfil verossímil. 2.
2 Até mesmo pelo possível exagero quando menciona seu
alcoolismo, qualificando-o de torrencial e seu poder de sedução como de “un vrai matador”.
Ao atribuir ao amigo da mesma geração o epíteto de “encarnación
de una época” 3, Neruda transforma Rojas Jiménez num grande mito.
Seu poema
3 NERUDA, 1962,
p.63
“Vienes volando” em que
o resgata com sua imagem pairando acima de todas as incongruências, desastres,
vícios e tentações mundanas, comoveu a classe literária espanhola. E a
cerimônia que lhe inventa na catedral de Barcelona, o conduz a um lugar alimentado
de energias, propício ao momento mágico no qual deseja inscrevê-lo. Porém,
sintetizando a partir desse único exemplo o comportamento de toda uma geração atribui
um peso exagerado a um único poeta, cuja existência, não fossem as palavras
laudatórias de Neruda, permaneceria desconhecido. A lente idealizadora de
Neruda também arroga a seu amigo uma onisciência tão extrema que, na verdade,
parece disfarçar o impetuoso pedantismo juvenil, assim como uma capacidade sui generis de irradiar, como um
demiurgo, luz e beleza que alcançam, absolutamente, todas as coisas a seu
redor. As hipérboles, somam-se as imagens mitificadoras ( “pássaro dorado”,
“mariposa escondida”) que parecem se contrapor, por sua força valorativa, à
miséria, à fome e aos percalços que enfrentavam os artistas de então.
Neruda tenta abarcar
com rápidas pinceladas um momento específico da história da literatura chilena
da década de vinte, a dos poetas esquecidos que não vingaram. Uma geração
marcada por figuras desventurosas, a geração dos poetas entristecidos como a
eles se refere Carlos Droguett 4, a
4
DROGUETT, Carlos, Materiales de
construcción, 2008, p. 110.
dos poetas trágicos 5, como os define
Volodia Teitelboin 6 ou, ainda a geração
5 Dentre eles, podemos citar três falecidos
prematuramente :Romeo Murga, Alberto Rojas Jiménez e Joaquín Cifuentes
Sepúlveda
6 TEITELBOIM,
Volodia. Neruda. Santiago:
Sudamericana Chilena, 2000, p. 66
dos poetas loucos como a denominou o próprio Neruda em
Confieso que he vivido 7, ele mesmo expoente máximo dessa jovem poesia
chilena. Uma
7 NERUDA, 1974, P. 62
poesia que se nutre de sentimentos melancólicos
aliados à exaltação amorosa e à busca da infância perdida num tom de romantismo
tardio.
Intrigante, a maneira
como Neruda, ao mesmo tempo em que reconhece certas influências de Rojas
Jiménez sobre o grupo (no modo de trajar, comer, fumar e escrever), apregoa, no
entanto, uma invulnerabilidade em relação à atitude cética e ao alcoolismo do
amigo. Em que teria ele, realmente, influenciado a Neruda? Segundo Oyarzún
Garcés:
¿Fue
decisivo el influjo de Rojas Jiménez en la determinación que tomó Pablo de
abandonar sus estudios de pedagogía y dedicarse sólo a su literatura? No podría
asegurarlo […]. Lo cierto es que Rojas Giménez le mostró a Pablo, en toda su
luminosidad contradictoria, un aspecto diferente de la vida, un aspecto más
liviano y risueño que quizá el joven Neruda necesitaba y buscaba para compensar
ese creciente desgarro interior que asomaba en sus versos. Y así fue que el
muchacho ascético despertó a la bohemia santiaguina en compañia de Rojas
Giménez y de muchos otros amigos que frecuentaban el Jote, el Venecia y otros
sitios de vida nocturna estudiantil, alrededor de botellas de vino y de charlas
literarias. (Apud LOYOLA, 2006, p.118).
Quando
recebeu a notícia da morte de Rojas Jiménez, Neruda se encontrava em Barcelona,
não mais na década de vinte, mas em 1934 o que não fica evidente para o leitor.
A falta dessa informação temporal, escamoteada consciente ou inconscientemente
pelo narrador, impede uma leitura adequada do contexto histórico, uma vez que
será aberto um parêntese narrativo constituído por fatos que ocorrerão somente
catorze anos depois.
Esse
salto no tempo está marcado por forte presença de um eu autoral que confessa a intensidade de seu sentimento em relação
à perda do amigo, menciona o ímpeto com o qual se pôs a escrever-lhe uma elegia
e narra, de forma mais extensa, o ritual inventado para prestar-lhe uma homenagem.
No entanto, Neruda prefere divagar sobre os detalhes episódicos ocorridos
dentro da Basílica de Santa María del Mar ao invés de empreender o difícil
desnudamento do próprio eu e do
processo criativo de seu poema. É num cenário de venerações, não por acaso uma
igreja, onde Neruda conclui a mitificação de Rojas Jiménez, coroando seu
tributo como uma imagem digna de um pintor surrealista: dois olhos acesos na
imensidão da catedral.
O
controle narrativo do tempo parece ser ainda um entrave para esse Neruda que
envereda pelos caminhos da prosa. Num Parágrafo já comprometido pela ausência
de informações relativas ao tempo, a ambiguidade gerada pelo uso do advérbio
“depois” pode desnortear o leitor, levando-o a imaginar a existência de um longo
intervalo entre a composição e a publicação da elegia:
Eu havia recém chegado à Espanha quando recebi a
noticia de sua morte. Poucas vezes senti uma dor tão intensa. Foi em Barcelona.
Comecei imediatamente a escrever minha elegía “Alberto Rojas Jiménez viene
volando” que depois a Revista de Occidente
publicou. (NERUDA, 1962, p. 64)
O fato é que essa
elegia foi publicada poucos meses após sua escrita, no mesmo ano de 1934 –
informação solapada pelo narrador - que tampouco menciona o momento em que
teria terminado seu poema. No entanto, ao assinalar o local de publicação, ele
anuncia o início do surpreendente destino literário deste poema ( inusitado,
estranho e inovador), o que poderia explicar sua inclusão neste segundo
capítulo de memórias.
No título do poema, o
nome próprio, embora explicite o destinatário-protagonista, não aponta
necessariamente para umsujeito real. Rojas Jiménez era desconhecido também como
poeta. O predicado verbal “viene volando” introduz um estranhamento de possível
viés surrealista (ser humano/voar). Ao se repetir no estribilho, como uma
persistente litania religosa, su monótona aliteração acaba por sugerir o som de
asas que se movem.
No parágrafo
imediatamente anterior àquele em que Neruda recebe a notícia da morte do amigo,
encontramos um elemento que pode ser a chave para a leitura desse ente volátil
que envolve a composição. A habilidade de Rojas Jiménez para confeccionar
passarinhos de papel, dando-lhes vida como por arte de prestidigitador, está
ligada ao voo interminável que depois de morto Neruda o faz realizar.8
8
Ver LOVELUCK, Juan. Albero Rojas Jiménez viene volando. Endereço eletrônico http://www.neruda.uchile/crítica/loveluck.htm
Para Neruda, esse voo sem princípio e sem fim,
indefinido e cumulativo, não obedece a amarras temporais, mas encontra-se preso
a um múltiplo sistema espacial (“entre, sobre, abajo, más abajo, más allá,
junto a, al lado de, com, sin” etc.) que vai refletir a onipresença dessa
entidade errante voadora. [Texto inconcluso]
Parece
ser recorrente nas autobiografias, a necessidade de dar testemunho sobre as
primeiras experiências sensoriais ou vivenciais que ajudaram a plasmar o
indivíduo (o primeiro beijo, o primeiro poema, o primeiro amor). Neruda não
fofe à regra. No primeiro capítulo falou sobre seu primeiro poema, agora neste
segundo, registra emoção de ver seu primeiro livro impresso.
Para
recontar essa história, o poeta elabora uma breve estratégia ficcional onde ele
próprio se apresenta como herói e o editor o vilão. Há um empenho retórico no
sentido de tentar sensibilizar aquele que lê. Para isso, o narrador exagera a
penúria do jovem Neruda, a sordidez do editor e a relevância do objeto do
desejo – neste caso, um livro – e tenta provocar comiserações que reforçam o
pacto de leitura e estimulam, mais facilmente, a identificação do leitor com o
sofrimento desse narrador. Assim, sofremos com as vicissitudes e nos deleitamos
com a redenção do herói, aliviados pela catarse de um final feliz.
A
alegria de poder, enfim, sentir, tocar, manusear os primeiros exemplares de seu
Crepusculario é expressa por Neruda
por meio de uma prosa poética que, elaborada a partir de hipérbole, comparações,
associações sinestésicas e simbólicas, aproximam o odor do livro, da tinta e do
papel aos aromas telúricos do vinho e da flor e associam o júbilo da conquista
a um voo de pássaros.
O
primeiro esboço de um discurso meta-literário elaborado conscientemente surge,
neste capitulo, na forma de uma síntese sobre o fazer poético. Se, no capítulo inicial
a lembrança de seu primeiro poema dispara uma apreciação meta-literária sobre a
crítica9, aqui o arrebatamento diante da
9
“Me parece recordar que así nació mi primer poema y que así recibí la primera
muestra distraída de la crítica literaria”. (NERUDA, Pablo, 1962, p. 19)
primeira obra impressa que aciona o mesmo mecanismo.
Na tentativa de elaborar sua poética, três eixos são fundamentais: a função
pública do poeta-escritor, a poesia vista como material palpável e o poeta como
fabricador desse material. A visão materialista e terrena da poesia nerudiana é
o que o afasta e o diferencia da visão mais clássica do fazer poético como algo
encastelado, sublima e inatingível. Materialismo aqui, tomado numa acepção mais
estreita como uma teoria sensualista do conhecimento que enaltece os sentidos e
atribui aos órgãos sensíveis corporais a única fonte desse mesmo conhecimento.
(SAENZ DE ROBLES, 1973, p.747).
Há
uma discrepância curiosa entre essa postura meta-literária e aquela, mais
intuitiva, encontrada no primeiro capítulo das memorias de O Cruzeiro, na qual Neruda confessa ter
sido visitado por uma musa inspiradora quando da criação de seu primeiro poema.
Ao sentir a necessidade de satisfazer interrogações a respeito de seu processo
criativo, de discorrer sobre a poesia e elucidar mecanismos artísticos, Neruda
se enfrenta com as incoerências e dificuldades naturais do subjetivismo
crítico. Suas impressões ambicionam o status
dogmático de uma teoria, porém, na prática, suas intuições parecem
contradizer suas orientações teóricas.
“Mi primer libro!”. A
euforia expressa nessa interjeição tem a ver com a alegria da criação e o fato
de amargar dificuldades para editar o livro valoriza ainda mais o próprio
livro. Se essa quase odisseia editorial sensibiliza o leitor, então, o discurso
meta-literário que vem na sequência assume uma proporção maior, tornando-se
praticamente inconteste. É essa a retórica à qual nos referimos acima.
Em seguida, o eu autobiográfico, usando da mesma
estrutura dos dois parágrafos anteriores, recorda breves momento do destino de
“Farwell” antes mesmo de teorizar novamente sobre o processo de criação. Vemos,
outra vez, o meta-literário surgindo como consequência direta de uma recordação
relacionada a um poema seu. Quando rotula seu livro de infantil, quando tacha os
verbos de “Farewell” de obsessivos, quando se incomoda ao ter que recitá-los a
pedido do público, quando ironiza a inépcia dos ministros que usam esses versos
como saudação militar ao recebê-lo, percebemos o predomínio de uma voz autoral
do presente da escrita, ou seja, em 1962, que repudia mordazmente sua obra
juvenil, contrapondo-se à emoção daquela voz entusiasta de 1923, ainda
fascinada pelo primeiro livro.
O gênero autobiográfico não pode prescindir do tempo, sua
matéria por excelência, pois a perspectiva de quem escreve sobre a vida é
sempre a de quem olha para o passado. 10
Neruda, que em seus poemas
10
“Los juegos cronológicos que se permiten los autobiógrafos tienen siempre como
campo la relación del presente de la escritura y del pasado contado por la
escritura”.LEJEUNE, Philippe. 1994, p.196
demonstra uma habilidade excepcional para poetizar e
relativizar o tempo, aqui, ao escrever um texto narrativo autobiográfico,
parece não dar atenção aos registros temporais. Assim, ao inserir um salto
entre dois momentos cronologicamente marcados, 1923 e 1924, vale-se de uma
expressão imprecisa e ambígua (“Años más tarde”) que pode confundir o leitor:
mais tarde em relação a que? Embora não seja grave, o uso dessa expressão coloquial
revela, primeiro, certo projeto subjacente de escrita do autor, ou seja,
transmitir os acontecimentos com a mesma espontaneidade e fluidez dos discursos
orais e, segundo, “mostra que o autobiógrafo é pouco consciente dos problemas
dos género que pratica”. 11
11 Id.ibid.p.197
Ao mencionar a fama de “Farwell”, poema que se desgarrou de
seu primeiro livro ao cair nas graças do público, recorda-se da fortuna de “La
casada infiel”, de Federico Lorca, que teve o mesmo destino: ser objeto de um
fascínio coletivo que obrigava seus autores a estarem sempre dispostos a
recitá-los. Depois de editada a obra, o criador não tem absolutamente nenhum
domínio sobre ela. Outros escritores também já se questionavam sobre a fixação
do público e da crítica por apenas uma de suas obras. Honoré de Balzac, um
deles, em relação a Eugenie Grandet 12
e Dyonélio Machado com
12 BALZAC, Honoré de. Obras completas, v.5, p. 210
Os ratos 13. Tal obsessão dos leitores tanto incomodou Neruda que
serviu de
13 MACHADO, Dyonélio. 1995, p.27
gatilho para disparar uma breve teorização sobre o
prejuízo que aos poetas causa o engessamento de seu processo criativo.
Curiosamente, porém, se mostra disposto (se outra razão mais terra a terra não
se sobrepujar) a comprazer o gosto popular quando transcreve, no final do
capitulo, o poema tão solicitado.
Bem
mais condescendente do que foi com “Crepusculario” se mostra Neruda em relação a “Veinte poemas de amor y una
canción desesperada”, (pasiones adolescentes mezcladas con la naturaleza
arrolladora del Sur de mi pátria ). Talvez, porque este seu segundo livro,
segundo ele doloroso e pastoril (NERUDA, Pablo, 1962, p.64) obteve uma acolhida
arrebatadora do público jovem e feminino para quem essa obra se tornaria o livro
de cabeceira como o atesta Neruda ao mencionar: “y ahora, el señor Losada,
editor de Buenos Aires publica en estos meses, la edición conmemorativa del
millón de ejemplares publicados de este libro de la adolescencia.
Muitas
vezes, se mostra importante numa autobiografia, além daquilo que foi dito,
considerado como verdade 14, o que é possível presumir daquilo
14 VARGAS LLOSA, 1993, P.396
conhecido e que fora escamoteado. Porque, nem tudo,
numa autobiografia pode ou deve ser revelado. Quando um autobiógrafo (ou
biógrafo) se dispõe a escrever depara-se inevitavelmente com certo dilema ético
(ou moral) que o obriga, ao longo da escrita, a fazer uma série de escolhas:
contar ou não detalhes de sua vida, expor ou não pormenores de sua intimidade,
criticar ou não desafetos, invadir ou não a privacidade alheia, homenagear ou
não determinadas figuras coetâneas, calar ou não informações confidenciais,
manter-se ou não dentro dos limites da ética socialmente imposta. Enfim,
silenciar ou não.
O
segundo capítulo de “Las vidas del poeta” é revelador no sentido de deixar
entrever censuras, imposições e compromissos éticos aos quais Neruda se
sujeita. Sua ética contém uma espécie de filtro de extrema prudência aliado a
um olhar frequentemente benévolo em relação a tudo que o rodeia. Neruda, que
revolucionou a arte de fazer poesia, como autobiógrafo se mostra bastante
comedido.
Ao
ser intimado a falar de seus amores para saciar a curiosidade do público,
Neruda tergiversa, eufemiza e mitifica. Ele rompe com o pacto da verdade,
substituindo-o pelo jogo da cumplicidade poética, ou seja, dizer desdizendo e
desvendar, escondendo. Tergiversa ao ocultar identidades, eufemiza ao lançar
mão de “sosiego físico” para se referir à satisfação dos prazeres sexuais e
mitifica ao bipartir um arquétipo feminino, contrastando dia e noite, pureza e
sensualidade nas figuras de Marisol e Marisombra. Esse duplo criado para
mascarar a identificação de mulheres reais que o inspiraram aparece em O Cruzeiro Internacional e se repete em Confieso que he vivido sem alteração, ou
seja, nenhum aclaramento sobre os romances de juventude foi acrescentado em
suas memorias canónicas de dez anos depois. O desejo de eludir informações
sobre tais mulheres ( substituindo-as por musas inspiradoras) põe em evidência
a postura ética de Neruda: não se imiscuir em assuntos que envolvam, terceiros,
salvaguardar a imagem própria e alheia. Não se revelar por inteiro.
Confessadamente,
foi o que fez Simone de Beauvoir. Assim o explica no Prólogo de sua
autobiografia à guisa de advertência ao leitor:
Entretanto devo preveni-los de que não pretendo dizer
tudo. Contei minha infância e minha juventude sem nada omitir, mas se pude sem
embaraço nem demasiada indiscrição pôr a nu meu longínquo passado, não
experimento em relação a minha idade adulta o mesmo desapego, não disponho da
mesma liberdade. Não se trata aqui de tagarelar acerca de mim mesma e de meus
amigos; não gosto de intrigas. Deixarei resolutamente na sombra muitas coisas. (BEAUVOIR,
1962)
No segundo capítulo de O Cruzeiro Internacional o eu autobiográfico vai nos deixando ver
diferentes Nerudas que emergem da fluidez do tempo: o adolescente transplantado
para a cidade grande, o famélico estudante de pensionato, o melancólico poeta
de capa cinzenta, o companheiro de noitadas e tertúlias, o saudoso e enlutado
amigo dos amigos, o jovem escritor de sucesso, o amoroso perseverante e o
adulto politicamente engajando. O capítulo que começa com as inconstâncias da
juventude termina com o nascimento de um ser político. Nascimento vinculado ao
contexto histórico chileno que se debatia entre o conservadorismo das classes
dominantes e as resistências das camadas populares.
Neruda quer nos fazer acreditar que
neste contexto de início de reinvindicações trabalhistas, que coincide com sua adolescência,
encontra-se também o ponto de partida de sua inquietação política, que aí
começa a germinar a semente de seu compromisso humanitário e social. Ao se
inserir no grupo daqueles estudantes vítimas da repressão policial e ao assumir
uma voz coletiva, Neruda não apenas se mostra solidário com as lutas populares
como parece antecipar uma possível justificação para suas futuras vinculações
políticas.
[Texto inconcluso]
Referências bibliográficas
BALZAC, Honoré de .Obras completas V. Rio de Janeiro: Globo,1953
BEAUVOIR, Simone de. Na força da idade .São Paulo:Difusão
Européia do
Livro,1961
DROGUETT, Carlos. Materiales de
construcción.Santiago:Ediciones
Univesidad Diego Portales, 2008
LEJEUNE,Philippe. El pacto autobiográfico y otros estudios.
Madrid:MEGASUL-ENDYMION,
2004
LOVELUCK,
Juan. Albero Rojas Jiménez viene volando. Endereço
eletrônico http://www.neruda.uchile/crítica/loveluck.htm
LOYOLA, Hernán (edi), Obras completas V:Pablo Neruda, Nerudiana
dispersa II 1922-1973. Barcelona:Círculo de
leitores; Nueva Galáxia Gutemberg, 2002
MACHADO, Dyonélio. O cheiro da coisa viva. Rio de Janeiro:
Graphia
Editorial,
1995
NERUDA, Pablo. Las vidas del poeta:memorias y
recuerdos de Pablo Neruda.
______ In
O Cruzeiro Internacional. 1962
______ Confieso que he vivido:memorias.
Barcelona:Seix Barral, 2010
SAENZ DE ROBLES, F.C. Diccionario de la literatura:escritores españoles
e hispanoamericanos.
Tomo II.Madrid:Aguilar, 1973
Teitelboim, Volodia. Neruda. Santiago:Sudamericana Chilena, 2000
VARGAS-LLOSA, Mario. El pez en el agua. Memorias. Barcelona:Seix Barral,1993
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